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Capítulo 17

 

Reverente y filial llamamiento al Episcopado

 

Eminentísimos, Señores Cardenales,

Ilustrísimos Señores Arzobispos y Obispos:

 

Los socios y cooperadores de la Sociedad Española de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP-Covadonga) —a cuyas filas se honran en pertenecer los autores de este libro— somos católicos, apostólicos, romanos*. Como seglares, nuestro campo propio de actuación es la sociedad temporal**.

 

* Los estatutos de TFP-Covadonga, cabe señalar, no prohíben a un no católico pertenecer a la entidad. En efecto, no católicos o católicos no practicantes piden para participar de nuestros programas de conferencias. Al frecuentar las sedes de la entidad tienen ocasión de conocer las explicaciones doctrinales y el análisis de los hechos contemporáneos, basados en la enseñanza del Magisterio tradicional de los Papas, y comienzan, en consecuencia, a ver con admiración a la Iglesia. De ahí las conversiones, retorno a la práctica religiosa y otros beneficios de orden espiritual a que da origen el apostolado de TFP-Covadonga. Nunca se ha dado el caso de alguien que, manteniéndose unido a nuestra entidad, haya persistido en la adhesión a una religión falsa. Sería, además, una incoherencia inexplicable. Es una alegría para TFP-Covadonga que su defensa de un orden temporal cristiano haya sido ocasión de frutos sobrenaturales y servido, de ese modo, a la Santa Iglesia.

 

** TFP-Covadonga es una asociación civil con finalidad cívica y cultural. Ella se rige por estatutos debidamente registrados y los cumple con normalidad. Está, así, en perfecta regularidad ante las leyes españolas. Sus socios y cooperadores son católicos y, en cuanto tales, inspiran su actuación en los principios enseñados por el Magisterio tradicional de la Iglesia.

Examinada desde el punto de vista de las leyes eclesiásticas, la familia de almas que se reúne en torno a TFP-Covadonga puede ser considerada como una asociación privada de fieles sin existencia canónica; es decir, una asociación no erigida por la autoridad eclesiástica (cfr. canon 301, § 3), sino mediante un acuerdo privado entre quienes la componen (cfr. canon 299, § 1), en el ejercicio de su derecho de fundar y dirigir libremente asociaciones para fines de caridad o piedad, o para fomentar la vocación cristiana en el mundo (cfr. canon 215). Así, esta familia de almas no es una “institución canónica”. Es decir, nuestra sociedad no constituye sujeto de derechos y obligaciones distintos de las personas físicas que la forman (cfr. canon 310). Por consiguiente, la asociación en cuanto tal no está sujeta a la dirección de la Jerarquía, sino a su vigilancia en materia de Fe, costumbres y disciplina eclesiástica, de la misma manera que cada uno de los fieles en particular.

 

I — La actitud del Episcopado ante el socialismo

 

En este libro hemos analizado aspectos capitales de la historia de España en los últimos cincuenta años. Hemos descrito cómo se crearon las condiciones propicias para que los socialistas subieran al Poder y pusieran en marcha su neorrevolución.

Pero hemos señalado también las omisiones y colaboraciones que tantos miembros del Episcopado tuvieron en relación a ese proceso. ¿Habremos interferido con ello en lo que concierne exclusivamente a la Jerarquía?

Nos parece que de ningún modo. La doctrina católica es el fundamento de la civilización que adoptaron las naciones de Occidente cuando, al decir de León XIII, “la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados”*. Era la civilización cristiana, de la cual el presente orden de cosas conserva importantes restos, pese a la laicización del orden civil resultante de los errores de la Revolución Francesa y a la marcha hacia el igualitarismo total preconizado por el socialismo y el comunismo. Según todos los documentos y argumentos presentados en este libro, son esos restos los que amenazan desaparecer si el PSOE consiguiera llevar hasta sus últimas consecuencias la neorrevolucion igualitaria y amoral que ha desencadenado en España.

 

* “Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de estos beneficios y quedará vigente en innumerables monumentos históricos que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podrá desvirtuar u oscurecer” (Immortale Dei, 1-11-1895, § 19).

 

Ahora bien, si consideramos que la mayoría de los españoles —más del 95 por 100— se confiesa católica, es fácil comprender la influencia decisiva de la actitud del Episcopado en el curso de los acontecimientos*. En efecto, si los católicos se convencieran de que la neorrevolucion socialista contradice abiertamente la auténtica doctrina católica, podemos esperar que nuestra sociedad se salve del cataclismo rumbo al cual se precipita y cese el verdadero genocidio mental y espiritual que nuestro pueblo está sufriendo.

 

* El historiador y miembro de la Academia Francesa, Maurice Druon, comentó respecto a esta influencia del factor católico en la crisis de nuestros días; “¿Qué es lo que está pasando en la Iglesia Católica? Todos nos lo preguntamos con ansiedad (...) Porque cuando una institución de tanta grandeza ha sido durante siglos la principal armadura espiritual de un pueblo y ha constituido el principal poder moral en una nación, influyendo, impregnando, marcándolo todo, los esquemas del pensar, las referencias de la memoria, las costumbres, los comportamientos individuales y colectivos, las expresiones artísticas, hasta el derecho, hasta las mismas relaciones del ciudadano y del Estado, cuando la Iglesia vive una crisis de tales dimensiones, no es ella sola la involucrada, es el conjunto de la vida nacional que queda afectada y es la propia personalidad de un pueblo que puede ser alterada” (Una Iglesia que se equivoca de siglo in “Le Monde”, 7-8-1971).

 

En consecuencia, TFP-Covadonga no desorbita de su campo específico al publicar un libro que denuncia el carácter nítidamente anticristiano del socialismo y analiza al mismo tiempo la conducta del Episcopado ante ese peligro. Al reflexionar, como lo hacemos, sobre tantos hechos de la realidad española nos limitamos a nuestro ámbito de simples fieles, hijos respetuosos de la Iglesia. Hacemos tan sólo el uso del derecho reconocido a todo fiel cristiano de darla a conocer a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de darla a conocer a los demás fieles (cfr. canon 212, § 3). Por esta forma, queremos mostrar a nuestros hermanos en la sangre y en la Fe el peligro existente en que el PSOE, apoyado por un catolicismo aggiornato, aproveche la influencia de la Iglesia para llevar a cabo su programa demoledor de la España católica.

Volvemos ahora nuestra mirada a V. Emcias. Rvdmas. y a V. Ilmas., a quienes fue dada por el Divino Maestro la misión de gobernar, santificar y enseñar. Queremos depositar a vuestros pies o —si lo permitís— elevar hasta vuestros corazones nuestras perplejidades. No nos anima el menor espíritu de contestación —tan difundido hoy fuera y desgraciadamente dentro de la propia Iglesia— ni cualquier propósito de aglutinar descontentos en un movimiento de rebeldía contra las autoridades legítimas, para derribarlas o rebajarlas. Nuestro pasado —V. Emcias. y V. Ilmas. lo saben— prueba con creces lo contrario. Todo cuanto ha hecho TFP-Covadonga a lo largo de sus dieciséis años de existencia es un testimonio de nuestro profundo respeto y sumisión a la Sagrada Jerarquía en cuya cumbre se encuentra la cátedra de San Pedro, piedra angular de la Santa iglesia. Tenemos alegría de ser hijos, de ser súbditos, de obedecer y defender —aun colocando en riesgo nuestros intereses personales más importantes— la Jerarquía que por designio divino gobierna la Iglesia*. No nos es lícito, sin embargo, ocultar a V. Emcias. y a V. Ilmas. las perplejidades —y más aún, las angustias— que al concluir este libro nos vienen al alma, y que con todo respeto os presentamos.

