Sección II
OPINIONES SOCIALIZANTES QUE
PREPARAN EL AMBIENTE PARA LA “REFORMA AGRARIA SOCIALISTA”
EXPOSICIÓN Y ANÁLISIS
CAPÍTULO I - 2a. parte
¿La actual estructura rural
brasileña es contraria en sí misma a los principios de la justicia?
Proposición 10 |
IMPUGNADA |
AFIRMADA |
La división obligatoria de las tierras, para dejar subsistentes
sólo pequeñas propiedades en que cada trabajador viva de la
respectiva tierra, y no haya más ni patronos, ni asalariados, no
implica la abolición de la propiedad privada. Por el contrario,
multiplica indefinidamente el número de propietarios. |
La división
obligatoria de las tierras sin justa causa ni justa indemnización,
constituye la afirmación de que la propiedad privada está
enteramente a merced de la ley. Si el Estado puede abolir hoy la
propiedad media o grande, mañana podrá abolir también la pequeña.
Es, pues, el mismo principio de la propiedad privada que queda
expuesto a la más completa destrucción ante cualquier ola
demagógica.
Según la doctrina
católica, el régimen de la propiedad privada no puede ser
extinguido por el Estado. El socialismo y el comunismo, en los que
visiblemente se inspira la proposición impugnada, afirman lo
contrario.
Por otra parte, el
régimen agrario que admitiese únicamente pequeñas propiedades y la
abolición del asalariado, terminaría prácticamente en auténtico
socialismo. |
COMENTARIO
1. — Defensores naturales
de la pequeña propiedad
Según el sistema socialista o comunista, basado
en el falso Y venenoso dogma de la lucha de clases, las propiedades
grandes y medias son enemigas naturales de la pequeña propiedad. Según
la doctrina católica, en una sociedad verdaderamente orgánica, las
primeras son aliadas naturales de la última. En efecto, ellas
constituyen un contrapeso armónico de la acción tantas veces invasora
del Estado. Contra esta acción, y en defensa del principio de la
propiedad privada, los propietarios grandes y medios, más influyentes,
más independientes, podrán actuar con mayor eficacia que los
propietarios pequeños.
2. — Masa pulverizada e
inerme
Imaginemos una contextura económica y social
formada por millones de pequeños propietarios. Para el conocimiento de
los progresos de la agricultura, para la iniciativa de nuevos
cultivos, para la obtención de maquinaria perfeccionada, para la
solución de problemas de crédito, de abono e irrigación, se verán
obligados a recurrir al poder público bajo mil formas. Este será a
veces la Unión, o un Estado federado, entidades frías y distantes, en
cuya presencia el pequeño propietario se siente como un grano de arena
inerme y anónimo. O será el Municipio, principalmente el Municipio del
campo, entregado tantas veces al politiqueo local, apasionado,
vengativo y minucioso. En la escala municipal, el pequeño propietario
no es un anónimo, sino que, al contrario, se siente fiscalizado,
espiado, atado a los microtiranos de la aldea, tanto más temibles
cuanto más próximos. El será, en suma, un siervo del Estado y del
politiqueo, incapaz de subsistir sin el apoyo de aquél y la influencia
de éste.
3. — Koljoces
Pero, dirá alguno, los pequeños propietarios
organizados en poderosas federaciones tendrán medios de defenderse
contra la acción invasora del Estado.
Objeción ingenua. En realidad, será el Estado
quien dirigirá estas federaciones y, a través de ellas, todas las
pequeñas propiedades. Los socialistas, que por la “Reforma Agraria
Socialista” pretenden llegar a un régimen igualitario, tendrán así
logrado su objetivo. La agricultura brasileña no pasará de un inmenso
conjunto de Koljoces.
4. — Abolición del
salariado y dirigismo
Además, el régimen así idealizado llevará consigo
necesariamente un férreo dirigismo. Imaginemos un propietario de
pequeña área rural. Con su muerte, ésta pasará a sus hijos. Si se
divide entonces y, más tarde, con ocasión de la muerte de los
herederos, todavía se subdivide, tendremos una pulverización de la
propiedad en minifundios ridículos. Repetido este fenómeno en gran
escala, el régimen no podrá ya continuar. Por tanto, se debe suponer
que la propiedad se transmitirá de otra manera. ¿Cómo? ¿En favor del
primogénito? No es posible que la mentalidad igualitaria dominante en
el socialismo tienda a esa restauración de pequeños mayorazgos.
Cualquiera que sea la solución dada al asunto, la pequeña propiedad,
suficiente, por su misma definición, para una sola familia, no bastará
para todos los hijos de los propietarios, con las familias que, a su
vez, constituyan. Y, ¿qué hacer del excedente demográfico, ya que no
existirá el salariado? Sobrará una cantidad inmensa de brazos, que
permanecerán inaprovechados. El remedio socialista ya se percibe a
esta altura: gigantescos institutos, con instalaciones magníficas y
vasta burocracia, destinados a distribuir por áreas aún incultas —mientras
las haya— o, por centros urbanos diversos, los “rebaños” humanos,
sumisos, dóciles y melancólicos, que dejará sobrantes el régimen de
los koljoces.
Proposición 11 |
IMPUGNADA |
AFIRMADA |
En ciertos casos, como los de grandes latifundios, o de
zonas con población extremadamente pobre, la ley podría
simplemente ordenar el reparto de tierras, dejando al expropiado
lo necesario para su modesta subsistencia.
Tal vez se le pudiera dar, además de esto, una pequeña
indemnización, en la medida que lo permitiera el interés del
pueblo.
La expropiación sería especialmente justa cuando el propietario no
cultivara convenientemente su tierra, lo que le quitaría el
derecho de considerarse dueño de ella. |
El derecho del
propietario legítimo tiene, como último fundamento, el orden
natural de las cosas, el cual es anterior y superior al
Estado.
Este no puede
suprimirlo, por tanto, salvo que lo exija el bien común. Y aún así,
sólo mediante una indemnización justa e inmediata.
En caso de que la
expropiación en gran escala fuera indispensable para el bien común,
y el Estado no pudiera indemnizar debidamente a los propietarios,
se comprendería en principio, que esa indemnización fuese inferior
al valor real del inmueble expropiado. Aun en esta hipótesis, la
indemnización debería ser, no la menor, sino la mayor posible.
Como demostraremos en
la Parte II, esta hipótesis no se da, desde luego, en el Brasil. |
COMENTARIO
Una cierta antipatía para con el principio de la
indemnización al dueño de tierras expropiadas se nota en muchos
proyectos de “Reforma Agraria Socialista”. Aun cuando la legislación
vigente en el País ofrece todas las garantías de defensa al titular
del dominio en caso de expropiación, tales proyectos descuidan
visiblemente el asunto. Es una lamentable prueba de antipatía o hasta
de hostilidad para con el principio de la propiedad privada. Y por la
misma razón otros propugnadores de la “Reforma Agraria Socialista”
sólo mencionan la indemnización a los propietarios para encontrar
artificios y pretextos para reducirla al mínimo.
