Parte III

 

 

Capítulo 6

En los documentos del ENEC, la “síntesis vital”, camino e instrumento “dialéctico" rumbo a una meta final común católico-marxista

 

 

 

 

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Expuesto en el Capítulo anterior el sentido profundo de la llamada "teología de la reconciliación" cubana —explicado por uno de sus exponentes, el P. René David— la línea maestra del ENEC aparece cada vez más definida y coherente en todas sus partes. Tanto ese, cuanto los demás tópicos ya analizados de los documentos del Encuentro Edesial —sumados a la interpretación que de ellos dan los eclesiásticos, o los personeros del régimen cubano aquí citados— ayudarán a comprender mejor el alcance de un capítulo fundamental del “Documento final", titulado “Fe y Cultura".1 De él se mostrarán a continuación algunos pasajes más ilustrativos.2

 

Una “síntesis", un nuevo “modelo de humanismo", que significa caminar rumbo a la fusión con el comunismo

Al abordar lo que denomina “encuentro entre culturas” en la Cuba de hoy, el documento sostiene que a ese respecto “lo más característico de nuestra situación" es el “encuentro" entre la “tradicional cultura cubana”, “similar a la del resto de América Latina en muchos elementos”, “y la que se está gestando en estos últimos años", o sea, la generada por el sistema marxista-leninista.3 Ésta última, dice el “Documento final", posee “valores" que serían “en parte coïncidentes, en parte convergentes, y en parte contradictorios con nuestra cultura tradicional".4

La afirmación, como se ve, no podía ser más benévola en relación a la “cultura" gestada a la sombra del régimen. La cuidadosa redacción de la frase inclina subconcientemente al lector a pensar que los elementos “contradictorios" entre ambas “culturas” sean minoritarios en reladón a la suma de los aspectos “coincidentes" y los “convergentes". Es claro que el párrafo en cuestión se entiende en toda su amplitud, sin necesidad de tantos raciocinios, a la luz de la “teología de la reconciliación" del Padre David. Pero se pretende que hasta al más escéptico lector no le queden dudas sobre la constante línea convergencial con el comunismo que recorre todo el “Documento final". Nótese de pasada la impropia utilización del concepto “cultura”, aplicado indistintamente a la cultura tradicional cubana, que en sus valores más genuinos se nutrió de la savia de la civilización cristiana, y a la marxista, que más precisamente podría ser calificada de “anti-cultura".

Por otro lado, la orientación del ENEC parece haber sido la de no acentuar los lados “contradictorios" entre ambas culturas, la católica y la anticatólica; pues, como dice el “Documento final" cautelosamente, en aras de “ese diálogo que consideramos necesario", “no optamos aquí por una enumeración exhaustiva de dificultades afrontadas por la Iglesia”5...

 

El ENEC propone un “recíproco encuentro" y un “mutuo perfeccionamiento" católico-marxista

Poco más abajo se insiste en recomendar a “la comunidad católica de Cuba" que —“lejos de encerrarse en sí misma"— ponga “todo" su “dinamismo de amor cristiano al servicio de la sociedad como elemento de reconciliación, diálogo y unidad".6 Además, se propone a los católicos “como finalidad" concreta que, a través del “recíproco encuentro", procuren “llegar a posibles síntesis vitales" con la pseudo-cultura marxista, para “alcanzar un mutuo perfeccionamiento".7 ¿En qué puede acaso contribuir para el “perfeccionamiento" de la agonizante cultura católica en Cuba, la llamada “cultura” marxista, fruto de una concepción anticristiana del hombre y del universo, sino para apresurar esa agonía? Por su parte, ¿en qué pueden los católicos cubanos seguidores del ENEC, "perfeccionar” el marxismo, a no ser ayudando a sustentar al sistema castrista, predicando “austeridad", “sacrificio", “compromiso social”, etc.?8

A las palabras-talismán “reconciliación", “diálogo" y “unidad” —omnipresentes en los documentos del ENEC— se suman ahora “recíproco encuentro" y “síntesis vital", pareciendo esta última aludir a una fusión católico- comunista, so pretexto de intereses “vitales” comunes.

El documento agrega9 que en los “campos" donde la “síntesis" sea intentada, “la fe puede purificar y elevar los valores ya existentes en la cultura secular, y los católicos salimos a la vez purificados y enriquecidos por este encuentro, logrando realizar en nuestro diario quehacer la fundamental síntesis entre fe y cultura, que no es más que superar la dicotomía que pueda existir entre la fe y la vida, teniendo en cuenta la sociedad en que vivimos".

¿Qué significa ahí "purificar" los valores "existentes en la cultura secular"? Si por acaso se refiriera a despojarlos de lo que tienen de opuesto a la fe, en el fondo, supondría expurgarlos de la influencia del comunismo. Pero entonces no se trataría de una "síntesis", y sí de una conversión del comunismo cubano a la Religión Católica. Evidentemente, no es a esto a que el "Documento final” alude.10 El lenguaje contradictorio revela, en este párrafo, un sentido hegeliano que mal oculta el anhelo de una fusión con "la sociedad en que vivimos", o sea, con el comunismo.

 

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San Pío X:

Acuerdo entre la luz y las tinieblas,

sueño de espíritus enfermos

San Pío X, el Pontífice santo del siglo XX, después de censurar ciertos estilos concesivos de apostolado, afirmaba:

"Aún más grosero es el error de quienes, en una falsa y vana ansia de obtener la paz para la Iglesia, disimulan los intereses y derechos de Ella, sacrificándolos a intereses particulares, disminuyéndolos injustamente, y pactando con el mundo que está enteramente inmerso en el mal'; todo lo anterior, con el pretexto de conquistar a los propulsores de novedades y reconciliarlos con la Iglesia.