 

* San Pío X enseñó así esta verdad: “La Iglesia es el Cuerpo místico de Jesucristo, regido por pastores y doctores, es decir, una sociedad humana, en la cual existen autoridades con pleno y perfecto poder para gobernar, enseñar y juzgar. Esta sociedad es, por tanto, en virtud de su misma naturaleza, una sociedad jerárquica; es decir, una sociedad compuesta de distintas categorías de personas: los pastores y el rebaño. (...) Y estas categorías son de tal modo distintas unas de otras, que sólo en la categoría pastoral residen la autoridad y el derecho de mover y dirigir a los miembros hacia el fin propio de la sociedad” (Vehementer Nos, 11-2-1906, § 8).

 

1 -  Ante la “cartilaginización” del ordenamiento jurídico e institucional

 

a) El Estado de Derecho.— Muchos de vuestros documentos y actitudes indujeron a la mayoría de los católicos españoles a dar su asentimiento a un proceso que, presuntamente, debería consagrar un Estado de Derecho estable, presentado por V. Emcias. y V. Ilmas. como más acorde con las tendencias democráticas, laicas y pluralistas que dominaban la sociedad española. En ese sentido, con ocasión del referéndum al que fue convocado el pueblo español para aprobar o rechazar la Constitución, que tenía puntos nítidamente contrarios a la doctrina católica, el Episcopado prefirió —en vez de orientar a los fieles hacia un decidido y eficaz rechazo de la misma— dar libertad de voto a los católicos [1].*

 

* Pese a la libertad de voto concedida por el Episcopado a los católicos, corrió por toda España el infundado rumor de que en su comunicado del 23 de noviembre de 1978 les había mandado votar sí. Para desmentir este rumor, el cardenal primado don Marcelo González Martín y los ocho obispos solidarios con él, publicaron un comunicado en el cual afirmaban que los católicos podían en el referéndum votar sí o no. El prelado declaró al respecto: “Habrá muchos católicos que piensan votar 'sí' y hacen bien en atenerse a lo que dice la Conferencia Episcopal” (“ABC”, 31-12-1978). Al analizar la injusta ofensiva publicitaria contra el cardenal arzobispo de Toledo, que le atribuía sin razón una posición que no había tomado —la de haber declarado ilícito el voto afirmativo en el referéndum— la Sociedad Cultural Covadonga declaró en un manifiesto público: “Hubiera sido muy simpática esta actitud —e incluso era la que de él esperábamos— pero en realidad lo que el purpurado dijo fue distinto” (cfr. En pro de la coherencia — Llamamiento con ocasión de la democracia naciente, “Covadonga Informa”, noviembre-diciembre de 1978).

 

Es más, el clima general de democratización os imponía que renunciaseis a derechos y privilegios legítimos de la Iglesia. Accedisteis a ello aceptando implícitamente que era un requisito para alcanzar la reconciliación entre los españoles.

Ahora bien, ese Estado de Derecho viene siendo desmantelado ostensivamente, a la sombra de una Constitución consensualista y cartilaginosa. El orden jurídico inestable que ésta consagró se transforma a todo momento, adecuándose a una ética social laica, en continua evolución, cada vez más alejada de los principios cristianos y a partir de la cual se explicitan doctrinas nuevas cuyo sentido profundo sólo se revela muy gradualmente*.

 

* Recordemos la lamentación del cardenal Tarancón: “Han arrumbado la moral y no se ve en sitio alguno la ética social o cívica que se prometió (...) Todo parece lícito” (“ABC”,22-11-1987).

 

Por si fuera poco, los mismos dirigentes socialistas afirman sin el menor sonrojo que, a medida que vayan consiguiendo cambiar en un sentido revolucionario el consenso social —o sea, la mentalidad de los españoles—, irán cambiando también las estructuras jurídicas que les estorben. El Poder Judicial, columna del Estado de Derecho, va perdiendo paulatinamente su independencia, sometido como está a un creciente proceso de politización.

Ante el desmantelamiento del Estado de Derecho, no vemos que hagáis para defenderlo una campaña análoga a la que hicisteis para favorecer su instauración. ¿No os preocupa ahora que esté siendo destruido?

 

b) La escalada de la delincuencia y la drogadicción.— Las reformas socialistas van destruyendo las barreras entre la vida honesta y la delincuencia. En efecto, la despenalización de varios delitos, como por ejemplo la tenencia de drogas para el consumo propio, es parte de todo un programa que conduce, en último término, a la disolución del imperio de la ley y a la generalización del caos.

Pero, al lado de algunas protestas vuestras contra la inseguridad ciudadana, la Pastoral Penitenciaria reclama, contradictoriamente, “una política de descriminalización y despenalización”*.

 

* El I Congreso Nacional de Pastoral Penitenciaria, convocado en septiembre de 1986 por la Comisión Episcopal de Pastoral Social, tiene entre sus conclusiones: “Hay que acabar con la injusticia de las estructuras sociales —como fuente y causa de la delincuencia— y construir una sociedad más justa. Hace falta una política de descriminalización (que dejen de ser delitos algunas de las conductas tipificadas como tales en los códigos penales) y despenalización (reducir el número de delitos que tienen aparejada la pena privativa de libertad) y aminoración, en su caso, de su cuantía. Y, por imperativos de justicia, y excepcionalmente, una política a la inversa, por ejemplo, en la llamada delincuencia económica y de los negocios. (...) La prisión es una institución que deteriora y destroza la personalidad. La cárcel debe ser la última de la última razón” (“Vida Nueva”, 4-10-1986).

Nótese que, pese a defender un ablandamiento general de las penas, se pide que la “llamada delincuencia económica y de los negocios” sea más duramente penalizada.

 

2- Ante el proceso autonómico

El convulsionado proceso autonómico contribuye a su modo para desmantelar las estructuras del Estado, agravando la amenaza de hundir al país en el caos.

A las legítimas aspiraciones de autonomía, fundadas en la historia y la cultura de las distintas regiones de España, se van añadiendo ingredientes revolucionarios que las desvirtúan apuntando hacia la disgregación nacional. Sin embargo, no deja de oírse, de vez en cuando, la voz de algún obispo afirmando que la independencia de las regiones españolas es un objetivo éticamente aceptable [2].* A los demás, en cambio, parece no preocuparles el que esas declaraciones produzcan desconcierto y confusión en amplios sectores del público. Parecen manifestar poca preocupación por la reconciliación y la paz.

 

* En ese sentido se inscriben las actitudes y declaraciones de los tres obispos de las diócesis vascas, analizadas en el capítulo 8. La reciente carta pastoral de diciembre p.p. llegó a provocar una protesta del Gobierno ante la Santa Sede. El propio Rey manifestó públicamente inequívocos reparos.

 

3-  Ante las medidas contrarias a la familia

Todos los católicos saben que Nuestro Señor Jesucristo no sólo confirmó el matrimonio, basado en el vínculo indisoluble, sino que lo elevó a la condición de sacramento.

¿Cómo pudo derrumbarse en España este pilar de la civilización cristiana con tan poca resistencia por parte de quienes tenían la misión divina de defenderlo con ardor?*

 

* En un llamamiento de 21 de enero de 1978, dirigido a todos los obispos y ampliamente distribuido en las calles, Covadonga hizo ver la responsabilidad que tuvieron en la aprobación de la ley quienes, desde dentro de la Iglesia, hacían propaganda del divorcio o se omitían en su deber de atacarlo. Decíamos en dicho manifiesto que “no podríamos dejar de mostrar la perplejidad producida en todos los católicos con buena formación doctrinal al tomar conocimiento de la nota emitida por la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe que, encargada de esclarecer las conciencias, evita llamar la atención en su declaración oficial sobre el pecado colectivo que sería la oficialización del divorcio. Y no es tajante ni, menos aún, clara al afirmar la incapacidad del Estado para declarar la disolución del vínculo matrimonial válido, como si la ley pudiera hacer honesto lo que en sí mismo es inmoral. (...) Por último, hacemos notar que en el documento final de la XXVII Asamblea Plenaria del Episcopado Español, publicado por la prensa el día 27 de noviembre de 1977, no figura ninguna condena explícita al divorcio, siendo que el anteproyecto constitucional y la normativa de la ley pro-divorcio, divulgados también por los órganos de comunicación, consagran de modo claro la disolución del vínculo matrimonial.”