* * *
La proposición impugnada simplifica la solución
del problema de las zonas pobres: dividir sería resolverlo todo.
Aunque en algunas de estas regiones la partición
de tierras podría ser útil, es importante recordar que hay otras
regiones en que nada adelantaría. Cuando la tierra es pobre, el
remedio por excelencia consiste en emplear —en cuanto sea posible— los
medios técnicos para subsanar esa pobreza.
* * *
En principio, el propietario tiene el derecho de
no cultivar sus tierras. Sin embargo, este derecho cesa cuando de ahí
se origina grave daño para el bien común. Cesa, dijimos, el derecho de
no cultivar. No cesa el derecho de propiedad. Por esto, el Estado
puede ordenar —en esta hipótesis— que el propietario cultive sus
tierras. Debe auxiliarlo con consejos, facilidades de crédito, etc.,
para que lo haga. Puede lanzar impuestos sobre el inmueble que —sin
ningún intento confiscatorio— compensen el perjuicio que sufre el bien
común por la inercia del propietario. Como último recurso, el Estado
puede expropiar las tierras. Pero esta expropiación, hecha según las
normas de la justicia, es muy distinta de una simple y pura
confiscación, o de una confiscación velada tras las apariencias de una
expropiación a bajo precio.
TEXTOS PONTIFICIOS
Casos en que el Estado
puede intervenir en la distribución de las tierras
“…aun
en condiciones normales, las Asociaciones cristianas saben que no se
puede tratar de erigir en un principio estable del orden social la
simple conciliación o inteligencia entre las dos partes —dadores y
prestadores de trabajo—, aunque estuviere dictado por el más puro
espíritu de equidad. En efecto, semejante principio vendría a fallar
desde el momento en que esta inteligencia, en contradicción con su
propio sentir, abandonase el sendero de la justicia y, o se
convirtiera en una opresión o en una ilícita explotación del
trabajador, o bien hiciese, por ejemplo, de lo que hoy se llama
nacionalización o socialización de la propiedad y democratización de
la economía un arma de combate y de lucha contra el ciudadano
particular dador de trabajo en cuanto tal.
“Las Asociaciones cristianas se avienen a la
socialización tan sólo en los casos en que aparece realmente requerida
por el bien común, o sea como medio único verdaderamente eficaz con
que remediar un abuso o con que evitar un despilfarro de las fuerzas
productoras del País, y con que asegurar la ordenada organización de
estas mismas fuerzas y dirigirlas en beneficio de los intereses
económicos de la nación, esto es, a fin de que la economía nacional,
con su desarrollo regular y pacífico, abra el camino a la prosperidad
material de todo el pueblo, prosperidad tal que al mismo tiempo
constituya un sano fundamento aun de la misma vida cultural y
religiosa. En todo caso, además, habrán ellas de reconocer que la
socialización lleva consigo el deber de una conveniente indemnización,
esto es, calculada según lo que cada caso exigiere justa y
equitativamente para todos los interesados.
“En cuanto a la democratización de la
economía, hallase amenazada no menos por el monopolio, esto es, por el
despotismo económico de un anónimo consorcio de capitales privados,
que por la fuerza preponderante de multitudes organizadas y dispuestas
a usar de su poder en daño de la justicia y del derecho de los demás”
.
El derecho de propiedad
no se pierde por el abuso
“…aún
está mucho más lejos de la verdad el decir que por el abuso o el
simple no uso de las cosas perece o se pierde el derecho de propiedad”
.
El derecho de propiedad
es distinto de su uso
“Para
poner justos límites a las controversias suscitadas en torno a la
propiedad y a los deberes a ella inherentes, quede establecido, a
manera de principio fundamental, lo mismo que proclamó León XIII, a
saber, que el derecho de propiedad se distingue de su uso
(Encíclica Rerum Novarum). Respetar santamente la división de los
bienes y no invadir el derecho ajeno, traspasando los límites del
dominio propio, son mandatos de la justicia que se llama conmutativa;
no usar los propietarios de sus propias cosas sino honestamente, no
pertenece a esta justicia, sino a otras virtudes, el cumplimiento de
cuyos deberes “no se puede exigir jurídicamente” (Cfr. Encíclica
Rerum Novarum)
.
Proposición 12 |
IMPUGNADA |
AFIRMADA |
El justo valor de un inmueble rural, para efecto de expropiación,
está representado por su costo histórico. Este lo constituye el
precio de adquisición del inmueble sumado a la importancia
aplicada en mejoras realizadas, al valor de todos los tributos
pagados desde la adquisición y a los intereses razonables sobre el
excedente de esa cantidad global.
Desde que la indemnización corresponda al valor histórico, el
propietario será reembolsado de todo cuanto tenga invertido en los
bienes, y más los intereses. Considerada en sí misma, la
revalorización de la tierra es debida, no a lo que el propietario
haya puesto allí, sino al progreso general de la sociedad. Esa
revalorización pertenecerá, pues, de derecho, no al propietario,
sino a la sociedad, o sea, al Estado. |
Entre los factores
que deben ser considerados en la evaluación de lo que el
propietario habrá aplicado en su “fazenda”, es necesario incluir,
no solamente el capital representado por el precio de adquisición,
por las mejoras realizadas, por los impuestos pagados, etcétera,
sino también el trabajo: este último, difícilmente puede ser
evaluado de una forma debida, en muchos casos.
Pero aunque se
tuviesen en cuenta todos estos factores en la expropiación, no
servirían de criterio suficiente para estimar la justa
indemnización. En efecto, múltiples circunstancias podrían añadir
al inmueble un valor superior al que se estableciese con base en
aquellos factores. Por todo esto, el justo precio de la
expropiación debe ser normalmente el valor de venta de la tierra,
incluyendo en éste la revalorización.
El principio del
valor histórico es, pues, injusto. Además, como consecuencia de la
inflación, la indemnización fijada con esa base podría ser
irrisoria. |
COMENTARIO
1. Resabio de
igualitarismo
La proposición impugnada tiene un
resabio de igualitarismo. Revela antipatía ante la perspectiva de que
alguno, que ya es propietario, se enriquezca más aún. Y esta antipatía
se agrava por el hecho de que tal enriquecimiento no resultaría sólo
del trabajo del beneficiario: dicha riqueza le caería en las manos sin
más, como si fuese una herencia o un tesoro encontrado en la tierra.
El complejo contra la herencia
aparece aquí con otro aspecto.
2. — Valorización por un
acontecimiento fortuito
Ahora bien, según el orden establecido por la
Providencia, hay muchas circunstancias en que un inmueble rural
aumenta legítimamente de valor sin esfuerzo de su propietario, y con
pleno derecho para éste de beneficiarse con tal valorización. Y,
recíprocamente, hay circunstancias en que, independientemente de la
culpa del propietario, un inmueble rural puede depreciarse sin que
quepa a éste cualquier derecho de indemnización.
