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Parte III
Tres operaciones de efectos reversibles y una nueva vía revolucionaria... · Se desvencijan las estructuras del Estado sin desmontarlos todavía. (Sistema jurídico institucional – autonomías – Corona)· Corrosión de las instituciones en la sociedad (Propiedad – familia – educación).· Transformación “lúdica” de las mentalidades. (Ambientes – costumbres – cultura y civilización).… que conduce a una sociedad disgregada autogestionaria, sin Dios ni ley. Capítulo 8 - finalEn un primer paso, desvencijar las estructuras del Estado sin desmontarlo IV — Del entrechoque dialéctico Gobierno central-autonomías surgiría espontáneamente la Federación de Comunidades Ibéricas
A medida que el fermento revolucionario separatista envenena la cuestión autonómica, recluta y consolida sus minorías anarquizantes y anima el doble show de los terrorismos blanco y sangriento, habituando a la opinión pública a la idea de la desintegración nacional, se van produciendo los hechos políticos que marcan hitos dentro del confuso y turbulento proceso autonómico, y surgen aquí y allá los elementos empíricos de una nueva doctrina que subvierte el concepto tradicional de Estado.
1- Los hitos políticos que van señalando el itinerarioEn primer lugar, en el País Vasco y Cataluña —las dos comunidades autónomas más dinámicas, donde el nacionalismo adquiere expresiones más categóricas, tanto a nivel de las presidencias como de las organizaciones partidistas— se toman numerosas actitudes dando a entender que, o los estatutos pactados en 1979 se interpretan con una elástica amplitud, o... que habrá que reformar la Constitución. De cualquier modo, lo que se pretende afirmar es que la cuestión autonómica no adquirió una institucionalidad definitiva, sino que es un proceso en marcha con límites indefinidos. Esto coincide con la interpretación constitucional que al comenzar el proceso dieron tanto dirigentes vascos y catalanes como representantes calificados de la UCD y del PSOE, el cual siempre lo vio como una vía hacia la federación "dentro de un marco constitucional abierto", cuya meta era la sociedad autogestionaria.
Se crea así una situación política que podría calificarse como esquizofrénica: los presidentes autonómicos, principalmente el vasco y el catalán, proyectan habitualmente una doble imagen apareciendo como la máxima autoridad política española en sus respectivas comunidades autónomas, y a la vez dando a entender que son jefes de naciones camino, tal vez, de la independencia.
a) En el País Vasco.— Así, por ejemplo, en 1980 y en 1984, Carlos Garaicoechea asumió el cargo de lendakari —jurando ante el Parlamento Vasco— sin esperar el decreto real, necesario constitucionalmente para transformarse en presidente efectivo de su comunidad autónoma. Tanto el Gobierno de la UCD, como el del PSOE reaccionaron displicentemente ante el hecho [39]. También la actitud complaciente de Garaicoechea y, de algún modo, la del actual lendakari Antonio Ardanza frente a la negativa de ciertos ayuntamientos vascos de izar la bandera española, habla en el mismo sentido. Según ha informado la prensa, en las alcaldías de las localidades en donde actuaba exclusivamente la Policía autonómica (Ertzanza), pasó a ser frecuente que sólo ondee la ikurriña, siendo que los ertzainas se limitaban a registrar el hecho [40]. Por otra parte, durante las negociaciones que precedieron la formación del actual Gobierno vasco, el EA de Garaicoechea, como el EE de Bandrés, quisieron imponer nuevamente una interpretación del Estatuto de Guernica que abre camino al independentismo [41]. En cada celebración del Gudari Eguna (Día del Soldado Vasco), como en otras conmemoraciones públicas de ese estilo, dirigentes de las diversas corrientes nacionalistas que aceptaron el estatuto de Guernica se encargan de mostrar que lo encaran como un límite provisional. Jesús Insausti, el día de su nombramiento como presidente del Euskadi Buru Batzar (Consejo Nacional del PNV) lo afirmó explícitamente: "El estatuto —dijo— tiene cosas buenas y malas. Aceptamos todas, pero afirmamos que el Estatuto no puede ser el techo a que aspiramos. Nuestro objetivo último es la independencia." [42]* Garaicoechea no fue menos claro durante el último congreso de su partido en Pamplona: las aspiraciones de Eusko Alkartasuna rebasan el estatuto autonómico aprobado y la propia Constitución. Su partido tiene como objetivo prioritario la "consecución de un Estado vasco unificado e independiente" [43]. En el caso de Herri Batasuna no hay ni que decirlo; independentismo radical, negación de la Constitución y de todo el sistema político institucional vigente.
* En discurso ante la Comisión de Autonomías del Senado, el actual lendakari peneuvista José Antonio Ardanza, afirmó significativamente que el Estatuto de Guernica fue hecho con algunas ambigüedades intencionales que le confieren un "carácter abierto para ulteriores desarrollos". Para Ardanza, el Estatuto no sería sino un pacto entre Euskadi y el Estado español, y considera que el proceso hacia una mayor autonomía y mayor autogobierno no está de ningún modo cerrado ("El País", 26-5-1987).