Ver también al respecto el capítulo II de este libro.

 

En nombre de una ética social evolutiva que va desterrando de España todas las costumbres e instituciones cristianas, se está introduciendo una educación sexual que, con refinamientos de perversión, destruye la inocencia de los niños, se ha permitido la propaganda y venta de anticonceptivos, se ha eliminado de las leyes el reconocimiento del orden jerárquico dentro de la familia, se han despenalizado la homosexualidad y el aborto, pecados estos últimos que, según enseña el catecismo, claman venganza al Ciclo.

Y, ¿cuál fue la postura de nuestro Episcopado? Salvo enérgicas y meritorias actitudes aisladas de algunos obispos, prefirió no resistir cabalmente. No empeñó toda su influencia para evitar que esos gravísimos atentados contra las instituciones básicas de la sociedad fuesen perpetrados*. Cuando es evidente que si así hubiesen procedido, lejos de ocasionar una guerra civil —con la que amenazan los temerosos partidarios de todas las concesiones — habrían impedido, eso sí, con el aplauso de la mayoría católica de la nación, estas medidas nefastas**.

 

* Ejemplos de esto en lo concerniente a la despenalización del aborto son los documentos La vida y el aborto de 5-2-1983, publicado por la Comisión Permanente, y La despenalización del aborto, de 25-6-1983, de la Asamblea Plenaria (CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Documentos 1965-1983, pp. 720-726, 743-746). En ellos, aunque se expone la doctrina católica tradicional, se evita cuidadosamente la alusión a las penas canónicas y su consecuente aplicación a los autores, a los ejecutores y a todas aquellas personas que se valieran de esa despenalización, que en aquel entonces era objeto de discusión en las Cortes. Sobre esta posición del Episcopado véase también el capítulo II de esta misma obra.

 

** Monseñor Buxarrais, obispo de Málaga, nada sospechoso de conservadurismo, se lamentó: “Todos los españoles tenemos nuestra parte de responsabilidad al no haber defendido con valentía y decisión en el momento oportuno la vida de los niños españoles no-nacidos, y ahora se acrecienta al vernos obligados a participar con nuestro dinero al pago por la Seguridad Social de los abortos provocados. (...) Ante tamaña injusticia levantamos nuestra voz para que resuene en la conciencia de los ciudadanos y se den cuenta de la tremenda situación a que nos ha conducido nuestra cómoda tolerancia” (apud “Comentario Sociológico”, julio-diciembre de 1985, p. 898).

 

4- Ante la demolición de la enseñanza tradicional

Cuando vemos contestada a través de la LODE la potestad de enseñar que os fue otorgada por el Divino Maestro, parecéis abandonar la contienda, retrocediendo entre concesiones y lamentaciones sin alcance práctico, mientras algunos organismos eclesiásticos la justifican.

Así como la LODE es un instrumento de difusión del relativismo que contribuye a borrar la noción de verdad y error, tememos que la anunciada reforma de los contenidos de la enseñanza (LOSE) agrave en profundidad el proceso de descristianización de la juventud. Permitidnos que os digamos filialmente: tememos también que en este caso vuestra reacción sea semejante a la que tuvisteis durante la tramitación legislativa de la LODE*.

 

* Al respecto ver el capítulo 12 de este trabajo.

 

5- Ante la revolución sexual

El PSOE desató, bajo pretexto de atender impulsos liberadores, un verdadero torrente de inmoralidad.

Nos fue enseñado que está escrito por siempre: “Todo el que mira a una mujer con deseo, ya ha adulterado en su corazón. Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncalo y arrójalo lejos de ti, porque te conviene más perder uno de tus miembros antes que tu cuerpo entero sea arrojado al infierno” (Mt. 5, 28-29). Con estas palabras el Divino Maestro aconseja las más drásticas precauciones para preservar la moral.

Sin embargo, decimos con tristeza que no observamos una acción enérgica, metódica y conjunta destinada a “hacer empalizadas y murallones —como decía San Antonio María Claret— para que la borrasca de la impiedad e indiferentismo no acabe de arrastrar la poca tierra buena que ha quedado en el campo o viña del Señor” [3].* No hay en los documentos de la Conferencia Episcopal, por lo que ha llegado a nuestro conocimiento durante años de observación atenta, nada que se parezca a la postura categórica y minuciosa con la que en 1926 el Episcopado español condenó la inmoralidad de las modas y costumbres de la época, aun cuando éstas fuesen incomparablemente menos atentatorias a la pureza que las actuales.**

 

* Esta ausencia de reacción categórica y eficaz contra las malas costumbres en la sociedad la hemos observado, por ejemplo, en los documentos de la Comisión Permanente de 27-1-1976 y en la Nota sobre la invasión erotizante y pornográfica de la 24ª Asamblea Plenaria, de 28-2-1976 (cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Documentos, pp. 376-378 y 382). Lo mismo se puede decir de la Nota doctrinal de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe sobre algunos aspectos referentes a la sexualidad y a su valoración moral de 7-1-1987 (“Ecclesia”, n° 2.303, 24-1-1987, pp. 29-34).

Dichos documentos parecen orientados por un mismo criterio: exponer la doctrina católica, evitar las denuncias concretas y las orientaciones que conduzcan a una reacción eficaz. Al evitar muchas veces los términos claros y categóricos de la pastoral tradicional, el lenguaje se vuelve inaccesible al católico común.

 

** Entre las directrices morales del Episcopado dadas en 1926, destacamos: “La indumentaria exageradamente corta y la mezcla y convivencia de sexos en los deportes crea un espíritu relajado y aun hostil a la sana moral. (...) Las reuniones y bailes de cierta clase se prestan a excesos de los que ni siquiera queremos hacer mención; a los católicos incumbe desterrar de sus casas y círculos sociales todo desorden licencioso, esquivar en lo posible el trato con señoras que hacen gala de inmodestia o llevan una vida escandalosa y no permitir que, por un abandono incomprensible, puedan verse solos sus hijos con jóvenes de diferente sexo. (...) En los baños públicos se observe la debida separación de sexos” (apud Ramón GARRIGA, El Cardenal Segura y el Nacional-Catolicismo, p. 107).

 

Más grave que actitudes individuales es el hecho de que tantas editoriales y librerías católicas se hayan transformado en focos difusores de corrupción moral y en promotoras de la revolución sexual. En efecto, no se trata de una o dos publicaciones que, por tanto, podían haber pasado inadvertidas a la autoridad eclesiástica. Son centenares de libros, revistas y folletos con un total de muchos millones de ejemplares vendidos. No obstante, todo ello no parece llevar a quienes tienen la sagrada misión de velar por la doctrina y la moral que se enseña en los ambientes católicos a tomar actitudes que acaben con ese escándalo. Casi no constan medidas eficaces para eliminar tales focos de perdición eterna de las almas y mucho menos las sanciones que serían de esperar por parte de quienes tienen el poder para hacerlo. Hubo, es verdad, algunas denuncias, pero con poco resultado práctico, como la ya citada nota doctrinal de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe Sobre algunos aspectos referentes a la sexualidad y a su valoración moral de 7-1-1987.

