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Capitulo 18
Las gradas están vacías
I — La “neorrevolución” una vía nueva para realizar el cambio de las mentalidades
Después de haber descrito y analizado en su terrible eficacia el proceso revolucionario que el PSOE encabeza, cabe detenerse en una cuestión decisiva, a la cual hemos aludido tan sólo de paso a lo largo de los capítulos anteriores: esta neorrevolución, ¿es incoercible? ¿presenta flancos vulnerables? ¿cuál es su talón de Aquiles? Al margen de las divergencias de que hacen alarde, los neosocialistas cifran la eficacia de su vía hacia la autogestión en una estrategia capaz de producir una tranquila pero radical transformación de las mentalidades individuales, diluyéndolas en un consenso colectivo que irá permitiendo uno tras otro los nuevos cambios revolucionarios.
1- El fracaso de las vías clásicasSegún la teoría neorrevolucionaria, comunistas y socialistas cometieron un error histórico cuando quisieron implantar el colectivismo por medio de la violencia dictatorial: tan sólo consiguieron crear un gigantesco —y hoy esclerosado— aparato burocrático al cual las masas permanecen ajenas. Se equivocaron todavía más los llamados socialdemócratas de Occidente que, a fuerza de adaptar las ideas socialistas al capitalismo, emprendieron un camino excesivamente lento en el cual se va evaporando la meta final de la autogestión. Aunque los revolucionarios admiten que el régimen de tipo ruso —pese al descontento mudo y pasivo que genera— puede continuar dominando a las masas por tiempo indefinido, como también que la socialdemocracia puede todavía introducir algunas reformas sin mayor expresión, consideran que ambos regímenes esencialmente han fracasado*. Porque por esas vías no serán transformadas las mentalidades, o lo serán tan lentamente que la sociedad autogestionaria integral nunca será implantada. Peor aún, en consecuencia de los estancamientos y frustraciones, los cuadros políticos capaces de conducir ese proceso terminarán desgastándose **.
* Sobre las incógnitas que plantea para el observador occidental el estado de la opinión pública en los países de detrás del Telón de Acero, remitimos al lector a lo ya dicho en el capítulo 6. ** En 14-2-1990 el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira publicó en la "Folha de São Paulo", Brasil - ( y las TFP's alrededor del mundo lo publicaron en otros 50 periódicos y/u revistas de Occidente ) - el manifiesto "Comunismo y anticomunismo en el umbral de la ultima década de este milenio", en el que analiza el fracaso de los regímenes comunistas y el profundo descontento por ellos criados. Para el texto en español remitimos nuestros lectores para aquí. Para leer el texto en su original, portugués, pinchar aquí.
2- Con la “psicocirugía” revolucionaria, una marcha sin obstáculos...En cambio, la eficiencia de la vía que el PSOE está recorriendo puede parecer teóricamente incontestable. El realismo político y la marcha continua hacia la utopía parecen haberse conjugado en esta psicocirugía revolucionaria que se aplica sobre España. No despierta reacciones de envergadura, lo cual permite a los dirigentes socialistas ufanarse de poseer una hegemonía psicopolítica y psicosocial cuyo término no se vislumbra. Se jactan, incluso, de que darán la vuelta al país como si fuese un calcetín, para recordar la prosaica comparación de Rodríguez de la Borbolla. La futura sociedad de las comunidades autogestionarias se irá construyendo así sin riesgos ni retrocesos, y se asentará sobre la base firme de hombres nuevos, con un pensar-sentir colectivo, liberados de Dios, de la razón, de la moral, de la autoridad y del Estado, y solidarios en la igualdad más radical.
3- ... en la España oficialPero, ¿están realmente corriendo las cosas al gusto de los neorrevolucionarios? Si se consideran las primeras victorias electorales del PSOE, la arrogancia de TVE y de la prensa oficialista, la insolencia de los movimientos libertarios, la fermentación disgregadora del separatismo, la aparente despreocupación en los ambientes próximos a la Corona, y el pertinaz consensualismo ecuménico de la oposición política y de la mayor parte de los dirigentes no-socialistas eclesiásticos y civiles, la neorrevolución parece irreversible. Esta impresión, ¿será verdadera? En cuanto a la España oficial, quizás lo sea. En cuanto a la España real, los hechos hablan, como veremos, en un sentido muy diverso.
II — En la España real, el atolladero del PSOE
La revolución del PSOE no es una revolución de grandes entusiasmos populares. Ni siquiera los más próximos aduladores del Gobierno serían capaces de sostenerlo.
1- La inconsistencia de la popularidad y de los triunfos electorales de nuestros díasLas victorias electorales del PSOE no pueden ser presentadas, en el contexto actual, como una opción ideológica auténtica a favor del socialismo autogestionario. Hoy ya no se puede razonar así. A medida que avanza hacia su fin el siglo XX, la matemática sirve cada vez menos para juzgar los resultados electorales. La descaracterización psicológica sufrida por la opinión pública de Occidente —especialmente a partir de Yalta— hace que sus movimientos sean difíciles de interpretar con exactitud. Se revelan cada vez más complejos, fluidos y cambiantes. Pues, ¿cómo podría ser de otra manera, si se tiene en cuenta el lento amortiguamiento del principio de contradicción en las almas, y el consiguiente debilitamiento del sentido crítico? La confusión ecumenista de todas las doctrinas y el caos manso que se van instalando en la vida pública contemporánea contribuyen, sin duda, a agudizar este trágico declinar del lumen rationis. Todo ello explica la inconsistencia e inestabilidad de ciertas formas de popularidad contemporáneas. Líderes políticos, corrientes culturales o movimientos de opinión surgen repentinamente, triunfan en un momento, reciben una fugaz consagración popular, para desaparecer poco después tan rápido como surgieron, borrándose de la memoria de las mismas mayorías que los llevaron al cenit de su efímero prestigio. Esos líderes, esas corrientes, esos movimientos parecen incontenibles cuando los focos de la publicidad convergen sobre ellos. De ese modo, conquistan popularidad, ganan elecciones, alcanzan el poder. Poco después la ola se retira, las aguas bajan y los vencedores de ayer quedan como restos inermes que el mar dejó abandonados en las rocas. Es la trayectoria de tantas ascensiones vertiginosas, alentadas por la publicidad, pero sin verdaderas raíces en lo que podríamos llamar la psiquis popular. Fue lo que ocurrió con la Ostpolitik de Willy Brandt, con el eurocomunismo y con el socialismo autogestionario francés. Lo mismo ha sucedido, en el plano religioso, con las reformas postconciliares progresistas impulsadas por pequeños cenáculos de eclesiásticos, de teólogos de vanguardia y activistas laicos. Fueron aplaudidas por grupos muy minoritarios, contaron con mucha publicidad, pero hoy se ve que la mayoría de los fieles no las ha comprendido o no las ha seguido con entusiasmo.