Así la introducción de la plantación del café en
el Brasil, por Melo Palheta, trajo consigo la valorización de muchas
tierras, asaz incultas, por el simple hecho de poder servir para un
nuevo cultivo. ¿A quién corresponde el derecho de esta valorización?
¿Al Estado, que nada hizo para eso, y que también, por otra parte,
lucró enormemente con la implantación del cultivo del café? ¿A
Palheta, cuya acción digna de aplauso, ninguna proporción podría tener
con la inmensa, con la incalculable fortuna que conseguiría en la
hipótesis, un tanto infantil, de beneficiarse él con todas estas
valorizaciones?
Es obvio que, dándose en la tierra el fenómeno de
la valorización, es al propietario a quien debe beneficiar.
De la misma manera, cuando en la tierra se opera
una desvalorización (terremoto, inundación, río que muda de curso,
erosión, etc.) al propietario y sólo a él cabe soportarla. Así como
“res perit domino”, según el Derecho Romano, así también “res
fructificat domino”, conforme afirma el mismo Derecho.
3. — Valorización por
obra del Estado o de la sociedad
Estas consideraciones se aplican también a los
casos en que una obra pública, una carretera por ejemplo, valoriza las
tierras marginales o próximas. O cuando un gran establecimiento
particular, instalándose en un inmueble, produce en las proximidades
el mismo efecto. Es un hecho fortuito bueno, cuyas ventajas pertenecen
legítimamente a los propietarios de las tierras sobre las cuales
influye.
Esto no impide que, en la primera hipótesis, el
Estado cobre de los beneficiarios una tasa de valorización. Pero ésta
debe tener el carácter y la apariencia de una contribución para el
bien común, y, especialmente, de una proporcionada participación en
los gastos de una obra tan ventajosa. Nunca puede tener el sentido y
las proporciones de una restitución de la revalorización conseguida.
4. — Valorización por
progreso colectivo
Puede acontecer que la valorización de un
inmueble rural sea consecuencia, no tanto de una obra determinada,
cuanto de todo un progreso multiforme y coherente del cuerpo social
entero. Así consideradas en su conjunto, las tierras del Estado de San
Pablo están teniendo una valorización que resulta del progreso de toda
la economía paulista.
Ahora bien, se podría argumentar que tal progreso
tiene como causa general y profunda el trabajo de todos los habitantes
del Estado. Este trabajo beneficia al propietario de la tierra sin
justa causa, máxime cuando ésta es inculta. En consecuencia, la
valorización debe ser del Estado, encarnación de la comunidad
trabajadora y no del propietario, sobre todo cuando éste está
inactivo.
Estas alegaciones son contrarias al principio del
sentido común, consagrado por el Derecho Romano en la máxima antes
citada: “res fructificat domino”, la cual se refiere a todo el asunto.
Si no se aplica tal máxima, se cae en un error
manifiesto. Ampliando la tesis de que la valorización de un inmueble
rural pertenece siempre al Estado, fácilmente percibiríamos lo que
ella tiene de absurdo. Pues, si el propietario rural debe devolver
toda la ventaja que le viene de pertenecer a cierta región, entonces
lo mismo deben hacer todos los otros que, por cualquier título se
benefician del Estado: industriales favorecidos con barreras de
aduanas, poblaciones enteras espiritualmente enriquecidas por la
simple presencia de grandes instituciones culturales, etc., etc.
Sin olvidar que muchos de estos beneficios ni
siquiera son capaces de una adecuada apreciación económica, conviene
subrayar que esa concepción establece una disociación monstruosa entre
el Estado y los particulares. Los intereses de éstos nada tendrían de
común con los de aquél. Hasta les serían contrarios. El Estado sería
indiferente al interés de los individuos. Sólo trabajaría para sí. Y
cobraría ansiosamente, hasta el último céntimo, por el bien que
incidentalmente hiciera a los individuos.
Ahora bien, la verdad es muy otra. El Estado
tiene por fin el bien común. Y el bien común está en conexión
indisoluble con el bien de todos los particulares. Por tanto, cuando
el Estado beneficia a éstos, cumple con su deber. Lo que se dice del
Estado, dígase también de la sociedad.
Y la valorización de las tierras de una región,
beneficiando individualmente a cada propietario, de hecho es también
una ventaja para el bien común.
5 — El bien particular y
el bien común
Una rápida noción del bien común facilitará la
comprensión de este punto.
El bien común de un cuerpo vivo consiste en que
cada órgano funcione rectamente y todos cooperen para el bienestar
general del cuerpo.
El bien común así entendido exige que cada
órgano:
a) reciba del
cuerpo todo lo necesario para subsistir y trabajar normalmente;
b) preste al
cuerpo el servicio específico, inherente a la naturaleza y fines
peculiares de dicho órgano.
De ahí se sigue, por analogía, que las personas,
las familias y las clases sociales, desiguales entre sí como los
órganos del cuerpo, tienen derecho a recibir de la sociedad y del
Estado un apoyo proporcionado de que carecen para subsistir y obrar; y
deben, a su vez, actuar en beneficio de la sociedad y del Estado en la
medida de lo necesario y de acuerdo con su situación respectiva.
Esta formulación afirma el principio de la
reciprocidad de servicios entre el Estado o la sociedad y las
personas, familias o clases. Pero también incluye el principio de la
desigualdad proporcional de ventajas y cargas. Aquellos que son los
mayores dentro de la sociedad o del Estado son los que de ella o de él
reciben más y por ella o por él deben hacer más. Pero, por lo mismo
que son el apoyo principal de la sociedad o del Estado, deben ser
particularmente honrados, protegidos por éste o por aquella. Lo exige
el instinto de conservación. Así, por ejemplo, la supervivencia de una
familia benemérita, o de un patrimonio particularmente fecundo, debe
ser cuidada por la sociedad o por el Estado con un desvelo que va más
allá de la dedicación debida a los demás asuntos similares corrientes.
Durante la guerra, se debe proteger, en la medida de lo posible, la
existencia de los ciudadanos. Sin embargo la vida del Jefe del Estado,
de los ministros, de los generales, que son el sostén de la
resistencia, debe merecer una protección especial. En otros términos,
hay intereses particulares legítimos que representan papel funcional
de primera magnitud para el bien común. Este es el caso de los
propietarios, ya que la propiedad es una de las bases de la familia,
de la sociedad, del Estado y de la civilización.
En suma, el bien común en la sociedad, en el
Estado, como en el cuerpo vivo, aunque no sea el conjunto de los
bienes particulares existentes en función de estos bienes, cuya
conservación, interacción y desarrollo armonioso favorece.
6. — Los derechos de los
indigentes
Pero, dirá alguno, según esta concepción la
sociedad y el Estado deberían interesarse solamente por los grandes, o
cuando mucho por los medianos. Poco o ningún interés deberían tener
por los pequeños. Si el fin del Estado y de la sociedad es el bien
común, ¿por qué habrían de cuidar, por ejemplo, de los indigentes?
