Parte III

 

 

Capítulo 7

El Episcopado cubano, factor de sustentación psicológica

del régimen castrista

 

 

 

 

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El régimen cubano, a tres décadas de iniciada la Revolución, atraviesa por una profunda crisis que abarca los más diversos campos de la vida económica y social, tal como se mencionó en la Parte I de este estudio, y cuando en la Parte II fue comentada la carta del Cardenal Arns a su “queridísimo Fidel”. El dinamismo interior de esa crisis, y sus potencialidades para producir un colapso interno del propio sistema comunista, son difíciles de evaluar debido a la poderosa influencia sustentadora de un factor externo como lo es la considerable y vital ayuda rusa. Hasta el momento, esta ayuda se ha manifestado más visible en los planos militar y económico, y también —pese a informaciones sobre divergencias entre Gorbachev y Fidel— en el plano diplomático.1 Y esto se debe a que el papel estratégico de la isla — considerada como un gigantesco portaaviones al servicio de Rusia en el flanco mismo de los Estados Unidos — bien vale ese respaldo.

Para agregar algunos datos sobre la sustentación económica soviética a los ya dados anteriormente, viene al caso citar un artículo del periódico español “Diario 16”, publicado con ocasión del 30 aniversario de la Revolución. En él se anuncia a grandes titulares que “Cuba se ahogaría sin la ayuda económica que le brinda Moscú”.2 Las cifras fidedignas que el artículo recoge sobre la inyección anual de dinero desde Rusia, se sitúan en 5.000 millones de dólares para el plano económico, y otros 1.500 millones para el militar. Estas cantidades fueron deducidas por expertos occidentales a partir de cifras estadísticas publicadas por el propio gobierno cubano.

A pesar de esa enorme ayuda, la situación económica interna, fruto de la atrofia productiva inherente a todo régimen comunista, ha ido generando un creciente descontento en la población cubana, fenómeno cada vez más difícil de ocultar por la censura oficial. Y puede llegar a transformarse en una situación incontrolable, dependiendo de las circunstancias. Si bien el régimen ya cuenta con un equipo especializado de psicólogos y sociólogos que estudia métodos para descomprimir la tensión social cuando ésta llega a limites intolerables, se han ido creando nuevos regimientos especializados anti-motines para ser utilizados en cualquier momento —dotados incluso de helicópteros equipados con gases paralizantes— según denunció el General de Aviación Rafael del Pino, que en 1987 escapó con su familia hacia los Estados Unidos.3

En ese esfuerzo para cohibir el descontento popular, el régimen ha obtenido en los últimos años, en el frente interno, un aliado inesperado, independientemente de las intenciones que lo animen: el Episcopado cubano. Tanto el “Documento final” del ENEC, cuanto la “Instrucción Pastoral” que lo puso en vigor, contienen numerosos comentarios y exhortaciones que redundan en apuntalar al régimen, en momentos en que éste enfrenta crecientes dificultades internas.

 

El “Documento final” lleva la sumisión al punto de querer ahogar el clamor contra la pobreza, predicando “motivaciones superiores”, “sacrificio”, “austeridad”...

En el importante ítem del “Documento final” titulado significativamente “Aportes de la fe cristiana a una sociedad socialista”, se afirma: “Estamos convencidos de los aportes positivos que la fe, vivida consecuentemente y en todas sus dimensiones, puede dar a toda sociedad; también a la sociedad socialista”.4

Entre otros “aportes”, menciona "motivaciones superiores y sostenidas para la acción social”, “para el trabajo cotidiano, para la austeridad y el sacrificio que exige todo proceso de desarrollo”5... con lo cual se induce a la resignación ante la creciente pobreza y estancamiento. Para ello, se ofrece también el “aporte” para un cambio de mentalidad, del cual supuestamente surgirá “un hombre nuevo según Cristo, libre de egoísmo”, capaz de “reconciliación” y “diálogo”, que no idolatre “el dinero”, que tenga “por ley servir y amar sin condiciones”6 (¿también al comunismo y a sus prohombres?); poseedor de “un hondo sentido de la vida humana, que sostiene en las situaciones límites o ante la monotonía de lo cotidiano y confiere esperanza y alegría para enfrentar las frustraciones, la enfermedad y la muerte”;7 y “favorece” “hasta el compromiso social por el bien de la colectividad”.8

 

Un contraste clamoroso: dos pesos y dos medidas

En síntesis, el “Documento final” llama a la resignación y disponibilidad para todos los sacrificios, para enfrentar —por mal explicadas “motivaciones superiores” que tanto favorecen al régimen— todas las amarguras, todas las privaciones y todas las frustraciones inherentes a una sociedad socialista.

