Sección I
LA
OFENSIVA DEL SOCIALISMO CONTRA LA PROPIEDAD RURAL
¿Cuál
es la ideología que va transformando las mentalidades con respecto al
agricultor?
¿Cómo
explicar un proceso de transformación tan profundo en la opinión pública
nacional?
¿Cuál
es el nombre, cuál el contenido de esa ideología que va insinuándose
paulatinamente en los espíritus, mientras se van esfumando, bajo la
acción del olvido, las antiguas convicciones?
Conviene,
sobre manera, responder a estas preguntas, para comprender el sentido
profundo de esa transformación y los fines últimos a que ella conduce.
Ideología minoritaria que se
infiltra |
Trátase
de una ideología que se implantó gradualmente en algunos pequeños
círculos “avanzados”. Favorecida por una profunda predisposición de
nuestro ambiente, se viene infiltrando paralelamente en los más variados
medios políticos, sociales, técnicos y hasta religiosos. Esa
infiltración se opera a través de un curioso proceso que más adelante
describiremos
.
Es la ideología socialista |
Es el
socialismo en marcha, en sus múltiples variantes: el socialismo ateo y
radical, el socialismo laico y “moderado”, y el socialismo llamado
“católico”. En efecto, la mentalidad socialista e igualitaria ha
intentado varias veces disfrazarse de católica, con no pequeña confusión
de los espíritus
.
Por el socialismo se explica
la "Reforma Agraria Socialista" |
Para
tener certeza de que es la propagación del socialismo que impele los
espíritus a la “Reforma Agraria Socialista”, es necesario hacer una
rápida exposición de la doctrina socialista, de su concepción del
universo, de la moral, de la sociedad, de la economía y del Estado. De
esta manera se aclarará que la “Reforma Agraria Socialista” se ajusta al
socialismo con la exactitud con que, en un raciocinio bien hecho, la
conclusión se ajusta a las premisas.
Esta
exposición será objeto del próximo capítulo.
La
doctrina socialista
El
socialismo, considerado como doctrina que abarca todos los campos
mencionados en el capítulo anterior, puede resumirse sucintamente en
algunos puntos principales:
a)
Materialismo
b) Endiosamiento del placer,
horror al dolor |
En
el universo sólo existe la materia. Dios, el alma, la vida futura, son
quimeras.
En
consecuencia, es estrictamente justo que todos los hombres procuren, con
el auxilio de la Ciencia, la felicidad completa en esta vida. Mientras
no se consiga este objetivo, es necesario proporcionar a cada cual el
mayor número posible de placeres, y evitar en lo posible, todo esfuerzo
o sufrimiento.
Todas
las desigualdades, sean de fortuna, de prestigio, de cultura o cualquier
otra, son injustas en sí mismas. Por consiguiente, es injusta la
desigualdad entre las propiedades grandes, medias y pequeñas y, sobre
todo, es injusto el régimen del salariado en que un patrono, alegando el
derecho de propiedad, explota al trabajador rural, exigiendo para sí
parte del producto del trabajo, que debería ser enteramente de éste.
d)
Abolición de la familia y de
la propiedad. Totalitarismo |
En el estado actual de la
evolución humana, ya es posible abolir la propiedad, la jerarquía
social, la familia (esta última es una fuente evidente de
desigualdades), y reconocer que el Estado es el único titular de todos
los derechos. Al Estado, dirigido por obreros y campesinos, competirá
mantener la igualdad plena entre los hombres.
Esta
será la forma más desarrollada de la vida social en nuestros días.
e)
La supervivencia del régimen
de la propiedad privada es causa de ruina económica
f) Abolición final del
Estado. La anarquía, meta suprema
Consecuencias: |
Todo
evoluciona constantemente en el universo. La propiedad privada es una
forma económica y social superada y que va arrastrando a la crisis, y
por fin al colapso, a los países que se aferran a ella. Además de ser
injusta en sí misma la propiedad es, pues, enemiga del interés público.
En
el futuro, agregan ciertos socialistas, la evolución del universo y del
hombre será tal, que ni siquiera subsistirá el Estado. Será la anarquía
,
que esos utopistas conciben como posible sin desorden ni confusión.
Es
superfluo demostrar cuánto diverge esta doctrina de nuestra tradición
católica. Nos limitamos, en el
Capítulo III de este Título, a exponer declaraciones de
varios Papas sobre el socialismo.
a)
el propietario rural es
injusto poseedor y fautor de la ruina económica del País
b) "Reforma Agraria
Socialista" |
Cumple
acentuar aquí que, aplicada a los problemas del campo, tal doctrina no
puede dejar de tener como consecuencia la idea de que el propietario es
un ocupante injusto de tierras que deberían ser distribuidas entre
todos. La existencia de propiedades desiguales es contraria a la
evolución de la humanidad en su estado presente, y provoca terribles
crisis. Es, y no podría dejar de ser, una causa muy importante de la
crisis actual.