La cuestión, presentada así, realmente deja ver
que, cuando la sociedad y el Estado cuidan del indigente, atienden
próxima y principalmente al bien de éste. Pero el bien común tiende al
bien de todos los miembros de la Sociedad y del Estado. Como el bien
común del organismo incluye el de todas las células. Y así como todo
el cuerpo es solidario para la preservación de cualquier célula, y se
mueve para proteger las más necesitadas, el Estado y la sociedad deben
poner un empeño efectivo en proporcionar a cada miembro las
condiciones normales de existencia y perfeccionamiento.
Si el bien común pide que el Estado y la sociedad
den más a los más necesitados, pide también que ellos apoyen
proporcionalmente a los que, por diversas razones, son considerados
como los pilares de la sociedad y del Estado.
7. — Aplicación de los
principios
Justo es, pues, que los propietarios rurales se
beneficien con la valorización que tiene origen en el progreso social.
Esta es la enseñanza tradicional de la Iglesia, que consagra el
principio de que la valorización de la tierra pertenece siempre al
propietario, y debe normalmente ser incluida en el “quantum” de la
indemnización en caso de expropiación.
Proposición 13 |
IMPUGNADA |
AFIRMADA |
No vale argumentar con la posibilidad de distribución de tierras
“devolutas” para evitar la repartición de los inmuebles que ya
tienen dueño.
Como el trabajador de hoy tiene un concepto mejor de sí mismo, no
se sujeta a la lucha inhumana y peligrosa con la selva virgen y la
naturaleza salvaje de la mayoría de las tierras “devolutas”. |
Dios hizo la selva
virgen para que el hombre la abriese. La lucha con la naturaleza
salvaje está llena de gloria, y si el Brasil existe es porque así
pensaron nuestros antepasados.
Esa lucha no es, por
tanto, “inhumana” sino en el sentido falso y endulzado del
término. |
COMENTARIO
¿A qué efectos conducirá la mentalidad descrita
en la proposición impugnada?
El espíritu socialista acostumbró a muchos
trabajadores del campo —y a personas de otras clases— a un ideal de
vida en que el trabajo es poco, las ganancias apenas suficientes, las
garantías razonables: nada de grandes esperanzas, ni de grandes
riesgos.
La persona intoxicada por ese espíritu subestima
a los antepasados que tanto lucharon, tantos infortunios y tan grandes
éxitos consiguieron. Se cree superior.
Por este camino, de superioridad en superioridad,
se llegará a la nulidad total.
La concepción cristiana de la misión de
los trabajadores no lleva a este comodismo sino, por el contrario, a
una actitud llena de ánimo y fortaleza, inspirada en el ejemplo divino
de Jesucristo: “Si esta misión que ellos deben cumplir en las
minas, en las fábricas, en los talleres, dondequiera que se trabaja,
requiere a veces grandes sacrificios, recuerden que el Salvador del
mundo ha dado no sólo el ejemplo del trabajo, sino también el del
sacrificio”
.
* * *
La proposición impugnada tiene un algo de
anacrónico. En varias regiones bastante remotas del “hinterland”
brasileño, se puede mantener hoy un contacto de gran utilidad, por la
radio, por avión, con las zonas ya ocupadas del País. Por otro lado,
en varios casos es posible el empleo de métodos agrícolas mecanizados,
que suavizan considerablemente la lucha del trabajador con la
naturaleza bravía.
Proposición 14 |
IMPUGNADA |
AFIRMADA |
Ya que el trabajador tiene un derecho sagrado e inalienable a una
habitación sana y digna, a alimentación abundante, a número
limitado de horas de trabajo, a un mínimo razonable de diversión,
a tratamiento médico en caso de enfermedad y accidente, y a
seguridad en el trabajo, no es lícito sujetarlo a la vida en la
selva. |
En principio, esto es
verdad. Esos son derechos del trabajador esforzado, morigerado y
económico.
Pero hay situaciones e épocas históricas en que el bien común y el
bien propio particular, exigen del obrero la renuncia a
esos derechos, en mayor o menor escala. Cuando las necesidades de
la vida imponen a las familias y a los pueblos que emigren y
colonicen otras zonas, debe el trabajador soportar con ánimo esas
renuncias, según los magníficos ejemplos que nos dieron, en la
época de la penetración, los misioneros y los “bandeirantes”
.
Además, gran número de los propietarios actuales aceptaron estas
dificultades para sí y para los suyos. |
COMENTARIO
Estados de espíritu como el que trasluce la
proposición impugnada resultan de un gran error. Se ha hablado
demasiado a los hombres de sus derechos, desde la Revolución Francesa.
Pocos son los que les hablan de sus deberes. Hipertrofiar la noción de
los derechos y subestimar la del deber es uno de los factores más
activos de la disolución social.
Acerca de este asunto, dijo sabiamente
el Papa San Pío X: “La cuestión social estará próxima a su
resolución cuando unos y otros, menos exigentes con respecto de sus
derechos recíprocos, cumplan con más exactitud sus deberes”
.
Proposición 15 |
IMPUGNADA |
AFIRMADA |
La nivelación de las condiciones sociales y económicas en el campo
debe alcanzarse especialmente por medio de fuertes impuestos sobre
la herencia.
Esta es, en efecto, una de las instituciones que más a fondo
hieren la igualdad natural entre los hombres.
Ser una persona rica desde la cuna, sin mérito ni trabajo propio,
por mero capricho de la suerte, con todas las facilidades para
instruirse y acumular riquezas todavía mayores, es una ventaja que
contrasta de una manera dolorosa con el desamparo en que,
inmerecidamente, nacen otros.
El principio de la igualdad de puntos de partida en la vida
corresponde a una elemental y evidente exigencia de justicia. |
En virtud del orden
natural de las cosas, la familia origina un derecho de la esposa y
de los hijos a los frutos del trabajo del marido o del padre. Y
esto es tan cierto con relación a los frutos morales —honra,
consideración, influencia— como a los frutos materiales, esto es,
a las cosas útiles al cuerpo.
Quien nace, pues, de un matrimonio particularmente dotado por la
Providencia con bienes espirituales o materiales queda muy
legítimamente favorecido desde la cuna, más que otros nacidos de
padres dotados de prendas más comunes. Esta desigualdad inicial es
justa, porque Dios, supremo Señor de todos los bienes, da a cada
uno como le place. “La naturaleza benigna y la bendición de
Dios a la humanidad iluminan y protegen las cunas, las besan, pero
no las nivelan” — escribió Pío XII
.