2- En la eficacia del método está su propia debilidadEn el caso específico de España hemos visto cómo el PSOE subió, se mantiene y realiza su obra revolucionaria a base de alimentar un despreocupado optimismo en la mayoría de los españoles, adormeciendo el principio de contradicción y generalizando la apatía social:
• Se cultiva la imagen de unos hombres públicos risueños, ligeros, optimistas, poco amigos de las grandes reflexiones, que parecen tener el secreto de las soluciones prácticas, felices y consensuadas... conjunto de micro-Kennedys, en versión española actualizada. • Se agita como un espantajo la hipótesis de una nueva guerra civil y se alimenta el miedo obsesivo a ésta. Para evitarla —se dice aquí y allá— no se debe polemizar; para no polemizar, no se debe decir claramente lo que se piensa; y a fuerza de no decir claramente lo que se piensa se va estableciendo una confusión que estimula a su vez el desinterés por la vida pública, saturada de trivialidad e inautenticidad. • Amparados por el consenso ecumenista del país oficial, avanzan múltiples reformas revolucionarias, parciales y sin nexo aparente, haciendo creer a las mayorías desinteresadas que se trata de una mera modernización pragmática, que no forma parte de un proceso ni tiene una meta definida. • Mientras tanto, el show de las minorías contestatarias y disgregadoras se agita en medio de la apatía general, para producir la impresión de que los valores tradicionales están en irreversible bancarrota y que la hora de la liberación ha llegado.
Todo esto, que caracteriza la aventura neosocialista, tiene una eficacia corrosiva innegable; pero a su vez supone riesgos también innegables, si se considera que para avanzar tiene que adormecer al público y ocultarle su aspecto global. Para los socialistas esto equivale, en términos de opinión pública, a aventurarse, en medio de una niebla cerrada, por un camino cuyo trazado se desconoce: ¿Qué piensa sobre lo que está sucediendo la mayoría de los españoles, inducidos precisamente a no pensar? ¿Cómo pueden saberlo con seguridad los socialistas o cualquier otro observador?
3- Los reveladores miedos del PSOELos más altos dirigentes y organismos del PSOE dejan trasparecer frecuentemente que consideran a la opinión pública anestesiada como un campo minado, y que todas las precauciones tomadas para que ella no despierte son pocas. Por ejemplo, ya en 1976 Ignacio Sotelo advertía que, “en un plazo relativamente corto, unos pocos errores graves de un Partido Socialista pueden transformar a la mayoría de la población en furiosamente antisocialista” [1]. Como un eco, responden las resoluciones del XXVII Congreso del PSOE: llevar a cabo “de la noche a la mañana” la transformación de la sociedad capitalista “podría llegar a levantar a amplios sectores de la clase media contra el socialismo” [2]. El proyecto socialista, asegura Felipe González, “hay que llevarlo como aconsejan los guías en el Himalaya: subir como si se tuviera ochenta años para llegar como si se tuviera veinte” [3]. Si se quiere transformar las estructuras agrarias, aconseja el especialista del PSOE Enrique Ballestero, “es equivocado hacerse pasar por extremista en los mítines campesinos” [4]. Nada de precipitaciones, enseña Alfonso Guerra: “El pragmatismo o el sentido de la realidad no son ajenos, sino esenciales, a la utopía socialista.” [5] La campaña electoral de 1986 reveló los cuidados tomados para evitar el renacimiento del espíritu polémico. Diversos observadores la calificaron como una de las más silenciosas y aburridas vistas hasta ahora*. El Grupo Socialista en el Parlamento llegó al extremo de negarse a convocar la Diputación Permanente durante la referida campaña, pues “podría desembocar en un debate que alteraría el proceso electoral” [6].
* Pedro Cerezo Galán, en “El País”, recuerda que los dirigentes socialistas insistían durante la campaña en que “no hay alternativa al PSOE” y se empeñaban en convencer al público que “estamos en el buen camino”. El articulista se pregunta entonces “¿cómo un buen camino puede acogerse con tanta frialdad e indiferencia?” Cerezo observa el “desencanto”, el “aburrimiento” y la desilusión crecientes del electorado, y destaca el sintomático aumento de la abstención (Cambiar la política in “El País”, 19-7-1986). Análoga constatación hizo durante la campaña el presidente del PRD Antonio Garrigues Walker, para quien era un síntoma inequívoco de ello la escasa asistencia del público a los mítines (“Ya”, 6-6-1986). En una concentración del candidato a diputado por Madrid José María de la Riva, al que asistió el ministro del Interior José Barrionuevo, sólo había “dos centenares de personas —de edad avanzada, como viene siendo habitual en los actos del PSOE—” (“El País”, 5-6-1986). A propósito de las elecciones, un lector de “ABC” comenta que la población está “caracterizada por su pasividad, indolencia, inoperancia en la vida pública, al margen, claro está, de la actividad estrictamente profesional, que se siente incapaz de protestar ante las injusticias, desafueros y arbitrariedades que caen sobre ella” (5-7-1986). Un artículo de “El Alcázar” resaltó que en esta campaña “el socialismo no explicó programa alguno”, que “fue inconcreto, genérico, tópico”. El articulista considera que fueron “elecciones casi apolíticas” (28-6-1986). Jaime Campmany escribió una crónica sobre el mismo tema, dándole el sugestivo título de El silencio “Nadie más silencioso —decía— que nuestros socialistas en la celebración de su victoria electoral. (...) No sé si irán por buen camino, pero parece que anduvieron por un camino alfombrado. Amortiguan sus pasos, como si les molestara pisar fuera de las alfombras de la Moncloa. Han hecho una campaña aburrida, vacía de contenidos. No han explicado su programa y han conducido al rebaño electoral hacia las urnas a través de un prado de continuismo y conformidad. (...) Se evitó cuidadosamente el debate público” (“ABC”, 1-7-1986).