En el propio pacto de pacificación de enero de 1988, firmado en Vitoria por todos los partidos que actúan en el País Vasco menos Herri Batasuna, se tomó el cuidado de registrar expresamente tanto el compromiso de desarrollar al máximo el Estatuto de Guernica según sus principios inspiradores —que cada uno entiende a su modo— como de dejar abierta la hipótesis de considerarlo inválido, lo que podría comportar incluso una reforma constitucional a la búsqueda de más autogobierno [44]. A su vez, el obispo de San Sebastián, monseñor José María Setién, ha considerado oportuno señalar que la opción de Euskadi por la independencia es legítima, aunque no sea la única posible. Afirmación corroborada por el cardenal Tarancón primero, y después por la carta pastoral conjunta de los obispos vascos, de junio de 1985 [45]. Esta posición fue reiterada por los mismos prelados en la discutida carta pastoral de diciembre de 1987, en la cual propician la inclusión del tema de la autodeterminación, en abierto, como asunto de debate para alcanzar la pacificación del País Vasco*.
* En la carta pastoral conjunta titulada Erradicar la violencia debilitando sus causas, de 13 de julio de 1985, los obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria, monseñores Larrea, Setién y Larrauri, consideran que la opción por la independencia es "éticamente aceptable pero no puede elevarse al rango de única opción legítima y, por ello, necesaria. Son también aceptables otras opciones de signo nacionalista o regionalista". Los obispos parecen ignorar que está en curso en España un proceso de desmantelamiento del Estado, rumbo a una sociedad autogestionaria. Como únicas salvaguardas en el complejo problema de las autonomías, los obispos dicen que no debe usarse la violencia para imponer opciones legítimas aunque no necesarias y que los derechos de autogobierno "han de conjugarse con la solidaridad entre pueblos, nacida de sus relaciones históricas" (cfr. "Vida Nueva", 20-7-1985). Es decir, en un momento en que la efervescencia revolucionaria se introduce cada vez más en la cuestión autonómica, los obispos juzgan oportuno pronunciarse sobre la compleja e mineada cuestión histórico-política de un modo genérico, vago, que ignora datos capitales que la condicionan a fondo. De este modo desarman las legítimas desconfianzas y resistencias ante un proceso que amenaza desintegrar políticamente a España.
b) En Cataluña.— Las cosas ocurren con más sutileza en Cataluña. Si bien es cierto que el presidente de la Generalidad, el moderado Jordi Pujol, ha afirmado que "en Cataluña el independentismo es muy débil, casi irrisorio" [46], en concreto ya comienza a ser propugnado abiertamente dentro de su propia coalición política Convergencia i Unió. En efecto, la rama juvenil del partido Unió Democrática de Catalunya (que integra CiU junto con el partido Convergencia Democrática de Catalunya del propio Pujol) en su IV congreso (noviembre de 1986) aprobó la reivindicación de la independencia catalana, conjugada con la constitución posterior de una eventual Confederación Ibérica. Según esta opinión vigente en la rama juvenil de UDC, el Estatuto de autonomía actual es, pues, solamente un medio para la consecución de tal fin [47]. Por otra parte, están el partido pro-marxista Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y grupos nacionalistas radicales que rechazan de plano el actual estatuto autonómico y propugnan la independencia catalana sin más [48]. La coalición de Pujol, que se mueve en el flexible ámbito del centrismo, ya estableció pactos con ERC y, ora se aproxima de ésta, ora se aleja, con arreglo al estado de la opinión pública y a las conveniencias políticas. Hay quien acuse a Pujol de haber sido por lo menos complaciente respecto a las actividades del Moviment de Defensa de la Terra (MDT), que en la Diada de 1986 protagonizó manifestaciones de violencia urbana, como con otro grupo extremista, la Crida a la Solidaritat, ideológicamente más próximo al nacionalismo de Convergencia i Unió [49]. Por otro lado, si Pujol insiste en que su nacionalismo repudia al extremismo y se desarrolla en un contexto español, sus actitudes hacia el exterior han causado extrañeza. En efecto, el presidente de la Generalidad, si no en las palabras, en los hechos da la impresión de querer poner en marcha una política catalana de relaciones exteriores al margen del Gobierno español, al que constitucionalmente le incumbe esa función. La Generalidad, por ejemplo, ha llegado a pedir la creación de un órgano que represente a las diecisiete autonomías ante la Comunidad Europea, y cuyas decisiones sean vinculantes para el Gobierno español, lo que supondría en la práctica una primera actuación confederada de las comunidades autónomas paralelamente al Estado [50]. Pujol ha procurado marcar de diversas formas su presencia en el plano internacional. Quizá la más espectacular haya sido su visita a la Argentina, como invitado de honor del presidente Alfonsín, para presidir la conmemoración del centenario de la Casa Catalana. El presidente de la Generalidad viajó con aires de Jefe de Estado, llevándose en esa ocasión una gigantesca comitiva (más de mil personas, entre empresarios, técnicos, científicos y artistas). Por su parte, el Gobierno central ha hecho saber que no obstará las relaciones de las autonomías con los órganos de la CEE, ni los viajes diplomáticos al exterior, siempre y cuando se desarrollen en un nivel meramente oficioso, aconsejando asimismo a que se haga uso para ello del Servicio Exterior español. Fue precisamente lo que sucedió en el viaje de Pujol a la Argentina, en cuya preparación colaboró ampliamente la Embajada de España en Buenos Aires [51].*
* También el viaje a Israel tuvo resonancias simbólicas, sobre todo en virtud de las reiteradas declaraciones de Pujol comparando la situación del sionismo (que llegó a constituir un Estado soberano) con la del catalanismo; "En el sionismo —dijo el presidente de la Generalidad— hay hechos que, desde la perspectiva nacionalista, son muy interesantes y en ciertos aspectos repetibles en muchos movimientos nacionalistas." En sus discursos y encuentros con la prensa manifestó admiración por los logros de esa pequeña nación. A "La Vanguardia" se declaró atraído por el "misticismo" sionista "sin el cual —dijo Pujol— la restauración del Estado de Israel no hubiera sido posible" (Pedro S. Queirolo, El sionismo fue, como el catalanismo, un movimiento de defensa y afirmación in "La Vanguardia", 9-5-1987). En "El País", Vázquez Montalbán, al comentar este viaje a Israel, notó la intranquilidad causada por la conducta del líder nacionalista catalán, que habla más por sus hechos que por sus dichos: "Cada vez que Pujol sale de España asumiendo el carácter de representante del Estado de las autonomías (...) se produce una cierta expectación porque casi nadie es indiferente a las intenciones explícitas o implícitas del presidente de la Generalitat. (...)Tal vez (...) Pujol asuma el sionismo como reivindicación equivalente a la del catalanismo" (11-5-1987).