Es preciso llamar la atención para un contraste clamoroso: labios episcopales cubanos que se apresuran a defender la “teología de la liberación” para países latinoamericanos con gobiernos no comunistas, dentro de la isla-prisión predican la pasividad, el cruzarse de brazos, o hasta la colaboración, basados en una increíble “teología de la reconciliación” que más parece una “teología de la sustentación” del castro-comunismo. Esta duplicidad tal vez sea uno de los ejemplos más característicos, en este fin de siglo y de milenio, del misterioso “proceso de autodemolición” de la Iglesia, a que Paulo VI hizo referencia en Alocución del 7 de diciembre de 1968.

 

El ENEC y Fidel, unidos contra el “materialismo”...

Otras alusiones como las citadas, se suceden en el libro que transcribe los documentos emanados del ENEC, intentando remover, con un llamado a “motivaciones superiores”, la resistencia pasiva de los infelices cubanos.

Así, en el N° 434,9 el “Documento final” manifiesta preocupación por “aquellas deficiencias que en el orden moral pueden afectar la vida de nuestro pueblo (¡no podía ser más cauto y contemporizador!) y que en ocasiones (sic) se manifiestan”, citando entre esos elementos “el fraude, el robo y la falta de cuidado en la propiedad social”.

En el ítem “El laico en nuestra realidad”, se afirma que “el laicado católico comprometido con la Iglesia y con la sociedad participa en los esfuerzos que se hacen en nuestro país para superar dificultades” tales como la persistencia de "un afán por el disfrute de los bienes materiales” y “la falta de sentido de responsabilidad laboral o escolar, que se expresa a veces en el fraude y en la falta de respeto a la propiedad colectiva”.10 Es decir, en el referido ítem se reconoce que los laicos “comprometidos” incentivan a sus compatriotas a trabajar al servicio del castrismo, a asimilar la enseñanza comunista, a respetar la “propiedad” socialista, y a hacerlo con un “sentido de responsabilidad”.

Del mismo modo, en el ítem “Los católicos en el trabajo”, el documento del ENEC sostiene que “a los trabajadores católicos les preocupa que exista, a veces, un bajo nivel de compromiso laboral por parte de un grupo de compañeros", con comportamiento “poco serio e irresponsable", en que “hay relajamiento en la disciplina, poco interés en atender correctamente a los usuarios, no se cuida suficientemente la propiedad social...’’11 Un delegado de fábrica o un comisario político del PCC, ¿utilizarían un lenguaje diferente? Así, el documento eclesial intenta desestimular una de las pocas maneras con que cuentan los infelices cubanos, oprimidos por un implacable Estado policíaco, para reflejar su descontento: el trabajo a desgano.

Tan triste y lamentable como el hecho mismo de este colaboracionismo a ultranza, es que todas esas afirmaciones son coincidentes con críticas que el propio Castro había efectuado días antes del ENEC, durante el 3er Congreso del Partido Comunista, denunciando “la pereza, ineficiencia y corrupción” incluso dentro del propio Partido.

En julio de 1986 —pasados cinco meses después del Encuentro Eclesial, y sólo dos después que los Obispos pusieran en vigor el “Documento final”, con la publicación de la “Instrucción pastoral”— el dictador iniciaba una campaña “para poner fin a las prácticas capitalistas y erradicar la corrupción y la ineficiencia”.

Según el “Granma”, órgano del PCC, el régimen estaba preocupado con lo que llamó “el crecimiento del materialismo (!) entre los cubanos”, con las denuncias de “prácticas que tienen una tendencia a corromper a los trabajadores y dirigentes y obsesionarlos con el dinero”, así como con la acentuada “ineficiencia en el aparato productivo del país entero”.12 Nótese la coincidencia de enfoque, y hasta de lenguaje, con los utilizados en los documentos del ENEC arriba citados.

 

Los Pastores recomiendan a sus ovejas no escapar de las garras del lobo...

En un régimen antinatural, que da síntomas de desagregación debido a sus propias contradicciones internas, son los propios Pastores quienes, pareciendo ignorar la máxima evangélica "Todo reino dividido perecerá” (San Mateo 12, 25), tratan de sustentar —para desconcierto del rebaño— a la dictadura castrista.

Los discursos de Castro y los artículos del “Granma” en el mismo sentido, se fueron sucediendo.13 Y los del Episcopado, también.

