| 
      Programa de la Declaración de 
      Morro Alto 
        
      Agotada la 
      cuarta edición brasileña de “Reforma Agraria, Cuestión de Conciencia”, la 
      polémica continuaba. El mismo equipo hizo entonces una nueva aportación 
      doctrinal, igualmente muy difundida con el nombre de Declaración de Morro 
      Alto. Reproducimos su Programa de Política Agraria. 
        
      Queremos consignar previamente que el presente análisis de 
      la situación agraria brasileña y la elaboración del programa que de él 
      deriva fueron hechos teniendo en cuenta particularmente el principio de 
      subsidiariedad, el papel del cooperativismo y la importancia de la 
      colaboración entre la iniciativa privada y el Poder Público. 
      Con ocasión de recrudecerse entre nosotros la campaña para 
      la realización de una reforma agraria, es preciso reafirmar que una mera 
      alteración de la estructura de la propiedad rural en el País dejaría 
      intactos los principales problemas con que se enfrenta la producción 
      agropecuaria nacional, tales como los de las semillas seleccionadas, 
      fertilizantes, insecticidas, máquinas, crédito de entre-cosecha y para 
      inversiones, precios compensadores, almacenamiento, comunicaciones 
      adecuadas para una fácil y rápida evacuación de las cosechas, etc. 
      Examinemos un poco tales dificultades. 
      La causa básica de la posición de inferioridad en que se 
      encuentra el productor rural frente al urbano reside en el carácter 
      aleatorio de su producción. En primer lugar, la cosecha comercializable 
      del agricultor depende de las condiciones climáticas. Además, la renta 
      monetaria de la actividad rural está en dependencia de los precios de 
      mercado de sus productos, que presentan un comportamiento oscilatorio, 
      bajando en las épocas de la cosecha y subiendo en las intermedias. Este 
      fenómeno puede suceder muchas veces por maniobras de los intermediarios. 
      Su causa fundamental, sin embargo, es otra. Radica en la estructura del 
      mercado de los productos agrícolas, la cual se puede observar en todo el 
      mundo.  
      En realidad, el mercado de los productos agrícolas es 
      competitivo (muchos ofertantes), para el productor rural, y oligopolístico 
      (pocos demandantes), para el comerciante intermediario. En otros términos, 
      la oferta de cada productor rural es relativamente pequeña para influir 
      por su volumen en la determinación de los precios del mercado. Por otra 
      parte, siendo la producción extraordinariamente dispersa, compete a la 
      fase intermediaria promover la formación de depósitos para el 
      abastecimiento regular de la población durante largos períodos. 
      En estas condiciones, si del lado de la oferta son muchos 
      los participantes en el mercado, del lado de la búsqueda el número es 
      mucho menor, lo cual hace que, en el cómputo general, quepa a los 
      intermediarios mayor influencia en la determinación del precio final, 
      especialmente si ellos pasan a adoptar un comportamiento uniforme, 
      mediante acuerdos tácitos o explícitos. 
      Hay que notar que, después de todo, los intermediarios, en 
      calidad de empresarios, no controlan el mercado de productos primarios a 
      su gusto. Sus operaciones están en gran parte condicionadas por presiones 
      que nacen del mercado monetario, del sistema crediticio y de las 
      innumerables alternativas de aplicación de recursos que existen en un 
      sistema económico en expansión. 
        