Además, si quitásemos
a los hombres el derecho de dejar sus bienes a la esposa y a los
hijos, eliminaríamos uno de los estímulos más vivos al trabajo, y
esto sería grandemente contrario al bien común. |
COMENTARIO
La proposición impugnada
es tan corriente, y la proposición afirmada choca tanto en ciertos
ambientes, que conviene mencionar en apoyo de esta última al Doctor
Máximo de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino. Dice él: “Es de ley
natural que los padres acumulen bienes para sus hijos, y que éstos
sean herederos de sus padres”
.
TEXTOS PONTIFICIOS
El socialismo, enemigo de
la herencia
Los
socialistas, comunistas y nihilistas “impugnan el derecho de
propiedad sancionado por la ley natural, y por un enorme atentado,
dándose aire de atender a las necesidades y proveer a los deseos de
todos los hombres, trabajan por arrebatar y hacer común cuanto se ha
adquirido a título de legítima herencia, o con el trabajo del ingenio
o de las manos, o con la sobriedad de la vida”
.
Inviolabilidad del
derecho de herencia
“Siempre
ha de quedar intacto e inviolable el derecho natural de poseer
privadamente y transmitir los bienes por medio de la herencia”
.
Es falso que sólo se
adquieran bienes legítimamente por el trabajo
“...que
el trabajo sea el único título para recibir el alimento o las
ganancias, eso no lo enseñó nunca el Apóstol”
.
La institución de la
familia acarrea la herencia de los bienes
“Ley
plenamente inviolable de la naturaleza es que todo padre de familia
defienda, por la alimentación y todos los medios, a los hijos que
engendrare. Y asimismo la naturaleza misma le exige el que quiera
adquirir y preparar para sus hijos, pues son imagen del padre y como
continuación de su personalidad, los medios con que puedan defenderse
honradamente de todas las miserias en el difícil curso de la vida.
Pero esto no lo puede hacer de ningún otro modo que transmitiendo en
herencia a los hijos la posesión de los bienes fructíferos”
.
La herencia, hecho
natural
“De
esta grande y misteriosa cosa que es la herencia —es decir, el paso a
través de una estirpe, perpetuándose de generación en generación, de
un rico acervo de bienes materiales y espirituales; la continuidad de
un mismo tipo físico y moral, conservándose de padre a hijo; la
tradición que une a través de los siglos los miembros de una misma
familia— de esta herencia, decimos, se puede entrever, sin duda, la
verdadera naturaleza bajo el aspecto material. Pero también se puede y
se debe considerar esta realidad de tan gran importancia, en la
plenitud de su verdad humana y sobrenatural.
“Ciertamente, no se negará el hecho de un
substrato material a la transmisión de los caracteres hereditarios;
para ignorar esto, precisaríamos olvidar la unión íntima del alma con
el cuerpo, y en cuánta medida nuestras mismas actividades espirituales
dependen de nuestro temperamento físico. Por eso, la moral cristiana
no deja de recordar a los padres las grandes responsabilidades que
tienen a ese respecto.
“Pero lo que más vale es la herencia espiritual,
transmitida, no tanto por esos misteriosos lazos de generación
natural, cuanto con la acción permanente de aquel ambiente
privilegiado que constituye la familia, con la lenta y profunda
formación de las almas, en la atmósfera de un hogar rico de altas
tradiciones intelectuales, morales y sobre todo cristianas, con la
mutua influencia entre aquellos que viven en una misma casa,
influencia esa cuyos benéficos efectos se prolongan mucho más allá de
los años de la infancia y de la juventud, hasta el fin de una larga
vida, en aquellas almas selectas que saben fundir en sí mismas los
tesoros de una preciosa herencia, con la contribución de sus propias
cualidades y experiencias.
“Tal es el patrimonio más
precioso de todos, que iluminado por una fe firme, vivificado por una
fuerte y fiel práctica de la vida cristiana en todas sus exigencias,
elevará, perfeccionará y enriquecerá las almas de vuestros hijos”
.
Desigualdades de cuna
— son deseadas por Dios
“Las
desigualdades sociales, incluso las que son ligadas al nacimiento, son
inevitables; la naturaleza benigna y la bendición de Dios a la
humanidad, iluminan y protegen las cunas, las besan, pero no las
nivelan.
“Atended, por ejemplo, a las sociedades más
inevitablemente niveladas. Ningún artificio logró jamás ser lo
bastante eficaz hasta el punto de hacer que el hijo de un gran jefe,
de un gran conductor de multitudes, permaneciese del todo en el mismo
estado que un obscuro ciudadano perdido en medio del pueblo. Pero si
estas disparidades ineludibles pueden parecer, consideradas de una
manera pagana, como una inflexible consecuencia del conflicto de las
fuerzas sociales y de la supremacía conseguida por unos sobre los
otros, según las leyes ciegas que se suponen regir la actividad
humana, y consumar el triunfo de algunos, así como el sacrificio de
Otros; por el contrario, tales desigualdades no pueden ser
consideradas por un espíritu cristianamente instruido y educado, sino
como disposición deseada por Dios por las mismas razones que explican
las desigualdades en el interior de la familia, y, por tanto, con el
fin de unir más a los hombres entre sí, en el viaje de la vida
presente hacia la patria del cielo, ayudándose unos a otros, de la
misma manera que un padre ayuda a la madre y a los hijos.
“Si esta concepción
paterna de la superioridad social, a veces, en virtud del ímpetu de
las pasiones humanas, arrastró los ánimos a desvíos en las relaciones
de personas de categoría más elevada, con las de condición más
humilde, la historia de la humanidad decaída no se sorprende con esto.
Tales desvíos no bastan para disminuir u ofuscar la verdad fundamental
de que, para los cristianos, las desigualdades sociales se funden en
una gran familia humana”
.
La propiedad rural y la
herencia
“Entre
todos los bienes que pueden ser objeto de la propiedad privada ninguno
es más conforme a la naturaleza, según enseña la “Rerum Novarum”,
que la tierra, esto es, la finca en que habita la familia y de cuyos
frutos saca enteramente, o al menos en parte, lo necesario para vivir.
Y en el espíritu de la “Rerum Novarum” está el afirmar que,
regularmente, sólo aquella estabilidad que se arraiga en la tierra
propia hace de la familia la célula vital más perfecta y fecunda de la
sociedad, reuniendo espléndidamente con su progresiva cohesión a
las generaciones presentes con las futuras”
.
El derecho de herencia,
estímulo de producción
“Cuando
los hombres saben que trabajan un terreno propio, lo hacen con un afán
y esmero mayor; y hasta llegan a cobrar gran afecto al campo trabajado
con sus propias manos, y del cual esperan para sí y para su familia no
sólo los alimentos, sino hasta cierta holgura abundante. Entusiasmo
por el trabajo, que contribuirá en alto grado a aumentar las
producciones de la tierra y las riquezas de la nación”
.
Proposición 16 |
IMPUGNADA |
AFIRMADA |
Además, la herencia de las fortunas da origen a la formación de
oligarquías que tienden a retrotraer la sociedad a una etapa
aristocrática, intrínsecamente injusta, y definitivamente superada
por el progreso democrático. |
La familia como todo
ser viviente tiende a perpetuarse. Y la continuidad de la familia,
por la propia naturaleza de las cosas, tiende a extenderse lo más
largamente posible a través de las generaciones.