Por ejemplo, a fines de 1987, a casi dos años del ENEC, en el "Mensaje de Navidad de los Obispos de Cuba al pueblo de Dios y a todos los hombres de buena voluntad”, se afirmaba: “Los Obispos de Cuba invitamos a los católicos a descartar las motivaciones fáciles o egoístas en cualquier proyecto de emigrar, pues consideramos la emigración como tal una solución en muchos casos desacertada y siempre dolorosa para familias y pueblos. No hablamos únicamente como los Pastores de una Iglesia que tiene que anunciar aquí el Evangelio, sino también como cubanos que nos dirigimos a cubanos para recordarles que el amor a nuestra Patria exige a veces de nosotros esfuerzos y sacrificios. De esto debemos dar testimonio también los cristianos”.

Como si el “amor a la patria” se identificase con el amor a la cárcel en que el comunismo transformó a esa pobre nación...

Una vez más, los Pastores cubanos, valiéndose de la influencia que les viene de su condición de Sucesores de los Apóstoles, conclamaban al rebaño a no huir del lobo. El propio deseo instintivo de escapar de sus garras ya constituiría un reflejo de “motivaciones egoístas". ¿Para qué buscar la libertad en otra parte, si el ENEC ya proclamó los supuestos logros del socialismo cubano?

En el mismo sentido pueden entenderse los N°s 142, 146 y 148 de la “Instrucción pastoral” de los Obispos de Cuba.14

 

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Algunas consideraciones de actualidad

En los países occidentales —y, tal vez, más especialmente en los Estados Unidos— existen algunos sectores de opinión naturalmente tendientes a ver el problema comunista en general, y el cubano en particular, desde una óptica que podría caracterizarse como “optimista”. Para la formación de dicha mentalidad pueden haber contribuido las condiciones de existencia estables, del punto de vista político y económico, de los respectivos países donde viven esas personas. Dicha mentalidad induce frecuentemente a subestimar la gravedad de las tragedias causadas por el comunismo en tantos países, a buscar instintivamente atenuantes para los responsables por tales tragedias, etc. Simétricamente, las personas influenciadas por esta mentalidad "optimista” suelen ser severas en relación a quienes, con realismo, señalan esas tragedias, e indican sus causas. Así, consideran a los analistas realistas como críticos “negativistas” y exagerados.

A esos "optimistas”, la presente obra puede parecerles imbuida de un espíritu "negativista”.

No extraña esa eventual objeción pues, por lo demás, no es nueva. En efecto, ella ha sido dirigida hacia aquellos pensadores, escritores y periodistas occidentales que durante las últimas décadas se empeñaron en hacer un análisis serio, objetivo y descarnado de la realidad de los países que otrora estuvieron detrás del Telón de Acero, así como de la realidad hoy imperante en la isla-presidio.

En los días presentes, esa crítica sobre el supuesto "negativismo” de los referidos estudios anticomunistas ha perdido su razón de ser. En efecto, la realidad del mundo comunista ya no es más ocultable, y deja al descubierto, sin velos, el inmenso escándalo de injusticia, miseria y sangre de los países que vivieron o todavía viven bajo el yugo marxista. Sin duda, el ocultamiento de esa situación, durante décadas, constituye uno de los mayores escándalos jamás registrados por la Historia. Así pues, la realidad que hoy salta a la vista supera en dramaticidad a la más osada de las apreciaciones denominadas por algunos como “negativistas”.

De esta manera, los propios hechos han demostrado que, por un lado, los supuestos “negativistas” tenían razón; y que, por otro, quienes criticaban y critican a esos “negativistas”, posiblemente estén influenciados por un optimismo cándido.

La hora no es, entonces, para una rectificación o exámen de conciencia de los “negativistas”, sino de aquellos que dejándose llevar por una exagerada candura, de hecho han venido haciendo más pesada la tarea de proteger al mundo contra la terrible ofensiva —sea psicológica, política o militar — del comunismo.

Es preciso consignar que, ya antes del “crash” del imperio soviético, vastos sectores de la opinión pública se venían mostrando mucho más receptivos en relación a las voces de alarma de los llamados “negativistas” (en realidad, analistas objetivos, serios e idóneos). Y es lo que explica que, por ejemplo, análisis lúcidos, objetivos y valientes de la situación cubana hayan sido recibidos por el público occidental con una amplia acogida. Como ejemplo tenemos el libro de Valladares, “Contra toda esperanza”, transformado en un best-seller internacional, y rodeado de una merecida reputación.