El
Estado debe, por lo tanto, distribuir las tierras. Una indemnización
enteramente proporcionada al valor de las mismas será imposible. Si está
a su alcance, será tal vez buena política que el poder público dé a los
propietarios actuales una pequeña compensación. Pero, en rigor, ni a
esto estaría obligado, puesto que el derecho de propiedad es un mito
nocivo para los Estados y para las sociedades, que la evolución va
barriendo. Deberá ser, pues, esta indemnización, lo más pequeña que
estratégicamente sea posible.
Según
esta concepción igualitaria, cada vez que se forma una élite es, ipso
facto, defraudadora de la mayoría. Mayoría y élite minoritaria son
fuerzas necesariamente en lucha. Es el mito pagano de la lucha de
clases, tantas veces condenado por los Papas y cuyo resultado final es
el aniquilamiento de las élites por la masa, el triunfo de la cantidad
sobre la calidad y la ruina de todos en la esclavitud del
Estado-patrono.
El
sistema socialista es, según se ha visto, lo opuesto de la idea
tradicional y cristiana de una conjugación natural de intereses entre la
propiedad, el trabajo y el Estado. En la concepción nueva, el
propietario pasa, automáticamente, de benemérito a parásito. Volveremos
más adelante a un estudio comparativo entre el socialismo y la doctrina
católica.
Una objecion: del reparto de
las propiedades resurgirá espontáneamente la desigualdad |
Pero,
dirá un igualitario ingenuo, debido a la misma naturaleza de las cosas,
la tendencia socialista no acarreará, sino por poco tiempo, la supresión
de la desigualdad de las tierras. En efecto, divididas así las tierras,
esa desigualdad, tan inicua y nociva, reaparecerá prontamente. Unos
trabajarán más, por ejemplo, y comprarán las tierras de otros menos
sanos o esforzados. Añádase que el hijo único heredará más que aquel que
tenga diez hermanos. ¿Cómo mantener entonces esa igualdad soñada?
Al
análisis de esta cuestión raras veces baja el hombre de la calle, tan
atareado y oprimido en nuestros días. Y la habilidad de los demagogos lo
evita cuidadosamente, pues obligaría a respuestas prematuras para
nuestro ambiente “atrasado”…
Respuesta: la igualdad total
conduce al dirigismo totalitario, o sea, al comunismo |
Pero
la consecuencia de la repartición obligatoria de las tierras es clara. O
se da al Estado un poder totalitario para reprimir la prosperidad de los
más capaces y de los más esforzados, o el régimen estrictamente
igualitario no permanecerá. Además, o se suprime, no sólo la herencia,
sino también la familia, o los padres se verán continuamente tentados de
acumular bienes clandestinos para favorecer a sus hijos. El grande, el
único, el verdadero propietario y señor será el Estado. Los agricultores
serán meros ocupantes cuyas parcelas él redistribuirá, de cuando en
cuando, para mantener la igualdad.
En
holocausto a la utopía igualitaria será, pues, necesario inmolar las
instituciones más naturales y sagradas... y esto con enorme perjuicio
para el propio trabajador. Buena razón tenía Pío XI al observar que “la
supresión de la propiedad privada habría de redundar no en utilidad,
sino en daño extremo de la clase obrera”
.
El
derecho de propiedad nace de la naturaleza del hombre
En la
raíz de la oposición entre la tesis socialista, contraria a la propiedad
privada, y la tesis católica, favorable a esta última, hay una
diferencia de concepción respecto de la naturaleza humana.
Para
el socialismo, el hombre no es sino una pieza en ese inmenso engranaje
que es el Estado.
La
doctrina católica lo ve con otros ojos.
Todo
ser vivo es dotado por Dios de un conjunto de necesidades, de órganos, y
de aptitudes que están colocados entre sí en una íntima y natural
correlación. Esto es, los órganos y las aptitudes de cada ser se
destinan directamente a atender sus propias necesidades.
El
hombre se distingue de los otros seres visibles por tener un alma
espiritual dotada de inteligencia y de voluntad. Por el principio de
correlación que acabamos de enunciar, la inteligencia sirve al hombre
para conocer sus necesidades y saber cómo satisfacerlas. Y la voluntad
le sirve para querer y hacer lo necesario para sí. Está, pues, en la
naturaleza humana conocer y escoger lo que le conviene.