"¿Pero desde cuándo puede existir un acuerdo entre la luz y las tinieblas, entre Cristo y Belial? Sueños de espíritus enfermos(...)”.11

¡Cuánto las palabras de este Pontífice santo se aplican a dichos, escritos y actitudes pormenorizadamente narradas del Episcopado cubano!

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Doctrina Pontificia: socialismo, incompatible con dogmas católicos

—       León XIII: existe diferencia tan grande entre socialismo y catolicismo, que no puede haber mayor "Porque si bien los socialistas, abusando del mismo Evangelio, a fin de engañar más fácilmente a los incautos, tienen la costumbre de desnaturalizarlo para conformarlo a sus doctrinas, sin embargo existe una diferencia tan grande entre su perversa dogmática y la purísima doctrina de Jesucristo, que no la hay ni puede haber mayor. Porque ¿qué consorcio hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué comunidad entre la luz y las tinieblas?" (Encíclica “Quod Apostolid Muneris", BAC, Documentos Políticos, pp. 63-66.)

—       Pío XI: el socialismo es incompatible con los dogmas de la Iglesia Católica

“¿Pero qué decir si, en lo tocante a la lucha de clases y a la propiedad privada, el socialismo se suaviza y se enmienda hasta el punto de que, en cuanto a eso, ya nada haya de reprensible en él? ¿Acaso abdicó ya por eso de su naturaleza, contraria a la religión cristiana? (...)

"Considérese como doctrina, como hecho histórico o como 'acción social’, el socialismo, si sigue siendo verdadero socialismo, aun después de haber cedido a la verdad y a la justida en los puntos indicados, es incompatible con los dogmas de la Iglesia Católica, puesto que concibe la sociedad de una manera sumamente opuesta a la verdad cristiana". (Endclica “Quadragessimo Anno”, BAC, Documentos Sociales, pp. 679-680.)

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El "Documento final” quiere someter a los católicos 

a una "síntesis” de inspiración hegeliana por medio del diálogo

Respecto de las características, estilo y objetivos de esa “síntesis vital”, varias otras afirmaciones del “Documento final” corroboran y especifican lo anterior.12

Pese a que ei documento reconoce que "en el plano de los conceptos existen fundamentales diferencias entre la fe y la nueva cultura que se gesta en Cuba”, aún así, sin considerar riesgos para la fe de los católicos, proclama que "es necesario” lograr síntesis vitales no sólo en el interior de la Iglesia, sino “en el seno de la sociedad” y "en el campo de las relaciones entre la fe y la cultura secular”. En este último terreno, por ejemplo, se sostiene que deberá buscarse una síntesis “entre los elementos compatibles del humanismo cristiano y la antropología marxista”:13 o sea, hacer “compatibles” la luz y las tinieblas.

Ante estas afirmaciones, es del caso colocar una vez más una hipoteca sobre ciertas balbuceantes salvedades que, a modo de contrapeso, el "Documento final” va insertando cada vez que llega la hora de los malabarismos doctrinales.

"En esta síntesis vital —continúa el documento— la Iglesia deberá mantenerse abierta a la sociedad, y ésta abrirse al influjo del mensaje cristiano, cada una desde su propia identidad”.14 Si hay algo que a esta altura pocos dudarán es cuán efectivamente el Episcopado cubano se ha mantenido "abierto” en relación al marxismo. ¿Puede afirmarse tan enfáticamente la recíproca? Como se ha mostrado con abundante documentación, hasta ahora, el régimen sólo se manifestó "abierto” en relación a los cristianos que adhirieron a la Revolución sin colocarle trabas o condiciones. Aún así, los lamentos ya consignados de ciertos eclesiásticos colaboracionistas —como el Arzobispo de La Habana y su Vicario General— reflejan la suprema humillación de no verse enteramente aceptados a pesar de las concesiones inadmisibles y eufóricas que hicieron al régimen.

 

El documento del ENEC llega al punto de censurar las actitudes “cerradas” y "estáticas” dentro de las filas católicas, que traban el recíproco encuentro comuno-católico

Es particularmente doloroso constatar en este capítulo del “Documento final” el llamado, con aval episcopal, a una “renovación” y “cambio de mentalidad” dentro de las filas católicas, y a "superar” las actitudes calificadas como “cerradas, estáticas y rutinarias” como forma de lograr "una comunidad abierta, dinámica, audaz y creativa”.13 En otras palabras, se llama la atención a aquellos fieles considerados como retardatarios, quienes aún abrigan desconfianzas en relación al tirano y su régimen, pues con esa “mentalidad” traban y obstaculizan las llamadas "síntesis vitales” en gestación.

La insistencia al respecto es notoria, y muestra que hasta hoy subsiste una legítima desconfianza de sectores ponderables de fieles católicos en reladón a los eclesiásticos y laicos colaboracionistas. Por ejemplo, al trazar las "líneas de acción" para la Iglesia Católica, se afirma que los esfuerzos "para propiciar el encuentro y el intercambio enriquecedor entre lo mejor de nuestros rasgos culturales y los nuevos que se gestan, deberían concretarse en formar a nuestras comunidades eclesiales en el espíritu de diálogo y apertura necesarios (...) para que apoyen el compromiso de los cristianos en este campo”.16 Se instiga, pues, a colaborar con los católicos más "avanzados” en su opción revolucionaria, que ya han superado actitudes “estáticas” y "rutinarias”.