¿Qué impresión provocan en los fieles las protestas episcopales contra la depravación, cuando ellos saben que, al mismo tiempo, en muchas editoriales y librerías católicas se propaga también la corrupción moral, y se llega incluso a justificarla doctrinalmente?*

 

* Hemos preparado un informe que demuestra exhaustivamente cómo editoriales y librerías católicas difunden hasta un punto inimaginable doctrinas erróneas en materia moral. Dicho trabajo ha sido enviado a todos los obispos y a algunos teólogos de renombre. Su carácter especializado, no permite que hagamos una amplia difusión, pues se destina únicamente a personas de edad madura y juicio formado. Sin embargo, lo podemos enviar contra reembolso a quienes lo pidan a: Paseo de la Castellana, 111-4° piso, 28006 MADRID. Precio: 500 pts.

 

6-  Ante el terrorismo de blasfemias

Las pantallas de televisión, los escenarios, ciertas secciones de grandes periódicos y revistas se han llenado de insultos a Dios, a María Santísima, a los santos y a la Iglesia Católica. Las blasfemias ya no son presentadas como explosiones de odio sectario, sino como ingrediente de la nueva cultura liberadora y desalienada. Y desde esos grandes medios de difusión van penetrando en la vida cotidiana de los españoles. No sorprende que en ese ambiente el demonio, otrora objeto de una repulsa horrorizada, comience a ser considerado el gran oprimido, el marginado con el que debemos aprender a convivir. Este cuadro de abyección se ve completado por una continua e impune oleada de asaltos a iglesias, monumentos religiosos y cementerios, en una depredación que pretende borrar todo lo que recuerde nuestro pasado religioso*.

 

* Puede consultarse sobre el asunto el capítulo 14 de este libro.

 

Mientras prosigue esta abominable campaña de blasfemias y sacrilegios, los fieles no ven solemnes reparaciones públicas que tengan proporción con los ultrajes [4]. Nosotros tememos —y con nosotros muchos católicos— que la avalancha de blasfemias y sacrilegios a la cual no correspondió una reparación proporcionada, atraiga sobre España la ira divina: “Justo es el Señor; pues que yo rebelde contra sus órdenes, le irrité” (Lm. 1, 18).

Para usar un lenguaje secularizado, como el que hoy desgraciadamente aparece en no pocos documentos eclesiásticos, ¿será posible construir una sociedad verdaderamente humana y fraterna cuando se procura envilecer sistemáticamente lo que hay de más sagrado, comenzando por el santo nombre de Dios?

 

7-  Ante la muerte de la civilización y de la propia dignidad humana

No sólo la civilización y la cultura específicamente cristianas están muriendo en nuestra patria. Los hechos presentados en este libro no dejan lugar a dudas: la revolución de nuevo estilo quiere instituir la vulgaridad, el libertinaje y la pornografía como valores culturales liberadores, integrados en la vida cotidiana y en el horizonte mental de los españoles. Estamos, como lo dijo el cardenal Tarancón, en una situación en la cual “todo parece lícito.” [5]

¿Dónde ha quedado la ética social humanitaria y pluralista en nombre de la cual los católicos fueron invitados a aprobar la transición a esta singular democracia?

 

II — La migración episcopal

 

1- Un grave problema de conciencia...

Este proceso que acabamos de describir deja claro que el conjunto del Episcopado ya no defiende, por lo menos en la práctica, la totalidad de la doctrina tradicional de la Iglesia y su aplicación al orden temporal.

También es cierto que el Episcopado no adopta una postura enteramente contraria a la doctrina tradicional de la Iglesia en lo referente a la moral social o individual, ni asume tampoco la totalidad de las posiciones socialistas encarnadas en lo que se ha dado en llamar la revolución cultural. Pero cuando algunos obispos de posición más avanzada como monseñor Iniesta, monseñor Osés o monseñor Buxarrais dieron su poyo a algunas reformas de la revolución socialista, los demás callaron, sin que los católicos sepamos a ciencia cierta si este silencio representa acuerdo —“quien calla otorga”— o desagrado mudo.

Esto crea un grave problema de conciencia para muchos católicos.

 

2-  ...causado por una migración de posiciones

En efecto, a partir de la década de los cuarenta, sectores cada vez más importantes y numerosos de la Jerarquía eclesiástica iniciaron un abandono gradual de sus posiciones tradicionales. Este distanciamiento se agravó en la década de los cincuenta y, al calor del llamado espíritu del Concilio, alcanzó situación oficial con la Asamblea Conjunta de Obispos-Sacerdotes de 1971 y la elección del cardenal Tarancón para la presidencia de la Conferencia Episcopal.

Este proceso comportó una prolongada migración de posiciones. A lo largo de su recorrido, cuyo punto final todavía no está claro, esta migración fue saludada con simpatía por las figuras revolucionarias más destacadas y representativas, corifeos de poderosas fuerzas que desean la destrucción de la Iglesia y la erradicación de cualquier vestigio de civilización cristiana en el orden temporal. Y esto nos deja profundamente perplejos.

 

3-  ¿Qué justifica esta migración?

Al observar esta migración, los católicos no pueden atribuirla a la venalidad de los obispos. Sería un insulto.

Tampoco les parecerá que la causa de dicha migración sea el deseo de evitar un mal mayor que el provocado por las concesiones hechas a la revolución socialista en curso. En efecto, los privilegios a que habéis renunciado a lo largo de ese camino, facilitaban de tal manera vuestro apostolado, que no es verosímil que lo hayáis hecho sin tener razones mucho más graves para ello.

De ahí deduce el común de los fieles que la razón del cambio de actitud de la mayor parte de los obispos tiene raíces doctrinales.

¿Tienen V. Emcias. y V. Ilmas. alguna justificación doctrinal que explique esta migración sin que la Iglesia se desmienta a sí misma? ¿Habéis fijado un punto final para esta andadura? ¿O ella es indefinida?

A veces se tiene la impresión de que algunas figuras del Episcopado comparten la opinión de ciertos ambientes progresistas, que creen vislumbrar en el horizonte una nueva era en la cual la Iglesia tendría una nueva fisonomía. En esta nueva era las transgresiones a la ley moral y a las enseñanzas perennes del Magisterio no tendrían la gravedad que los moralistas y teólogos tradicionales les atribuyen, porque el hombre nuevo, ecuménico, se guiará por otras normas de conducta*.

 

* Por su especial claridad transcribimos un trecho del editorial de la revista “Vida Nueva” que anuncia, en tono dogmático, la aparición de este hombre nuevo: “Está surgiendo, va a surgir —no sabemos cuando— un nuevo modelo de hombre. Es aún prematuro saber cuál. Pero debemos estar atentos a los signos que ya se apuntan y procurar que la Iglesia, por miedo a la marejada de un tiempo de profundos cambios, no se instale bien protegida en los castillos de invierno, invocando a una verdad estática, que deja de serlo inmediatamente, que no está en confrontación y diálogo con los seres humanos concretos destinatarios del mensaje y seres en continua evolución” (27-7-1985).

En 1980, siendo arzobispo de Madrid el cardenal Tarancón, en una publicación de la archidiócesis hablaba también de este hombre nuevo que viviría en una sociedad radicalmente igualitaria: “La catequesis no puede quedarse en una experiencia de liberación negativa. (...) Liberado inicialmente, participa activamente en los procesos de liberación que viven hoy los hombres y los pueblos. Liberados para construir. La catequesis nos introduce en la tarea de construir el hombre nuevo y la nueva sociedad. (...) En esta sociedad debemos construir la igualdad de los pueblos, de las clases y de los hombres” (SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS DE MADRID, I Asamblea Diocesana de Catequesis, Madrid, 1980, pp. 228-229). ¿Es otro el objetivo socialista?

 

Si esto es así, ¿qué características tendrá esta nueva era? ¿Cuál será la moral que regirá a este hombre nuevo? ¿Cómo será la religión?