Ahora
bien, estas facultades no serían útiles al hombre si no pudiera
establecer un nexo entre sí y aquello que necesita. ¿Qué adelantaría,
por ejemplo, el habitante del litoral con saber que en el mar existen
peces, cómo se pescan, tener una voluntad firme de enfrentar las olas y
efectuar la pesca, si no pudiera formar un nexo con el pez pescado, de
forma que pueda traerlo a la tierra y disponer de él, para su alimento,
con exclusión de cualquier otra persona? Ese nexo se llama, en el caso,
apropiación. El pescador se torna propietario del pez. Este derecho de
propiedad resulta para él —y, por tanto para cualquier persona— de su
naturaleza de ser inteligente y libre. Y Dios creó los seres útiles a
los hombres, para que éstos se sirvieran de ellos, habitualmente por
apropiación.
Si es
lícito al hombre adueñarse de ese modo de los bienes que existen sin
dueño en la naturaleza, y consumirlos, por la misma razón puede
apropiárselos, no ya para consumirlos, sino para hacer de ellos
instrumentos de trabajo. Así, aquél que se adueña de un pez, no para
comerlo, sino para usarlo como cebo. Esta verdad es todavía más fácil de
comprender cuando alguien toma un objeto inapropiado y sin utilidad, el
sílex, por ejemplo, y afilándolo, le confiere una utilidad que antes no
tenía. Pues bien, esta nueva utilidad del sílex es producto del trabajo,
y todo hombre, por ser naturalmente dueño de sí, es dueño de su trabajo
y del fruto de éste.
Pero
el hombre ve que sus necesidades se renuevan. Su naturaleza, capaz de
comprender y temer el peligro de un suministro inestable, pero deseosa
por sí misma de estabilidad, le mueve a disponer los medios para
garantizarse contra las incertidumbres del futuro. Y así, es lícito que,
además de ser dueño de bienes y de medios de producción, acumule, por el
ahorro, el producto de su trabajo, previniendo así el futuro. Y,
llegando el caso, se vuelva también dueño de la fuente de producción. La
apropiación de reservas muebles y de bienes inmuebles, se justifica así
enteramente.
Notemos, antes de pasar adelante, que el fundamento del derecho de
propiedad, en sus varios aspectos, está, pues, en la naturaleza racional
y libre del hombre.
“Reforma Agraria Socialista” y familia
Nos
hemos referido, de paso, a la colisión en perspectiva entre la “Reforma
Agraria Socialista” y la familia. El asunto merece ser un poco mejor
analizado.
Nada
de común, en apariencia, existe entre estos dos temas: “Reforma Agraria
Socialista” y familia. Si consideramos la abundancia de material
publicado hasta aquí en pro o en contra de la “Reforma Agraria
Socialista” (por lo menos en la medida que hemos podido conocerla) nada
encontraremos que indique un nexo entre uno y otro.
a)
Afinidades entre la
familia y la propiedad |
Sin
embargo, el problema de las relaciones entre la “Reforma Agrarias
Socialista” y la institución de la familia se impone. De hecho, desde
los albores de la Historia existen la familia y la propiedad privada. Y
no se trata, entre una y otra institución, de una coexistencia fría y
fortuita, sino de una simbiosis íntima que viene durando
ininterrumpidamente hasta nuestros días. Esta simbiosis indica ya, a
primera vista, una afinidad profunda, ligando la propiedad privada y la
familia. Esta afinidad ¿no será el resultado de un nexo natural
indisoluble entre ambas? Si es así, ¿qué consecuencias no acarreará para
la familia, el golpe que la “Reforma Agraria Socialista” se propone
descerrajar contra la institución de la propiedad privada?
Para
un alma genuinamente cristiana e impregnada de los sentimientos de amor
y veneración que la institución de la familia merece, tal pregunta no
puede dejar de interesar.
b) También la
familia se funda en la naturaleza del hombre
c) La propiedad y la
familia nacen de la misma raíz |
Junto
con el derecho de apropiarse, la naturaleza humana engendra también el
derecho de constituir familia.
No es difícil de mostrar la
correlación entre la propiedad y la familia. Efectivamente, los gastos
de la manutención del hogar y la digna educación de los hijos, incumben,
naturalmente a su jefe. Así es como se constituye en favor de aquélla, y
sobre el trabajo de éste, un derecho natural más próximo y más grave
que los eventuales derechos de la sociedad. Tal derecho tiene por objeto
no sólo lo que el hombre gana, sino también lo que acumula. Toda vez que
un hogar acarrea para el cabeza de familia cargas mayores que las del
soltero y que estas cargas se refieren a una sociedad naturalmente
estable, cual es la familia, los argumentos que justifican el derecho de
propiedad toman tal fuerza, considerados en función de la misma, que, en
cuanto trabajar, acumular y prosperar puede, no raramente, ser para un
individuo aislado más un derecho que un deber, para el jefe de familia
es, en general, más un deber que un derecho. Recíprocamente, cuando el
hombre está en situación de ganar lo necesario para la digna
sustentación de más de una persona, tiende, salvo en casos de vocación
especial, a constituir un hogar. Su condición de propietario con
recursos mayores a sus necesidades le lleva a ser jefe de familia.