De ahí se sigue,
normalmente, la formación de élites que tienen, además de lo que
es capaz de adquirir cada individuo, algo que sólo la familia le
puede dar: la tradición.
Cuando logra
conservarse viva y no momificada, el papel de la tradición es
inmenso en la existencia de un pueblo.
Las élites no merecen
la designación peyorativa de oligarquía, siempre que dejen lugar a
que suban orgánicamente las familias que lo merezcan, y también
orgánicamente declinen las que dejaron de estar en condiciones de
ocupar posiciones relevantes.
Esta influencia de la
familia en la estructura social es compatible con cualquier
régimen, monárquico, aristocrático o democrático. |
COMENTARIO
La proposición impugnada tiene un trasfondo de
evolucionismo. No es cierto que las formas de gobierno —monárquica,
aristocrática y democrática— sean como los grados de una evolución,
que actualmente tenga la democracia como término.
Cada uno de estos regímenes es bueno en ciertas
circunstancias, y es normal y justo que el mundo entero no se
considere obligado a aceptar uno solo de ellos, calificando a los
demás de superados.
TEXTOS PONTIFICIOS
Función de las élites en
las nuevas democracias sin pasado social
“Mostramos
el año pasado, en esta misma ocasión, cómo también en las democracias
de fecha reciente, y que no tienen tras de sí cualquier vestigio de un
pasado feudal, se fue formando, por la propia fuerza de las cosas, una
especie de nueva nobleza o aristocracia. Es la comunidad de las
familias que, por tradición, ponen todas sus energías al servicio del
Estado, de su gobierno, de su administración, sobre cuya fidelidad
puede contar en cualquier momento.
“Vuestra misión está, pues, muy lejos de ser
negativa; supone en vosotros mucha aplicación, mucho trabajo, mucha
abnegación, y, sobre todo, mucho amor. No obstante la rápida evolución
de los tiempos, vuestra misión no perdió su valor y no alcanzó su
término. Lo que también os pide y debe ser la característica de
vuestra educación tradicional y familiar, es el fino sentimiento y la
voluntad de no aprovecharos de vuestra situación —privilegio hoy día
muchas veces grave y austero— sino para servir.
“Caminad, pues, con coraje y con humilde altivez
rumbo al futuro, queridos hijos e hijas. Vuestra función social, nueva
en la forma, es substancialmente la misma, como en vuestros tiempos
pasados de mayor esplendor.
“Si, a veces, os parece
difícil, ardua y tal vez no exenta de desilusiones, no os olvidéis que
la Divina Providencia habiéndoos confiado esta misión os dará, al
mismo tiempo, las fuerzas y los socorros necesarios para cumplirla
dignamente”
.
Elites y tradición en una
democracia verdadera
“Ya
en otra ocasión hablamos de las condiciones necesarias para que un
pueblo esté maduro para una sana democracia.
“Pero ¿quién lo puede conducir y llevar a esta
madurez? Sin duda, la Iglesia podría dar muchos consejos a este
respecto, extraídos de los tesoros de su experiencia y de su propia
acción civilizadora. Pero vuestra presencia Nos sugiere una
observación particular. Según el testimonio de la historia, donde
reina una democracia verdadera, la vida del pueblo está como
impregnada de sanas tradiciones, que es ilícito destruir.
Representantes de estas tradiciones son, ante todo, las clases
dirigentes, o sea, los grupos de hombres y mujeres, o las
asociaciones, que dan, como se acostumbra a decir, el tono en la aldea
y en la ciudad, en la región y en el país entero.
“De ahí, en todos los
pueblos civilizados, la existencia y el influjo de instituciones
eminentemente aristocráticas, en el sentido
más alto de la palabra, como son algunas academias de larga y bien
merecida fama”
.
Las élites tradicionales,
factor de sano progreso
“La
sociedad humana, ¿no es acaso, o por lo menos, no debe ser, semejante
a una máquina bien ordenada, cuyas piezas concurren todas para un
funcionamiento armónico del conjunto? Cada uno tiene su función, cada
uno debe aplicarse para un mejor progreso del organismo social, cuya
Perfección debe procurar de acuerdo con sus fuerzas y virtudes
propias, si es que tiene verdadero amor al prójimo y tiende
razonablemente al bien y provecho de todos.
“Ahora bien, ¿qué parte os fue
confiada de manera especial, queridos hijos e hijas? ¿Qué misión os
fue particularmente atribuida? Precisamente la de facilitar este
desarrollo normal; aquello que en la máquina presta y ejecuta el
regulador, el volante, el reóstato, que participan de la actividad
común y reciben la parte que les cabe de fuerza motriz para asegurar
el movimiento de régimen en el instrumento. En otros términos,
Patriciado y Nobleza, representáis y continuáis la tradición”
.
La Iglesia acepta
cualquiera de las tres formas de gobierno
La
Iglesia “acepta las varias formas de gobierno, mientras queden a
salvo la religión y la oral”
.
La tradición no es
fosilización, sino vida
“Justamente
se ha hecho notar que una de las características de los Romanos, casi
como un secreto de la perenne grandeza de la Ciudad Eterna, es el
respeto a las tradiciones. No en el sentido de que tal respeto
signifique fosilizarse en formas superadas por el tiempo, sino
mantener vivo lo que los siglos han demostrado ser bueno y fecundo. La
tradición, así entendida, no obstaculiza, en modo alguno, el sano y
feliz progreso, sino que es al mismo tiempo un poderoso estímulo para
perseverar en el camino seguro; un freno para el espíritu aventurero
inclinado a abrazar sin discernimiento, cualquier novedad; es también,
como se dice, la señal de alarma contra los desalientos”
.
Proposición 17 |
IMPUGNADA |
AFIRMADA |
A su vez la formación de oligarquías da origen a una atmósfera y a
una cultura marcadas por prejuicios de clase, etiquetas y fórmulas
incompatibles con la igualdad y el espíritu de los tiempos
actuales. |
La formación de
verdaderas élites familiares y tradicionales da origen a una
sociedad constituida en niveles culturales y económicos diversos.
La existencia de esta diferencia de niveles influye, naturalmente,
en los usos y costumbres. La sociedad se parece así a un cuerpo
con órganos diversos, de los cuales la cabeza está constituida por
las más altas élites tradicionales.
Si algo existe hoy
opuesto a este justo orden de cosas, merece calificarse de defecto
de los tiempos actuales. No debemos adaptar la sociedad a los
defectos de los tiempos, sino corregir los defectos para que no se
deforme la sociedad.
Por eso recomendó Pío XII que los niños de hoy fuesen educados
según un espíritu jerárquico
. |
COMENTARIO
También en esta proposición impugnada el resabio
evolucionista es patente. El criterio supremo para juzgar consistiría
en estar de acuerdo con “el espíritu de los tiempos actuales”.