Por otra parte, a pesar de sus declaraciones más comedidas que las de muchos nacionalistas vascos, Pujol y el lendakari Ardanza fueron los únicos presidentes autonómicos que dejaron de asistir al solemne desfile militar en Madrid en conmemoración del 12 de octubre. Fuentes del Gobierno afirmaron que los presidentes catalán y vasco no ofrecieron explicación oficial para sus ausencias, aunque la Generalidad asegura que Pujol avisó con antecedencia... Los parlamentarios nacionalistas catalanes y vascos siguieron en su mayoría el ejemplo de Pujol y Ardanza [52]. Como ha recordado Emilio Romero, se está realizando por la vía de los hechos, la fórmula que acuñó uno de los redactores de la Constitución, el ex dirigente del Partido Comunista Jordi Solé Turá: "Nuestro sistema de autonomías es un conjunto de Repúblicas dentro de una Monarquía." [53] Pero, ¿qué conjunto de Repúblicas? Poco a poco, al calor de la agitación revolucionaria separatista, de las evoluciones de las figuras relevantes de los nacionalismos y de las acomodaciones del Gobierno socialista, va surgiendo, como por casualidad, el bosquejo doctrinal de lo que podrá ser esa futura unión de repúblicas, dejando superada la definición del propio Solé Tura... mientras duermen los pueblos de todas las Españas.
2- Ya se debate con la mayor naturalidad sobre el desmembramiento de EspañaLos revolucionarios de hoy, los actualizados, ya no hablan en tono grandilocuente, ni profieren amenazas. Los nuevos movimientos que se insurgen contra el orden vigente y contra el Estado —explica el ya citado postsocialista francés Alain Touraine—
hablan con dulzura sobre las demoliciones que se proponen realizar*. No faltan los sobresaltos, las agresiones, las explosiones de violencia terrorista, en los días que corren. Acabamos de verlo. Pero ello queda a cargo de minorías más o menos anarquistas que hacen oír, en el fondo del escenario, el contrapunto del miedo. Los que se dirigen a la opinión pública, para conducirla sin traumas, usan este nuevo lenguaje que está más de acuerdo con la marea ecumenista. Algo que desconcierta y desmoviliza al mismo tiempo. Porque, ¿cómo pueden palabras tan dulces y amables, expresar realidades efectivamente revolucionarias y acarrear consecuencias verdaderamente dramáticas?
* Refiriéndose a los nuevos movimientos sociales capaces de llevar adelante la única revolución posible en nuestros días, y entre los que se cuentan especialmente el feminismo, las minorías nacionales y los ecologistas, Alain Touraine explica: "Los movimientos sociales se comportaban en el pasado como personajes épicos, héroes de cantares de gesta o de tragedias que declamaban, con tono hechicero, los dirigentes y los ideólogos. En los movimientos sociales hoy en día en formación, el talante pasa de la excitación extrema y de la denuncia a la explicación, que trata más de fortalecer la convicción que de provocar la movilización. El lenguaje se vuelve más afectivo y preñado de humor; trata a menudo también de manipular las solicitudes afectivas de quienes le escuchan. La participación, que ya no se justifica por la pertenencia a un grupo real, debe poner de manifiesto su carácter totalmente voluntario multiplicando las señales de identificación: indumentarias, posturas corporales, referencias al cuerpo y a la emoción" (El postsocialismo, p. 137).
