San Ramón Nonato (31/08): “Ejemplo de hombría en una época de santos y sensibilidad a su predicación”

Santo del Día, 30 de agosto de 1967


ADVERTENCIA
El presente texto es una adaptación de la transcripción de la grabación de una conferencia dada por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a los miembros y cooperadores de la TFP, manteniendo, por lo tanto, el estilo verbal, y no ha sido revisado por el autor.
Si el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros, seguramente pediría que se colocase una mención explícita de su voluntad filial de rectificar cualquier discrepancia con el Magisterio de la Iglesia. Es lo que hacemos aquí, con sus propias palabras, como homenaje a tan bello y constante estado de ánimo:
“Católico Apostólico Romano, el autor de este texto se somete con ardor filial a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Sin embargo, si por error se diera en él algo que no estuviera conforme con esa enseñanza, lo rechaza categóricamente”.
Las palabras “Revolución” y “Contrarrevolución” se utilizan aquí en el sentido que les da el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en su libro “Revolución y Contrarrevolución“, cuya primera edición se publicó en el n.º 100 de “Catolicismo“, en abril de 1959.

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San Ramón Nonato – Antonio del Castillo y Saavedra – Córdoba – c. 1640-1650 – Museo Goya. Colección Ibercaja-Museo Camón Aznar
En la cabeza porta la corona de espinas que recibió de Cristo, y la boca está cerrada con un candado, que le pusieron los musulmanes durante su presidio en Argel para silenciarle en sus predicaciones. Con la mano izquierda sostiene la palma del martirio, con las tres coronas de castidad, elocuencia y martirio, y con la derecha una pequeña custodia, que hace referencia a la Eucaristía que le llevó un ángel antes de morir.

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Mañana, 31 de agosto, es la fiesta de San Ramón Nonato, confesor. La reseña que traigo está tomada en parte de las Vidas de los Santos del Pe. Omer Englebert y, en parte, de las Vidas de los Santos del Padre René-François Rohrbacher.

«San Ramón Nonato nació en Portell, en la diócesis de Urgel (España), hacia el año 1200, y fue bautizado con el nombre de Ramón. Nonato, non natus (no nacido), era el apodo que le pusieron porque su madre había sido sometida a una operación de cesárea y, por tanto, su nacimiento no fue normal. En cuanto a su padre, era pastor, según unos, y según otros era miembro de la familia Cardona, una de las más conocidas de España.

«Desde muy joven, Ramón mostró una especial devoción a la Santísima Virgen. Todos los días rezaba el Rosario ante su imagen en la ermita de San Nicolás de Mira. Un día se le apareció la Virgen, prometiéndole una protección especial. En una ocasión en que fue fuertemente tentado y consiguió ahuyentar al demonio, fue a dar gracias a la divina libertadora y consagró su virginidad en su honor. María le manifestó gran satisfacción y le aconsejó que se uniera a la Orden de la Redención de los Cautivos [Real, Celestial y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced], cuya fundación había inspirado recientemente a San Pedro Nolasco. Ramón obedeció.

«Una vez ordenado sacerdote, se dedicó a rescatar cautivos hasta 1231. Liberó a 140 en Valencia, 250 en Argel y 28 en Túnez. Fue en esta ciudad donde tuvo ocasión de cumplir el voto especial en virtud del cual los mercedarios estaban obligados a entregarse y ofrecer su vida, si era necesario, para rescatar a los cristianos cautivos de los infieles. Al no tener en su poder la suma exigida por los negreros de Túnez, Ramón se ofreció a reemplazarlos.

«Su cautiverio fue extremadamente penoso. Para impedir que hablara de Cristo a los carceleros, le cerraron la boca con un candado de hierro que le atravesaba los labios y solo se abría a la hora de comer».

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Duro, ¿eh?

«Después de ocho meses de tan cruel trato, llegaron de España unos mercedarios con el dinero necesario para rescatarlo.

