Plinio Corrêa de Oliveira

D. Antonio de Castro Mayer

D. Geraldo de Proença Sigaud

Luis Mendonça de Freitas

 

Socialismo y

Propiedad Rural

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Parte I

  ASPECTOS RELIGIOSOS Y SOCIALES

 

INTRODUCCIÓN

La crisis brasileña y los problemas del campo

 Se está notando, en este momento, la concomitancia de varias crisis en el Brasil: de producción, de transporte, de finanzas, etc. En realidad, estas crisis se interpenetran en sus causas, en su proceso y en sus efectos, de manera que constituyen globalmente una sola crisis económica y financiera que, resumiendo, podríamos llamar la crisis brasileña.

Como es natural, esta crisis está incluida en un cuadro más vasto que no constituye el objeto inmediato del presente trabajo.

La necesidad de dar remedio a esta crisis, que contrasta dolorosamente con la gran ola de progreso por la cual pasamos en tantos otros terrenos, ha suscitado en los más variados ambientes políticos, intelectuales y sociales, considerable número de estudios, comentarios y proyectos. De manera especial, se ha vuelto la atención hacia los problemas del campo, y, en casi todas partes, se habla de reforma agraria.

 

Atmósfera de confusión en el estudio de la reforma agraria

Para un observador, aunque dotado sólo de mediana perspicacia, no puede pasar desapercibida la atmósfera de confusión en que vienen siendo tratados varios de los aspectos de la actual crisis brasileña. Y esta confusión parece llegar a su auge en lo que concierne a la reforma agraria.

Bajo este rótulo, las mejores y peores sugestiones, las más sensatas así como las más extravagantes, vienen siendo propuestas con igual desenfado y acogidas con igual interés. Hasta podríamos decir que la atención pública se vuelve con preferencia hacia las soluciones arrojadas y espectaculares. Las horas difíciles son habitualmente favorables para los inventores de panaceas.

Prejuicios pasionales

 En medio de esta confusión, sin embargo, hay una nota que  merece muy particular atención. Es la frecuencia con que aflora un prejuicio pasional, que —según una expresión recogida en mala escuela— podríamos llamar un verdadero “complejo” contra el propietario rural y contra el mismo derecho de pro.

¿La propiedad es un privilegio anti-social y el propietario un parásito?

Efectivamente, el papel de la propiedad rural, grande y media en el conjunto de la economía nacional, es enfocado, con frecuencia cada vez mayor, como un privilegio personal en oposición permanente con los intereses de los trabajadores y del País. De ahí que la mayoría de las veces no se hable ni de una ni de otra y sobre todo de la primera — si no es para estudiar o proponer medios de cercenarlas. De esta forma se origina, en muchos espíritus, el deseo más o menos consciente de abolirlas, quizás mediante pequeña indemnización. Y de ahí al socialismo, aun en sus formas más exacerbadas, sólo hay un paso, el paso fácil y rápido que se da al pasar lógicamente de las premisas a la conclusión.

 

Transformación ideológica profunda y desapercibida

Los debates sobre la reforma agraria van, así, induciendo lenta y casi insensiblemente a mucha gente a aceptar una mentalidad izquierdista, o incluso, a resbalar hacia la adopción explícita de programas socialistas y revolucionarios que habrían rechazado categóricamente uno o dos años atrás.

Consecuencias:

a) En el orden de las ideas

De allí el peligro de una doble calamidad, ideológica y práctica.

Esta afirmación puede sorprender a algunos lectores. Sin embargo, nada más verdadero. Tendremos  ocasión de mostrarlo detenidamente más adelante [1]. Recordemos sólo de paso que el gran Pío XI ha dicho  que socialismo y cristianismo “son términos contradictorios” [2]. Y el llorado Pontífice Pío XII escribió, en mensaje al “Katholikentag” de Viena, que la Iglesia ve en la lucha contra el socialismo, esto es, en la “protección del individuo y de la familia frente a la corriente que amenaza arrastrar a una socialización total, a cuyo fin se tornaría pavorosa realidad la imagen terrorífica del Leviatán [3], uno de sus mayores deberes en la fase actual de las controversias sociales. Son, pues, las propias bases ideológicas de la civilización cristiana que se van extinguiendo en el alma brasileña a medida que avanza el espíritu socialista.