Conviene hacer notar que, en la práctica, la palabra "síntesis” es utilizada en el contexto del ENEC no en las acepciones legítimas, de sentido común —de una selección de los mejores elementos armónicos de dos posiciones antagónicas, pero compatibles— sino más bien en su sentido evolucionista hegeliano. A través de sucesivas tesis, antítesis y síntesis, los católicos que se abran para el espíritu del ENEC caminarán rumbo a la total relativizadón de la fe católica.

Se ha destacado cómo en el marco de los documentos oficiales del ENEC la "síntesis vital” opera cual eficaz engranaje dialéctico rumbo a metas comunes católico-marxistas. ¿Qué rasgos descriptivos de esas metas se encuentran en el “Documento final”? Es lo que se verá a continuación.

 

En el "Documento final”, ejemplos concretos de metas comunes con el castro-marxismo

A lo largo del “Documento final” del ENEC —si bien que ambivalente y resbaloso hasta en sus afirmadones más osadas— subyace claramente la aceptación de las reglas de juego de la dictadura comunista cubana.

Al respecto, existe un párrafo clave, que ya ha sido mencionado, pero que conviene recordar aquí. En las primeras páginas del texto se recuerda que después de “las primeras confrontaciones”, y de la "lenta y progresiva distensión” con el régimen comunista que le siguió, “la Iglesia pasó desde una aceptadón de la realidad del carácter socialista de la Revolución, sin antagonizar el proyecto socialista como tal, hasta la coincidencia en los objetivos fundamentales en el campo de la promoción social”.17 Fue posible que esa "aceptación” se metamorfoseara en una "coincidencia” con el régimen, en "objetivos fundamentales”, debido al proceso de "síntesis vital” que se viene analizando. El diálogo, la reconciliadón y la encarnación, como el documento del ENEC los entiende, han sido poderosos auxiliares para que esa “síntesis” comuno-católica se venga operando. Los "objetivos fundamentales” a que se hace referencia —tal como se mostró exhaustivamente en páginas anteriores— son instrumentos de adoctrinamiento y control psico-ideológico-religioso de los infelices cubanos, por parte del régimen.18

La "coincidenda” en torno de esos objetivos es puesta nuevamente en realce cuando, más adelante, el documento agrega19: "En Cuba, la partidpación de los católicos en la construcción de la civilización del amor, para que sea algo más que una simple expresión hermosa (!), debe contar, de manera muy efectiva, con el marco y la dinámica propios del proyecto socialista vigente en nuestro país”. Nótese el carácter taxativo de la expresión: “debe contar”... Es decir, los católicos se ven impelidos a aceptar, sin más, no sólo la “dinámica”, sino el propio “proyecto” castrista.

A esta altura, más de un lector se habrá planteado una pregunta ineludible: esa tónica del “Documento final” del ENEC, ¿no importa, en definitiva, en una negación frontal de la doctrina tradicional de la Iglesia respecto del socialismo y el comunismo, calificados como enemigos de la Iglesia y de la Civilización por todos los Papas que analizaron su ideología y su sistema? Y el Episcopado cubano, dando su aprobación y promulgando dicho documento, ¿no se disocia acaso de la enseñanza católica tradicional sobre el comunismo, emprendiendo una especie de migración, o aventura, doctrinal? No hay cómo evitar esas preguntas, frente al cuadro de conjunto, coherente en todas sus partes, que esta crónica pone en evidencia.

En otro plano, debe considerarse el contraste entre las actitudes episcopales aquí relatadas, y la doctrina pontificia acerca del deber pastoral frente a los propagadores de ideologías anticatólicas. En efecto, decía Pío XII que “la Iglesia, siempre transbordante de caridad y de bondad hacia los desgarrados, pero fiel a la palabra de su Divino Fundador, que declaró: «Quien no está conmigo, está contra Mí» (San Mateo 12, 30), no puede faltar a su deber de denunciar el error y de arrancar la máscara a los sembradores de mentiras...”20 Y Pío XI ya había expresado: “El primer don de amor del Sacerdote a su medio, y que se impone de la manera más evidente, es el don de servir a la verdad, a la verdad entera, y desenmascarar y refutar el error, bajo cualquier forma, máscara o disfraz con que se presente”.21 ¡Cuánto el ENEC parece haberse distanciado de estos luminosos consejos! Es de notar de pasada que existe, tanto en el “Documento final”, cuanto en la “Instrucción pastoral” que lo puso en vigor, una insoslayable reluctancia en relación al Magisterio pontificio precondliar.12 Se diría que para los autores de ambos documentos, ese Magisterio como que está en las nuves y sin efectividad para los días de hoy.

El “Documento final” parte para nuevos elogios al régimen, ahora en el campo económico: “En principio, desde la fe, no se puede objetar un modelo de economía solidaria, planificada nacionalmente, que parte de una concepción del destino común de los bienes y de los recursos del país, así como la primacía del 'trabajo’ frente al 'capital'23 y que persigue la satisfacción de las necesidades fundamentales de todos, así como un incremento progresivo de la calidad de la vida”.24 Como se ve, los Obispos adhieren “en principio” al bluff publicitario de que el comunismo cubano desea sinceramente mejorar el nivel de vida del pueblo. Treinta años de convivencia con una realidad que desmiente clamorosamente ese bluff, parecen no haber sido suficientes para abrirles los ojos...