Y ¿cuál es ese “espíritu”? Es el que se deriva de todo
cuanto es más reciente. Lo que es más nuevo es ya, por esto mismo, lo
mejor.
La igualdad, siendo la nota dominante de los tiempos
actuales, es buena por el mero hecho de ser actual...
*
* *
La diferencia entre la proposición impugnada y la
proposición afirmada resulta en gran parte de que la primera, que es
igualitaria, ve en toda y cualquier élite una oligarquía constituida
en detrimento del cuerpo social; en cambio, la segunda considera que,
si existen oligarquías, hay también verdaderas élites que son la
cabeza del cuerpo social.
En otros términos, la proposición impugnada se inspira
en el principio marxista de la lucha de clases. En tanto que la
afirmada encuentra su base en la doctrina católica de la armonía entre
ellas.
TEXTOS
PONTIFICIOS
La jerarquía social es deseada
por la Iglesia
“Demostramos
cómo debe restaurarse la verdadera prosperidad según los principios de
un sano corporativismo que respete la debida jerarquía social”
.
Nada hay más sagrado que la
defensa de la propiedad y de la jerarquía social
“Nada,
pues, para ella (la democracia cristiana), tan santo como la justicia,
que manda que se conserve íntegro el derecho de propiedad, que
defiende la diversidad de clases, propia de toda sociedad bien
constituida…”
.
La clase alta no es en sí
oligarquía enemiga, sino élite amiga
“En
la presente cuestión, la mayor equivocación es suponer que una clase
social necesariamente sea enemiga de la otra, como si la naturaleza
hubiese hecho a los ricos y a los proletarios para luchar entre sí con
una guerra siempre incesante. Esto es tan contrario a la verdad y a la
razón que más bien es verdad el hecho de que, así como en el cuerpo
humano los diversos miembros se ajustan entre sí dando como resultado
cierta moderada disposición que podríamos llamar simetría, del mismo
modo la naturaleza ha cuidado de que en la sociedad civil dichas dos
clases hayan de armonizarse concordes entre sí, correspondiéndose
oportunamente para lograr el equilibrio. Una clase tiene absoluta
necesidad de la otra; ni el capital puede existir sin el trabajo, ni
el trabajo sin el capital. La concordia engendra la hermosura y el
orden de las cosas; por lo contrario, de una lucha perpetua
necesariamente ha de surgir la confusión y la barbarie”
.
Las personas de menor posición
social o fortuna deben acatar la jerarquía social
“Los
que ocupan situaciones inferiores, en cuanto a la posición social y
fortuna, deben convencerse bien de que la diversidad de clases en la
sociedad viene de la propia naturaleza, y que debe procurarse, en
último análisis, en la voluntad de Dios: “porque Ella crió los
grandes y los pequeños” (Sab. 6, 8), para el mayor bien de los
individuos y de la sociedad. Los humildes deben compenetrarse de esta
verdad: cualquiera que sea la mejora que obtengan en su situación,
tanto por sus esfuerzos personales como por el concurso de los hombres
de bien, siempre les quedará, como a los demás hombres, una pesada
herencia de sufrimientos. Si tuvieran esta visión exacta de la
realidad, no se agotarían en esfuerzos inútiles para elevarse a un
nivel superior a sus capacidades y soportarían los males inevitables
con la resignación y el coraje que da la esperanza de bienes eternos”
.
El espíritu cristiano es
contrario a la lucha de clases
“Por
otra parte, los que están penetrados en la Religión Cristiana saben
con toda certeza que es un deber de conciencia obedecer a las
autoridades legítimas y respetar los derechos de cualquiera que sea; y
esta disposición de ánimo es el medio más eficaz para cortar todo
desorden, las violencias, las injusticias, las sediciones, el odio
entre las diversas clases sociales, que son los principales móviles y
las armas del socialismo”
.
La lucha de clases, objetivo
del comunismo
“Insistiendo
en el aspecto dialéctico de su materialismo, los comunistas sostienen
que los hombres pueden acelerar el conflicto que ha de conducir al
mundo hacia la síntesis final. De ahí sus esfuerzos para hacer más
agudos los antagonismos que surgen entre las diversas clases de la
sociedad; la lucha de clases, con sus odios y destrucciones, toma el
aspecto de una cruzada por el progreso de la humanidad”
.
Es necesario fomentar entre
los jóvenes el espíritu de jerarquía
“Desarrollad
en las almas de los niños y de los jóvenes el espíritu jerárquico, que
no niega a cada edad su debido desenvolvimiento, para disipar, en lo
posible, esa atmósfera de independencia y de excesiva libertad que en
nuestros días respira la juventud y que la llevaría a rechazar toda
autoridad y todo freno, procurando suscitar y formar el sentido de la
responsabilidad y recordando que la libertad no es el único entre
todos los valores humanos, aunque se cuente entre los primeros, sino
que tiene sus límites intrínsecos en las normas ineludibles de la
honestidad y extrínsecos en los derechos correlativos de los demás,
tanto de cada uno en particular cuanto de la sociedad tomada en su
conjunto”
.
Proposición 18 |
IMPUGNADA |
AFIRMADA |
La familia es una institución legítima. Pero solamente es
compatible con el progreso en la medida en que no dé origen a
ningún privilegio, a ninguna preeminencia social, a ninguna
ventaja económica inmerecida, como son la herencia y la ayuda para
el comienzo de carrera.
El hombre, en efecto, debe vencer exclusivamente por su
merecimiento personal y no por la familia a que pertenece. |
La familia es una
sociedad legítima. Pero esto es decir poco. Pues, también una
sociedad de coleccionadores de pipas o de alas de mariposas, que
tanto puede existir como no existir, es legítima.
La familia es
necesaria, pues sin ella la sociedad jamás hubiera existido, y
desaparecería inmediatamente si la familia desapareciese.
Querida por Dios y
elevada a la dignidad supereminente por el Sacramento del
Matrimonio, es la célula de la sociedad y la base del Estado.
La familia, como
vimos, por su propia naturaleza, trae consigo ventajas de tipo
moral, cultural y económico para los hijos.
Y esas ventajas,
anteriores a menudo al nacimiento (Napoleón dijo que la educación
de un niño comienza cien años antes de nacer éste) no dependen,
como tales, de méritos personales, sino de un simple hecho de
consanguinidad.
Si a esto se llama
privilegio, es preciso reconocer entonces que hay privilegios
justos y hasta santos, que es necesario proteger y no destruir.
Pío XII, como ya recordamos
,
declaró que Dios protege las cunas, pero que no las nivela.
Una familia que no
diese a los hijos una participación en la formación religiosa y
moral, en la cultura y en la abundancia de sus padres, sería un
simulacro, peor aún, una caricatura de familia. |
COMENTARIO
La proposición impugnada se podría resumir así: la
familia es una institución legítima, pero sólo tendrá derecho a
existir en el caso de no tener la menor influencia en lo que sea.