a) Cataluña ¿en la Europa de las regiones, o de las micronaciones?— Así, pues, en esta España de la "revolución asombrosa y tranquila" veremos, a propósito de la cuestión autonómica, al moderado Pujol explicarnos que Catalunya es una nació. ¿Qué significa realmente esto? El nos dirá que es una nación dentro de España. Pero entonces, ¿qué es España? ¿Una supernación honoraria, una especie de Commonwealth hispánica, o una mera abstracción? El presidente de la Generalidad no abunda en precisiones al respecto; parece vislumbrar un horizonte en donde el dilema quizá se disuelva en una nueva realidad: es lo que él llama la Europa de las regiones. Su concepto de nació es un poco diferente y un poco parecido al de las naciones que hoy conocemos. Algo así como una micro-nación, una región que alcanza su completo autogobierno — no se ve en qué se distingue exactamente de la independencia— pero que no se transforma tampoco en un Estado. ¿Cuál es el enigma y qué lugar ocupa en él la Europa de las regiones? ¿Sería el desmembramiento de los actuales Estados nacionales europeos en una gigantesca confederación de pequeñas micronaciones sin estructura definida? Pero, ¿qué quedaría entonces de la identidad histórica catalana? Pocos lo preguntan y nadie lo explica. Una ciudad de solera catalana como Vic, fue escogida recientemente por personalidades nacionalistas de diverso tono ideológico —entre las que se contaban, por ejemplo, Miquel Roca Junyent, de Convergencia i Unió y Heribert Barrera, de Esquerra Republicana— para celebrar un encuentro sobre el nacionalisme català a la fi del segle XX. La publicidad fue discreta. No se llegó propiamente a conclusiones sino a simples "consideraciones y propuestas". No hemos encontrado tampoco definiciones más claras. Se rechaza un nacionalismo de “carácter cerrado y reaccionario”. Se habla de un nuevo tipo de nacionalismo, que sería una vía de futuro, un factor de profundización democrática, un instrumento de liberación en torno a la idea de "Cataluña como nación". Pero todo queda en las brumas [54]. Otro encuentro, realizado esta vez en el Palacio de Congresos de Montjuich, en Barcelona, escoge el camino que la izquierda clásica designó como liberación nacional. Esto es, propugnar la transformación de Cataluña en un nuevo Estado independiente. Es lo que se propuso en la Primera Convenció per la Independencia Nacional. La vía propuesta por los quinientos participantes, en su mayoría profesionales liberales, según informa "La Vanguardia", sería "pacífica y democrática." [55] Teorizando por su parte, desde Madrid, la revista "Noticias Obreras", órgano de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) —donde colaboran obispos como monseñor Iniesta y monseñor Osés, auxiliar de Madrid el primero y obispo de Huesca el segundo— se refiere, en editorial, al fortalecimiento de las "nacionalidades históricas en general y a la catalana en particular" y llega a la conclusión de que el Estado español está "mal constituido desde el primer momento de su inestable unidad y que exige una revisión desde sus mismas raíces". Llama entonces a la clase obrera a "recuperar el protagonismo que sus dirigentes le han hecho perder en el plano de la política autonómica", a comprometerse en "la lucha en ese ámbito que adquiere importancia día a día y que quizá sustituya algún día al de los caducos Estados nacionales de hoy" [56]. ¿Qué sustituirá al Estado español caduco? ¿Una confederación de pequeños Estados que ya nacen también caducos? No parece. ¿Entonces qué? Otra vez el enigma.
b) ¿Euskadi en la Europa de los pueblos?— En el País Vasco, donde las tintas andan más cargadas, los dirigentes del PNV y del Eusko Alkartasuna de Garaicoechea se explican un poco más. Sin embargo, el tumulto de los acontecimientos, aliado a la modorra ideológica general, hace que pocos —incluso entre los electores y las bases tradicionalistas del nacionalismo moderado— presten atención en el sentido exacto de las declaraciones programáticas o de las complicadas y brumosas teorías de estos dirigentes. En marzo de 1977 —cuando Garaicoechea y los suyos todavía no se habían separado del partido, y Adolfo Suárez lanzaba desde el Gobierno central el proceso autonómico— la Asamblea Nacional del PNV fijó unos Planteamientos políticos, socioeconómicos y culturales. En ellos se adelantan algunos bosquejos doctrinales sobre el futuro autonómico de Euskadi. La cuestión no es fácil de resolver. Las bases regionalistas, tradicionales y forales, que dan fuerza al partido no ven con buenos ojos un futuro Euskadi en donde un gobierno nacionalista fuerte absorba sus derechos provinciales y forales, y establezca un microcentralismo vasco. En cuanto a la independencia, la mayoría habla de ella mucho más como recurso para afirmar su identidad cultural que como meta verdaderamente perseguida. Si se les propusiera la independencia inmediata, probablemente la rechazarían. Por su parte, el regionalismo tradicional navarro, al que tanto han deseado atraer hacia la idea de Euskadi los dirigentes peneuvistas, parece más reacio aún a constituir una Vasconia autónoma unida bajo el signo de un nacionalismo fuerte. De independencia, ni hablar. Por ello ningún dirigente político vasco o navarro ha querido siquiera proponer la realización del plebiscito que constitucionalmente sería necesario para que la comunidad autónoma foral de Navarra se integre en el País Vasco, tan seguros están de que serían derrotados*.
* Ver al respecto del tradicionalismo foral vasco y navarro y de la posición mayoritaria en Navarra, el interesante y cuidadoso estudio de José Miguel de Azaola, El hecho vasco in Juan J. LINZ y otros, España: un presente para el futuro, t. I, pp. 218, 219, 227, 228. También María José Vidal, Navarra no cede in "Época", n° 109. 13-4-1987.