Por otro lado, en el fondo está dicho que la Iglesia no puede impugnar un régimen económico como el cubano, que niega la propiedad privada. Sin embargo, la afirmación de que la propiedad privada es un derecho natural anterior al Estado, cuyo libre ejercicio es uno de los pilares básicos del orden social, hace parte de la doctrina inmutable de la Iglesia, constante en las Encíclicas Sociales, en especial la “Rerum Novarum” de León XIII y la “Mater et Magistra” de Juan XXIII. Por lo demás, la propia Ley de Dios garantiza su legitimidad, pues hay dos Mandamientos dél Decálogo que la defienden: el 7°, “No robar”, y el 10°, “No codiciar los bienes ajenos”. Por lo tanto, “desde la fe” no se puede aceptar un régimen socio-económico que niega la propiedad privada.25

No obstante esta enseñanza continua e inmutable de la Iglesia, el “Documento final” adopta frente al “modelo” comunista cubano una posición de seudo-imparcialidad que equivale a legitimarlo: “El juicio político sobre la eficacia en la realización de este modelo y sus posibilidades reales, depende de otros elementos no directamente relacionados con la fe y en los que el cristiano conserva una libertad de opción, que siempre, sin embargo, debe ser iluminada por la ética evangélica y por el magisterio de la Iglesia”. En otras palabras, no habría nada que objetar al “modelo” económico-sorial comunista en sí, desde el punto de vista de la fe; se puede apenas discutir su “eficacia”...

Continúa el texto: “Las diferentes opiniones y actitudes en el terreno político (incluyendo un mayor o menor grado de participación en el proyecto socialista) no afectan la unidad de la Iglesia que depende, evidentemente, de otras realidades”.26

Véase por este párrafo la terrible disyuntiva en que es colocado el fiel católico cubano por sus propios Pastores. Partiendo del supuesto que “desde la fe” “no se puede objetar”, en su esencia, el “modelo” castro-marxista de sociedad, ¿cuáles son las posibilidades de discrepancia que ellos dejan a sus fieles? En definitiva, es un margen mínimo, pues sólo se hace mención a optar entre “un mayor o menor grado de participación en el proyecto socialista” cubano. Entonces, la posibilidad de una oposición fundamental al lobo rojo, queda descartada para los católicos, so pena de verse anatematizados en nombre de una supuesta “ética evangélica” y un vaporoso “magisterio de la Iglesia”... interpretados al paladar de los Pastores colaboracionistas, preocupados en extremo con la meta del recíproco encuentro comuno-católico.

 

El primero de todos los derechos, el de la libertad para practicar la religión verdadera, relegado a un segundo plano

Pero lo anterior no es lo más sorprendente en los documentos del ENEC. Las alabanzas al régimen, seguidas de las consabidas e inoperantes salvedades, adquieren a continuación un tono casi propagandístico de sus supuestas realizaciones. En efecto, el “Documento final” continúa:

“Nuestra sociedad ha hecho serios esfuerzos por promover los derechos esenciales, como son: la vida, la alimentación, la asistencia médica, la educadón, el trabajo convenientemente remunerado, etc. Consideramos que esto ocupa un lugar de primer orden; y sabemos que el logro pleno de ellos constituye no sólo la condición para la auténtica libertad, sino un modo ya notable de ser libres. (...)

“Reconocemos también que en la prosecución de la realización de estos derechos pueden quedar menos en evidencia, o a veces preteridos, otros derechos que los cristianos también consideramos de gran importancia para la plena realización del hombre, entre ellos, el derecho de la libertad religiosa y a otras libertades llamadas civiles”.27

En varias oportunidades —especialmente en la Parte I, y en la Parte III, Capítulo 2— fueron dados elementos de juicio para evaluar de qué forma singular se han “realizado” en Cuba esos “derechos esenciales” a la vida, la alimentación, la salud, etc. Se ha mostrado por un lado la miseria en que vive el pueblo cubano, mayor aún que la de otros países del área comunista, dentro del cual Cuba aparece entre los países más subdesarrollados, al lado de Vietnam y Mongolia. Y por otro, se ha probado que el régimen transformó áreas como la salud, la educación y el sector laboral, en mecanismos de adoctrinamiento, represión y control policíaco de los cubanos, en especial, de los católicos. Pero al margen de lo anterior, lo que parece aquí más necesario resaltar, por su gravedad, es la afirmación de que aún el derecho a acceder a la Religión verdadera —¡el primero de todos los derechos!— queda relegado, según el criterio del ENEC, a un segundo plano, eufemísticamente calificado de “menos en evidencia”. Con lo cual se intenta suavizar, una vez más, la infamante persecución del régimen contra los católicos.

Los tópicos citados y analizados del “Documento final” del ENEC son suficientemente esclarecedores sobre la virtual fusión de objetivos entre el Episcopado y el régimen marxista. La enumeración aquí efectuada de esos textos no es exhaustiva. Podrían citarse otras alusiones inequívocas a ese respecto. Ellas se omiten por la necesidad de abordar, antes de cerrar este estudio, otras materias relevantes, en los Capítulos que siguen.

De cualquier manera, la lectura de esos trozos deja la impresión de que subyace en ellos una tal o cual amnesia sobre puntos relevantes de la doctrina tradicional de la Iglesia, lo cual perjudica a fondo todo el trabajo del ENEC.

 

Fray Betto: el cristianismo es esencialmente comunista

Resulta sintomático que la más extremada “izquierda católica” internacional haga coro con los Obispos cubanos, en la tesis de que Cuba es “libre”. El dominico brasileño Fray Betto, confidente del dictador, y “puente” entre éste y el Episcopado cubano, llegó a afirmar que las “libertades fundamentales en Cuba están más que garantizadas”28.