Propiedad y familia son, pues, instituciones conexas, más aún,
connaturales.
Por
otra parte, consideradas en función de la naturaleza del hombre, las
relaciones que él tiene con su esposa y sus hijos, se ve fácilmente que
éstas descansan en un principio afín a aquel por el cual, en virtud de
su naturaleza, el hombre tiende a ser propietario. En efecto, entre
esposo y esposa se establece una apropiación mutua, que se extiende a
los hijos, carne de su carne y sangre de su sangre.
La
relación entre propiedad y familia resalta con más claridad aún cuando
comparamos la situación que una y otra crean para el hombre, y la
situación de éste en el régimen socialista o comunista, en que ninguna
de ellas existe.
La
naturaleza del hombre le lleva a establecer nexos más directos con
algunas cosas y relaciones más próximas con ciertas personas. Ser
propietario, tener familia, son situaciones que le dan una justa
sensación de plenitud, de personalidad. Vivir como átomo aislado, sin
familia, ni bienes, entre una multitud de personas extrañas, le da una
sensación de vacío, de anonimato y aislamiento, que es para él,
profundamente antinatural.
Es
fácil percibir así la íntima conexión existente en lo más profundo del
alma, entre el derecho que el hombre tiene de poseer bienes, y el
derecho que tiene de formar una familia. Entre ésta y la propiedad hay,
diríamos, una comunidad de raíz y una reversibilidad. La Iglesia es
tutora, por misión divina, tanto del derecho de propiedad como de la
familia. En el ejercicio de esta misión, Ella protege implícitamente
valores inestimables, esto es, derechos esenciales del alma humana, y
respalda la dignidad que para el hombre proviene de su condición de ser
espiritual y de cristiano.
d)
... d) El socialismo y la “Reforma
Agraria Socialista” atacan la raíz común a ambas instituciones
e)
Efectos de la implantación de la “Reforma Agraria Socialista”, sobre la
institución de la familia |
Por el contrario, el
socialismo, inspirador de la “Reforma Agraria Socialista” niega, en la
raíz, el principio de que el hombre, ser espiritual, inteligente y
libre, sea dueño de sí, de sus potencias y de su trabajo. Para él, todo
esto pertenece a la colectividad. Por esto mismo, niega también,
lógicamente, la familia.
Obtenida
eventualmente la inmensa victoria de la abolición de la propiedad rural
grande y mediana, por medio de la “Reforma Agraria Socialista”, el
socialismo, robustecido con esta conquista, ¿no se lanzará contra el
derecho de herencia? Y, el día en que también llegue a eso, ¿quién
tendrá fuerzas para impedir que ataque directamente la propia existencia
de la institución de la familia?
La
“Reforma Agraria Socialista” abre, por lo tanto, las puertas a la
decadencia y después a la ruina de la familia, puesto que procede de una
ideología que niega la propia raíz doctrinaria de esta última. De ahí un
nexo entre “Reforma Agraria Socialista” y familia.
Evidenciándolo,
no queremos decir que sea ésta la intención de todos los propugnadores
de la “Reforma Agraria Socialista” o de la mayoría de ellos. Pero quien
pone inadvertidamente el hacha en la raíz del árbol, no puede esperar
que no caiga porque, al dar el golpe, no tenía intención de derribarlo…
Los dos
últimos Capítulos demostraron que el socialismo es incompatible con la
doctrina católica, bien por su concepción del universo y del hombre, bien
porque alcanza a dos instituciones que son pilares de la civilización
cristiana, esto es, la propiedad y la familia.
Por el
simple hecho de ser hostil a la propiedad y a la familia, el socialismo
sería incompatible con la doctrina católica, aun cuando no tuviera una
concepción errónea del universo y del hombre. Es este un hecho que
resalta, y sobre el cual, por la importancia que tiene, volveremos en
este Capítulo.
Si tal
es la incompatibilidad entre el socialismo y la Religión Católica,
preguntará tal vez el lector ¿cómo explicar que los Papas hayan hablado
tanto contra el comunismo y nada, o casi nada, sobre el socialismo?
Existe
en esto un equívoco. Los textos pontificios contra el socialismo son muy
numerosos.
Antes de
transcribir algunos de ellos conviene hacer una distinción entre los
diversos sentidos que viene recibiendo la palabra “socialismo”.
Dicho
vocablo tiene hoy aplicaciones muy variadas que van desde el rojo intenso
del “socialismo marxista” hasta el rosado diluido, casi blanco, del
“socialismo cristiano” o “socialismo católico”. Y no es raro encontrar,
reivindicando el rótulo socialista para sus ideas, ya sea comunistas
declarados, o izquierdistas mucho menos radicales, o bien, en fin,
burgueses sin tendencias políticas o sociales definidas, pero de índole
tranquila y de sensibilidad humanitaria y naturalista un tanto coloreada
de influencia cristiana.