Por su lado, Herri Batasuna, como ETA, rechaza la propia exigencia constitucional del plebiscito y, autodeterminación aparte, propugna la anexión obligatoria de Navarra al Euskadi libre y marxista que desea... Toca, pues, conjeturar en un terreno ideológico que recuerda un poco la marcha del equilibrista en la cuerda floja. ¿Hacia dónde se dirige, entonces, el proceso autonómico vasco? Hacia la Europa de los pueblos, responden los dirigentes que aprobaron la Declaración de Principios y las Resoluciones en la Asamblea peneuvista de marzo de 1977. Argumentan que si los grandes Estados nacionales de Europa tienden a ceder parcelas de su soberanía en favor de una futura entidad europea supranacional, "es lógico que el pueblo vasco no debe caer en la tentación de pretender darse a sí mismo una estructura estatal caduca y superada". Cabe aquí otra vez la pregunta que correspondería también hacer a Pujol y a su nacionalismo catalán: Si Euskadi, plenamente autónomo, no será un Estado en los moldes clásicos, ¿qué es lo que será? Pues... una unidad política libre en la "Europa de los pueblos libres", responde la Asamblea del PNV de 1977. Estamos, una vez más, entre las brumas*.
* Nótese que los autores del programa del PNV escribieron Europa de los pueblos y no de las naciones. Pueblo y nación son conceptos técnicamente distintos. Al contraponerlos de algún modo, los dirigentes nacionalistas quisieron aludir evidentemente a un cuerpo social plenamente autónomo, pero menos estructurado que una nación, incluso cuando ésta no hubiese llegado a organizarse como Estado. Es decir, el propósito de disolución de la actual estructura político-social aparece aquí afirmado con una especial radicalidad.
Esta nueva estructura política libre sería —nos explican— "globalmente democrática", estaría "inspirada por un espíritu igualitario", dentro de "un orden socializado". Euskadi libre y socializado, pero no estatal —podríamos decir autogestionario— lucharía "codo a codo con los demás [pueblos] en la construcción de una Europa nueva, libre, progresiva, democrática y con vocación mundial"*. Una Europa unida en la que, superados los Estados actuales, se operaría una "convergencia de sistemas político-sociales” (léase sistema capitalista y sistema comunista) [57].**
* ¿De qué otro modo podría entenderse ese "orden socializado" e "igualitario" sin Estado en los moldes clásicos sino como una fluida organización social de tipo autogestionario? Socializar aquí significa evidentemente traspasar las antiguas funciones estatales a la sociedad. Así, por lo menos genéricamente, la perspectiva abierta por el programa peneuvista parece consonante con la meta de los clásicos marxistas que propugnan la extinción del Estado y la socialización del poder económico, que pasaría directamente a los autogestores; meta compartida, como vimos, por comunistas, socialistas y anarquistas (cfr. Capítulo 6).
En los regímenes marxistas el partido comunista dirige y controla los pasos tímidos que actualmente están siendo dados en ese sentido, y todo hace prever que, menos ostensiva pero más meticulosamente, continuará su dominio dictatorial si llega a implantar efectivamente la galaxia de unidades socioeconómicas autogestionarias (cfr. capítulo 6). Siendo así, ¿cómo se daría en los futuros pueblos sin Estado en moldes clásicos —en que los dirigentes nacionalistas vascos anhelan ver transformados Euzkadi y Europa— ese asumir de las antiguas funciones estatales por la sociedad? ¿Tendríamos, al final, más agrupaciones sociales sin fronteras jurídicas definidas, fluidas, que se interpenetran, cambiantes, parecidas a lo que cierto pentecostalismo y sus líderes carismáticos desean hacer con la estructura jerárquica de todas las iglesias, incluso la de la Iglesia Católica? Todo esto resulta extremadamente brumoso. ¿Cómo no temer que, en último término, esta socialización igualitaria sin Estado desemboque en un aniquilamiento de los derechos individuales en beneficio deformas más tiránicas de colectivismos grupales que el propio socialismo de Estado clásico?
** Llama también la atención la radicalidad con que está afirmada aquí la idea de una convergencia entre regímenes de una Europa sin exclusiones (que abarca no sólo la Europa Central socialista, sino también la propia Rusia). Hasta ahora los dirigentes políticos más osados, socialo-comunistas o no, han hablado de una convergencia de colaboraciones más bien en el ámbito de la política internacional y de acciones conjuntas en materias económicas de alcance continental o mundial. El programa del PNV va hasta el fin del camino cuando propone una convergencia en el propio sistema político-social. Por consiguiente, dicha convergencia fundiría el sistema capitalista y democrático de corte occidental con el sistema socialista...