 

4-   “Pedían pan los parvulitos y no había quien se lo repartiese”

Eminentísimos Señores Cardenales, Ilustrísimos Señores Arzobispos y Obispos, como católicos apostólicos romanos creemos en la inmutabilidad de las enseñanzas de la Iglesia y no vemos cómo la mencionada migración puede ajustarse a las palabras del Divino maestro: “Es más fácil que el cielo y la tierra pasen que el que caiga un solo ápice de la ley” (Lc. 16, 17).

Como pastores de la Santa Iglesia V. Emcias. y V. Ilmas. Rvdmas. son continuadores de la misión de Nuestro Señor Jesucristo y tienen su representación: “Quien oye a vosotros, a mí me oye, y quien desprecia a vosotros, a mí me desprecia” (Lc. 10, 16). Y, por tanto, el católico piensa habitualmente que lo que V. Emcias. y V. Ilmas. hacen, ha de ser permitido; que lo que permitís, no puede ser ilícito; que lo que prohibís o rechazáis sólo puede ser prohibido o rechazado en la medida en que lo prohibís o rechazáis.

Pero frente a la oposición existente entre vuestra conducta anterior y la actual —que se oficializó a partir de 1971— los católicos no saben a qué atenerse*.

 

* El P. González de Cardedal, considerado por muchos casi como un teólogo oficial del Episcopado español, describe de manera impresionante esta migración: “Quien se sigue guiando por el catecismo de su infancia, la imaginería religiosa en los techos en su aldea natal (...) es posible que un día se encuentre en tierra de nadie y compruebe que aquel su catolicismo e iglesia ya no existen, que de hecho él está fuera de la iglesia que hay, y que a ésta han venido a habitar gentes, que él siempre consideró ajenas a ella (apud Juan González Anleo, Identidad de los católicos españoles in AZCONA, Catolicismo en España — Análisis sociológico, pp. 117-118).

 

Puestos delante de esta migración, que anuncia un inmenso cambio doctrinal, nace necesariamente, por el propio curso lógico del pensamiento, un problema de conciencia aún más grave: ¿Cómo considerar la representación que tenéis de Nuestro Señor Jesucristo?

No extrañaréis que, como fieles, os pidamos ser enseñados y esclarecidos.

Más aún. En esta época en la que colmáis con toda clase de atenciones a los peores adversarios de la Iglesia, estamos seguros de que no nos negaréis un trato paternal*.

 

* Haciendo tales preguntas y observaciones nos atenemos a la facultad que la Conferencia Episcopal reconoció a los seglares, animándolos a hacer uso de ella: “Ni la Jerarquía ni los seglares han de olvidar que todos los cristianos tienen el camino abierto para 'hacer saber a los pastores, con la libertad y confianza propia de hijos de Dios y hermanos de Cristo, sus necesidades y sus deseos' (LG n° 37). (...) Los pastores, conscientes de la dignidad y responsabilidad de los seglares en la Iglesia, harán uso gustosamente de su prudente consejo. (...) En general, las minorías apostólicas hacen bien en asumir la honrosa función de estimular a los hermanos” (Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, La Iglesia y el orden temporal a la luz del Concilio, 29-6-1966 in CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Documentos 1965-1983, p. 83).

Por otra parte, este derecho de petición es formalmente reconocido por el propio Código de Derecho Canónico vigente: “Los fieles tienen la facultad de manifestar a los Pastores de la Iglesia sus necesidades, principalmente espirituales, y sus deseos” (canon 212, § 1).

Este derecho de los fieles conlleva la obligación de la autoridad competente de tomar en consideración el pedido formulado (cfr. Javier Hervada, comentario al canon 212 in Pedro LOMBARDIA y Juan Ignacio Arrieta, Código de Derecho Canónico; Giuseppe Dalia Torre, comentario al canon 212 in Pio Vito PINTO, Commento al Codice di Diritto Canonico).

 

Acogednos, pues, como a hijos que no piden sino pan, para que no se cumplan en este caso las palabras de las Sagradas Escrituras que dicen: “Pedían pan los parvulitos, y no había quién se lo repartiese” (Lm. 4, 4). Seguramente os acordáis de lo que dijo Nuestro Señor Jesucristo: “O habrá entre vosotros alguno a quien su hijo le pida pan y le dé una piedra? ¿Si pide un pez, le dé una serpiente?” (Mt. 7, 9-10).

Esta perplejidad, esta aflicción que os acabamos de exponer no es sólo nuestra. Está presente, en grado mayor o menor, en el espíritu de millones de católicos que muchas veces no se han detenido suficientemente ante este tremendo problema, confiando en que V. Emcias. Rvdmas. y V. Ilmas. lo resolverían.

 

5-  Quien calla otorga

La gravedad y magnitud de la cuestión reclaman una aclaración inequívoca. Si el Episcopado no tiene a bien impartir una enseñanza positiva que resuelva definitivamente el problema, los fieles, a falta de tal enseñanza, permanecerán perplejos y desorientados, y los socialistas podrán continuar tranquilamente su terrible psicocirugía revolucionaria.

Por eso, una vez más os suplicamos: ¡hablad!

 

III — Nuestro llamamiento se dirige también, y sobre todo, a los prelados que han condenado la revolución socialista

 

1-  Algunas actitudes valientes

Algunos prelados han asumido en distintas ocasiones posturas contrarias a la revolución socialista, orientando a sus fieles sobre algunos puntos en los que ésta viene contrariando la doctrina o la moral católica. Sobresalen entre ellos el cardenal primado don Marcelo González Martín, el cardenal arzobispo de Madrid don Ángel Suquía, el obispo de Orihuela-Alicante monseñor Pablo Barrachina, el de Sigüenza-Guadalajara monseñor Jesús Plá y Gandía y, de un modo muy particular, monseñor José Guerra Campos, obispo de Cuenca.

 

2- Desconcertantes silencios

No obstante, la verdad manda decir que, si bien la posición clara y meritoria tomada por estos prelados en ciertas circunstancias es digna de elogio y gratitud, algunas de sus actitudes, declaraciones y silencios no dejan de causar perplejidad.

Monseñor Plá y Gandía, por ejemplo, tuvo gestos esperanzadores, como la lúcida denuncia hecha el 22 de enero de 1984 en carta dirigida a sus diocesanos dando la voz de alerta frente a la revolución cultural del PSOE*.

 

* En ese documento monseñor Plá y Gandía señala que el PSOE está “desmontando todas aquellas leyes que suponen orden moral y respeto a los principios que profesamos la casi totalidad de los españoles, e implantando otras que conceden libertad para todo lo contrario y restringen o eliminan los derechos de aquellos a quienes suponen contrarios a la revolución cultural” (“El Eco”, Sigüenza, 22-1-1984).

 

Sin embargo, en el mismo documento, a la hora de recomendar una actitud a sus fieles frente a tan grave amenaza, dice: “Formemos todos un bloque compacto con nuestros obispos y sacerdotes, sigamos sus enseñanzas.” [6]

En teoría comprendemos de todo corazón el consejo de monseñor Plá y Gandía. Pero, ¿no teme el prelado dar hoy en día ese consejo indiscriminadamente a todos los fieles y respecto de todos los Pastores?

Si siguieran sus consejos, los católicos de Cuenca en la práctica formarían “un bloque compacto” con monseñor Guerra Campos; en Huesca, en cambio, tendrían que defender el socialismo con monseñor Osés; en Málaga deberían apoyar el Gobierno del PSOE con monseñor Buxarrais, y en San Sebastián estimularían el separatismo junto con monseñor Setién... y así sucesivamente, formando siempre un “bloque compacto” con cada obispo diocesano y su clero. En tal caso, ¿entraría en vigor en España una versión adaptada del principio absurdo cujus regio ejus religio (el señor de la región, lo es también de la religión)? Según esta orientación los fieles de cada diócesis tendrían que admitir doctrinas y directrices muchas veces contrarias a las enseñanzas de la Iglesia.