No extraña pues que el director de “El País” se lamente que crezca “el alejamiento popular respecto a las instituciones” [7]. Y que advierta sobre los peligros de una democracia que necesita poner en acción “múltiples mecanismos de rechazo a todo lo que no sea obediencia o consenso” [8]. De hecho, en las elecciones generales de 1986 el número de abstenciones —8.461.794, lo que equivale al 29,2 por 100 del electorado— casi fue el mismo que el de votos obtenidos por el PSOE [9]. La realidad no fue muy diferente en las elecciones de junio de 1987. A pesar de los diversos e intensos conflictos sociales que marcaron el primer semestre del año, la campaña electoral no tuvo contenido ideológico preciso. Nada de debates sobre las cuestiones realmente importantes, que significasen una invitación a debatir ideas y a tomar posición [10]. Los partidos regionalistas, que asumieron posiciones más definidas, obtuvieron un significativo aumento de votos. El PSOE, en cambio, perdió más de un millón y medio en relación a las elecciones generales de 1986. Pero AP no supo capitalizar el deterioro socialista y también perdió votos, aunque en menor medida*. El partido efectivamente victorioso, con toda su fuerza enigmática, fue el de la abstención, que alcanzó esta vez el 31 por 100 del electorado inscrito, considerando las tres votaciones: para los municipios, para los parlamentos autonómicos y para el Parlamento europeo.**
* Evidentemente, nos referimos aquí a la tónica general que los dirigentes imprimieron a las actividades de Alianza Popular. En páginas anteriores hemos registrado meritorias actitudes de senadores y diputados aliancistas que se destacaron por su oposición más categórica a ciertas medidas socialistas. Con todo, AP no llegó a hacer una denuncia global de la neorrevolución del PSOE capaz de despertar de su sopor a la opinión pública.
** Fuentes del propio gobierno socialista, según informaba “El País” (15-5-1987) en las vísperas del comienzo oficial de la campaña electoral, expresaron “su preocupación ante el desconocimiento que la población tiene de la existencia del Parlamento europeo”, conforme un sondeo realizado (Apud “Comentario Sociológico”, n° 57-58, enero-junio, p. 522).
Otro síntoma patente del desinterés por las reformas socialistas es el hecho de que un año después de la legalización del aborto, que pretendía interpretar las ansias de modernidad de las mujeres españolas, se habían registrado sólo 200 casos de “aborto legal” [11]. Menos del 1 por 100 del número mínimo que, según el Ministerio de Sanidad, se acogería a la ley [12]. El propio ministro de Justicia, Fernando Ledesma, se lamentó que se estuviera “infrautilizando” la ley abortista [13]. Después de las nuevas facilidades abiertas para el aborto con el decreto real de noviembre de 1986, esta cifra aumentó, totalizando 11.559 abortos legales en dos años. Cifra nefasta, pero todavía muy inferior al mínimo previsto por el propio Gobierno [14].
4- El suelo social desaparece debajo de todos los piesEs patente que los partidos políticos —supuestamente intérpretes y canales de expresión de la opinión pública en una democracia— no consiguen echar verdaderas raíces en la España ecumenizada de hoy. Aumentan y disminuyen su caudal electoral, difuminan sus contornos y se subdividen en sectores que discuten no se sabe bien qué, desconectados de sus bases reales e incapaces o poco dispuestos a representarlas de modo auténtico. A falta de otras alternativas a nivel nacional, el PSOE y AP sobresalen por encima de los demás partidos, manteniendo una confrontación descolorida y poco comprensible ante un público desinteresado. Vaga semejanza de lo que en otros tiempos fue la disputa izquierda-derecha. El CDS de Adolfo Suárez, que al ponerse de puntillas aparece como una hipotética alternativa, ofrece su versión diluida de socialismo, hecha de medios silencios, omisiones y ambigüedades*.
* Una eventual afirmación de Adolfo Suárez como candidato capaz de derrotar a Felipe González no alteraría sustancialmenteel curso de la neorrevolución. Basta recordar hasta qué punto la línea impuesta por Suárez a la antecesora del CDS, la difunta UCD, preparó el terreno para el PSOE. El éxito del CDS como partido opositor sólo servirá de válvula de escape para el descontento de la opinión pública con la política socialista. Entre ese centrismo socializado y el socialismo consensual no existe, en realidad, una verdadera confrontación ideológica.
¿Cuál es la consistencia de todo esto? Los propios líderes socialistas se ven obligados a reconocer que los inscritos hoy en el partido —después de cinco años de Gobierno— sobrepasan a duras penas los doscientos mil, con una militancia efectiva cada vez más reducida y que el PSOE tiene escasa penetración en la juventud. Por otra parte, la fluctuación de las mayorías electorales ya no tiene, en la España ecumenizada de hoy, ni el mismo significado ni la importancia de otros tiempos. En efecto, cuando existía un verdadero antagonismo entre las corrientes políticas, la tendencia del electorado en un sentido determinado auguraba un cambio profundo de rumbos en la conducción del país. Ahora bien, mientras perdure el clima de relativización de todas las posiciones ideológicas, poco significará que la población se incline más hacia la derecha o hacia la izquierda. La opinión pública todavía no se ha acostumbrado a esa indefinición de las posturas partidarias y tiene, en consecuencia, oscilaciones hacia uno y otro lado que nunca llegan a cristalizarse en una posición ideológica clara.