«Los últimos diez años de su vida los pasó o bien en Roma, donde era procurador de su Orden, o bien en diferentes países a los que le llevaban sus obligaciones como predicador de las Cruzadas. Así viajó a Francia, encargado por Gregorio IX de instar a San Luis (rey de Francia) a partir hacia Tierra Santa. Esta expedición, como sabemos, solo tuvo lugar diez años más tarde. Mientras tanto, Ramón murió en el castillo de Cardona el 31 de agosto de 1240. Solo tenía 37 años».

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Se ve que fue una vida llena de acontecimientos extraordinarios. El signo de la Virgen que se le aparece y le orienta hacia la Orden Mercedaria; después, la epopeya de su trabajo para liberar a los cautivos, que culmina con el tormento del candado en sus labios. ¿Es imaginable lo que eso representa: una persona con un candado en los labios en todo momento, incluso para dormir? ¿Cómo debe molestar, cómo debe importunar todo el sistema nervioso? Y luego, cada vez que se lo abren para comer, ¿qué dolor debe causar? Y luego volver a clavarlo, en tejidos delicados como los de los labios… ¿Volver a clavarlo y cerrarlo? ¿Cada vez? ¿Cada vez que come? ¡Qué tormento! Tomar un trago de agua, ¡qué difícil! ¡Y esto durante ocho meses en este martirio ininterrumpido…!

Ahora, vean la fortaleza del alma de este hombre. Vuelve, pensamos que está psíquicamente devastado… No. Aún le quedan diez años de actividad: viaja por Europa, va a ver a San Luis IX, se convierte en predicador de cruzadas, con los labios magullados, ciertamente mal curados… Sigue obligado a predicar y ¡acaba siendo cardenal de la Santa Iglesia Romana! Ya se ve lo bien que resistió. Y cómo toda su integridad mental se mantuvo en excelentes condiciones. Quiero decir, ¡con qué elevación de alma, con qué espíritu sobrenatural sufrió este martirio!

Esta figura era digna de predicar Cruzadas y en parte por eso tuvieron tanto éxito. Cuando oímos hablar de esos grandes predicadores que recorrían Europa y todo el mundo se levantaba para seguirles, haciendo los mayores sacrificios, parece una especie de milagro improbable.

Pero cuando consideramos a un santo de esta naturaleza predicando Cruzadas, se puede imaginar lo que eso representa… Llegar a un pueblo, tocar la campana, decirles que allí está Fray Ramón, el famoso Fray Ramón de los labios magullados, Fray Ramón del rescate de cautivos, y que Fray Ramón va a predicar una Cruzada en nombre del Papa. Salen todos los nobles, salen todas las familias. Entonces él empieza a hablar del Sepulcro de Cristo, etc., con su santa voz, su prestigio de santo, con la comunicatividad de las gracias de santo que tiene. Y aquellos caballeros empiezan a impresionarse, aquellas damas empiezan a llorar y a estar de acuerdo en que sus maridos vayan a Tierra Santa, aun a costa del peor riesgo para la estabilidad de la familia.

Y entonces empiezan las confesiones y la fecha de la Cruzada que se comunica y los preparativos… todo porque un santo estuvo allí.

Se ve que fue una época que tenía santos y gente sensible a sus voces. En otras palabras, el hombre de virtud estaba en tal estado que la voz de los santos realmente resonaba.

Entonces se comprende lo que fue la Edad Media, lo que explica, en el fondo, tantas cosas maravillosas que tuvo la Edad Media y de las que nuestra época se ha visto privada: santos y gente sensible a la voz de los santos.

¡Cuán pocos santos hay hoy! ¡Cuánta gente insensible a la voz de los santos! Y ahí tenemos la tragedia de la situación contemporánea.

Pidamos a San Ramón Nonato que rece para que el mundo de hoy siga conociendo la voz de los santos y sea sensible a los santos que vengan a hablarle.

 

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