 

3-  El cardenal Ángel Suquía

El cardenal arzobispo de Madrid, que había despertado en muchos la esperanza de un cambio de rumbos, también confundió a los católicos con una actitud que en él sorprendió*.

 

* Monseñor Suquía declaró para desconcierto de muchos que su acción al frente de la Archidiócesis de Madrid se destina no a rectificar sino a completar en la misma dirección la línea pastoral del periodo anterior: “Yo no me considero el reverso del Cardenal Tarancón; el complemento, acaso si” (“Ya”, 4-7-1985). Esta actitud normalmente se comprende, pero no en el caso concreto, en virtud del rumbo dado por su antecesor al gobierno de la Archidiócesis.

 

Cuando en enero de 1986 falleció Enrique Tierno Galván —el alcalde socialista promotor de las Semanas del Erotismo— monseñor Suquía le elogió en la misa solemne que celebró en sufragio de su alma: “En todos esos años ha sido exquisito en su trato con la Iglesia de Madrid. La escuchó, la aceptó y buscó una sana colaboración con ella. (...) Era una persona respetuosa con la religión.” [7]

Si bien ante la majestad de la muerte se considera generalmente conveniente callar los defectos del difunto, no se comprende, sin embargo, el elogio de tan alta autoridad eclesiástica a un hombre que, desde un importante cargo público, hizo continuo uso del mismo para favorecer el programa socialista y la inmoralidad más procaz*.

 

* Se comprende mejor el desconcierto de los católicos si consideramos más de cerca el pensamiento de Tierno Galván:

Respecto a la misión de la mujer afirmó: “Es necesario un elevado índice de voluptuosidad. (...) Particularmente la mujer debe entrenarse para la estimulación voluptuosa, en los términos que los expertos juzgarían razonable. Es sin duda la función más clara que le corresponde y le corresponderá en el futuro” (Enrique TIERNO GALVAN, Humanismo y Sociedad, pp. 103-104).

Sobre el anarquismo: “Fui un anarquista militante y convencido. Y alguna de esas cosas me han quedado” (“Diario 16”, 20-1-1986).

Respecto al materialismo: “El materialismo histórico es absolutamente cierto. Yo sigo siendo marxista” (ib.).

Materialismo que estaba coherentemente ligado a una concepción panteísta del universo: “Yo soy agnóstico, no admito razonablemente el fundamento personal de la religión, pero admito el fundamento, casi en el sentido spinoziano, 'Deus est natura'” (ib.).

Como profesor, fue responsable directo de numerosas apostasías: “A más de un alumno le arrancó la fe” (P. Lamberto de Echeverría, Tierno, mi compañero agnóstico in “Ya”, 21-1-1986).

A pesar de todo ello, el cardenal Ángel Suquía declaró: “Hemos perdido un gran hombre. Don Enrique Tierno era enormemente respetuoso con todos los hombres” (“ABC”, 20-1-1986). “Queremos rezar (...) por la ciudad que se siente huérfana” (“Diario 16”, 21-1-1986).

Respecto al hecho de celebrar misa pública por un líder socialista con semejante historial, el cardenal arzobispo de Madrid juzgó necesario publicar una aclaración: “No era fácil saber cual había de ser, en esta ocasión, la actitud de la Iglesia en Madrid y de su obispo respecto a las posibles exequias. Dediqué el domingo día 19 a la oración y a la consulta con los obispos auxiliares y el Colegio de Consultores. Unos y otros teníamos a mano el informe canónico. Después de oír con atención a todos, determiné autorizar la misa de difuntos en la Basílica de San Francisco el Grande y presidirla yo mismo” (“Ya”, 26-1-1986).

 

4-  Monseñor José Guerra Campos

Entre el pequeño grupo de obispos que tuvo actitudes enérgicas ante la revolución socialista, quizá ninguno esté tan cerca de atraer todo nuestro entusiasmo como el obispo de Cuenca, monseñor José Guerra Campos.

Es cierto que hemos oído de V. Ilma. magníficas palabras que equivalen a una censura de la migración doctrinal del Episcopado*. Por otra parte, vuestra conducta representa una censura implícita a la orientación dominante en la Conferencia Episcopal.

 

* Es muy veraz y objetiva la impresionante descripción que monseñor Guerra Campos hace de la migración episcopal y sus efectos práticos: “Las campañas pro [de la] ley de divorcio y de aborto son iniciadas por católicos, y apoyadas por instituciones ligadas al Episcopado. En consecuencia se extienden prácticas pastorales desviadas de la doctrina católica, sobre todo en matrimonio y Penitencia. En el momento en que los cambios sociales y económicos ocasionan una inundación de laxismo moral (ya en los años 60), gran parte de la Iglesia se desentiende del problema; incluso sectores de la pastoral juvenil abandonan la formación de la castidad (...) Y por debajo de todo ello, en puntos sensibles de la Iglesia española, un proceso simultáneo de Secularización y Protestantización (...) Siempre cuidaron los pastores de mostrar la continuidad con el Magisterio precedente. Ahora es frecuente en el Clero español la exhibición de la discontinuidad, cuando no de la ruptura. (...) La crisis se manifestó especialmente en el Apostolado Seglar y en el Clero (...) Los dirigentes de esos movimientos apostólicos confesaron en Ávila, el año 1971, que la mayoría de sus militantes habían 'perdido' la fe, y señalaron como causa principal que, reclutados con fe débil o con ninguna, se les había inducido a identificarla con proyectos revolucionarios decepcionantes (...) De la situación del Clero fue un muestrario la 'Asamblea Conjunta de Obispos y Presbíteros' de 1971. (...) En la preparación diocesana hubo cosas excelentes (revisión de situaciones, propuestas pastorales) pero también una siembra de teorías protestantes acerca del sacerdocio, de criterios contra la ley del celibato y contra el espíritu de consagración (...) La asamblea nacional produjo una masa de conclusiones, no bien ponderada (...) El final fue una gran frustración: aumentaron en el Clero la división, las desorientaciones, los abandonos” (Monseñor José Guerra Campos, La Iglesia en España (1936-1975), Síntesis Histórica, pp. 84-89).

 

Pero, permítanos monseñor...

Este entusiasmo hacia vuestra persona, que está deseando alzar vuelo e ir a vuestro encuentro, tropieza con un obstáculo en su trayecto. No nos causa perplejidad lo que V. Ilma. dice, sino lo que no dice.

Cuando casi todo el Episcopado de una nación procede, durante tantos años, del modo descrito en los capítulos anteriores, hace falta —permítanos decirlo— una voz altamente autorizada que denuncie en su conjunto las malas orientaciones y los ejemplos que desconciertan a los fieles.

Respetuosa y filialmente pedimos a V. Ilma. que complete la obra que ya comenzó y esclarezca a los católicos, perplejos ante la migración episcopal. Le rogamos que la analice como pastor, como teólogo y como moralista*.

 

* Véase por ejemplo, lo que afirma el conocido escritor Ricardo de la Cierva: “De hecho muchos católicos españoles nos hemos sentido desasistidos e incluso abandonados por nuestros pastores en combates tan vitales como el de la enseñanza, el de la resistencia al marxismo (sobre el que la Conferencia nunca se ha pronunciado) e incluso, pese a declaraciones insuficientes, el del aborto y el de la degradación de los medios públicos de comunicación. Sí, ya sé, hay declaraciones y documentos. Eso: declaraciones y documentos” (“ABC”, 4-1-1987).