Esta oscilación entre fuerzas políticas ecumenizadas representa un estado de transición entre el entrechoque de los antiguos antagonismos y la inmovilidad político-ideológica que se establecerá cuando el consenso relativista, pasando por oscilaciones cada vez más tenues, consiga absorber incluso las vagas diferencias ideológicas aún existentes. Un ejemplo nos ayudará a comprender mejor esta situación. Un vehículo sólo puede adquirir una gran velocidad sin riesgo de volcar si, además del movimiento que lo impulsa, tiene una distribución de peso que lo haga estable. De manera análoga, en esta relación ecuménica entre las diversas opciones políticas, los que están vagamente a la derecha o en el centro, pero permanecen inertes, representan el peso y la estabilidad; la izquierda, el movimiento. Las posiciones que representan el peso y la estabilidad hacen posible a la izquierda cumplir su cometido, pues evitan que el verdadero antisocialismo se defina y pueda transformarse en una fuerza victoriosa capaz de cortar el paso a la neorrevolución. Se va caminando hacia una situación en la que las diferencias políticas quedarán reducidas a las existentes entre los espíritus más lentos y los más intuitivos y apresurados. Estas diferencias de modos de ser subsistirán incluso en una sociedad homogéneamente relativista. Por otro lado, todos los esfuerzos de adaptación al secularismo y promoción del consenso por parte de la mayoría de la Jerarquía eclesiástica han caído también en el vacío. El propio arzobispo de Oviedo, monseñor Gabino Díaz Merchán, reconoció cuando era presidente de la Conferencia Episcopal que nunca se predicó tanto y, sin embargo, “la falla de comunicación real entre nuestros documentos y el pueblo cristiano es una realidad lamentable que preocupa a los obispos españoles. (...) No ha sido infrecuente oír quejarse a cristianos, de signo más conservador o de signo progresista —que en esta actitud son muy similares—, indignados por el silencio de los obispos o por el contenido de nuestros escritos”. Agrega aún que “es forzoso reconocer que nuestros escritos tropiezan en la Iglesia con actitudes de resistencia, o al menos de indiferencia, que constituyen un serio problema eclesial de base” [15]. A su vez, la Oficina de Estadística y Sociología del Episcopado constata que en los años del post-Concilio se ha producido una impresionante disminución de la práctica religiosa entre los católicos españoles y que actualmente sólo un 30 por 100 asisten a la Misa dominical [16]. El suelo social parece faltar hoy debajo de todos los pies... Pero, ¿cómo podía ser de otra manera? A medida que el entrechoque del neosocialismo con las oposiciones se transforma en una mera oscilación no antagónica y que el ecumenismo relativista va absorbiendo los antiguos enfrentamientos entre derechas e izquierdas, es forzoso que la base de apoyo de la neorrevolución sea el consenso. Ahora bien, salvo circunstancias dramáticas como una guerra externa, por ejemplo, difícilmente el consenso, que de suyo es mortecino, indolente, irreflexivo y somnoliento, coincidirá con el entusiasmo. Para desarrollar un proyecto político puede constituir una inmensa base... de gelatina. Tanto más cuanto, en este caso, nace de la difusión de un relativismo ideológico y práctico, y de una irreflexión inducida. El neosocialismo puede imponerse en una España psico-operada, pero corre también el riesgo de desaparecer en las arenas movedizas del consenso. En efecto, al cesar todo pensamiento estructurado es lógico que también se disuelva la ideología socialista, cuya solidez se fundamenta en un conjunto de raciocinios. Es verdad que el amortiguamiento del principio de contradicción en las almas le permite al neosocialismo realizar un programa como jamás conseguiría hacerlo en una España en la cual estuviese vivo el espíritu polémico. Pero dentro del propio PSOE hay sectores para los que está igualmente claro que, siguiendo ese camino, todas las ideologías tenderán a desaparecer, lo cual abre perspectivas de un futuro incierto, que la mayoría de los socialistas de base no esperaban...*
* Esta dificultad de adaptación de ciertas bases socialistas a los nuevos rumbos transluce en la insistencia con que los dirigentes del partido hablan de la necesidad del gradualismo, de abandonar la rigidez de los dogmas marxistas clásicos, de dar preponderancia a los cambios socio-culturales tranquilos sobre las reformas políticas y económicas, etc. Es decir, los actuales dirigentes del PSOE se ven obligados a mostrar demasiado las cartas del juego neorrevolucionario para persuadir a sus bases de la eficacia de esa nueva estrategia adoptada, ya que la transición del socialismo duro y polémico al socialismo sinuoso y ecumenista fue muy apresurada, pese a los incontables cuidados. La mentalidad del PSOE, versión 1936, continuó mareando al partido hasta el ascenso de la corriente felipista, entre 1974 y 1979. Es explicable, entonces, que los sectores obreros del socialismo exijan reformas económicas y políticas tangibles e inmediatas pero los dirigentes del partido saben que la aplicación drástica de esas reformas les conduciría a un rotundo fracaso. Señal de esta tensión entre los sectores obreros y los dirigentes neosocialistas es la renuncia del secretario general de la Unión General de Trabajadores (UGT) Nicolás Redondo, y del sindicalista Antón Saracíbar a su escaño en el Congreso como diputados del PSOE en octubre de 1987 (cfr. “El Socialista”, 31-10-1987). A su vez, el número de afiliados del partido no pertenecientes a la UGT ha aumentado substancialmente y constituyen hoy el 46,4 por 100, según el informe del sociólogo socialista Félix Tezanos (cfr. “ABC”, 14-1-1988).