b) En el orden de los hechos

El “complejo” contra el propietario rural y el derecho de propiedad tiende forzosamente a pasar del orden ideológico al orden práctico. Estamos, pues, expuestos al riesgo de una legislación aprobada en un ambiente de irreflexión y de apresuramiento. La ocasión es propicia para que la institución de la propiedad, en vez de ser protegida y complementada con lo necesario para la plena realización de su función social, sea de tal forma atacada y cercenada en lo que tiene de esencial, que decline hacia un estado de anemia y de raquitismo irremediable. Esto será, sin duda, una catástrofe para toda la clase honrada y laboriosa de los propietarios rurales. Pero constituirá también una catástrofe para la clase de los trabajadores agrícolas y para la economía nacional toda, de cuya conservación y progreso la propiedad privada es, por el orden natural de las cosas, fundamento imprescindible.

c) Grave crisis religiosa en perspectiva

Como veremos más adelante [4], una “Reforma Agraria Socialista” que llevase esas tendencias y esos principios socialistas a sus consecuencias naturales y lógicas, lanzaría al Brasil al abismo de una de las más graves crisis de conciencia de su historia.

Prevenir tal peligro no es sólo luchar por los derechos de una clase respetable, sino también favorecer a los trabajadores rurales, defender la civilización cristiana y preservar el futuro económico y religioso del País.

A quiénes incumbe prevenir estos males

Por esta razón, el derecho y el deber de intervenir en este problema no corresponde solamente a los agricultores. Siendo directamente interesados, ellos tal vez se sientan hasta con menos libertad para hacerlo que otros.

 

Los autores

Los autores de este trabajo no son agricultores y no dependen de la agricultura para la subsistencia. Esto confiere a las consideraciones que siguen una imparcialidad fuera de sospecha que el lector debe tener en cuenta. Les mueve solamente el de seo de contribuir, dentro de sus posibilidades, a conservar al Brasil en los caminos de la civilización cristiana.

Ligados entre sí desde hace muchos años por relaciones de estudio y amistad, han seguido desde sus comienzos el movimiento de opinión en favor de la “Reforma Agraria Socialista”.

Preocupados ante la perspectiva, cada vez más próxima, de una tan profunda transformación social y económica, decidieron conjugar sus esfuerzos para elaborar un estudio que considerase en sus varios aspectos la “Reforma Agraria Socialista”.

Toda la materia contenida en la Parte I quedó a cargo de los Obispos de Campos y de Jacarezinho [5] y del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira; de la materia económica que constituye el principal contenido de la Parte II se encargó el economista Luis Mendonça de Freitas [6].

 

Objetivos de este trabajo

Evidentemente, los autores no tratan, por sí solos, de cortarle el paso a la campaña que se hace ahora contra el propietario rural y contra la institución de la propiedad privada en el campo. No es ésta, empresa proporcionada a las fuerzas de un mero trabajo intelectual.

La presente obra pretende ser únicamente una contribución a este gran objetivo, destinada a preparar, en la medida de sus posibilidades, las condiciones para una sana reacción del buen sentido y de la conciencia cristiana.

Es nuestro propósito advertir sobre el peligro de la “Reforma Agraria Socialista” a los sectores de opinión naturalmente más indicados para intervenir en la contienda, es decir, las élites del País y si ellas no lo hacen, nada útil se podrá esperar.

 

A quiénes se dirige

Este trabajo se dirige pues, a los miembros de las profesiones liberales, a los eclesiásticos, a los políticos, a los militares, y especialmente, a los agricultores, ingenieros agrónomos, economistas, así como, de un modo general, a todos los hombres de cultura y acción en los cuales la Fe y el amor a nuestra civilización mantienen viva la convicción de que la propiedad privada es legítima y benemérita, y a los cuales incumbe, a títulos diversos, la defensa de los fundamentos de la nacionalidad.