          
            |  |  
            | 
            La 
            Declaración de Morro Alto tomó el nombre de la “fazenda” donde fue 
            redactada (foto). Situada en el Municipio de Amparo, Estado de São 
            Paulo, pertenecía entonces a dos directores de la Sociedad Brasileña 
            de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP). |  
       Como resultado del fenómeno descrito, o sea, como 
      repercusión del carácter aleatorio de sus rentas, el agricultor tiene 
      difícil acceso al crédito bancario. A causa de este hecho, es muy pequeña 
      la parte de los depósitos de los bancos privados que se dedica al 
      financiamiento de las actividades rurales. Igualmente se comprende que 
      tales establecimientos no quieran arriesgar los recursos de sus 
      depositarios, ante los cuales son responsables, en actividades donde el 
      propio volumen físico puede ser afectado por condiciones climáticas 
      adversas y donde el nivel del precio que se ha de obtener es incierto, por 
      ausencia de una política eficaz de precios mínimos. Por esta razón, es 
      casi exclusivamente el Poder Público quien actúa en ese sector del 
      crédito. 
      Como consecuencia de varios factores, la producción rural, 
      aunque creciendo globalmente, presenta en los cultivos anuales, 
      individualmente considerados, alternativas de cosechas abundantes y 
      escasas. Si en un año determinado el precio fue satisfactorio como 
      consecuencia de lo reducido de una cosecha, normalmente en el año agrícola 
      subsiguiente la oferta del producto será abundante y su precio bajo. A esa 
      cosecha sucederán una o dos de dimensiones reducidas, las cuales 
      provocarán una elevación de los precios y serán seguidas de nuevas 
      cosechas de grandes proporciones, iniciándose un nuevo ciclo. De esta 
      forma, si en un año existe el problema de la absorción de cosechas 
      excepcionales de maíz, en el año siguiente de cacahuete, después de 
      algodón, etcétera, en otros hay el problema de la escasez de esos mismos 
      productos.  
      Si el Gobierno pretende, como todos desean, estimular la 
      productividad rural, a fin de que las cosechas sean permanentemente 
      abundantes y el abastecimiento sea regular, sin las perturbaciones que se 
      han hecho frecuentes en los últimos años, debe adoptar una política 
      agraria enérgica, concentrando sus recursos materiales y humanos en la 
      solución de algunos problemas de fundamental importancia. Para la 
      consecución de este objetivo, las autoridades pueden y deben contar con el 
      apoyo de los propios interesados. 
      Las líneas maestras de esa política son dibujadas a 
      continuación: 
        1. 
      Estructura del mercado de productos agrícolas 
      Siendo el mercado de productos agrícolas, del lado de la 
      oferta, competitivo, y del de la demanda por los intermediarios, 
      oligopolístico, no pudiendo los primeros influir, si no es 
      excepcionalmente, en la determinación de los precios, al contrario de los 
      segundos, que lo pueden, es ventajoso en ciertas condiciones que los 
      productores se organicen a fin de que, al menos en parte, sean evitados 
      los inconvenientes que se siguen de esa particular estructura del mercado. 
      En ese sentido, las cooperativas se han mostrado 
      especialmente eficientes. Estas, reuniendo la oferta de varios productores 
      agrícolas, y organizadas en moldes racionales, constituirían un elemento 
      de contrapeso a la fuerza de los intermediarios. Con su multiplicación 
      surgirían las condiciones para que la oferta de los productos agrícolas 
      discurriera por un proceso con moldes de competencia oligopolística, tal 
      como ocurre por parte de la demanda de los intermediarios. 
      Claro está que en ese sector la principal tarea incumbe a 
      los propios productores. De su iniciativa, de su espíritu de asociación, 
      dependerá el éxito de la empresa. Cuando sea necesario para apoyar la 
      acción del labrador, le cabe al Poder Público estimular sensiblemente ese 
      movimiento no sólo mediante las disposiciones legislativas adecuadas, mas 
      también por medio de la asistencia técnica y crediticia. Esa acción del 
      Poder Público, bien entendida, puede alcanzar toda la amplitud conveniente 
      sin conducir, de ningún modo, a la hipertrofia o al exclusivismo 
      cooperativista. 
      Varias serían las ventajas que se seguirían de la difusión 
      del régimen de cooperativas: 
        