5- La España real no está informada. ¿Lo estará la España oficial?Por otra parte, es inevitable plantear una cuestión grave y delicada. Desde el punto de vista de los principios democráticos que el PSOE dice defender, ¿cuál es la legitimidad de su proyecto neorrevolucionario? La democracia del consenso se va identificando cada vez más con una democracia inauténtica, la democracia de la no-discusión, de la no-reflexión, de la inercia y de la apatía. ¿Puede afirmarse en esas condiciones que la opinión pública conoce los objetivos y métodos de la neorrevolución descritos en este libro? La mayoría de los que han votado al PSOE, ¿tendrán por lo menos una noción genérica al respecto? Es como para dudar de ello, cuando más del 30 por 100 de los afiliados no sabe ni el nombre de los integrantes de la Comisión Ejecutiva Federal [17]. Volvamos la mirada al campo no socialista. ¿Cuántos dirigentes o militantes de los partidos de oposición han tenido tiempo y condiciones de hacer un estudio cabal de la neorrevolución socialista? Los obispos, por ejemplo, absorbidos por las exigencias de sus altos cargos, ¿habrán podido realizar este estudio que envuelve, además, innumerables problemas relativos al orden temporal? La misma pregunta puede hacerse respecto a Su Majestad el Rey, solicitado por los múltiples e ineludibles deberes de su condición de Soberano*.
* Al alzar su voz de alerta con la publicación de este estudio, TFP-Covadonga manifiesta para con ellos todo su respeto y fidelidad, pues únicamente pretende señalar el peligro que les amenaza. Esperamos que esta contribución les ayude a defenderse y haciéndolo salven a España.
Si la España oficial desconoce la neorrevolución, los dirigentes socialistas, ¿no estarán conduciendo a la nación como una nave cuyos pilotos no informan a los más ilustres e importantes pasajeros del rumbo de la navegación? Si no es así, ¿por qué los dirigentes neosocialistas no promueven un amplio debate nacional sobre su revolución asombrosa y callada, para que, dejando de ser callada, la opinión pública, dentro de las reglas del juego democrático, exprese con plena libertad su pensamiento al respecto?
6- El desgaste está llamando a la puertaDesde hace más de cinco años el PSOE gobierna a España. La neorrevolución continúa su curso asombroso pero cada vez más callado; es decir, los dirigentes socialistas continúan empleando las imágenes, los métodos y las estrategias destinadas a evitar que se rompa el silencio en que se envuelve la neorrevolución para poder avanzar.
a) ¿Qué se mueve debajo de la lápida del consenso?— ¿Quién sabe hoy, a ciencia cierta, cuáles son los movimientos profundos de la España psico-operada? ¿Qué tendencias instintivas —por decirlo así— de malestar o rechazo, de bienestar o aprobación se mueven por debajo de la lápida del consenso? Nadie sabe realmente qué nostalgias del espíritu español tradicional comienzan a nacer en diversos sectores de la opinión pública. Nostalgias de convicciones sólidas, de una lógica firme, sin escamoteos; de una franqueza en el manifestarse, sin vanos temores; de una generosidad seria y capaz de llevar el desinterés hasta el heroísmo.
b) El atractivo de las imágenes distensivas y optimistas no dura indefinidamente.— La cuestión es cada vez más pertinente si se considera que la neorrevolución debe alimentar el consenso no-pensante con imágenes de la vida pública que fomenten las tendencias de los españoles a la despreocupación y a la inconsecuencia optimista. Ahora bien, el poder anestesiante de esas imágenes no tiene duración indefinida... Como todo lo que se fundamenta en la sensibilidad más que en la razón, al cabo de un cierto tiempo comienzan a desgastarse. Los constantes desafíos a los principios, instituciones, símbolos, hábitos mentales y formas de ser de la España auténtica, por mayores que sean las inyecciones tranquilizantes aplicadas al cuerpo social, van acumulando un residuo de malestar en muchos espíritus. Surge, pues, la pregunta decisiva: ¿No habrá comenzado ya ese desgaste?
c) Síntomas claros del desgaste.— No faltan indicios para opinar afirmativamente. Las protestas de los agricultores contra el agrorreformismo socialista o la destrucción de las Cámaras Agrarias; el descontento generalizado contra el sistema único de Salud; la reacción de los farmacéuticos contra su transformación en funcionarios públicos; la activa oposición a la ley de aguas en Canarias; el disgusto en diversas regiones contra la socialización encubierta de las Cajas de Ahorro; el malestar creciente contra las agresiones inmorales y blasfematorias de TVE, contra el aumento asustador del consumo de drogas, de la delincuencia; las multitudinarias manifestaciones de Barcelona y Zaragoza contra las atrocidades de la ETA, el descenso del PSOE en las últimas elecciones... Todo ello es muy significativo en materia de desgaste...
d) Del desgaste al despertar del juicio crítico.— De ahí a la adopción de opiniones más categóricas, juicios críticos más rigurosos, reflexiones más analíticas y de ahí a que se despierten las exigencias lógicas adormecidas, puede no haber más que un paso. Podrá iniciarse entonces el juicio de la razón contra la sinrazón y la crítica severa contra una modernización, que era en realidad una monstruosa transformación de la mentalidad y la fisonomía de España. Si esto sucediera viviremos situaciones difíciles de prever, que nuestros hombres públicos no podrán enfrentar con los aires optimistas y despreocupados de hoy.
