Sección III
LA
CUESTIÓN DE
CONCIENCIA
CONSIDERACIONES FINALES
Impíos felices, justos
desdichados |
Los
hombres reciben en la eternidad el premio o castigo merecido por sus
actos. Por esto, a veces, Dios otorga una felicidad terrena al impío,
recompensándole aquí, por algún bien practicado y reservándole el castigo
eterno para después de su muerte. Por otro lado, no es raro que el justo
pague en este mundo, con diversos sufrimientos, algún mal que haya
cometido, pero el premio le será dado, principalmente, en la otra vida. Y
así, puede acontecer que aquí el bueno sea, a veces, desdichado, y el
impío feliz.
Los Estados expian en este
mundo sus pecados |
En relación a los
Estados, San Agustín hace ver que la situación es distinta. También ellos
están sujetos a la justicia de Dios. Pero, como en el Cielo y en el
infierno no habrá naciones, es comprensible que éstas sean premiadas o
castigadas ya en este mundo. Por eso, normalmente, la nación virtuosa es
feliz; y la pecadora infeliz.
Deseamos, pues, preservar a nuestro
amado Brasil de dolorosas perspectivas, alejándolo de la “Reforma Agraria
Socialista”, contraria a la ley de Dios. Formulamos el deseo de que
todos los brasileños, y, particularmente, todos los católicos, usen para
esto los medios legales a su alcance.
En
el momento en que la clase de los agricultores, dividida y lesionada desde
hace tanto tiempo, se encuentra sola frente a un riesgo innegable, sin
intereses personales de ningún orden publicamos este trabajo movidos
únicamente por el deseo de defender sus derechos, porque están fundados en
el Decálogo y en el bien común.
Como católicos, deseamos aquí
exteriorizar cuánto aprecio nos merece la agricultura, tan respetable en
sí, tan propicia a la práctica de la virtud y a la salvación de las almas.
Como brasileños, aprovechamos con
gusto esta oportunidad para expresar a los agricultores nuestro
reconocimiento, por el bien que les debe el País.
Todo esto nos da libertad para
presentarles algunas últimas reflexiones.
* * *
Llamamiento a los
agricultores para que se interesen a fondo pr el trabajador rural |
La desigualdad social y
económica es legítima en sí misma y necesaria. Pero, hoy más que nunca,
sólo es aceptada de buen do grado cuando la élite une a un verdadero
sentido de la jerarquía de los valores, un cuidado extremo en reconocer
los derechos de sus subordinados.
Empéñense, pues, nuestros
agricultores, por iniciativa propia, y sin parecer arrastrados a ello por
la demagogia revolucionaria, en preparar seriamente la elevación de las
condiciones de vida de los trabajadores rurales. Sean, pues, celosos en
pagarles siempre el salario justo, familiar, y no inferior a un mínimo
razonable. De buen grado admitan, cuando sea posible, otras medidas
encaminadas al mismo fin, como la aparcería, o la difusión de la pequeña
propiedad por el sistema de parcelación, que ya se practica, y otras
análogas. Procuren engendrar en sus empleados un aprecio siempre mayor por
el ahorro, por el aseo, y por el buen gusto en el hogar.
No ignoramos, ciertamente, que tal
programa no depende sólo de la clase de los agricultores, ya tan
recargada, sino, asimismo, de un conjunto de circunstancias, entre las
cuales está la comprensión del propio trabajador.
Al concebir el progreso del
trabajador, es necesario, como ya dijimos ,
inculcarle el deseo, no sólo de bienestar, sino también de prosperidad,
aunque sin transformarlo en un hombre de ciudad ni en un burgués. Además,
un sano regionalismo debe velar para que se conserve y hasta se
perfeccione, para el hombre del campo, todo el ambiente peculiar de su
respectiva región.
Donde cesa el ámbito de
acción de los autores |
Consejos, aspiraciones
vagas, palabras, dirá alguno. ¿Por qué no trazar un programa concreto,
fundar una obra, hacer algo palpable?
A cada cual su tarea. No somos
agricultores, sino hombres de estudios. Conscientes de cuánto puede en
cualquier asunto la fijación de principios básicos, claros y verdaderos,
conjugamos nuestro esfuerzo para, de corazón, aportar a la solución del
problema todo cuanto de hombres de estudios, aunque modestos, se puede
esperar. Pertenece a los agricultores el campo de las realizaciones.
Cuestión social, cuestión
religiosa |
Pero
hay un asunto sobre el cual no se insiste bastante en general, y con el
cual cerraremos esta Parte I. La cuestión agraria, ahora tan agitada en el
Brasil, es sólo un aspecto de la cuestión social. Y ésta, según enseñan
los Papas, no es principalmente una cuestión económica, sino moral
.
Donde los hombres son malos, nada puede ser bueno. Y la cuestión moral,
todo buen católico lo sabe, es esencialmente religiosa.
La llamada moral laica y sin Dios,
nada puede.
Una verdadera formación religiosa
debe, pues, ser el medio primordial para resolver la cuestión agraria. Y
en este sentido cabe al propietario un papel importante.
Debe favorecer, en cuanto le sea
posible, el culto católico y la instrucción religiosa de niños y adultos
en su “fazenda”. Además, evitando ser los perpetuos ausentes en su “fazenda”,
den él y los suyos, ejemplo a los empleados, frecuentando los sacramentos,
presidiendo las oraciones en común y dando instrucción catequística,
cuando no haya Sacerdote que lo haga. Sus trajes y los de los miembros de
su familia sean compuestos y recatados. Hagan lo posible por regularizar
las uniones ilegítimas. Repriman el alcoholismo y el juego, y favorezcan
las buenas diversiones. Consagren al Sagrado Corazón de Jesús y al
Inmaculado Corazón de María su hogar y toda la “fazenda”, convidando a los
trabajadores a que repitan la consagración en sus respectivas casas.
Estas y otras medidas podrán asegurar
el Reinado de Jesucristo en el campo. Y donde entra Jesucristo, cesan las
divisiones, las luchas de clase, las injusticias y los vicios.
Es necesaria una reacción
eficaz de los agricultores |
En este sentido,
consciente de su derecho, actúe y luche intensamente el agricultor para
defender lo que es suyo.
Hágalo por amor a la justicia y a la
civilización cristiana.
El hombre que lucha por sus derechos,
merece respeto. El que lucha por principios e ideales verdaderos merece,
además, admiración.
Súplica a la Reina y Patrona
del Brasil |
Nuestra
Señora, que desde su sagrado trono de Aparecida rige todo el Brasil,
conceda a este trabajo la gracia de contribuir al bien con vistas al cual
fue escrito: la concordia de las clases en una sabia y armoniosa
jerarquía, donde sean respetados los derechos proporcionados de grandes y
pequeños, según la ley de Dios. En suma, la paz verdadera, que es la
tranquilidad del orden
o, en términos más altos, la paz de Cristo en el Reino de Cristo.
NOTAS
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