Esta preocupación se ha generalizado entre los católicos. Transcribimos a título de ejemplo una carta dirigida por María del Amo al director del “Ya” y publicada en dicho periódico el 21-5-1986: “Quisiera hacer llegar a la Conferencia Episcopal mi perplejidad que me consta es compartida por otros católicos, por la actitud de dicha Conferencia frente a los acontecimientos de estos últimos tiempos. (...) Muchos católicos nos sentimos abandonados y desasistidos por nuestra Jerarquía y el pueblo en general (...) está confundido y desorientado. Alguien debe y tiene la obligación de aclarar estas situaciones para el bien de todos.”

 

Santo Tomás enseña que los súbditos, “cuando hubiera peligro en la fe, aun en público, han de argüirlos [a los prelados]*. Si esto es así para los fieles, ¡cuanto más para un Príncipe de la Iglesia cuya voz aún puede impedir la tragedia final hacia la que se precipita España!

 

* Agrega el Doctor Angélico: “Por donde Pablo, que era súbdito de Pedro, por el peligro de escándalo sobre la fe, le reprendió públicamente; y como dice la Glosa de San Agustín: 'Pedro mismo dio ejemplo a los mayores en no desdeñarse en ser corregidos aun por los inferiores de haber abandonado el camino recto' (ad Gal. 2,14)” (Summa Theologica, II-II, 33,4,2).

Y comenta en otra parte: “A los Prelados [les fue dado ejemplo] de humildad, para que no se rehúsen a aceptar reprensiones por parte de sus inferiores o súbditos; y a los súbditos [les fue dado ejemplo] de celo y libertad, para que no teman corregir a sus Prelados, sobre todo cuando la falta fuera pública y redundante en peligro para muchos” (Super Epístolas S. Pauli lectura, ad Gal. 2,11-14, lect. III, § 77).

A comienzos de siglo, el propio San Pío X censuró al arzobispo de Milán, cardenal Ferrari, por haberse ofendido con las críticas de algunos seglares a una publicación modernista que había sido apoyada por el purpurado: “Me sorprende que Vuestra Eminencia considere las justas observaciones de 'L'Unitá' —escribió el Pontífice— como insulto a Vuestra Eminencia, como si hubiesen acusado a Vuestra Eminencia de ser poco perspicaz o poco devoto de la Santa Sede. ¿Qué debería decir en este caso el Papa cuando lee las santísimas críticas al ‘Corriere d'Italia’, al 'L'Osservatore Romano' y al Maestro del Sagrado Palacio, que da el Imprimatur a libros que enseguida condena el Index? El Papa agradece a los censores que lo ayudan a conocer el mal que no había visto” (Carta al Cardenal Ferrari de 27-2-1910 in SAN PIO X, Lettere, p, 360).

 

Es suma caridad —afirma el docto sacerdote don Félix Sarda i Salvany en su obra El liberalismo es pecado“librar al prójimo del contagio de un error”. Para ello, en ciertas ocasiones “se hace necesario prescindir de todas las consideraciones, saltar todas las vallas, lastimar todos los respetos, herir todos los intereses”. [8]*

 

* La obra de monseñor Sarda i Salvany mereció una carta de elogio de la Sagrada Congregación del Índice, firmada por su secretario, Fray Jerónimo Pío Saccheri O.P., con fecha 10 de enero de 1887, en la cual afirmaba que aquel dicasterio “nada halló contra la sana doctrina, antes su autor (...) merece alabanza, porque con argumentos sólidos, clara y ordenadamente expuestos, propone y defiende la sana doctrina en la materia que trata” (P. Félix SARDA I SALVANY, El liberalismo es pecado, pp. 7-8).

 

Dicho esclarecimiento no provocará ninguna desunión entre los que aman la verdad. Por el contrario, pondrá los cimientos duraderos de la restauración de la unidad católica, hoy resquebrajada por toda especie de errores y orientaciones ambiguas.

Si por lo menos supiéramos que V. Ilma. lamenta el no poder denunciar públicamente, en toda su amplitud, la asombrosa migración doctrinal de los obispos españoles, los fieles perplejos nos sentiríamos animados por una esperanza.

*   *   *

 

5- Filialmente pedimos una respuesta pública y oficial

Es natural que el creciente número de católicos españoles que comparten estas mismas perplejidades y angustias tiendan a comunicarlas a los demás por un espontáneo impulso de alma. Ellos también quieren ser la parte más sumisa y humilde del rebaño confiado a la guarda de nuestros pastores, pues por el propio respeto que profesan a la Sagrada Jerarquía, sólo en circunstancias muy excepcionales llevarán a vuestro conocimiento la situación de desolación y amargura en que se encuentran*.

 

* En una alocución a sacerdotes y religiosos, Juan Pablo II constató: “Es necesario admitir con realismo y con profunda y sufriente sensibilidad que los cristianos hoy, en gran parte, se sienten extraviados, confusos, perplejos y hasta defraudados; se han esparcido a manos llenas ideas en contraste con la Verdad revelada y enseñada siempre; se han propalado verdaderas herejías, en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusión, rebeliones; se ha modificado la Liturgia; inmersos en el relativismo intelectual y moral, los cristianos están siendo tentados por el ateísmo, el agnosticismo, el iluminismo vagamente moral, por un cristianismo sociológico sin dogmas definidos y sin moral objetiva” (Alocución a los religiosos y sacerdotes participantes del I Congreso Nacional italiano sobre el tema “Misiones al pueblo para los años 80”, “L 'Osservatore Romano”, 7-2-1981).

 

Somos conscientes, pues, de que tomamos una actitud que no es habitual en las relaciones de los seglares con sus obispos. Pero la encrucijada en que se encuentra la civilización cristiana en España nos ha obligado a dirigirnos a V. Emcias. y a V. Ilmas. para exponeros con toda claridad nuestras preocupaciones, compartidas por incontables hermanos en la Fe. Y era mejor que dieran este paso quienes están dispuestos a llevar la obediencia a sus Pastores hasta los últimos límites prescritos por el Derecho Canónico, a que lo hicieran otros movidos por un repudiable espíritu de contestación.

Hace más de diez años, en 1974, al manifestar públicamente nuestro desacuerdo en relación a la Ostpolitik del Vaticano con los regímenes comunistas, nos dirigimos a S.S. el Papa Pablo VI diciéndole: “El vínculo de la obediencia al Sucesor de Pedro, que jamás romperemos, que amamos con lo más profundo de nuestra alma, al cual tributamos lo mejor de nuestro amor, ese vínculo lo besamos en el mismo momento en que, triturados por el dolor, afirmamos nuestra posición. Y de rodillas, mirando con veneración la figura de Su Santidad el Papa Pablo VI, le manifestamos toda nuestra fidelidad. En este acto filial decimos al Pastor de los Pastores: nuestra alma es vuestra, nuestra vida es vuestra. Mandadnos lo que quisiereis. Sólo no nos mandéis que nos crucemos de brazos delante del lobo rojo que embiste. A esto nuestra conciencia se opone.” [9]

Con disposiciones idénticas servatis servandi, nos dirigimos a V. Emcias. y V. Ilmas. en el momento en que os pedimos una respuesta pública y oficial a estas apremiantes cuestiones. Respuesta cuyo alcance trasciende las fronteras de nuestra patria. En efecto, innumerables españoles, que habitan en los más diversos países del mundo, siguen con atención y desvelo todo lo que ocurre en España. A ellos se suman las centenas de millones de descendientes de españoles que pueblan las naciones formadas en territorios descubiertos y evangelizados por nuestros antepasados, que hablan nuestra lengua, practican nuestra Religión y siguen con comprensible interés todo cuanto ocurre en la madre patria.