        a) Garantizarían una mayor 
        estabilidad en los precios que se pagan al productor, reduciendo las 
        grandes variaciones existentes entre la época de la siembra y la de la 
        cosecha, y actuando favorablemente, por su propia índole, como estímulo 
        moralizador en la comercialización de los productos. 
        b) La renta del productor 
        rural se convertiría en menos aleatoria, permitiéndole hacer previsiones 
        y adoptar iniciativas en esa dirección. 
        c) El productor podría 
        acrecentar mucho su producción sin el temor de que, una vez obtenidos 
        los productos, fueran éstos vendidos a bajo precio. 
        d) El fortalecimiento de la 
        posición económica del productor le habilitaría para recurrir al sistema 
        bancario privado para la obtención de créditos. 
        e) Las cooperativas de 
        productores podrían facilitar grandemente la adopción de nuevas técnicas 
        por los labradores. La práctica ha demostrado una sensible mejoría en 
        este aspecto en los cultivos de los cooperados. 
        f) De todo esto resultaría 
        para el consumidor la ventaja de la existencia de producto en todas las 
        épocas del año a precio estable. 
        g) La multiplicación de 
        cooperativas ofrecería a los Poderes Públicos una organización ligada a 
        los productores en condiciones de realizar determinadas tareas, tales 
        como la distribución de simientes, fertilizantes, adquisición de 
        productos eventualmente almacenados, etc. Completando el sistema, se 
        debería, a nuestro parecer, fomentar el régimen federativo de 
        cooperativas, mediante la creación de unidades de nivel local, regional 
        y nacional. 
        2. 
      Política de precios mínimos 
      