Este reconocimiento se ha hecho extensivo incluso a análisis de sobre temas dolorosos y delicados, como el de la orientación seguida por eclesiásticos cubanos frente a la política de “aproximación” de Fidel Castro.

Varios párrafos del conmovedor libro-entrevista “Después del Silencio” (DAC, Miami-San Juan, 1988), del sacerdote cubano Fray Miguel Angel Loredo O.F.M. —quien permaneciera diez años preso en las más abyectas cárceles castristas— están dedicadas a esa problemática. Y algunos trozos han sido incluidos en el presente libro.

El Padre Loredo, en breve prólogo titulado “Primeras palabras después del silencio”, afirma que el conjunto de temas que recorre su libro “es variado, pero en el fondo unitario”, y que “busca conmover, apelar, testimoniar, reclamar, reconciliar”. El sacerdote franciscano considera que “son verdades enormes que pensamos deben decirse”, que “hay cosas en él mostradas que, por dolorosas, desearíamos no se volvieran a repetir en ningún lugar, sobre ningún ser humano, en ningún momento”; y que “para contribuir a lograr esto es por lo que no debemos guardar silencio”.

Su entrevistador, el periodista Nicolás Pérez Diez-Argüelles, antiguo compañero de presidio del P. Loredo, concluye: “Después de 29 años de silencio ha hablado por ti la inmensa mayoría católica de tu pueblo. Casi tres décadas de desencanto e indignación, con tu palabra, con tu esperanza, tienen una vindicación. Ha sido muy doloroso lo que has dicho, pero alguien tenía que decirlo”.

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Notas:

1) Véase a este respecto la documentada “Carta Abierta de Cubanos Desterrados al Presidente Soviético: ¿Cómo explica Vd. tan flagrante contradicción en su política externa?”, publicada en “Il Tempo”, de Roma (2 y 3-12-90) con ocasión de la visita de Gorbachev a Italia.

Esta interpelación, patrocinada por la entidad “Cubanos Desterrados” de Miami, contó con la adhesión de figuras de primera línea del exilio cubano, como el escritor Armando Valladares, Embajador de los Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU; el alcalde de Miami, Xavier Suárez; la representante por el Estado de la Florida en el Congreso norteamericano, Ileana Ros-Lethinen, y los destacados sacerdotes Armando Jiménez, Enrique T. Rueda y Ramón O’Farrill.

Son numerosas las declaraciones de personalidades que sustentarán, de una u otra forma, las tesis de la referida interpelación al líder soviético. A modo de ejemplo, se citan los artículos “Seria advertencia de Baker a Cuba       ante el Soviet Supremo”, “La Vanguardia”, 11-2-90; “Declara Benedí que la URSS pretende mantener su base en Cuba a toda costa”, “Diario Las Américas”, 15-2-90, y “La contradicción de Gorbachev”, escrita por el Sr. Sergio de Paz, de “Cubanos Desterrados”, en “El Nuevo Herald”, Miami, 20-3-90.

Resulta altamente ilustrativo —y confirma las aprensiones a que arriba aludimos — el artículo “Schevardnadze defiende el envío de cazas Mig-29 a Cuba”, “El Independiente”, Madrid, 11-2-90.

2) 30-12-88, artículo desde La Habana, por el enviado especial Román Orozco.

El mismo periodista publicará en 1990 un nuevo artículo, mostrando con cifras actualizadas el descalabro económico de la isla, y la “dependencia casi absoluta de los envíos soviéticos” (“Diario 16”, 8-2-90).

3) “General Del Pino Speaks-An insight into elite corruption and military dissention in Castro’s Cuba”, CANF, Washington, 1987. A partir de los primeros meses de 1990, las noticias que llegan de la isla sobre manifestaciones de descontento de la población, especialmente de los jóvenes, se han hecho más frecuentes (cfr. Parte II, Capítulo 7). Esto, a pesar de que el régimen cuenta con una máquina represiva casi sin parangón en otros regímenes comunistas contemporáneos.

4) N° 422, p. 124.

5) N° 423.

6) N° 424

7) N° 425.

8) N° 426.

9) p. 125.

10) N°s 746, 747 y 749.

11) N°s 804 y 805, pp. 173-174.

12) Artículo “Gran preocupación de Castro por las «prácticas capitalistas» del cubano”, por Jane Bussey, de la agencia UPI, desde La Habana; “Diario Las Américas”, 26-7-86.

13) Ver, por ejemplo, el cable de Agencia France Presse desde La Habana, titulado “Arremeten en Cuba contra los «antisociales»”, “Diario Las Américas”, 9-8-89.

14) “ENEC”, p. 262.

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