e) ¿Qué dice la mirada de la España “psico-operada” y en vuelta en vendajes?— El hombre de nuestra portada, completamente vendado, al que se le han aplicado sucesivas inyecciones y se le han efectuado intervenciones quirúrgicas, no puede moverse ni explicar lo que piensa sobre las transformaciones sufridas. Es la imagen perfecta de una opinión pública enredada en las tramas, en las apariencias, en las reformas y estrategias de la neorrevolución silenciosa. Pero el diseño sugiere al lector una pregunta. Ese rostro, cuyos ojos casi no se ven, tiene en la mirada algo de trágico. No se sabe si es una resignación desesperanzada, el comienzo de una reflexión seria, o la inercia de quien ha perdido la capacidad de expresarse y la noción exacta de lo que le está sucediendo. ¿Cuál sería la primera palabra de un hombre en esas condiciones al serle quitada la venda? ¿Un vituperio? ¿Una manifestación de extrañeza? ¿Un gruñido inarticulado imposible de interpretar?... En otros términos: si en determinado momento empieza a crecer el número de personas o grupos aislados que extrañan, que censuran, que protestan contra la tremenda transformación neorrevolucionaria, ¿qué efecto tendrá esa disconformidad sobre la España psico-operada? ¿Continuará en su apatía o se arrancará los vendajes y reaccionará, oponiéndose de alguna manera a esa modificación, y cambiando inesperadamente los rumbos de la nación? Son incógnitas de las cuales depende en buena medida la supervivencia moral de nuestra patria. Mientras tanto, lo que puede afirmarse es que el desgaste de los alicientes engañadores de la modernización socialista —y de todo el carrusel de imágenes que ésta ha puesto en movimiento— está llamando a la puerta... Y los procesos de desgaste son quizá, entre todos los procesos psicológicos de las multitudes, los más difíciles de detener o remediar. * * * La neorrevolución del PSOE podría compararse, pues, a un partido de fútbol programado para jugarse ante numeroso público, pero en el que poco a poco se verifica que sólo hay movimiento en las tribunas oficiales, en las reservadas a la prensa y en algunas gradas con pequeños grupos de hinchas. La gente no ha llegado a entrar en el estadio o se ha retirado —tal vez descontenta, tal vez desinteresada—. Del mismo modo, el público permanece ajeno a la disputa en la cual los socialistas van venciendo a la dulce oposición. Es posible que, gracias a las ventajas que le ofrece el consenso ecumenista, el equipo del PSOE termine ganando el partido. Pero, ¡cuidado!... Las gradas del estadio hace tiempo que están vacías. Conclusión
España se encuentra en una de las mayores encrucijadas de su Historia. La neorrevolución que el socialismo quiere hacer triunfar por medio de la monstruosa psicocirugía, es peligrosa, terriblemente peligrosa. En efecto, ¿quién puede prever lo que ocurrirá con una nación que va siendo empujada lentamente hacia el ocaso de su mentalidad, de sus costumbres, de sus estructuras político-sociales y que ya siente moverse, como aves nocturnas, a personajes extravagantes, grupos y fuerzas de disgregación? Una fuerza revolucionaria, por poderosa que sea, por grandes que sean sus apoyos y las complicidades que encuentre, ¿puede dirigir o controlar el caos que de esto va resultando? No hay ciencias sociales o políticas ni doctos análisis históricos, psicológicos, filosóficos o teológicos; no hay conocimientos técnicos especializados ni altos estudios teóricos o prácticos capaces de prever, a largo plazo, en una situación como la de la España actual, los rumbos de la neorrevolución. Para desvendar esta incógnita de nada valdrán discusiones teóricas entre especialistas, que serán tan estériles como esas tempestades meteorológicas de las cuales no se desprende ni una gota de agua que moje la tierra. En efecto, consideradas las cosas en profundidad, la amenaza actual no se reduce a un sistema concatenado de ideas y sus proyecciones concretas, susceptibles de ser refutadas por argumentos teóricos, sino que es también una invitación muda y elocuente a renunciar a toda idea definida y a toda acción coherente, para descender la ladera regresiva del no-pensar. Y en esa ladera acecha una serpiente, que lleva escrita en su cabeza la palabra nada. ¿Cuál es el mensaje, cuáles son las palabras capaces de neutralizar su funesto poder de fascinación sobre el espíritu de tantos españoles de hoy? En las situaciones históricas en que acaba prevaleciendo el caos —como tiende a serlo por excelencia la que aquí hemos descrito— pierden validez los esquemas convencionales de análisis y desaparecen los puntos de referencia habituales. Los individuos, las familias y los grupos sociales quedan entonces desamparados frente a las amenazas que los envuelven. En el desmoronamiento y la confusión sólo se distinguen dos grandes clases de personas: las que se dejan arrastrar por el curso de los acontecimientos y son tragadas por la espiral del desorden, y las que reaccionan contra el caos. En estas últimas, la consideración del desmoronamiento institucional y social puede despertar impulsos espontáneos de lucidez y valor excepcionales, que nacen en zonas profundas del alma. Favorecidos por la Providencia, dichos impulsos suelen ser el punto de partida de auténticos movimientos de opinión que pueden cambiar el curso de los acontecimientos. ¿Quién podría haber previsto, por ejemplo, que del caos provocado por las sucesivas invasiones de bárbaros —que redujeron a escombros el Imperio Romano y las que devastaron más tarde el imperio carolingio— acabaría naciendo el feudalismo y el esplendor de la Cristiandad medieval? Periodos así son generalmente los que anteceden a las grandes intervenciones de Dios en la historia. El caos, como una inmensa goma, borra lo escrito en las páginas de toda una civilización decaída, dejándolas en blanco para que, merced a una respuesta fiel y generosa a perdones y gracias sobrenaturales, los hombres puedan reescribirlas. En tales situaciones, la salvación se encuentra latente en las tendencias profundas y legítimas de quienes sienten en sus almas la disconformidad frente al caos que avanza. Si saben mantener —en medio de la disgregación general— su fidelidad a la Ley de Dios y a la doctrina católica, si conservan la tradición viva en su interior y reaccionan, se transforman en focos de oposición al