Fray Betto quemó rápidamente etapas, explicitando su pensamiento hasta sus últimas consecuencias, no dudando en declarar al “Granma”: “Los cristianos tenemos que regresar a las fuentes del Evangelio. Vamos a descubrir algo que a mí me parece sencillo pero a muchos sorprendente, algo que el comandante Fidel ha captado muy bien, por su inteligencia y por la formación religiosa incluso que tuvo (sic): el cristianismo es esencialmente comunista”.29

El dominico brasileño reafirmó esas osadas declaraciones a la revista castrista “Cuba Internacional” — “aunque esto pueda sorprender a más de uno”, “el cristianismo es esendalmente comunista”— llegando al absurdo de concluir que “los cristianos no pueden ser anticomunistas. Serlo es negar la esencia del pensamiento de Jesús”.30 Con lo cual, los Pontífices romanos que condenaron al comunismo, no habrían sido fieles al pensamiento del Divino Salvador...

 

Fidel: “podríamos subscribir casi todos los Mandamientos”...

Antes del ENEC, y de las recién analizadas declaraciones de Fray Betto, Castro ya había tendido sus “puentes” para facilitar una coincidenda comuno-católica en las propias metas. A comienzos de 1985, hablando con los Obispos norteamericanos que lo visitaron, el tirano les confidenció que “nosotros podíamos suscribir perfectamente casi todos los mandamientos de la ley de Dios”, porque “tienen mucho parecido con los nuestros”, poniendo como ejemplos nada menos que “no robar”, “amar al prójimo como a tí mismo”, “no mentir” y “no desear a la mujer de tu prójimo”31...

 

Partir de coincidencias en la “praxis”, común sugerencia episcopo-marxista que facilita trasbordo ideológico de católicos rumbo al comunismo

En 1987, el Arzobispo de La Habana, Monseñor Jaime Lucas Ortega y Alamino —en declaraciones al semanario “La Juventud”, órgano de la extrema izquierda “tu- pamara” uruguaya32— comentaba sobre el ENEC, realizado en 1986: “El balance fue, creo yo, muy positivo. Se plantea realísticamente que la Iglesia Católica vive y acepta que puede vivir en un sistema socialista. No canoniza este sistema como no puede canonizar otros, pero no lo enfrenta, no lo rechaza en bloque. El ENEC incluso acepta, en su documento final, las dificultades que ha tenido la Iglesia pero cómo a su vez todo esto puede haberle abierto campos nuevos al cristianismo, haber purificado también a la Iglesia y los cristianos del lastre de muchas cosas pasadas”. El Arzobispo habanero concluía afirmando que “hay un deseo de participación en el proyecto social para mejorar nuestro país”.

Estas declaraciones de Monseñor Ortega merecerían muchos comentarios, especialmente la sumisa referencia a que el drama vivido por los católicos cubanos habría servido para “purificar” a los católicos. Se ha visto que esta “purificación” no es entendida en el sentido de que la sangre de mártires cubanos habría sido semilla de cristianos firmes en sus convicciones anti-marxistas, sino que, a la inversa, significa una renuncia a esas convicciones, substituidas por un “deseo de participación” en el régimen marxista.

Pero lo que se desea resaltar aquí es cómo el Arzobispo deja abierto un amplio espacio común de entendimiento y colaboración con los seguidores del régimen, en el plano concreto, lo que facilita el trasbordo ideológico de los católicos rumbo al comunismo.

La tesis del prelado se encuentra reflejada en numerosos pasajes del “Documento final” del ENEC.

Por ejemplo, en el ítem “Naturaleza y alcance de este diálogo", se expresa que “los cristianos podemos coincidir con los seguidores de otras filosofías y sistemas económico-sociales en la búsqueda de la satisfacción de los derechos elementales de la persona humana, entendiendo por persona humana cada hombre, cada mujer, con sus necesidades concretas".33 El documento agrega que “nuestra sociedad" “ha hecho serios esfuerzos por promover los derechos esenciales”.34

La definición de “persona humana" no podía ser más deficiente, al restringirla al ámbito de sus “necesidades concretas". Un tratado de filosofía materialista no lo haría de forma muy diferente. Esto no se debe, como podría pensarse, a la falta de preparación de los redactores, sino al hecho de que éstos buscan afianzar, a partir de esas “necesidades concretas", el terreno común en la “praxis", para el avance dialéctico rumbo a mayores “coincidencias" con las metas marxistas.

Así, en el mismo ítem, el documento señala que “el mejor modo de entablar un diálogo" es justamente empezar “por los aspectos prácticos de la actividad común en bien de la colectividad que integramos”.35 A partir de esos “aspectos prácticos", se establecen las condiciones para el trasbordo ideológico de quienes sigan las directrices del ENEC...

 

Arzobispo de La Habana sugiere explícitamente evitar discusiones doctrinales para facilitar puntos de contacto con revolucionarios

El “diálogo" así entendido debe evitar debates en torno de principios. Es un “diálogo" selectivo, sobre aspectos concretos, descartándose hacerlo sobre lo esencial, que llevaría inevitablemente a discutir las diferencias doctrinales de fondo.

Es muy elocuente, en ese sentido, la interpretadón que el Arzobispo de La Habana da a esta estrategia del terreno común,36 en declaraciones reproducidas por la revista izquierdista “Sic", de los jesuítas venezolanos. El entrevistador le pregunta si cree “que en un régimen como éste", el cubano, “marxismo y cristianismo, más allá de dogmas de uno y de otro, van hacia una convergencia". El Arzobispo responde que “al hablar así de marxismo y cristianismo se llega enseguida a los conceptos", cosa que él desea eludir... “Por lo tanto, continúa, para hablar de realizaciones concretas, nosotros hablamos de revolución y cristianismo, entendiendo como revolución esa entidad que abarca el cambio social, la nueva estructura”.

Sin inhibidón, Monseñor Ortega agrega que “siempre (?) se ha dicho que es posible ser católico y revolucionario”. ¿Qué quiere decir aquí “siempre"? ¿Y quiénes son los que han sostenido ese dualismo en forma ininterrupta? El Arzobispo prefiere no entrar en detalles a ese respecto.