A toda
esta gama de personas, la afirmación de que el socialismo está condenado
por la Iglesia puede causar extrañeza. Dedicamos, pues, un Capítulo a
elucidar las dudas que eventualmente se pueden presentar a tal respecto.
Textos Pontificios esclarecedores
a) Los Papas condenan el socialismo |
El
socialismo comenzó a tener una importancia particular desde el pontificado
de Pío IX (1846-1878). Comenzamos, pues, con un texto de este Papa.
«Trastorno absoluto de todo orden humano»
“…
tampoco desconocéis, Venerables Hermanos, que los principales autores de
esta tan abominable intriga, no se proponen otra cosa que impulsar a los
pueblos, agitados ya por toda clase de vientos de perversidad, al
trastorno absoluto de todo orden humano de las cosas, y a entregarlos a
los criminales sistemas del nuevo Socialismo y Comunismo”
.
León
XIII, su sucesor (1878-1903), se inmortalizó por la sabiduría con que
trató la cuestión social, y por el afecto paterno que manifestó a los
obreros, sujetos entonces en gran parte, a una inmerecida pobreza. Llegó a
decirse que el gran Papa puso las bases del llamado socialismo cristiano.
Error flagrante: en los documentos de León XIII, el socialismo es objeto
de condenaciones frecuentes, graves, incisivas. Veamos algunas:
«Mal
horrendo»
“…
Comunismo, Socialismo y Nihilismo, horrendos males y casi muerte de la
sociedad civil”
.
«Ruina de todas las cosas»
“Porque
suprimido el temor de Dios y el respeto a las y leyes divinas,
menospreciada la autoridad de los príncipes, consentida y legitimada la
manía de las revoluciones, sueltas con la mayor licencia las pasiones
populares, sin otro freno que el castigo, ha de seguirse necesariamente el
trastorno y la ruina de todas las cosas. Y aún precisamente esta ruina y
trastorno es lo que, a conciencia maquinan y expresamente proclaman unidas
las masas de comunistas y socialistas”
.
Secta
destructora de la sociedad civil
“…aquella
secta de hombres que, bajo diversos y casi bárbaros nombres de
socialistas, comunistas o nihilistas, esparcidos por todo el orbe, y
estrechamente coligados entre sí por inicua federación, ya no buscan su
defensa en las tinieblas de sus ocultas reuniones, sino que, saliendo
pública luz, confiados y a cara descubierta, se empeñan en llevar a cabo
el plan, que tiempo ha concibieron, de trastornar los fundamentos de toda
sociedad civil. Estos son ciertamente los que, según atestiguan las
divinas páginas, ‘mancillan la carne, desprecian la dominación y
blasfeman de la majestad’” (Jdt. epist. v. 8)
.
Secta
pestífera
“A
todos, finalmente, es manifiesto con cuán graves palabras y cuánta firmeza
y constancia de ánimo nuestro glorioso predecesor Pío IX, de f. m., ha
combatido, ya en diversas alocuciones tenidas, ya en encíclicas dadas a
los Obispos de todo el orbe, contra los inicuos intentos de las sectas, y
señaladamente contra la peste del socialismo, que ya estaba naciendo de
ellas”
.
Turba
demoledora
“…los
socialistas y otras turbas de sediciosos, que porfiadamente maquinan por
conmover hasta en sus cimientos las naciones”
.
«Secta abominable»
“Poned,
además, sumo cuidado en que los hijos de la Iglesia católica no den su
nombre a la abominable secta ni le hagan favor bajo ningún pretexto”
.
Enemigo de la sociedad y de la Religión
“…tenemos
necesidad de corazones audaces y de fuerzas unidas, en una época en que la
mies de dolores que se desenvuelve ante nuestros ojos es demasiado vasta,
y en que se van acumulando sobre nuestras cabezas formidables peligros de
perturbaciones ruinosas, en razón, principalmente, del poder creciente del
socialismo. Esos socialistas se insinúan hábilmente en el corazón de la
sociedad. En las tinieblas de sus reuniones secretas y a la luz del día,
con la palabra y con la pluma, incitan las muchedumbres a la sedición;
rechazada la disciplina de la religión, descuidan los deberes, exaltando
solamente los derechos, y atraen a las multitudes de necesitados, de día
en día más numerosos, que, por causa de las dificultades de la vida, son
más fácilmente seducidos y arrastrados al error. Se trata al mismo tiempo
de la sociedad y de la Religión. Todos los buenos ciudadanos deben tomar a
pecho salvaguardar una y otra con honra”
).