Mejor sería decir claramente: no debe existir.
*
* *
Pero, abolida o mutilada la propiedad particular,
suprimida la familia, o por lo menos privada de toda influencia en la
situación de sus miembros, ¿cuál es el apoyo de éstos, sobre todo en
el campo económico? El Estado, evidentemente. El Estado frío,
distante, anónimo, representado por institutos y sistemas de
previsión, enteramente sujetos a él.
*
* *
En cuanto a las ventajas proporcionadas por la familia
a sus miembros, se objetará que tienen el inconveniente de conservar,
a veces en situaciones eminentes, sucesivas generaciones de personas
incapaces de asumir las responsabilidades económicas y sociales que de
ahí se originan. Realmente, en muchos casos, el orden natural de las
cosas eliminará, como ya dijimos, por empobrecimiento o por
decadencia, los elementos incapaces o menos idóneos. Sin embargo, en
ciertas circunstancias, la situación anormal puede durar. Pero esto no
es argumento para la abolición de la influencia natural de una
institución como la familia. De la misma manera que los abusos son
siempre posibles —y en ciertas épocas, no raros— de la patria
potestad, no podrían justificar que ésta fuese reducida a un ámbito
inferior al natural. Querer un orden de cosas en que los abusos sean
imposibles es utopía socialista.
*
* *
Hablamos de la familia. La confusión de ideas que
existe en nuestros días sobre el asunto obliga a recordar que, la
familia, institución santísima, se basa, no en una unión cualquiera,
sino en el Sacramento del Matrimonio.
La proposición afirmada se refiere a un tipo de
familia que no da a sus hijos ningún “privilegio”, y que es como una
caricatura de familia.
Tal caricatura, sugerida por la proposición impugnada,
corresponde a lo que en la U.R.S.S. se llama familia.
Cuando se oye decir que allí existe el amor libre, no
se debe imaginar que quedan abiertas las puertas para un libertinaje
absolutamente sin frenos. El régimen comunista supone una especie de
“ascesis”, para que el individuo pueda dedicarse plenamente a los
intereses de la producción y de la colectividad. Aunque la disolución
del matrimonio sea sumamente fácil, de hecho, es de interés colectivo
que se efectúe con cierta parsimonia.
Como se ve, se trata, en último análisis de una unión
que no merece verdaderamente llamarse matrimonio, y que da origen a
relaciones que tampoco llegan a constituir propiamente una familia. Se
comprende que, de tal unión, no pueda salir para los hijos ningún
privilegio.
TEXTOS
PONTIFICIOS
Dignidad sobrenatural del
matrimonio cristiano
“...que
el matrimonio no fue instituido ni restaurado por obra de los hombres,
sino por obra divina, que no fue protegido, confirmado ni elevado con
leyes humanas, sino con leyes del mismo Dios, autor de la naturaleza,
y de Cristo Señor, Redentor de la misma”
.
“…el
matrimonio digno de ser por todo tan honroso (Heb. 13, 4), y que en
el principio del mundo instituyó el mismo Dios para propagar y
conservar la especie humana, y decretó fuese inseparable, enseña la
Iglesia que resultó más firme y más sagrado por medio de Cristo, que
le confirió la dignidad de sacramento y quiso que representase la
forma de su unión con la Iglesia”
.
Sin la familia y la propiedad
privada no hay seguridad
“¡La
seguridad! ¡La aspiración más viva de los hombres de hoy! La piden a
la sociedad y a sus leyes. Pero los pretendidos realistas de este
siglo demostraron que no estaban en condiciones de proporcionarla,
precisamente porque quieren suplantar al Creador y hacerse árbitros
del orden de la creación.
“La religión y la realidad del
pasado, enseñan, por el contrario, que las estructuras sociales, como
el casamiento y la familia, la comunidad y las corporaciones
profesionales, la unión social en la propiedad personal, son células
esenciales que aseguran la libertad del hombre, y... con esto, su
papel en la historia. Son, pues, intangibles y su substancia no puede
ser sometida a revisión arbitraria”
.
Sin propiedad privada no hay
seguridad ni civilización
“Estas
consideraciones (relativas a la tendencia de regular las relaciones
entre los hombres únicamente en la base del derecho público) valen,
ante todo, en las cuestiones del derecho privado relativas a la
propiedad. Ahí está el punto central, el foco en torno al cual, por la
fuerza de las cosas, gravitan vuestros trabajos. El reconocimiento de
este derecho se mantiene firme o se derrumba con el reconocimiento de
la dignidad personal del hombre, con el reconocimiento de los derechos
y de los deberes imprescriptibles, inseparablemente inherentes a la
personalidad libre, que él ha recibido de Dios. Sólo quien rehúsa al
hombre esta dignidad de persona libre puede admitir la posibilidad de
substituir el derecho a la propiedad privada (y, por consiguiente, la
propiedad privada misma), por un vago sistema de seguros o garantías
legales de derecho público. ¡Que no lleguemos a ver la aurora del día
en el cual, en este punto, venga a separar a los pueblos una escisión
definitiva! Difícil ya es ahora, pero el trabajo de unificación del
derecho privado llegaría a ser radicalmente imposible. Del mismo
golpe, una de las columnas maestras que han sostenido durante tantos
siglos el edificio de nuestra civilización y de nuestra unidad
occidental cedería, y, como las de ciertos templos antiguos, quedaría
yacente bajo las ruinas amontonadas por su caída”
.
Proposición 19 |
IMPUGNADA |
AFIRMADA |
Todas estas medidas que tienen por objetivo la igualdad entre los
hombres, bien merecen titularse un sabio y prudente socialismo
cristiano, que conducirá el mundo a la sociedad ideal y sin clases,
según el espíritu del Evangelio. |
No
hay socialismo cristiano o socialismo católico. Pues todo socialismo
es necesariamente materialista. Por esto, Pío XI condenó la
expresión “socialismo cristiano”, diciendo que socialismo y
cristianismo “son términos contradictorios”
.
Pío XII enseñó que la lucha contra el socialismo es uno de los
mayores deberes de la Iglesia en la actual fase de las controversias
sociales
.
En cuanto a la sociedad
sin clases, es ideal neo-pagano, y no católico. |
COMENTARIO
Para muchos espíritus superficiales, o mal informados,
mientras el régimen socialista o comunista no prohíba el culto divino,
la Iglesia nada tiene contra él.
Se
engañan. Aunque el gobierno socialista o comunista construyese templos
espléndidos, hiciese donaciones magníficas al Clero y diese toda la
libertad al culto, la Iglesia lo combatiría. Pues jamás podrá pactar, ni
por el silencio, con el ideal socialista y comunista de la sociedad sin
clases.
Carta Apostólica “Notre Charge Apostolique”, de 25 de agosto de 1910
— vol. II,
pág. 630.
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