Lo que no le impide agregar que “nuestros estudiantes católicos universitarios parten de la base de que ellos son católicos y revolucionarios", y que “cuando nosotros entonces hablamos de un diálogo no hablamos de un diálogo entre marxistas y cristianos, porque esto podría tener implicaciones filosóficas y teóricas de estilo europeo". El “diálogo" en Cuba, añade el Arzobispo, tiene que ser con “esa realidad que se llama revolución socialista", que es fruto “de un gobierno que tenemos y que en la práctica ha hecho un cambio social grande y novedoso (sic)”, remata Monseñor Ortega.

El prelado, al tratar de disociar el efecto —la Revolución— de su causa —el marxismo— deja una vez más de manifiesto el intento de la autoridad eclesiástica de evitar que ese “diálogo” remonte a los principios. Los católicos son así impelidos a dejar de lado las divergencias “filosóficas y teóricas” con la ideología del régimen, y a dialogar con éste “en la práctica". Con lo cual se los induce a actuar con total desprevención en un terreno erizado de peligros para su fe. A ello los instiga el propio Pastor... ¿No equivale esto a facilitar, en la práctica, las condiciones para una apostasía?

 

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Ambigüedades e incógnitas

sobre el proceso convergencial comuno-católico en Cuba

favorecen al régimen

Más de una vez se ha resaltado la osadía revolucionaria de varios documentos aquí citados, tanto de eclesiásticos, cuanto de personeros comunistas, en materia de convergencia comuno-católica en Cuba.

Pero al mismo tiempo, esos textos no están exentos, en puntos esenciales, de grados variables de ambigüedad. En efecto, existe una desproporción entre la constante exteriorizadón del ánimo convergencial por ambas partes, y lo que se da a conocer de específico sobre esa convergenda en el plano doctrinario; concretamente, sobre dos aspectos: el filosófico y el económico. Como se ha visto en este Capítulo, diversos personeros de ambos lados han recomendado explícitamente eludir cualquier debate público sobre temas doctrinales y teóricos, que no harían, según ellos, sino producir trabas en esa convergencia.

Respecto del porqué de esa ambigüedad, pueden levantarse dos hipótesis. Primero, que ella sea real en torno de esos puntos de convergencia, no habiéndose definido hasta ahora nada más sustancial que lo hasta aquí mostrado. Y que lo más sólido, por el momento, sea la propia decisión de llevar a cabo esa convergencia. En coherencia con esto, se estarían abriendo desde ya las respectivas compuertas ideológicas, lo cual supone lanzarse en una aventura, dado que no se sabría a ciencia cierta a dónde se llegará en ese camino.

La segunda hipótesis dice respecto a que la línea de encuentro ya haya sido definida a alto nivel, por lo menos en sus puntos esenciales. En este caso, ambos lados, o por lo menos uno de ellos, recelarían una dispersión de las respectivas bases, aún no suficientemente preparadas, en caso de que se diese a conocer sin ambages la sorpresa que se tiene combinada.

En esta segunda hipótesis, ¿cuál de los lados corre el riesgo de sufrir una dispersión mayor de sus seguidores, si fuesen revelados los acuerdos eventualmente alcanzados? Para llegar a una respuesta, debe considerarse de modo general que la opinión internacional se ha mostrado mucho más sorprendida al ver elementos de la jerarquía católica, en varios países, caminar en dirección a los comunistas, que ante la recíproca. Ello es explicable, si se considera que la Iglesia posee un merecido concepto de la más alta seriedad, cimentado a lo largo de los siglos; algo que es reconocido no sólo por el común de los católicos, sino también por muchos no católicos. En cambio, respecto de los comunistas, es generalizada la idea sobre su oportunismo político, accionado sin escrúpulos siempre que las circunstancias lo pidan. Y los propios militantes marxistas han sido adiestrados para aprovechar esas eventualidades en su favor.

Analícese ahora, a la luz de los criterios expuestos, el caso particular cubano. Parece claro que escandalizará mucho más a los fieles de la Iglesia ver que la jerarquía local adopta una política considerada por ellos en franca oposición con la enseñanza tradicional de la Santa Sede, que a los militantes comunistas percibir que el Partido está eventualmente contradiciéndose por caminar “dialécticamente” al encuentro de los católicos. De manera que en último análisis la ambigüedad y reserva sobre eventuales coincidencias doctrinales culminantes en las negociaciones Castro- eclesiásticos colaboracionistas, sería sobre todo útil para favorecer la acción de estos últimos, sin que corran el riesgo de aislarse completamente de sus bases. Ello beneficiaría a los intereses de Castro, a quien, en la práctica, conviene que los prelados colaboracionistas conserven el mayor ascendiente posible sobre sus fieles.37

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Fray Betto: tener como punto de contacto “ser revolucionarios”, evitando dogmatismos de un lado y de otro

Son reveladoras del pensamiento de Fray Betto declaraciones suyas a la revista “Prisma Latinoamericano'’.38 En ellas, el dominicano brasileño advierte: “Hay una determinada forma de ser cristiano, que es absolutamente          incompatible con una determinada forma de ser marxista: los cristianos y los marxistas dogmáticos”. El fraile “liberacionista” descarta ambas posiciones, al sostener que “un revolucionario lo es en su práctica, independientemente de si se considera cristiano o comunista”. Nótese, también aquí, la referencia al común terreno de la “práctica”.