 

Delimitación del presente trabajo

a) En cuanto al tema

El tema del cual vamos a tratar es muy limitado. No pretendemos hacer un estudio completo de nuestra historia rural, ni de nuestros problemas agrícolas presentes, ni siquiera ofrecer un proyecto cabal de una sana reforma agraria. Deseamos simplemente, conviene repetirlo, señalar el peligro que corre, bajo el pretexto de reforma agraria, la institución básica de la propiedad privada, y convocar para la acción contra tales riesgos a los elementos capaces.

b) En cuanto al punto de vista

La “Reforma Agraria Socialista” la vemos como una medida tan contraria al orden natural de las cosas, que los argumentos contra ella podrían proporcionar materia no para uno, sino para varios volúmenes.

Por tanto, no pretendemos dar en este libro un panorama global de todas las objeciones que se pueden levantar fundadamente contra la “Reforma Agraria Socialista”.

Nuestras consideraciones, están formuladas desde el punto de vista católico, que en un país como el nuestro, se puede presuponer aceptado por la gran mayoría de los lectores. A esto nos llevan, naturalmente, nuestras convicciones. El conocimiento de este punto interesa también a los no católicos pues, en el orden concreto de los hechos, si la reacción de la conciencia cristiana no está en la base de la lucha en favor de la propiedad privada, esta lucha no tendrá viabilidad, ni superior sentido moral, a los ojos del pueblo brasileño.

Legitimidad de este punto de vista

Tratando el asunto desde este punto de vista, estamos seguros de prestar una contribución útil para la orientación, tanto de los católicos, como, de un modo general, de todas las mentalidades abiertas a la idea de que la Iglesia tiene una palabra que decir sobre este asunto, y son conscientes del alto significado que esta palabra — intrínsecamente religiosa— tiene en el plano de la historia, de la cultura y de la vida de Occidente.

Pío XI indica con las siguientes palabras el fundamento de la intervención de los Papas en materia social, y el ámbito de esa intervención: “establezcamos como principio, ya antes espléndidamente probado por León XIII, el derecho y deber que Nos incumbe de juzgar con autoridad suprema estas cuestiones sociales y económicas (Encíclica Rerum Novarum). Es cierto que a la Iglesia no se le encomendó el oficio de encaminar a los hombres hacia una felicidad solamente caduca y temporal, sino a la eterna. Más aún, no quiere ni debe la Iglesia, sin causa justa, inmiscuirse en la dirección de las cosas puramente humanas (Encíclica Ubi Arcano). Pero renunciar al derecho dado por Dios de intervenir con su autoridad, no en las cosas técnicas, para las que no tiene medios proporcionados ni misión alguna, sino en todo cuanto toca a la moral, de ningún modo lo puede hacer. En lo que a esto se refiere, tanto el orden social cuanto el orden económico están sometidos y sujetos a Nuestro supremo juicio, pues Dios Nos confió el depósito de la verdad y el gravísimo encargo de publicar toda la ley moral e interpretarla y aun exigir, oportuna e inoportunamente, su observancia [7].

 

Algunas observaciones

Antes de pasar más adelante conviene hacer algunas observaciones.

a) En cuanto a la pecuaria

En la Parte I, hablaremos habitualmente del agricultor, de la agricultura y de la propiedad agrícola. Sin embargo, todo lo que digamos de ellos en el plano doctrinario, también se aplica exactamente al criador, a la pecuaria y a la propiedad pecuaria. Es simplemente por brevedad de expresión que evitamos mencionar unos y otros.

Igualmente todas las referencias hechas al trabajador agrícola valen para el trabajador manual que sirve en las actividades pecuarias.

b) En cuanto al "Partido Socialista Brasileiro"

Existe en el Brasil un Partido Socialista, aunque de expresión electoral pequeña. El presente trabajo no lo tiene primordialmente en cuenta. Y esto porque su importancia concreta en la ofensiva socialista actual es pequeña. El socialismo como doctrina ejerce su más peligrosa influencia a través de elementos “socializantes” colocados en los más diversos partidos políticos o en el corazón de instituciones que, por naturaleza, serían anti-socialistas. El lenguaje de estos elementos es conservador en apariencia; sus máximas sí, son socialistas, y el efecto de su argumentación prepara habitualmente los espíritus para el socialismo. Es, sobre todo, contra la acción de esos elementos que queremos advertir a nuestros lectores.