Peligro para los bienes materiales, la moral y la Religión
“...era
de Nuestro deber, advertir públicamente a los católicos sobre el grave
error que se oculta bajo las teorías del socialismo y del gran peligro que
de ahí resulta, no sólo para los bienes exteriores de la vida, sino
también para la integridad de las costumbres y para la Religión”
.
«Planta siniestra»
…”la
Iglesia del Dios vivo”, que es “columna y fundamento de la verdad
(1 Tim. 3, 15), enseña aquellas doctrinas y preceptos con que se atiende
de modo conveniente al bienestar y vida tranquila de la sociedad y se
arranca de raíz la planta siniestra del socialismo”
.
«Mortal pestilencia»
Los
comunistas, los socialistas y los nihilistas son una “mortal
pestilencia que serpentea por las más íntimas entrañas de la sociedad
humana y la conduce al peligro extremo de ruina”
.
Negación de las leyes humanas y divinas
Los
socialistas, los comunistas y los nihilistas “nada dejan intacto o
íntegro de lo que por las leyes humanas y divinas está sabiamente
determinado para la seguridad y decoro de la vida”
.
El
socialismo diverge diametralmente de la Religión Católica
“...aunque
los socialistas, abusando del mismo Evangelio para engañar más fácilmente
a los incautos, acostumbran a forzarlo adaptándolo a sus intenciones, con
todo hay tan grande diferencia entre sus perversos dogmas y la purísima
doctrina de Cristo, que no puede ser mayor. Porque, ‘qué participación
puede haber de la justicia con la iniquidad, o qué consorcio de la luz con
las tinieblas?’ (2 Cor. 6, 14)”
.
Estos
textos no dejan lugar a duda, en cuanto a la oposición entre la doctrina
socialista, vista en sus principios filosóficos, sociales, económicos,
etc., y la doctrina de la Iglesia. Ellos constituyen la condenación de la
doctrina socialista considerada en toda su extensión
.
b) Las condenaciones
pontificias no abarcan únicamente al socialismo radical:
Socialismo moderado |
Pero,
de León XIII a nuestros días la palabra “socialismo” se fue extendiendo
paulatinamente, llegando a abarcar sistemas que tienen algo de afinidad
con el socialismo que llamaríamos “pleno”, pero que son, sin embargo,
distintos a él en alguna forma.
Hay,
por ejemplo, escuelas socialistas que procuran confinar-se en el campo
social y económico absteniéndose de cualquier presupuesto religioso o
filosófico. Estas escuelas tienen presentes solamente los problemas de
producción y consumo, afectando dar a sus adeptos la mayor libertad de
opinión en lo demás. Sin embargo, en realidad, también este socialismo es
incompatible con la doctrina católica. Pues, aparentando no tomar posición
filosófica o religiosa, en el fondo es materialista, pues quiere organizar
la sociedad y la economía como si en el mundo sólo hubiese materia, y
solamente tuvieran importancia los problemas de la materia.
Hay aún
otras escuelas, que también se titulan socialistas, pero que difieren en
dos aspectos del socialismo tal como éste se presentaba en tiempo de Pío
IX y León XIII:
1. —
En cuanto a sus objetivos, no pretenden una
socialización
completa de todos los campos de la existencia humana, sino sólo de algunos
de ellos, a veces de muy pocos;
2. —
En cuanto a los métodos, no desean
transformaciones sociales bruscas y violentas, sino graduales y pacíficas.
Estas
escuelas o corrientes — comparadas con el socialismo radical y absoluto,
con el socialismo marxista, por ejemplo — tienen un aspecto evidentemente
atenuado. Entretanto, también ellas (entre las cuales sobresale la de
Henry George, que propugna la socialización de la tierra y la conservación
de la iniciativa privada en los otros sectores de la economía) son
inconciliables con la doctrina católica.
Las
reformas propuestas por esos matices socialistas — unas más moderadas,
otras menos — miran, si no a la abolición total de la iniciativa privada y
de la propiedad particular, por lo menos a la limitación de una y de otra,
en medida incompatible con la naturaleza del hombre
.
Igual
censura se puede hacer a la variante socialista de carácter
distribucionista y rótulo cristiano, que considera la sociedad como el fin
del hombre. De conformidad con esta escuela, toda producción que excediera
de las necesidades de cada familia, en lugar de formar el patrimonio
familiar, iría a la colectividad. Como se ve, para este sistema, la
familia, considerada como unidad de producción, mira solamente a la
subsistencia; error que impide economizar, pues el superávit de esa
producción es patrimonio de la sociedad. Este sistema socializa la
producción.
De una
manera general, los socialistas llamados católicos o cristianos, aceptan
la disociación entre los fundamentos filosóficos del socialismo y sus
aspectos económicos y sociales. Rechazan aquéllos y admiten éstos, por lo
menos en cierta medida. Y fiados en que la victoria de un socialismo
moderado no acarree persecuciones a la Religión, anhelan la llegada de un
orden de cosas socialista y cristiano. Con lo que anteriormente dijimos,
los errores de este sistema ya quedaron señalados
.