Pero no es sólo eso. A España le cupo la gloria de simbolizar el fervor dentro de la Iglesia. Es natural, pues, que cuando los fieles en el mundo entero se afligen por la falta de actitudes categóricas animadas por un gran espíritu de Fe, esperen verlas surgir de corazones españoles. Ellos miran a España con justificada preocupación. Una palabra vuestra de esclarecimiento y orientación, como la que aquí filialmente os pedimos, resonará saludable y decisivamente en todo el orbe católico.

Al terminar esta misiva, rogamos a la Santísima Virgen que os ilumine en el ejercicio de vuestra sagrada misión. Pidiendo vuestra bendición,

 

José Francisco Hernández Medina

Fernando Gonzalo Elizondo

Pedro Galán Villacampa



Anexo:

Respondiendo eventuales objeciones

 

Terminada esta carta, es el momento de responder eventuales objeciones que por cierto no dejarán de difundirse en algunos ambientes.

Como ya dijimos, el estado de espíritu optimista de muchos españoles ha sido uno de los elementos que más ha servido a la revolución socialista para ganar terreno en nuestra patria. En efecto, los espíritus apocados y pusilánimes que no quieren enfrentar una realidad que les asusta y les exige soluciones varoniles, se refugian en la superficialidad y en las bromas.

Es, pues, probable que algunos de los sectores afectados por nuestra denuncia traten de explotar esta tendencia, hoy desgraciadamente tan difundida en la opinión pública, para salirse del apuro. A las burlas irresponsables, síntoma de la falta de argumentos, no responderemos.

No huiremos, sin embargo, de las objeciones y observaciones serias que el presente estudio pueda suscitar. Las recibiremos con cortesía e interés. Y como muestra de buena voluntad en este sentido, comenzamos por responder a algunas eventuales objeciones que nos parecen más probables.

 

1-  Altas razones políticas...

Algunos podrán objetar que la migración episcopal es efectivamente un hecho grave. Pero que sería mejor no levantar el tema. Cuando se entra en asuntos tan delicados suele ocurrir que surjan otros en cadena. Es mejor dejar que temas de tanta responsabilidad y con tantas consecuencias sean resueltos por los propios obispos, que son los únicos en condiciones de hacerlo con idoneidad. ¿Cómo pueden saber los fieles si no hay altas y sutiles razones políticas que obligan a los obispos a actuar así? Al fin y al cabo, un acuerdo con el PSOE puede traer grandes ventajas para la Iglesia...

La respuesta es muy sencilla: por una alta razón política no se puede transgredir gravemente la ley moral. Y en la actual coyuntura española están precisamente en juego problemas morales gravísimos.

 

2- Un análisis inoportuno

Otros dirán que este estudio sólo debería haber sido publicado tras consultar la opinión de personalidades prudentes, sean eclesiásticas o seglares. Lanzado así, como un rayo en cielo sereno, por un grupo de personas en su mayoría jóvenes, desconcierta al público e impide que haga el bien a que está destinado.

Nuestros objetantes no saben si hemos consultado o no personas prudentes e idóneas. Argumentandi gratia, les diremos que sólo habríamos tenido obligación de hacer dichas consultas si dudáramos de la oportunidad de esta publicación.

Ahora bien, sobre su oportunidad no tenemos la menor duda. Los españoles católicos y patriotas tienen necesidad de conocer en toda su amplitud la monstruosa psicocirugía revolucionaria, pues éste será el punto de partida de un cambio de rumbos en la nación.

 

3- Quijotismo...

Muchas veces se ha ironizado pretendiendo identificar el ideal católico hispánico con el quijotismo. No nos extrañaría, pues, que la izquierda soplase comentarios a través de escritores españoles o extranjeros —por ejemplo franceses— para ridiculizarnos diciendo; “¡Don Quijote ha resucitado y sueña con restaurar la Edad Media! Montado en un escuálido rocinante —el presente libro— emprende, al galope por toda España, una disparatada cruzada contra molinos de viento.

“El quijotismo —añadiría— es el defecto de los que creen obstinadamente en verdades absolutas y desprecian a los espíritus moderados, pragmáticos y realistas. Los autores, al censurar la conducta pragmática del PSOE, no han hecho sino demostrar su indisfrazable quijotismo.

“Tiempos hubo en que los católicos españoles quisieron imponer su fe quijotescamente al mundo entero; pero hoy, sus propios obispos, hombres de amplios horizontes, han sabido acompañar —a veces con fracasos, muchas veces con victorias— la marcha irreversible del género humano rumbo al progreso. Los autores del libro, al desempolvar un estandarte caduco y pasear solos y ufanos con él por las calles, demuestran una vez más lo ridículo de las posiciones dogmatizadoras y lo acertado de la conducta de los obispos renovadores.”

Nuestra respuesta es, una vez más, muy sencilla: Chritianus alter Christus. El Hijo de Dios fue odiado por la sociedad en que vivía, rechazado por su pueblo a causa de su combate contra los errores y vicios de su tiempo, murió abandonado en la Cruz como “varón de dolores” (Is. 53, 3), pero mantuvo su divina conducta hasta el fin. No nos sorprenderá, por lo tanto, que, para aislarnos, algunos empleen contra nosotros las armas del sarcasmo, constantemente utilizadas a lo largo de la historia contra aquellos que imitaron al Cordero de Dios.

Por nuestra parte estamos tranquilos, pues lo único que hemos hecho es tomar en serio las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt. 24, 35). Por las verdades eternas que la Iglesia enseña millones de mártires han dado la vida y misioneros santos han recorrido la tierra en las direcciones más variadas. De esas verdades se han alimentado sabios doctores y generaciones enteras de católicos durante veinte siglos.

Respecto al Quijote, pueden criticarlo cuanto quieran. Lo único que tenemos a decir es que el caballero de la triste figura no es de ninguna manera el modelo del idealista católico, sino su caricatura burlesca. El modelo, ya lo hemos dicho, es Nuestro Señor Jesucristo. Por otra parte, no combatimos molinos de viento; denunciamos un proceso que está demoliendo lo que queda de la España tradicional y católica.

 

4- Otra forma de objeción: el silencio

Hay todavía otro recurso del que pueden echar mano los opositores de este libro: el silencio.

Esta vieja táctica consiste en hacer correr de boca en boca por toda España consignas como: “¡No lo compren!, ¡no lo comenten!”, “¡no hablen sobre esos asuntos!”, “si se les hace propaganda, estos chicos son capaces de destruir la concordia que, a pesar de todo, reina en España”.

Tenemos que reconocer que, como táctica, es muy sagaz. Cuando no hay argumentos que oponer, queda el recurso de intentar emparedar al adversario con el silencio, para difundir después el murmullo de la calumnia y de la detracción personal.

Por tanto lector, si siente usted en torno a este libro un silencio inexplicable o el zum-zum de la calumnia, sepa que no son espontáneos. Pero sepa también que TFP-Covadonga — con la ayuda de la Santísima Virgen y del Apóstol Santiago— hará todo lo que esté en sus manos para que esta voz de alerta llegue a todos los espíritus objetivos de nuestra patria.

 


NOTAS

[1] Cfr. Nota sobre el Referéndum Constitucional, 28-9-1978 in CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Documentos 1965-1983, pp. 496-498.

[3] S. Antonio María Claret, Escritos Autobiográficos y Espirituales, BAC, Madrid, 1985.

[5] “ABC”, 22-11-1987.

[6] “El Eco”, Suplemento del Boletín oficial del obispado de Sigüenza-Guadalajara, 22-1-1984.

[7] “Diario 16”, 21-1-1986.

[8] P. Félix SARDA Y SALVANY, El liberalismo es pecado, p. 85.

[9] “Hoja del Lunes”, 11-11-1974; cfr. Medio siglo de epopeya anticomunista, pp. 72-77.