Consentir en que el blanco de este trabajo se limitara al “Partido Socialista Brasileiro” —a cuyo programa y a cuya actuación se aplican, desde luego, todas las consideraciones hechas aquí con respecto al socialismo como doctrina— sería disminuir las verdaderas perspectivas del asuntos

c) En cuanto al Comunismo

Considerando que la ofensiva del espíritu socialista, aquí apuntada, se desenvuelve en un momento en que la presión internacional del comunismo llega a su clímax y su actuación en el Brasil va en un crescendo evidente, es licito preguntar qué relación existe entre tal ofensiva y los planes de dominación mundial del marxismo.

Entre el socialismo y el comunismo no existe ninguna distinción doctrinaria esencial y consistente. La palabra “socialismo”, en efecto, es empleada a veces para designar un conjunto de tendencias y de aspiraciones de reforma que, sin intentar la completa realización del programa comunista, quieren aplicarlo, sin embargo, gradualmente y sin derramamiento de sangre en éste o en aquel sector de la estructura económica y social. En este sentido el socialismo es una preparación para el comunismo, una realización paulatina del mismo. Volveremos sobre el asunto [8]. Recordemos solamente aquí, y de un modo sumario, que todo cuanto debilita las instituciones que el comunismo desea suprimir es, en último análisis, una contribución a su victoria. Así, pues, la “Reforma Agraria Socialista”, lanzando a la propiedad rural y a la élite social que en ella se apoya, a un estado agónico o pre-agónico, sólo puede favorecer los designios de los comunistas.

Las minorías organizadas ganan mucho cuando la confusión y la división se establecen en las filas de la mayoría. El caos en medio del cual está siendo tratado el problema de la “Reforma Agraria Socialista”, las disensiones a que cada vez más esta última puede ir dando ocasión, constituyen un precioso caldo de cultivo para las ideas comunistas.

La ley no tiene un papel ilimitado en la solución de los problemas sociales, ya sean de la ciudad o del campo. Estos se resuelven, sobre todo, con el concurso de la Religión y de la Moral, como también por medio de usos y costumbres honestos y virtuosos nacidos de la vida cotidiana. Ciertamente, no es sólo por la ley, y sí principalmente por la fe cristiana, por la moral y por sabias medidas consuetudinarias, como se obtendrá la solución verdadera de nuestros problemas del campo [9].

e) Importancia de los problemas doctrinarios en la cuestión de la reforma agraria

Las crisis sociales, si bien tienen todas un aspecto ideológico muy importante, no se pueden reducir, sin embargo, a meros términos de doctrina. Esta verdad vale también para la “Reforma Agraria Socialista” en el Brasil.

No obstante, es legítimo y necesario aislar — para analizarlos los problemas doctrinarios de la maraña de cuestiones que, como otras crisis sociales, también encierra la “Reforma Agraria Socialista”.

Este es nuestro objetivo.

f) La "Reforma Agraria Socialista" y la igualdad en el reparto de tierras

En principio, la igualdad de las propiedades rurales puede referirse al área o a la capacidad de producción. Que la “Reforma Agraria Socialista” intente establecer una u otra, no nos parece acertado. Sin embargo, ella es particularmente inaceptable cuando tiene por objetivo la igualdad del área. Ahora bien, es hacia esta forma de igualdad a la que tiende gran parte de los proyectos como, por ejemplo, el de revisión agraria del Gobierno del Estado de San Pablo.

g) En cuanto al ideal de una sana reforma agraria:

Precisamente, en razón de las brumas que envuelven el asunto, nos parece importante aclarar que los autores del presente trabajo, aunque combatiendo la “Reforma Agraria Socialista”, no niegan que hay mucho por hacer en la vida rural, ya sea en favor del trabajador manual, sea del agricultor. Y así, repetimos [10], si por reforma agraria se entiende una legislación que, sin exorbitarse de las funciones del Estado y sin atacar el principio de la propiedad privada, procura mejorar la situación del trabajador rural y del agricultor, sólo podemos dar nuestro aplauso. Nos oponemos, sí, a una reforma agraria de sentido igualitario y socializante, que altere injustamente nuestra estructura agraria, de manera a conmover la institución de la propiedad, en la cual vemos, como ya hemos dicho, la base y la condición de toda economía sana.