“Además, continúa Fray Betto, esas etiquetas deben ser relativizadas”; “tenemos que huir de ese nominalismo, que no define el contenido y el compromiso”. “Ahora, concluye, hay una determinada manera de asumir la propuesta del marxismo-leninismo: ser revolucionario. Ese es el punto de contacto”. Fray Betto, en su ímpetu convergencial, no se preocupa en disimular al menos un     poco la capitulación que tan descarnadamente propone: directamente, se trata para los católicos de “asumir” la “propuesta” comunista.

 

Teórico comunista argentino: entre cristianos y marxistas, solidaridad en la “praxis"

Juan Rosales, especialista en asuntos religiosos latinoamericanos del Partido Comunista argentino, toca la misma tecla del Arzobispo de La Habana y de Fray Betto, en artículo para la revista “Ideología y Política”39:

“Es cierto, por lo demás, que la relación entre cristianos y marxistas había sido hasta entonces profundamente conflictiva: los Hijos de la Luz contra los Hijos de las Tinieblas.

“Sin embargo, ¡cómo dejar de apreciar que existe una solidaridad concreta entre trabajadores o estudiantes creyentes y no creyentes?”. “La propia vida, agrega, nos fue mostrando a los marxistas que la fe no siempre es opio del pueblo (...) y les fue mostrando a los discípulos de Jesús que no son el marxismo y el socialismo los que niegan sus valores y persiguen sus creencias, sino regímenes inhumanos que suelen blasonar de «cristianos»”. Igualmente aquí, la “solidaridad concreta” planteada por el teórico comunista sólo podrá darse en el terreno comunista, con una previa abdicación doctrinal de los católicos.

 

Fidel Castro: “ser doctrinario” dificulta alianza estratégica

También el dictador vitalício aconseja evitar las divergencias doctrinales, como si fuese posible una acción del hombre que haga abstracción, enteramente, de los principios, y no tenga relación, aún indirecta, con valores —o antivalores— esenciales.

En 1977, hablando en Jamaica ante líderes de grupos cristianos, Castro ya había señalado “autocríticamente” —según interpreta Fray Betto— que “hay muchos marxistas que son doctrinarios. Y creo que ser doctrinario en este problema, dificulta esta cuestión. Yo creo que nosotros debemos pensar en el reino de este mundo, ustedes y nosotros, y debemos evitar precisamente los conflictos en las cuestiones que se refieren al reino del otro mundo”.40 Y en 198S, al tiempo que reafirmaba su táctica, el dictador aprovechaba para ir incluso más lejos: “Hemos hablado que hay que hacer algo más que coexistir en paz. Debieran existir relaciones más estrechas, mejores, debiera haber relaciones de colaboración incluso, entre la Revolución y las Iglesias. Porque, desde luego, ya no pueden ser Iglesias de los terratenientes, de los burgueses, de los ricos. Con aquella Iglesia (...) era imposible que se desarrollara un acercamiento y una colaboración”.41 La Iglesia de Monseñor Zacchi, de Monseñor Rodríguez, de Monseñor Ortega, de Monseñor Céspedes, del Padre David, del Padre Pérez y del Padre Roccaro, ya no sería entonces, para el dictador, “aquella Iglesia” que se cerraba a la colaboración con el comunismo. Iglesia tan ilustremente representada por los Pontífices que sistemáticamente han condenado cualquier colaboración con la secta roja, entre los cuales brilla la figura de San Pío X.

En la óptica de Castro, ¿querrá decir él que en el fondo ambas representarían religiones diferentes? Según sus palabras, así pareciera darlo a entender. Causa espanto que eclesiásticos cubanos vean que el dictador afirme algo tan grave, y se sientan al mismo tiempo tan abiertos a colaborar con él.

 

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San Francisco de Sales: “¡He ahí el lobo!”

Cuán lejos está el Episcopado cubano de adoptar la actitud pastoral de un San Francisco de Sales, Obispo Príncipe de Ginebra, conocido por su bondad y al mismo tiempo representante insigne de “aquella Iglesia" que el dictador detesta: “Los enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser desacreditados tanto cuanto sea posible, desde que no se falte con la verdad; siendo una obra de caridad gritar «¡cuidado con el lobo!» cuando se lo vea en medio del rebaño, o en cualquier otro lugar donde sea encontrado".41 Es claro que el Santo Obispo no preconizaba el uso exclusivo de este lenguaje. Pero no es justo sostener que el mismo sea contrario a la caridad de Nuestro Señor Jesucristo.

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Notas:

1) Tercera Parte, "Acción Pastoral de la Iglesia", Capítulo II, pp. 127 y sgs.

2) Un análisis a fondo, en todas sus dimensiones, de los textos oficiales emanados del ENEC, abarcaría de por sí un voluminoso estudio, lo cual ultrapasa los límites de esta reseña. Pero los aspectos hasta el momento destacados sirven para una aproximación al tema. Y también, para poner al alcance de quienes en las tres Américas se interesen por el asunto, documentos de tan graves consecuencias, al tiempo que prácticamente desconocidos fuera de Cuba, o más allá de cenáculos de católicos que en el exilio sirven de "quinta columna" del régimen en el exilio.

3) N°s 460 y 463, p. 129.

4) N° 462, p. 129.  

5) "Documento final", N° 175, p. 61.

6) N°s 467 y 468.

7) N° 468.

8) cfr. "ENEC", “Aportes de la fe cristiana a una sociedad socialista" y "Aportes de la sociedad socialista   a la vivencia de la fe cristiana", pp. 124-125.

Nótese que los llamados a la "austeridad", el "compromiso social", etc., acaban siendo fórmulas para que la población cubana se resigne con la miseria en que vive, fruto de la irremediablemente acción empobrecedora del capitalismo de Estado. Ese espíritu de resignación inducido favorece y apuntala al régimen castrista. Respecto de actitudes episcopales en este sentido, véase también Parte III, Capítulo 7.