       La 
      eficacia de una política de precios mínimos resulta de dos factores. De un 
      lado, en situación de inflación como la que se da en el Brasil, si no 
      hubiera un capítulo de reajuste en los precios establecidos en la época 
      anterior a la siembra, la desvalorización monetaria hará ineficaz el 
      establecimiento de precios mínimos. Por otro lado, si el Poder Público no 
      estuviera en condiciones de adquirir el producto de las cosechas o de sus 
      excedentes, en la eventualidad de que el precio del mercado fuera inferior 
      al de la garantía fijada por las autoridades competentes, esa garantía 
      dejará de existir. El Estado debe ejercer esa actividad con el único 
      objetivo de regular el mercado. 
      Es claro que hay peligro en tal política. Hay, por 
      ejemplo, la posibilidad de fijación de precios mínimos en niveles 
      arbitrariamente elevados a consecuencia de errores de apreciación. Existe 
      también la posibilidad de que se hagan ganancias de productividad que sean 
      totalmente absorbidas por los productores, cuando podrían beneficiar al 
      consumidor final. Es verdad que este problema surge a largo plazo, mas no 
      debe de ser menospreciado. Tampoco se puede pretender que el Gobierno pase 
      a adquirir toda la producción agrícola del País, para revenderla a los 
      consumidores o a los exportadores. Eso conduciría a un control total de la 
      economía que acabaría en el establecimiento de cupos individuales de 
      producción anquilosando la actividad rural. No es esto lo que se pretende, 
      evidentemente. 
      Debe el Gobierno, siempre que resulte necesario, estar 
      dispuesto a intervenir adquiriendo la cosecha. No obstante, la actividad 
      de las cooperativas, según los moldes aquí preconizados, y su 
      participación creciente en la constitución de los precios constituiría un 
      elemento de fortalecimiento del mercado, capaz de reducir las necesidades 
      de intervención directa del Gobierno a través de la adquisición de las 
      cosechas. Aun en esa eventualidad, podrían las cooperativas asumir la 
      función de agentes compradores, evitándose o reduciéndose el recurso a 
      firmas interventoras, muchas veces no identificadas con los verdaderos 
      intereses de la clase rural e incapaces, por tanto, de corresponder a las 
      legítimas aspiraciones de ésta. 
        3. 
      Industrialización rural 
      La situación económica del productor agropecuario puede 
      también ser mejorada mediante la industrialización o la semi-industrialización 
      de los productos rurales sobre el terreno. Si tales iniciativas quedaran a 
      cargo de las cooperativas de producción, ellas proporcionarían a los 
      labradores el acceso a las ganancias del estamento inmediatamente superior 
      del proceso evolutivo, contribuyendo a mejorarles la renta. 
      Interesa destacar que la industrialización o 
      enriquecimiento de los productos rurales en el campo, permitirá la 
      utilización de los residuos de tales productos, sea para la alimentación 
      animal, sea para la producción de abonos. Ambos casos son provechosos para 
      el productor rural. Podrá éste, así, dedicarse subsidiariamente a la 
      crianza de aves o ganado a más bajo coste, o mejorar los elementos 
      nutricios de su tierra mediante el empleo de abonos más baratos. 
      Como se trata de iniciativas que exigen no solamente la 
      inversión de capital, sino también de la técnica que acompaña a los 
      descubrimientos científicos, y también de organización comercial, será más 
      fácil y rápido introducir esa práctica mediante estímulos concedidos a las 
      cooperativas de productores, en especial créditos para ampliaciones. 
        4. 
      Almacenes, silos y sus complementos 
      La política aquí preconizada abarca también la necesaria 
      construcción de una amplia red nacional de almacenes y silos, capaz de 
      permitir la formación de depósitos reguladores que se orienten no 