Aunque escape al estricto ámbito de este libro, quieren los autores indicar algunos puntos que podrían enriquecer de contenido cristiano un proyecto de sana reforma agraria [11]:

Con miras a la agricultura

1. — Determinación, por ley, de las condiciones, muy excepcionales, en que puede ser hecha la expropiación de inmuebles rurales, mediante justa indemnización.

2. — Crédito fácil para los propietarios de grandes áreas que deseen colonizarlas. Crédito fácil también para la financiación de la compra de tierras.

3. — Crédito fácil para la compra de equipos agrícolas.

4. — Asistencia técnica a los agricultores. Fomento de la agricultura, sin dirigismo.

5. — Concesión de tierras “devolutas” [12] a los pequeños agricultores, siempre que, por este medio, puedan ser convenientemente explotadas.

6. — Fomentar las formas de contrato de trabajo que posibiliten un aprovechamiento intenso de la tierra, y al mismo tiempo beneficien al asalariado, permitiéndole una situación económica más favorable y la constitución paulatina de un patrimonio. Por ejemplo: la aparcería, las contratas de cultivo.

7. — Crédito especial para la mejora de las viviendas de los colonos, y otras medidas semejantes.

Excedería los límites de este trabajo analizar cuáles de estas medidas son prácticas y deseables en esta coyuntura. Fueron simplemente recordadas a título de ejemplo.

Con miras al trabajador rural

En lo que se refiere más particularmente a la situación de los trabajadores rurales, los objetivos de una buena reforma agraria pueden; encontrarse en el discurso dirigido por Pío XII, el 11 de abril de 1956, a los participantes del X Congreso de la Confederación Nacional de los Cultivadores Directos de Italia [13].

El mismo Pontífice condena, en otra oportunidad, la opinión de los que desean una estructura agraria en que sólo haya pequeñas propiedades, afirmando que, aunque tengan éstas un papel  importantísimo en la vida rural, el reconocimiento de esto “no implica negar la utilidad y, con frecuencia, la necesidad de propiedades agrícolas más vastas” [14].

Admitido esto, el fomento juicioso de la pequeña propiedad —hechas las salvedades relativas a los derechos de los propietarios— y otras medidas favorables al trabajador manual enumeradas por el Papa, aunque especialmente con miras a Italia, merecen toda la atención de los estudiosos,

Dice Pío XII: “No Nos corresponde definir las medidas particulares que la sociedad debe adoptar para llenar la obligación de prestar ayuda a la clase rural; no obstante, Nos parece que los objetivos perseguidos por vuestra Confederación coinciden con los deberes de la sociedad misma hacia vosotros. Tales son, por ejemplo: difundir la propiedad agrícola y su desarrollo productivo; poner a los agricultores no propietarios en condiciones de salarios, de contrato y de rendimiento tales, que favorezcan su estabilidad sobre las tierras por ellos cultivadas y facilitar el acceso a la plena propiedad (salva siempre la consideración debida a la productividad, a los derechos de los propietarios y, sobre todo, a sus inversiones); alentarlos con ayudas concretas para mejorar los cultivos y el patrimonio zootécnico, de modo que se beneficie tanto su renta como la prosperidad nacional; promover, además, en su favor las formas de asistencia y de seguridad comunes a los otros trabajadores (pero administradas según las especiales condiciones del agricultor); facilitar la preparación técnica, especialmente de los jóvenes, según los métodos racionales y modernos en continuo progreso; y, por último, esforzarse para que desaparezca aquella diferencia demasiado estridente entre la renta agrícola y la industrial, que causa el abandono de los campos con tan gran daño de la economía en un país, como el vuestro, fundado en gran parte sobre la producción agrícola. A estas tareas de la sociedad en vuestro provecho añádanse las derivadas de las particulares condiciones de vuestros campos todavía no suficientemente provistos, en algunas regiones, de viviendas, de carreteras, de escuelas, de acueductos, de energía eléctrica, de dispensarios médicos [15].