Para
corroborar a los católicos en la condenación de las escuelas socialistas
“moderadas”, “cristianas” o “católicas”, la Encíclica “Quadragesimo Anno”
fue de gran valor. En ella enuncia Pío XI, con toda claridad, el problema
que surge de la pluralidad de sentidos que, después de León XIII, fue
tomando la palabra “socialismo”.
La
bifurcación del socialismo
Historiando la evolución del término “socialismo”, escribe el Papa: “No
menos profunda que la del régimen económico es la transformación que desde
León XIII ha sufrido el socialismo, con quien principalmente tuvo que
luchar Nuestro Antecesor. Entonces podía considerarse todavía
sensiblemente único, con una doctrina definida y bien sistematizada; pero
luego se ha dividido principalmente en dos partes, casi siempre contrarias
y llenas de odio mutuo, sin que ninguna de las dos reniegue del fundamento
anticristiano, propio del socialismo”
.
El
comunismo
“Una
parte del socialismo sufrió un cambio semejante al que indicábamos antes
respecto a la economía capitalista, y dio en el comunismo. Enseña y
pretende, no oculta y disimuladamente, sino clara y abiertamente, y por
todos los medios, aun los más violentos, dos cosas: la lucha de clases
encarnizada y la desaparición completa de la propiedad privada”
.
El
socialismo moderado
Después
de varias consideraciones sobre el comunismo, el Pontífice prosigue
hablando de la facción moderada del socialismo: “La parte que se ha
quedado con el nombre de socialismo es ciertamente más moderada, pues no
sólo profesa que ha de suprimirse toda violencia, sino que, aun sin
rechazar la lucha de clases y la abolición de la propiedad privada, las
suaviza y modera de alguna manera. Diríase que, aterrado por sus
principios y por las consecuencias que se siguen del comunismo, el
socialismo se inclina y en cierto modo avanza hacia las verdades que la
tradición cristiana ha enseñado siempre solemnemente, pues no se puede
negar que sus peticiones se acercan muchas veces a las de quienes desean
reformar la sociedad conforme a los principios cristianos.
“La
lucha de clases, sin enemistades y odios mutuos, poco a poco se transforma
en una como discusión honesta, fundada en el amor a la justicia;
ciertamente, no es aquella bienaventurada paz social que todos deseamos,
pero puede y debe ser el principio de donde se llegue a la mutua
cooperación de las profesiones. La misma guerra a la propiedad privada se
restringe cada vez más y se suaviza de tal modo que, al fin, ya no es la
posesión misma de los medios de producción lo que se ataca, sino cierto
predominio social que contra todo derecho se ha tomado y arrogado la
propiedad. Y de hecho, semejante poder no pertenece a los que poseen, sino
a la potestad pública. De este modo se puede llegar insensiblemente hasta
el punto de que estos postulados del socialismo moderado no difieran de
los anhelos y peticiones de quienes desean reformar la sociedad humana
fundándose en los principios cristianos. En verdad que con toda razón se
puede defender que se pueden legítimamente reservar a los poderes públicos
ciertas categorías de bienes, aquellos que llevan consigo tal
preponderancia económica que no se podría, sin poner en peligro el bien
común, dejarlos en manos de los particulares.
“Estos deseos y postulados justos ya nada contienen contrario a la verdad
cristiana, ni tampoco son, en verdad, reivindicaciones propias del
socialismo. Por tanto, quienes solamente pretendan eso, no tienen por qué
agregarse al socialismo”
.
Falsa
conciliación
“Pero
no vaya alguno a creer que los partidos o grupos socialistas, que no son
comunistas, se contenten todos, de hecho o de palabra, con eso sólo. Los
más llegan a suavizar en alguna manera la lucha de clases o la abolición
de la propiedad, no a rechazarlas.
“Ahora bien; esta mitigación, y como olvido de los falsos principios, hace
surgir, o mejor, a algunos les ha hecho plantear indebidamente esta
cuestión: la conveniencia de suavizar o atemperar los principios de la
verdad cristiana, para salir al paso del socialismo y convenir con él en
un camino intermedio. Hay quienes se ilusionan con la aparente esperanza
de que así vendrán a nosotros los socialistas. ¡Vana esperanza! Los que
quieran ser apóstoles entre los socialistas, deben confesar abierta y
sinceramente la verdad cristiana plena e íntegra, sin connivencias de
ninguna clase con el error.
“Procuren primeramente, si quieren ser verdaderos anunciadores del
Evangelio, demostrar a los socialistas que sus postulados, en lo que
tienen de justos, se defienden con mucha mayor fuerza desde el campo de
los principios de la fe cristiana y se promueven más eficazmente por la
fuerza de la caridad cristiana”
.