      solamente al abastecimiento normal de las poblaciones urbanas, sino 
      también a asegurar al productor rural una remuneración condigna. 
      Es sabido que la falta de uniformidad de muchos géneros 
      cultivados entre nosotros constituye un obstáculo para el ensilado en gran 
      escala. Cabe aquí una recomendación a los Gobiernos Federal y de los 
      Estados en el sentido de que se esfuercen por mejorar y ampliar 
      sustancialmente la oferta de semillas y esquejes seleccionados a la 
      agricultura. La obtención de buenas estirpes de vegetales, unida a la 
      asistencia técnica, unida a investigaciones agronómicas, en las actuales 
      circunstancias, sólo puede quedar a cargo del Poder Público. 
      Además del esfuerzo para la uniformidad de ciertos 
      cereales, el sistema de silos y almacenes deberá ser complementado con la 
      adopción de normas crediticias adecuadas, que permitan una rápida 
      movilización, por los productores rurales y sus cooperativas, de los 
      valores correspondientes a las cosechas almacenadas o depositadas. 
        5. 
      Crédito 
      Este problema, varias veces mencionado en este documento, 
      exige una solución valiente por parte de las autoridades monetarias del 
      País. La agricultura se encuentra en una situación de inferioridad en la 
      competición con otras actividades para la obtención de crédito (plazo e 
      intereses); el tiempo de maduración de lo emprendido y el carácter 
      semicapitalista de la investigación, además de los factores ya 
      mencionados, relativos a los precios de los productos agrícolas y a la 
      remuneración de los productores explican esa situación de inferioridad. 
      Algunos de esos factores desfavorables a la explotación 
      rural tendrían su acción en buena parte anulada por la difusión del 
      sistema cooperativo y del seguro agrícola. 
      Si hay menos incertidumbre respecto de los precios que han 
      de ser recibidos por el agricultor, y si su renta es mayor, mejorará su 
      posición ante los bancos públicos o privados. 
      Si, además de eso, el Gobierno adoptara normas tendentes a 
      facilitar la concesión de crédito a los labradores, bien directamente, o 
      bien mediante concesiones especiales de redescuento para los títulos 
      representativos de los empréstitos hechos así, la producción rural tendrá 
      asegurado un gran desahogo, estimulándose sensiblemente su expansión. Tal 
      política sería conjugada con la de crédito para productos depositados en 
      almacenes y silos, y con financiamientos a plazos medio y largo para 
      iniciativas. 
      En tal programa deberían ser considerados con normas 
      especiales los pequeños productores, estudiándose principalmente los 
      medios de extender esos beneficios a los arrendatarios pequeños y medios, 
      y a los medieros, incluso cuando no se les pudiera integrar en 
      cooperativas. Los trabajadores rurales que producen en régimen de 
      aparcería, ejerciendo con ello una actividad en cierto modo intermediaria 
      entre la del asalariado y la del agricultor, encontrarían frecuentemente 
      en esta forma el acceso a la clase de los propietarios.   6. 
      Fertilizantes e insecticidas 
      En el momento en que se pone tanto énfasis en el aumento 
      de la productividad en la agricultura, el Gobierno debe afrontar y 
      resolver definitivamente el problema de la producción nacional en gran 
      escala de insecticidas y fertilizantes. La industria petroquímica exige 
      inversiones de tal magnitud, que en la actual fase de desenvolvimiento 
      económico del País, difícilmente podrá ser abordada esa cuestión sin el 
      concurso del Estado. Sólo una gran industria de fertilizantes podrá 
      abaratar su producción, lo cual redundará, para el labrador, en una 
      reducción de los costes de producción, que a su vez tenderá a beneficiar 
      indirectamente a los consumidores de las ciudades y a la exportación. 
        7. 
      Mecanización 
      