9) N° 483, p. 132.

10) Es verdad que en la Historia de la Iglesia existen admirables ejemplos de "purificación", como la que, en el plano de la filosofía, Santo Tomás efectuó con las ideas de Aristóteles. Pero el comunismo es de suyo antinatural y, por tanto, inasimilable por la Iglesia. Así, la cosmovisión marxista de la sociedad, con los valores que ella engendra, es diametralmente opuesta a la concepción católica basada en la ley eterna y en la ley natural. Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, definió la ley eterna como siendo "la razón divina o la voluntad divina que dispone de todo, de manera que el orden natural sea salvaguardado y no sea turbado. (...) Es la ley a la que todas las cosas deben estar rectamente ordenadas" (apud Enrique Rommen, "Derecho Natural”, Editorial Jus, México, 1950, p. 145). El orden del mundo a que hace referencia Santo Tomás está regido, entonces, por la ley eterna, que dirige todos los actos de las criaturas racionales y todos los movimientos de las criaturas desprovistas de razón. En relación a las criaturas racionales, la ley natura! es "la ley eterna en cuanto rige los actos de los seres dotados de razón y libertad” (op. cit. ídem, ibíd., p. 145). Este fundamento de la cosmovisión católica constituye de por sí un abismo intrasponible en relación a la doctrina marxista.

11) Encíclica “Communium Rerum”, 21-4-1909, en Plinio Corrêa de Oliveira, "Em Defesa da Ação Católica”, 2ª edición, São Paulo, 1983, p. 214.

12) Ver especialmente el ítem "Síntesis vital: inculturación del Evangelio, evangelizadón de la cultura”, N°s 469 a 484, pp. 130-133.

13) N°s. 479 a 482, p. 132.

14) N° 475, p. 131.

15) N°s 478 y 479, pp. 131-132.

16) N° 602, p. 148.

17) “Documento final”, N° 60, p. 42.

18) cfr. Parte I, Capítulos 2 a 4, y Parte III, Capitulo 2.

19) "Documento final”, N° 303, pp. 93-94.

20) Radiomensaje de Navidad, 1947, "Discorsi e Radiomessagi”, vol. IX, p. 393, en Plinio Corrêa de Oliveira, "Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolición?”, 10ª edición, São Paulo, 1974, p. 69.

21) Encíclica “Mit Brennender Sorge”, 14-3-1937, AAS, vol. XXIX, p. 163.

22) Ver, por ejemplo, "ENEC”, "Documento final”, N6 204, p. 69, e "Instrucción Pastoral”, N° 5, p. 228.

23) Aquí el "Documento final” coloca como conferetur la Encíclica "Laborem Exercens” de Juan Pablo II. Es del caso señalar que el mismo Pontífice, en discurso ante los Obispos polacos en visita ad límina, en 1987, reafirmó que el derecho de propiedad privada, con su importante función social, pertenece a la tradición de la doctrina social de la Iglesia, desde la "Rerum Novarum” hasta la "Laborens Exercens”. Expresó Juan Pablo II en la oportunidad:

“Sobre el fondo de cuadro de una profunda crisis vivida actualmente en nuestro país (Polonia), parece que aquel «precio de la libertad» al cual exhortaba el Acto del Milenio, debe ser examinado también bajo el aspecto de bien entendidos derechos del hombre en el campo socio-económico.

"El derecho de propiedad está unido a la persona, también cuando se trata de la propiedad de los medios de producción. Está unido porque el hombre desde el comienzo ha sido nombrado por el Señor como dominador de la creación visible. Está unido con la finalidad de que pueda ser correctamente liberada la iniciativa económica, que sirve no sólo al individuo sino también a la sociedad. Este principio, considerado por Santo Tomás expresión del derecho natural (cfr. Summa Theologica, II-II, q. 66, art. 2, in c. y en la respuesta ad. 1.; cfr. también I-II, q. 94, art. 5, ad 3), pertenece a toda la tradición de la doctrina social de la Iglesia desde la Rerum Novarum hasta la Laborens Exercens” (“L’Osservátore Romano”, ed. italiana, 18-12-87).

24) N° 303, pp. 94-95.

25) Cfr. Plinio Corrêa de Oliveira, “Acuerdo con los regímenes comunistas: para la Iglesia, ¿esperanza o auto-demolición?”, Capítulo VI.

26) N° 303, p. 94.

27) N°s 170 y 171, p. 60.

28) “O Estado de S. Paulo”, 24-1-89.

29) 15-12-85, en Juan Rosales, “Cristo y/o Marx”, Ed. Cartago, Buenos Aires, 3ª edición, 1988, p. 207.

30) abril de 1986.

31) “Fidel y la Religión”, “La visita de los Obispos norteamericanos”, p. 233.

 

32) Montevideo, 29-11-87. “La Juventud” es un órgano del “Movimiento 26 de Marzo”, brazo político de los "Tupamaros”.

33) N° 169, p. 60.

34) N° 170.

35) N° 173, p. 61.

36) N° 486, junio de 1986.

37) Ver sobre este punto específico, el Capítulo 9 de la presente Parte III.

38) N° 160, 1985.

39) Organo del PC argentino, N° 6, agosto-septiembre de 1988, pp. 48-49.

40) “Fidel y la Religión”, “Con los cristianos en Nicaragua”, p. 19.

41) “Fidel y la Religión”, “Los cristianos y el Partido Comunista”, p. 222.

42) apud Plinio Correa de Oliveira, “Em Defesa da Ação Católica”, p. 237.

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