¿No es sorprendente, lector vasco, catalán, gallego, andaluz, navarro, o castellano? ¿Imaginaba usted que en la confusión del proceso autonómico había autonomistas de primera fila que pretendían el desmantelamiento del Estado español y de todos los Estados, rumbo a una confederación de microunidades socializadas de pueblos de éste y del otro lado del Telón de Acero? ¿Usted no desea explicaciones más precisas sobre ese desmantelamiento general de los Estados que emerge de la cuestión autonómica? Sin duda. Y nosotros también. Garaicoechea, habiendo formado su nuevo Eusko Alkartasuna, declara —en una entrevista brillantemente conducida por Pilar Urbano— que "ha llegado el momento de salir de la nebulosa y decir las cosas claras". No todo parece claro en sus palabras, pero ellas nos permiten avanzar un poco más dentro de la nebulosa. El ex lendakari traza un camino: de la autonomía a una confederación y de ésta a un Euskadi no estatal pero quizá independiente en la Europa de los pueblos, mientras se relativizan los Estados nacionales. "Nosotros podemos — dice— ser absolutamente leales con el Estatuto de autonomía; pero no tenemos por qué aceptar que ese Estatuto sea el desiderátum y el compendio de nuestra ideología. (...) Esa ideología puede definirse así: una fórmula de corte confederal. Y la última ratio de derecho de autodeterminación, que tanto escandaliza por ahí, como instrumento de autodefensa de un pueblo, si llegase el momento de tener que elegir su futuro..." O sea, "independencia, sí..., si fuera necesario". Se entiende, pues, que en Eusko Alkartasuna se definan: "Euskadi es una nación, dividida entre dos Estados, que se asienta en los territorios de Álava, Guipúzcoa, Laburdi, Navarra, Vizcaya y Zuberoa." Su "integración en una sola organización política constituye un objetivo irrenunciable de EA ". El partido de Garaicoechea "impulsará la transformación de la Europa de los Estados en la Europa de los pueblos, propiciando la unificación nacional de Euskadi (sur y norte)". Para ello, "EA propugna la necesidad de un status propio de las naciones sin Estado, que garantice su presencia ante las instituciones europeas". En la futura Unión Europea, con la que sueña Garaicoechea, tendrán "su protagonismo principal las comunidades naturales". Así, el ex lendakari concede: "Queremos tener y mantener vínculo y status especiales con los pueblos del Estado español, porque hay un sedimento histórico y cultural y hay un afecto mutuo que ni deseamos ni podemos borrar..." En esa marcha, Garaicoechea acepta ir superando el techo de las facultades autonómicas dentro del contexto del Estado español. Es consciente de que, mientras tanto, "el concepto político de Estado se va relativizando y empobreciendo, a medida que en el concierto internacional se pierde autonomía de decisión. Y los Estados se hacen mutuamente dependientes". Así, explica: "A mí un Estado confederal español en el que la unidad de mercado, las relaciones exteriores y la defensa las tengamos como una empresa común, me parece muy bien ¡de perlas!" [58]
c) Un ex miembro del PCE lo explica claramente: micronacionalismos autogestionarios rumbo a una república universal de nuevo estilo.— En una ponencia durante el VII Seminario Internacional del Instituto Socialista de Estudios e Investigaciones, con sede en París, realizado en junio de 1985, el ex dirigente del PCE Manuel Azcárate, hoy teórico de izquierdas sin partido, habló más claramente sobre esta Europa unida autogestionaria. Su exposición —que sepamos— no ha sido divulgada en España. Señala Azcárate que, para pasar de los Estados nacionales a la Unión Europea, es necesaria una revolución cultural que libere a las respectivas tradiciones nacionales de sus vínculos históricos con "un órgano concreto, el Estado". Es la estructura estatal la que debe evaporarse, y ya se ven síntomas generales de ello en nuestro continente, debido a la crisis de confianza que afecta al parlamentarismo, a los partidos políticos y a la sociedad en general. Azcárate es incisivo: "Un progreso social exige una disminución del Estado nacional por arriba, hacia la entidad política europea; y por abajo, hacia un proceso de descentralización de competencias a través de los órganos regionales, locales, y de formas de autogestión, de democracia directa, que están todavía en gran parte por inventarse." Azcárate comprende bien el lenguaje que hace poco nos extrañaba: "La Europa de los pueblos, sin duda, pero a la vez la Europa de las regiones, la Europa de las ciudades, la Europa de las entidades autogestionadas en esferas tales como la cultura, la salud, la ciencia, el arte, etc. Europa promoviendo nuevas formas de participación popular en las grandes decisiones políticas." En cuanto al carácter convergencialista de esta Europa de las comunidades autogestionarias sin Estado, los horizontes que Azcárate vislumbra son tan amplios que llegan a confundirse con los prolegómenos de la república universal: "Hablar de Europa cultural sin la Unión Soviética, e incluso sin los Estados Unidos, sin América Latina, ¿es posible?" [59]*
* Corroborando las afirmaciones de Manuel Azcárate, Mario Onaindía, secretario general de Euskadiko Ezquerra se pronunció a favor de una Europa de los pueblos, "una nación europea en la que quepamos todos", que no termine en el "telón de acero" ("Diario 16", 27-5-1987).