       Estamos 
      lejos de afirmar que la mecanización de la agricultura por sí sola, 
      constituya una panacea para el aumento de la productividad rural y la 
      expansión del volumen de la producción. La vemos como una alternativa para 
      la mano de obra, o sea, como sustituto para ésta donde escasee o donde los 
      salarios tiendan a elevarse en proporciones acentuadas. Considerando el 
      problema bajo su aspecto económico, se debe afirmar que los elevados 
      precios de la maquinaria, en especial de los tractores de producción 
      nacional, hacen su utilización sencillamente prohibitiva. Deben los 
      Poderes Públicos estimular la racionalización de esa industria de manera 
      que sus productos se vuelvan más asequibles a los labradores nacionales. 
      Para un mercado estrecho como el brasileño, no se puede pretender el 
      sostenimiento de varios productos de la misma serie. Deberíamos optar por 
      un menor número de modelos y tender a la uniformidad de su producción, de 
      manera que las ganancias resultantes de ella viniesen a beneficiar 
      directamente al productor rural mediante precios más bajos para esas 
      máquinas e indirectamente al consumidor, por el abaratamiento de la 
      producción agropecuaria. 
        8. 
      Seguro Agrícola 
      Además de las dificultades apuntadas, la agricultura se 
      resiente de falta de un bien estructurado, eficaz y generalizado sistema 
      de seguro agrícola, que garantice al agricultor contra la helada, las 
      lluvias o sequías excesivas. El coste de tal sistema, una vez implantado, 
      sería disuelto en la producción, y su peso sobre el peso unitario final 
      para el consumidor, no sería excesivo, supuesto que la adopción de la 
      política aquí preconizada llevase al aumento de la productividad por área 
      cultivada. El seguro estimularía a los bancos particulares a dedicar mayor 
      parte de recursos al crédito rural. 
      Una institución del alcance necesario para atender a esa 
      finalidad probablemente sólo podrá ser organizada satisfactoriamente, en 
      las actuales circunstancias, por el Poder Público, el cual induciría al 
      sistema bancario o privado del País, mediante estímulo, a asociar sus 
      capitales para la realización de tal empresa.   9. 
      Política de precios 
      Las actividades agropecuarias han sido víctimas de tasas 
      unilaterales, fijándose precios para sus productos sin que los relativos a 
      los artículos que les son necesarios, y cuyo coste entra en la composición 
      del precio final de aquellos productos, hayan sido, igualmente, tasados. 
      Para impedir desequilibrios y distorsiones en el sistema económico 
      nacional, sería menester que las tasas de precios, siempre que fuera 
      necesario recurrir a ellas, con carácter transitorio, no se restringiesen 
      solamente a los últimos estamentos, dejando libres los precios de los 
      productos que entran en su respectiva composición. Por ejemplo, si se pone 
      tasa a la leche, y el cumplimiento de la tasa se fiscaliza con rigor, lo 
      mismo se debe hacer con el precio de las raciones, remedios, etc., para 
      los animales productores. 
      La práctica revela que adoptada la tasación de los precios 
      en cualquier sector, la tendencia será de extender su incidencia, para 
      evitar distorsiones en el mercado. De aquí que se deba de hacer el mayor 
      esfuerzo posible para evitar tal medida, adoptándola las autoridades 
      solamente en situaciones de emergencia y a título provisional. El 
      abaratamiento del coste de la vida debe de ser buscado mediante una oferta 
      abundante y regular de géneros a la población, como se garantiza que el 
      sistema aquí propuesto podría hacer, y no criando artificialismos que 
      tienden a conferir una excesiva rigidez a la economía del mercado, 
      impidiendo que ella se adapte a las mudanzas de la realidad con la 
      necesaria rapidez. 
        10. 
      Programa de colonización y parcelación agrícola 
      La ocupación de las tierras nuevas del País, así como de 
      las pertenecientes al Poder Público en sus varias esferas administrativas, 
      debe de ser llevada a cabo mediante bien elaborados programas de 
      colonización que tengan en debida cuenta el papel pionero que siempre tuvo 
      entre nosotros en ese particular la iniciativa privada. En esa actividad 
      mucho podrán auxiliar las empresas particulares de colonización, pudiendo 
      las autoridades adoptar normas para el estímulo de la expansión de las 
      existentes y la creación de otras nuevas, capaces de merecer la confianza 
      del público y de captar sus ahorros para su aplicación en ese importante 
      campo de actividades. Las parcelaciones, la asistencia técnica y 
      sanitaria, la salida de la producción, etc., deberán constituir 
      importantes preocupaciones de un programa de colonización. 
      Al elaborar tales planes no deben las autoridades 
      nacionales optar por divisiones obligatorias, sino dar incentivos a la 
      explotación de aquellos productos que tengan condiciones para un rápido 
      progreso, y que correspondan a las necesidades del consumo y a las 
      posibilidades de exportación. 
        11. 
      Planos de las cosechas 
      Entre las varias dificultades sufridas por la agricultura, 
      que deberán indicar los rumbos de una política agraria de expansión y 
      estímulo, debe hacerse mención especial de la necesidad de que se adopten, 
      por las autoridades competentes, directrices firmes, capaces de infundir 
      confianza al labrador, y cuyas finalidades sean fácilmente captadas por 
      él, de modo que se evite el clima de incertidumbre y descontento en que 
      vive y se le dé la necesaria confianza para la expansión de sus 
      actividades.  
      En este particular, los más sacrificados han sido los 
      cultivadores de café, siempre preocupados con la elaboración de la 
      regulación de los embarques de la cosecha de su producto, y frecuentemente 
      sorprendidos con medidas drásticas y de carácter inmediato que apuntan, 
      principalmente, a la política cambiante del Gobierno y sus necesidades de 
      recursos financieros. Es imprescindible que el Gobierno federal, en la 
      elaboración de la regulación anual de los embarques, dirija más su 
      atención a las necesidades crecientes del labrador y a su situación de 
      extrema dependencia de las normas consustanciales en tales políticas 
      parciales, acordándose de las repercusiones nefastas de sus indecisiones y 
      atrasos. 
        12. 
      Los abusos de la iniciativa particular  
      Si el presente documento reconoce la gran importancia de 
      la  actuación de los particulares para la solución de los problemas 
      apuntados en el sector rural de la economía brasileña, no se propone, 
      evidentemente, ignorar los abusos ni justificarlos. Sus abajo firmantes se 
      sienten totalmente libres de culpas y en condiciones de deplorar los 
      abusos de poder practicados por ciertos grupos particulares que presionan 
      a los productores o a los consumidores, tratando de enriquecerse con 
      lucros extraordinarios a costa de ellos. Quede, pues, bien establecido, 
      que el énfasis dado a la importancia de la iniciativa privada en una 
      política agraria sana no ignora los abusos que en su ámbito se han 
      practicado, exigiendo igualmente del Gobierno que para la propia 
      supervivencia de aquélla, tales abusos sean debidamente reprimidos. 
       