Estas medidas y otras semejantes, dan una buena idea de lo que podría ser una reforma agraria justa, o, según la expresión de Pío XII, “una reforma agraria” hecha “de forma feliz” [16].

Es imposible transcribir este texto sin subrayar tanto el ardiente deseo de beneficiar al trabajador agrícola cuanto la admirable medida de lenguaje que lo caracterizan. Enunciando un programa rural que encierra importantes aspectos técnicos, el Pontífice resalta que se trata de un asunto sobre todo temporal y por esto sus palabras toman un cierto tono condicional: “Nos parece…”. En lo que dice respecto a la pequeña propiedad, no aconseja que sea impuesta, y sí simplemente “difundida”. Con respecto al tan deseable arraigo del trabajador al suelo, alaba que “las condiciones de salarios, de contratos y de rendimiento” lo favorezcan, lo cual es bien contrario a imponerlo. Y en seguida el Papa previene también hacia la “consideración debida a la productividad, a los derechos de los propietarios y, sobre todo, a sus inversiones”. Bello ejemplo de la maternal sabiduría de la Iglesia, para quien los problemas económico-sociales no se resuelven por un dirigismo legislativo o administrativo autoritario que imponga soluciones uniformes para todos los casos y sin contacto con la realidad viva.

 



NOTAS

[1] Cfr. Parte I, Título II, Capítulo II y Capítulo III.

[2] Encíclica “Quadragesimo Anno”, de 15 de mayo de 1931 — A. A. S., vol. XXIII, pág. 216.

[3] Pío XII, radiomensaje al “Katholikentag” de Viena, de 14 de setiembre de 1952 — “Discorsi e Radiomessaggi”, vol. XIV, pág. 314.

N. del E. — Además de las referencias bibliográficas que van a pie de página el lector español dispone de la Colección de Encíclicas y Documentos Pontificios editadas por la Acción Católica Española, que se encuentra fácilmente.

[5] (N. del T.) Dos meses después de la publicación de “Reforma Agraria Cuestión de Conciencia”, Su Santidad el Papa Juan XXIII promovió a Su Excia. Rvma. D. Geraldo de Proença Sigaud, S.V.D., Obispo de Jacarezinho, a la dignidad de Arzobispo Metropolitano de Diamantina, en el Estado de Minas Gerais.

[6] Parte suprimida en esta edición por referirse concretamente al Brasil.

[7] Encíclica “Quadragesimo Anno”, de 15 de mayo de 1931 — A.A.S., vol. XXIII, pág. 190.

[11] Cfr. D. Geraldo de Proença Sigaud, S. V. D., “Reforma Agraria” — en “Digesto Econômico”, San Pablo, junio de 1953, págs. 32-38; reproducido en la revista “Verbum”, de la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro, tomo X, fasc. 3, 1953.

[12] (N. del T.) Cuando los portugueses iniciaron la colonización del Brasil, en el siglo XVI, gran parte del territorio del País fue donado a particulares, que se encargaron de explotarlo. En el siglo XIX, durante el Imperio, una ley hizo revertir a la Corona todas las tierras que no hubieran sido ocupadas. Por esto se llaman “devolutas”, puesto que fueron “devueltas” a la Corona. Hoy en día se denominan “devolutas” todas las áreas que nunca fueron ocupadas, y que, de consiguiente, pertenecen al Gobierno. Distinguense de las tierras sobre las cuales los poderes públicos tienen título específico de propiedad, sean o no cultivadas. En esta traducción, por falta de un término castellano adecuado, mantendremos la palabra portuguesa “devolutas”, entre comillas.

[13] A.A.S., vol. XLVIII, págs. 278-279.

[14] Discurso de 2 de Julio de 1951 al I Congreso Internacional sobre los problemas de vida rural — “Discorsi e Radiomessaggi”, vol. XIII, págs. 199-200.

[15] Discurso del 11 de abril de 1956 a los participantes del X Congreso de la Confederación Nacional de Cultivadores Directos de Italia — A.A.S., vol. XLVIII, número 6, págs.., 278-279.

[16] Discurso de 2 de julio de 1951, al I Congreso Internacional sobre los problemas de la vida rural — “Discorsi e Radiomessaggi”, vol. XIII, págs. sobre 199-200.