d) Un revelador congreso de la "intelligentsia" nacionalista convocado por los socialistas.— Muchos analistas políticos proclives a ilusionarse con las primeras apariencias de calma y estabilidad de que se revisten las situaciones más preocupantes y precarias, tienden a considerar ahora al PSOE como el campeón de la unidad nacional española. No se dan, o no quieren darse cuenta, de que el Gobierno socialista tiene que habérselas con una opinión pública en general poco entusiasmada con el proceso autonómico y que se volverá hostil si lo ve entrar claramente en las vías del separatismo. El PSOE está, pues, en su papel de controlador político del proceso, cuando establece, sin energía, algunas cortapisas para frenar en el campo institucional a los más exaltados. En todos los procesos revolucionarios existen los que van más adelante y los que van más atrás; los jacobinos y los girondinos. La UCD de Adolfo Suárez y el PSOE de Felipe González liberaron las energías centrífugas. Se trata ahora de evitar que los desmanes alarmen demasiado, y de intentar gobernarlos rumbo al federalismo, visto como el marco adecuado para la sustitución gradual del Estado por la fluida sociedad autogestionaria, conforme a las metas trazadas por los propios congresos socialistas. No deben extrañar, pues, las flexibilidades de los socialistas para alcanzar sucesivas alianzas en el País Vasco. Tampoco deberá sorprender que tomen al mismo tiempo iniciativas para favorecer la fermentación independentista, como aquel congreso convocado por el Ayuntamiento socialista de Gerona, para preguntarse: "¿Qué es España?" Reunieron allí y prestigiaron a una intelligentsia separatista de varios cuadrantes, que esbozó fórmulas y definiciones sobre el futuro del proceso autonómico, destinadas a alimentar la efervescencia revolucionaria. No faltó ni siquiera el ingrediente eclesiástico progresista, bien representado por el P. Diez Alegría S.J. Las lenguas se desataron. El filósofo de la movida anarco-socialista Savater, proclamó sin más: "No se puede reprimir la existencia del separatismo vasco, catalán, o canario. El ochenta por ciento de los vascos se sienten independentistas. El País Vasco y Cataluña nunca se han sentido auténticamente España, sino prisioneras de España, colonias de España, o víctimas de España." Javier Pradera prefirió simplemente responder a la pregunta de la convocatoria, lanzando: "¡Que España sea lo que le dé la gana!" María Subirachs, con no menos desparpajo, sentenció: "Para mí, desde Cataluña, España no es nada." En medio de los exabruptos, Tuñón de Lara se detuvo en explicar parsimoniosamente que "España es un Estado multinacional con su capacidad de articular diversas comunidades con voluntad de autogobierno, sin por eso carecer de unidad estatal". Más conocedor de los vientos revolucionarios del futuro se mostró el intelectual José Luis López Aranguren, que después de elogiar a Garaicoechea por no haber colocado como lendakari ninguna bandera en el palacio autonómico de Ajuria Enea, delineó el porvenir del proceso: "Llegará un día en que se tome un poco a broma la bandera española, la catalana y la vasca. Será el momento en que se pasará de los nacionalismos decimonónicos a los micronacionalismos del siglo XXI." No menos enterado del futuro revolucionario se reveló Aranguren cuando completó: "Se va a llegar a la disolución del Estado nacional. Está en la marcha de la Historia." [60] Es decir, considera que las tensiones Estado español-nacionalidades se insertan dentro de un movimiento evolutivo de disgregación de España. ¿Esta evolución llevará a una posterior disgregación de las propias nacionalidades? Cabe preguntarse si, dadas las previsiones de López Aranguren, la sociedad no caminaría de disgregación en disgregación hacia un futuro todavía ignoto donde primarían las microcolectividades...
V — Acontecimientos internacionales inesperados pueden precipitar lo que muchos consideran una utopía lejana
Es evidente que cuando la mayoría de los españoles se informa por los grandes medios de comunicación social sobre la marcha del proceso autonómico, no encuentra toda esta fermentación revolucionaria descrita de modo accesible y con nitidez. Sólo oye o lee formulaciones parciales y complejas que no acierta a comprender enteramente. Tal desinformación, aliada al clima de diálogo ecumenista de nuestra vida pública y a la vieja impresión de estabilidad inconmovible que para muchos dan todavía las estructuras político-sociales vigentes, concurre a mantener la despreocupación de la opinión pública frente a este panorama. Pues ella desconoce el verdadero contenido de las tendencias ideológicas que adquieren cada vez más fuerza, sea en el campo socialista, sea en los medios de la intelligentsia nacionalista. Desmantelamiento del Estado nacional; Confederación Ibérica; Europa de las regiones; Europa de los pueblos socializados, pero sin Estado; Europa de las micronacionalidades autogestionarias del Atlántico a los Urales; todo ello parece uno de esos devaneos utópicos a los cuales se presta una media atención desinteresada... Sin embargo, vivimos en un mundo en el que todos los problemas se han complicado y agigantado insospechadamente y en donde lo inesperado desde hace mucho ha dejado de ser improbable. Aquellos que se obstinan en no ver las características peculiares y el contexto ideológico revolucionario en que se desarrolla la cuestión autonómica en España y que no aciertan a comprender el alcance de las lucubraciones neosocialistas sobre la caducidad del Estado, sobre la lucha de los nuevos movimientos sociales y especialmente de las llamadas minorías nacionales; ni de las resoluciones congresuales del PSOE, o de las pautas programáticas de ciertos nacionalistas vascos, o catalanes, harían bien en tener en cuenta que elementos internacionales pueden, de un momento a otro, transformar lo que parecen planes delirantes en una dramática realidad. Rebasaría los límites de este estudio analizar esos posibles acontecimientos mundiales. Nos limitamos por ello a enunciar algunos que se encuentran fácilmente al alcance de quien siga el noticiario internacional.