        13. 
      Política salarial 
      El problema salarial de los trabajadores rurales ha sido 
      constantemente señalado como si estuviera exigiendo una reforma agraria 
      que convirtiese a los asalariados mal remunerados en prósperos pequeños 
      propietarios. Se trata de una simplificación muy corriente en los debates 
      sobre la materia, que no resiste el más ligero examen. 
      Si los salarios de los trabajadores rurales son bajos, eso 
      se debe, principalmente, a la baja renta monetaria del sector agropecuario 
      de la economía brasileña, cuyas causas fueron sumariamente expuestas en el 
      análisis precedente. Interesa hacer notar que, en el actual estadio de 
      desenvolvimiento económico en que se encuentra el País, las actividades 
      rurales no pueden competir con las urbanas en materia salarial. 
      Igualmente, lo natural, dado el presente estadio, es que haya una 
      transferencia de población del campo a las ciudades, y que una de las 
      atracciones que éstas ejerzan sobre los habitantes de las zonas rurales, 
      sea la de una renta nominal más elevada, la cual, en general, no les 
      asegura mayor bienestar material. La disparidad entre los salarios urbanos 
      y rurales no puede, por tanto, en las actuales circunstancias, ser echada 
      en cara como anomalía necesitada de urgente corrección. Además, el 
      fenómeno no es propio del Brasil, sino que se observa en la mayoría de los 
      países. 
      Cumple señalar, además y sobre todo, que la mejoría de las 
      condiciones de vida del trabajador rural debe seguirse, en buena parte, de 
      su propio esfuerzo en el sentido de mejorar sus aptitudes y conocimientos 
      prácticos. 
      En ese sector —al que ya se refirió extensamente la parte 
      introductoria de este documento— hay mucho que hacer. Nos cumple insistir 
      en algunas de las medidas allá recordadas, comentar y sugerir otras. La 
      difusión de centros de entrenamiento y de escuelas técnico-agrícolas, que 
      el Poder Público está en condiciones de realizar, podrá contribuir mucho 
      para la mejor calificación de la mano de obra rural, y por la vía del 
      aumento de su productividad, para la mejoría del nivel salarial en el 
      campo. 
      La propia ampliación del mercado de trabajo para 
      agrónomos, zootecnistas y veterinarios puede concurrir a ese resultado. 
      La mejoría gradual de las técnicas agrícolas y pecuarias 
      constituye hoy más que nunca un grave deber de agricultores y ganaderos. 
      Para eso es recomendable que los Poderes Públicos orienten preferentemente 
      para la investigación a los agrónomos, veterinarios y zootécnicos que 
      tienen en sus cuadros de funcionarios, y que tanto los agricultores como 
      los ganaderos estimulen por medio de la adecuada remuneración a los 
      técnicos que ejercen su profesión por iniciativa propia. 
      Está claro que la tarea de “formar” al trabajador rural no 
      puede ser abordada solamente bajo el aspecto económico; ella implica 
      también aspectos morales y sociales, que abarcan la actuación de la 
      Iglesia y de los patronos. De cualquier forma no se debe olvidar el 
      principio salvador de la doctrina católica, según el cual, el 
      establecimiento de los niveles salariales está condicionado no sólo por 
      las necesidades del trabajador rural y de su familia, sino también por las 
      posibilidades concretas de atenderlos tanto en lo referente a la situación 
      general de la economía, como a la situación particular de la empresa de 
      que se trata. El salario no puede ser justo si destruye el bien común. (Cfr. 
      Pío XI, “Quadragresimo Anno”, y Juan XXIII, “Mater et Magistra”). 
      Finalmente, no puede silenciarse el hecho de que la 
      responsabilidad del propietario rural por sus empleados es mayor que la 
      del empresario urbano. Sobre aquél recaen íntegramente unas 
      responsabilidades de naturaleza social que en la ciudad son en gran parte 
      atendidas por organismos estatales o privados. La eventualidad de 
      problemas humanos y de asistencia social y sanitaria, atendidos por el 
      propietario rural, implica una carga para éste, los cuales deberían ser 
      cargados a cuenta de una prestación de servicio a los trabajadores, si se 
      pretenden comparar los salarios de la ciudad y los del campo. Un ejemplo 
      de esa actividad social se encuentra en el hecho de mantener 
      frecuentemente los agricultores, a su servicio, trabajadores viejos, que 
      normalmente no serían admitidos como funcionarios en las actividades 
      urbanas. 
      En ese campo de la actividad social del propietario 
      agrícola se debe decir una palabra referente al problema de la vivienda. 
      Las viviendas ofrecidas a los trabajadores son, muchas veces, precarias, 
      no disponiendo los agricultores de los capitales necesarios para 
      reconstruirlas según unos patrones más modernos de confort. Para remediar 
      esa situación, los agricultores necesitan que se concreten unos planes de 
      vivienda para el campo, finalidad para la cual podrían, eventualmente, 
      obtenerse auxilios internacionales. El éxito de esos planes tendría, entre 
      otras ventajas, la de contribuir a evitar que la seducción de los grandes 
      centros entre aquella gente atraiga los contingentes demográficos 
      necesarios al campo. 
        
      En la Hacienda de Nuestra Señora del Morro Alto — 
      Municipio de Amparo —, el 8 de septiembre de 1964, Festividad de la 
      Natividad de Nuestra Señora. 
        
      
      
      Antonio de Castro Mayer 
      Obispo de Campos 
      
      Geraldo de 
      Proença Sigaud, S.V.D. 
      Arzobispo de Diamantina 
      
      Plinio Corrêa de 
      Oliveira 
      
      Luiz 
      Mendonça de Freitas 
 |