desorden. De este movimiento disperso pero convergente en la fidelidad podrán surgir, suscitados por la Divina Providencia, los héroes, los hombres geniales y los santos que lancen los cimientos de una nueva era. ¿Recorrerá España todo este trazado histórico de caos creciente y reacción salvadora? No lo sabemos. Una cosa, sin embargo, es segura: la disconformidad supone la vitalidad del juzgar y del querer, la capacidad de aceptar o rechazar, de decir sí o de decir no. ¿Dónde se encuentra esta capacidad en la España de hoy, dominada por la apatía, que no se define ante nada y que se diría dispuesta a tolerarlo todo? En otros términos: en este mar del relativismo y del tal vez que disuelve las convicciones, desvanece las opiniones y ahoga las reacciones, ¿existen todavía, dispersos, españoles del sí y del no que tengan impulsos de disconformidad capaces de determinar las oposiciones salvadoras? Así como los mares pueden esconder riquezas insospechadas, lo mismo suele ocurrir con las sociedades humanas. ¡Hay ciertamente reservas psicológicas y morales ponderables en una nación en la que las fuerzas revolucionarias, para avanzar, tienen que confundir y adormecer! Este libro es como una sonda, lanzada en una situación extrema, para la prospección de dichas reservas. Se dirige a los españoles, dispersos por todo el país, probablemente sin contacto entre sí, confundidos y quizá adormecidos, pero que aún son capaces de tener convicciones y juicios definidos, españoles del sí y del no, que sienten surgir en sí, en grados diversos, la legítima disconformidad con éste o aquel aspecto, o aun con el conjunto entrevisto de la revolución anarquizante y tranquila del PSOE. ¿Dónde están? ¿Los habrá entre los carlistas, falangistas, monárquicos liberales, militantes desconcertados de AP? ¿Entre los regionalistas sorprendidos por la irrupción del separatismo o entre quienes están vinculados a la vida rural, que sienten su modo de vida, sus tradiciones o sus propiedades amenazadas? ¿Católicos —eclesiásticos o simples fieles— alarmados con los excesos del progresismo y agredidos por el terrorismo de la obscenidad y de las blasfemias? ¿Padres de familia asustados por el avance de la corrupción moral y de la droga, o por la educación laica y libertaria que amenaza a sus hijos? ¿Integrantes de las Fuerzas del Orden, que ven caer a sus jefes o compañeros víctimas de cobardes emboscadas, mientras crece asustadoramente la delincuencia? ¿Los habrá entre los jueces, notarios, abogados, médicos, profesores, gentes de saber y de esfuerzo, golpeados por la degradación del imperio de la ley y la marcha insensata de los acontecimientos, y a quienes su ciencia ya no les explica lo que está ocurriendo? ¿O entre comerciantes e industriales, que sienten la precariedad de las circunstancias en que desarrollan sus actividades? ¿O entre los obreros que análogamente sienten la inestabilidad de sus condiciones de vida y de trabajo? No lo sabemos. Tal vez la disconformidad crezca en sectores ya no vinculados específicamente a la España conservadora y tradicional, como los que viven aislados en nuestras grandes ciudades y que rechazan la incoherencia del mundo en decadencia, pero temen el desorden sórdido y vulgar que les amenaza. Esa disconformidad quizá nazca en las nuevas generaciones que no vivieron los horrores y sufrimientos de la guerra y que son insensibles a la acción inhibitoria del nunca más y al miedo obsesivo de cualquier polémica. Son muchos los jóvenes que, viendo por una parte emergir de la postmodernidad y del rock duro la degradación que pretende arrastrarlos y, por otra, la mediocridad y confusión en que el consenso relativista va sumergiendo a España, comienzan a preguntarse si no hay para esa falsa alternativa una respuesta válida que provenga de la tradición, y si no fue un error el haber abandonado los ideales de la España hidalga y caballeresca, de la España del sí y del no, de la España auténticamente católica. El futuro lo dirá. TFP-Covadonga forma parte de este conjunto disperso de la España del sí y del no, en la cual laten impulsos legítimos de disconformidad. Auscultamos nuestros propios impulsos profundos de rechazo, como católicos y españoles, a este caos sui géneris que va invadiendo y desmontando lenta y gradualmente mentalidades, ambientes e instituciones, sin destruir todavía las formas o apariencias externas. Verificamos que nuestros movimientos de disconformidad, analizados a la luz de la razón guiada por la Fe, son ordenados y convenientes. Nos decidimos entonces a observar y estudiar, en sus partes y en su conjunto, el proceso de demolición neorrevolucionaria para describirlo a todos los españoles. Es lo que pretendemos con estas páginas. Por eso, lector, sea usted de donde sea si siente movimientos de disconformidad ante la agonía espiritual de España, este libro fue escrito para usted. Para ayudarle a reconocer el impulso salvador que siente, mostrándole por entero el rostro de esta neorrevolución que en el fondo usted, rechaza y que se le presentaba con máscara tranquilizadora y sonriente. Pida a la Providencia que le dé fuerzas para romper el maleficio de la inercia envolvente, y despierte en usted la España que duerme. No le pedimos que esté de acuerdo con todo lo que hemos dicho. Le pedimos simplemente que tome posición ante el panorama descrito, que se defina, que lo discuta en su propio ambiente. La verdad no teme la luz. Que su descontento se manifieste con vigor español, diga sin temor lo que piensa. Es éste el Alzamiento de las almas que proponemos. Nadie de buena fe podrá ver en él la causa de nuevos conflictos, sino las premisas de un futuro de autenticidad para España. En la medida en que las disconformidades latentes se vuelvan conscientes, y los disconformes de los más diversos medios se reconozcan, la suma de los descontentos podrá ser eficaz para hacer renacer con nuevo vigor el alma cristiana de España. Cabrá entonces a los auténticos líderes de nuestro país interpretar y dar cauce a los legítimos anhelos de una España real que habrá sabido reaccionar. La publicación de este libro-denuncia no es, pues, como algunos podrán pensar, una crítica negativa e inútil para describir una situación sin salida. Sin embargo, no se nos pida un programa. Situaciones de esta envergadura no se resuelven con fórmulas