1- Las posibles consecuencias «le una crisis económica mundial
Nadie puede negar que los problemas ya amenazadores de una economía mundial interdependiente pueden agravarse súbitamente si, por ejemplo, las naciones en desarrollo más endeudadas no pagan sus obligaciones*. Esta posibilidad —ampliamente discutida por los expertos— provocaría un crac económico norteamericano y mundial, sumiendo a nuestras naciones en crisis de consecuencias imprevisibles. De ahí fácilmente podrá emerger un poder económico y político supranacional que transformaría en meramente formal la estructura de los Estados. En tal contexto se harían súbitamente factibles las esperanzas de una Europa de los pueblos sin estado o de las micronacionalidades, que hoy pueden parecer improbables a muchos.
* La interdependencia sugiere la idea de colaboración y la colaboración supone la concordia, la paz y el progreso. Por lo tanto una cosa muy simpática. Sin embargo, pocos ven el reverso de la medalla: el funcionamiento del sistema interdependiente exige el concurso de cada uno de los elementos que lo componen. Así como la resistencia de una cadena es equivalente a la de su eslabón más débil, así en una economía mundial interdependiente la bancarrota de una nación cualquiera que la compone puede arrastrar consigo al conjunto. Ahora bien, como no está demostrado que esa interdependencia sea estrictamente necesaria, debemos concluir que es inútil o peligrosa.
2- Un nuevo Mayo del 68 de ámbito internacionalUn acontecimiento inesperado puede producirse también en otro ámbito. Hemos asistido últimamente a agitaciones estudiantiles en España, Francia, Italia y hasta en naciones de detrás del Telón de Acero, que han hecho hablar, a observadores experimentados, de las posibilidades de repetirse una rebelión juvenil libertaria al estilo del Mayo francés de 1968, pero esta vez con un alcance internacional mucho mayor. Todas las presiones anarquizantes contra el Estado y la sociedad actuales cobrarían, en dicha eventualidad, una fuerza inusitada, a cuyo impulso el separatismo de las micronaciones más o menos autogestionarias tendría también condiciones nuevas de victoria entre nosotros y en todos los países donde está siendo activamente fomentado.
3- Tensiones y distensiones mundialesAl mirar otro aspecto de la realidad, vemos cómo aparecen, a cada momento, perspectivas contradictorias. Por una parte, sorprendentes distensiones internacionales; por otra, conflictos que pueden colocar el mundo al borde de verdaderas hecatombes. ¿Quién puede estar seguro que de los inextricables problemas del Oriente Medio no surja una explosión que haga enfrentar a las superpotencias? La perspectiva de una hecatombe nuclear, ¿no predispondría al mundo a aceptar, para evitarla, una estructura política supranacional convergencialista para Europa —del Atlántico a los Urales— donde se haga realidad el desmantelamiento autogestionario de los actuales Estados? ¿Es tan quimérica dicha eventualidad, si se toman en cuenta la perestroika de apariencia a la vez autogestionaria y convergencialista promovida por Gorbachov con tanto respaldo publicitario internacional? * * * De cualquier modo, para sacudir la apatía no hay que esperar que acontecimientos de esta magnitud hagan saltar por los aires los estrechos esquemas mentales a que se aferran los espíritus banales. Todos sufrimos a diario los hechos desconcertantes de un proceso de resquebrajamiento de la unidad de España, que anunciados hace tan sólo algunos años nos hubieran parecido simplemente una pesadilla. NOTAS [39] "ABC", 15-4-1984; "Ya", 14-4-1984. [40] "ABC", 25-11-1986, 26-1-1987. [41] Cfr. Ignacio Arteche Suberbiola, Chantaje nacionalista al PSOE in "Fuerza Nueva", 14 al 18-2-1987, pp. 24-25. [42] "ABC", 7-2-1985. [43] "La Vanguardia", 5-4-1987, 6-4-1987. [44] "El País", 13-1-1988. [45] "ABC", 23-2-19S5; "El País", 5-3-1985; "Vida Nueva", 2-3-1985, 20-7-1985; "Ya", 2-3-1985. [46] "Ya", 9-8-1986. [47] "El Alcázar", 28-10-1986. [48] "ABC", 12-9-1985, 26-1-1987; "El Alcázar", 17-6-1986; "El País", 25-1-1987, 27-1-1987; "La Vanguardia", 9-12-1986, 4-2-1987. [49] Cfr. "Tiempo", 22-9-1986. [50] "ABC", 9-3-1986. [51] “ABC”, 9-3-1986; “El Alcázar”, 10-8-1986; “El País”, 13-8-1986; “Ya”, 9-8-1986, 14-8-1986. [52] “El País”, 13-10-1987. [53] “Ya”, 29-8-1986. [54] "La Vanguardia", 27-3-1987. [55] "La Vanguardia", 16-3-1987, 15-4-1987. [56] "Noticias Obreras", 16 al 30-5-1984. [57] PARTIDO NACIONALISTA VASCO, Planteamientos políticos, socio-económico y cultural, pp. 9, 11, 13, 47, 49, 53. [58] “Epoca”, 10-11-1986 [59] “Politique aujourd’hui”, numéro hors-série, PP. 43-45. [60] “ABC”, 26-2-1984 |