Una
quimera: el bautismo del socialismo
“Pero, ¿qué decir en el caso de que el socialismo de tal manera se modere
y se enmiende en lo tocante a la lucha de clases y a la propiedad privada,
que no se le pueda ya reprender nada en estos puntos? ¿Acaso con ello
abdicó ya de su naturaleza anticristiana? He aquí la cuestión, ante la
cual se quedan perplejos muchos espíritus. Y son muchos los católicos que,
sabiendo perfectamente que nunca pueden abandonarse los principios
católicos ni suprimirse, parecen volver sus ojos a esta Santa Sede y pedir
con instancia que resolvamos, si ese socialismo está suficientemente
purgado de sus falsas doctrinas, de tal suerte que, sin sacrificar ningún
principio cristiano, pueda ser admitido y en cierto modo bautizado. Para
satisfacer, según Nuestra paternal solicitud, a estos deseos, decimos:
El socialismo, ya se considere como doctrina, ya como hecho histórico, ya
como «acción», si sigue siendo verdaderamente socialismo, aun después de
sus concesiones a la verdad y a la justicia en los puntos de que hemos
hecho mención, es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica,
porque su manera de concebir la sociedad se opone diametralmente a la
verdad cristiana.
Según
la doctrina cristiana, el hombre, dotado de naturaleza social, ha sido
puesto en la tierra para que, viviendo en sociedad y bajo una autoridad
ordenada por Dios (Cfr. Rom. 13, 1),
cultive y desarrolle plenamente todas sus facultades para gloria y
alabanza de su Creador; y cumpliendo fielmente los deberes de su profesión
o de su vocación, sea cual fuere, logre la felicidad temporal y juntamente
la eterna. El socialismo, por lo contrario, completamente ignorante y
descuidado de tan sublime fin del mundo y de la sociedad, pretende que la
sociedad humana no tiene otro fin que el puro bienestar material.
La
división ordenada del trabajo es mucho más eficaz para la producción de
los bienes que los esfuerzos aislados de los particulares; de ahí deducen
los socialistas la necesidad de que la actividad económica (en la cual
sólo consideran el fin material) proceda socialmente. Los hombres, dicen
ellos, haciendo honor a esta necesidad real, están obligados a entregarse
y sujetarse totalmente a la sociedad en orden a la producción de los
bienes. Más aún, es tanta la estima que tienen de la posesión del mayor
número posible de bienes con qué satisfacer las comodidades de esta vida,
que ante ella deben ceder y aun inmolarse los bienes más elevados del
hombre, sin exceptuar la misma libertad, en aras de una eficacísima
producción de bienes. Piensan que la abundancia de bienes que ha de
recibir cada uno en ese sistema para emplearlo a su placer en las
comodidades y necesidades de la vida, fácilmente compensa la disminución
de la dignidad humana, a la cual se llega en el proceso “socializado” de
la producción. Una sociedad cual la ve el socialismo, por una parte, no
puede concebirse sin el empleo de una gran violencia, y por otra,
entroniza una falsa licencia, puesto que en ella no existe verdadera
autoridad social: ésta, en efecto, no puede basarse en las ventajas
materiales sino que procede de Dios, Creador y último fin de todas las
cosas
(Encíclica Diuturnum)”
.
Socialismo cristiano, una contradicción
“Si
acaso el socialismo, como todos los errores, tiene una parte de verdad (lo
cual nunca han negado los Sumos Pontífices), el concepto de la sociedad
que le es característico y sobre el cual descansa, es inconciliable con el
verdadero cristianismo. Socialismo religioso, socialismo cristiano, son
términos contradictorios; nadie puede al mismo tiempo ser buen católico y
socialista verdadero”
.
Consecuencia
La
consecuencia no podría ser más clara. Aun el socialismo moderadísimo, y
que incluso procure ostentar el rótulo católico es incompatible con la
doctrina de la Iglesia.
Alcance de esta consecuencia |
Esta
consecuencia tiene un alcance realmente práctico en lo referente a la
“Reforma Agraria Socialista”. Es posible, en efecto, que a lo largo de los
obstáculos que ésta encuentre en su camino, algunos proyectos parezcan más
“moderados”, más cautelosos, en una palabra, menos alarmantes para el
“fazendeiro”, aunque atentatorios, de uno u otro modo al derecho de
propiedad. No habiendo en nuestro ambiente mucha claridad de principios
acerca de las múltiples modalidades del socialismo y de lo que hay de
condenable también en el socialismo “moderado”, podrá suceder fácilmente
que ciertas sugestiones de cuño diluídamente socialista sean aceptadas
como inofensivas y hasta conciliatorias.
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