esquemáticas. Los movimientos históricos que dieron origen a grandes épocas nacieron de la Fe y no de programas. Es necesario, ante todo, que las nobles posturas de alma puedan definirse, que los grandes ideales tomen cuerpo, que las riquezas de espíritu se manifiesten, para que más tarde surjan orgánicamente los planes. El Cid campeador no tenía otro programa sino el de expulsar a los moros. El sabía que si ese movimiento de rechazo a la dominación mahometana y de amor a España tuviese como resultado la reconquista de nuestro territorio, después florecería, renovada, la cultura y la civilización cristianas, como de hecho ocurrió. Dando este paso, TFP-Covadonga emprende el único camino que se encuentra a su alcance. Era necesario abrir una ventana para escrutar el panorama y encontrar una solución. Este libro pretende ser esa ventana que se abre para ofrecer una explicación-piloto de la actual encrucijada española. * * * Nuestro deber actual está cumplido; la voz de alerta, dada. Cuando tantos dirigentes callan y la mayoría duerme, esta denuncia podrá determinar contra TFP-Covadonga —somos conscientes de ello— las formas de persecución revolucionaria más modernas. O sea, no sólo la arbitrariedad con apariencia de legalidad o el atentado violento, sino también el ataque a la reputación de quienes osaron formular la denuncia. Podrá tomar también la modalidad de la conspiración del silencio en la cual se ahoga la voz que se levanta, aislándola y evitando un debate ideológico que despertaría a la opinión pública. Algún tiempo después, aparentemente sin relación con la denuncia, se desencadena el estruendo publicitario de una campaña difamatoria que responde a una técnica y a un objetivo definido: aniquilar al oponente incómodo, haciendo caer sobre él calumnias y tergiversaciones de orden personal, incluso las más absurdas y disparatadas, de tal manera repetidas incesantemente, que la víctima no tenga medios eficaces para desmentirlas. Podrán entonces tomarse contra el oponente medidas despóticas que antes del estruendo habrían resultado incomprensibles y políticamente impracticables. Si aquellos a quienes incomoda la denuncia del caos revolucionario organizaran la conspiración del silencio para después promover la difamación contra TFP-Covadonga, la opinión pública queda aquí previa y formalmente avisada de su origen, su objetivo y la falta de crédito que merecerá. Por nuestra parte, estamos dispuestos, dentro del orden y de la ley, a arrostrar todos los riesgos que sean necesarios por amor a Dios, a la Santísima Virgen y al porvenir cristiano de España. * * * En el momento en que el derrotismo pusilánime se apodera de tantos que, con mayores títulos que nosotros, deberían formular esta denuncia-llamamiento, TFP-Covadonga dice a los españoles disconformes: no temáis parecer inicialmente minoritarios. Todo indica que la vitalidad católica aún no ha sido completamente sofocada bajo el sopor generalizado. Por lo tanto, es el momento de la denuncia, de dar la voz de alerta que comience a despertar el principio de contradicción adormecido. Este será tonificado en la medida en que crezca el número de quienes, a pesar del aislamiento, pasen a pensar definidamente, a enjuiciar con rigor, a discutir sin inhibición. ¿Será un proceso rápido o lento? ¿Exigirá un esfuerzo de esclarecimiento y una insistencia en la denuncia mayor o menor? No lo sabemos. Pero la persistencia en proclamar la fidelidad a los ideales de la civilización cristiana y a la integridad de la razón iluminada por la Fe dará sus frutos, con la ayuda de Dios. Parafraseando a Donoso Cortés, se puede afirmar en estas circunstancias: nuestra conciencia nos dice que, pese a todo, somos fortísimos. Representamos la tradición, por la cual las naciones son lo que son a través de los siglos. Si nuestra voz tiene alguna autoridad, no es porque sea nuestra; la tiene porque es una voz que prolonga en nuestros días la verdad que aprendimos de nuestros mayores [18]. Recordando las glorias del pasado y de modo especial la sangre bendita de los mártires cuyo cincuentenario estamos conmemorando, y con la confianza puesta en la protección de la Santísima Virgen del Pilar, Reina de España, reafirmamos la esperanza de que nuestra patria salga victoriosa de esta encrucijada histórica. Hace cincuenta años España venció al socialo-comunismo cuando éste se presentaba dictatorial y sanguinario y comenzaba su ascenso al cenit del poderío mundial. Hoy le corresponde enfrentar nuevamente, antes que otros pueblos, una lucha sin sangre pero no menos terrible y dramática. Si nuestra nación supiere corresponder a su vocación histórica, volverá a decir al mundo palabras de Fe y heroísmo, cargadas de tradición, que abrirán un camino nuevo hacia el futuro.
“Cuando los hombres resuelven cooperar con la gracia de Dios, se operan entonces las maravillas de la Historia: tal es la conversión del Imperio Romano, la formación de la Edad Media, la Reconquista de España a partir de Covadonga, todos esos acontecimientos se dan como frutos de las grandes resurrecciones de alma de que los pueblos son también susceptibles. Resurrecciones invencibles, puesto que no hay quien derrote a un pueblo virtuoso y que verdaderamente ame a Dios.”
NOTAS [1] Problemas actuales del socialismo europeo in “Sistema” n° 15, octubre de 1976, p. 24. [2] PSOE, XXVII Congreso, p. 255. [3] “ABC”, 14-12-1984. [4] BALLESTERO, Enrique, La política agraria del socialismo español, p. 15. [5] GUERRA, Alfonso, La mayoría social progresista in “El País”, 20-6-1986. [6] “ABC”, 5-6-1986. [7] 7 “El País”, 31-3-1987. [8] CEBRIAN, Juan Luis, Memorial para las elecciones in “El País”, 4-5-1986. [9] Cfr. “ABC”, 23-6-1986. [10] Cfr. “Comentario Sociológico”, n° 57-58, enero-junio 1987, pp. 524-527. [11] Cfr. “Sur”, 21-8-1986. [12] Cfr. M. Jesús Miranda, Por qué ES preciso modificar la ley in “El País”, 24-4-1986; “Sur”, 21-8-1986. [13] In Cartas al director, (Ana María G.) “Iglesia-Mundo”, nº 329, noviembre de 1986. [14] Cfr. “Heraldo de Aragón”, 10-8-1987. [15] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Documentos 1965-1983, PP. XIII-XV. [16] “Vida Nueva”, 16-7-1983, PP. 23-28; “Heraldo de Aragón”, 29-2-1984. [17] Cfr. “ABC”, 14-1-1988. [18] Cfr. Donoso CORTES, Obras completas, t. II, pp. 343-344.
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