A D V E R T E N C I A
Este texto es excerta de una trascripción de cinta grabada con la conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a corresponsales y esclarecedores de la TFP. Traducción y adaptación por este sitio. Conserva, por tanto, el estilo coloquial y hablado, sin haber pasado por ninguna revisión del autor.
Si el profesor Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación al Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:
“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.
Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.
«Santo del Día», 11 de marzo de 1967
Francisco de Zurbarán – San Gregório Magno – 1626[ca]-1627[ca]
Sacristía del Real Convento de San Pablo, Sevilla (Andalucía, España): Sacristía
Hoy, 11 de marzo, es la fiesta de San Eulogio. Mañana, día 12, será la fiesta de San Gregorio Magno, considerado el fundador de la Edad Media en Occidente. Siglo VI (N.D.C.: en el calendario actual, la fiesta de San Gregorio Magno se celebra en el 3 de septiembre).
En el «Dictionnaire de la Conversation et de la Lecture» (William Duckett) (*), encontramos la siguiente información biográfica sobre San Gregorio Magno.
«(…) San Gregorio nació en Roma hacia el año 540, hijo del rico senador Gordien. Una juventud estudiosa le hizo merecedor de ser elevado, de inmediato, a la dignidad de Pretor por el emperador Justino el Joven, debido a la variedad de sus conocimientos. Gregorio destacó por la ilustración de su espíritu, la madurez de su juicio y un amor extremo a la justicia. Lo único que se le podía imputar era un gran lujo y un esplendor totalmente mundano en sus ropas y costumbres, y todo hacía temer que disipara la inmensa fortuna que le había dejado su padre.
«Sin embargo, con ocasión de la muerte de su padre, Gregorio, cuya piedad había luchado incesantemente contra su fausto, apareció de repente como un hombre nuevo. Fundó siete monasterios, seis de ellos en Sicilia y uno en Roma, distribuyó entre los pobres sus ricos vestidos y sus preciosos muebles y tomó el hábito monástico en el claustro de San Andrés, del que fue fundador y del que pronto se convirtió en abad, contra su voluntad, por elección de sus hermanos.
«El ayuno, la oración y el estudio se convirtieron en sus únicas ocupaciones. Impresionado por la belleza de unos jóvenes ingleses expuestos como esclavos a la venta en el mercado de Roma [“Non angli, sed angeli”], y sabiendo con dolor que estos isleños no eran cristianos, obtuvo autorización del Papa Benedicto I para ir a predicar la fe en Bretaña. Pero en cuanto se puso en camino, el clero y el pueblo obligaron al Papa a hacerle volver. Hecho diácono de la Iglesia romana en 578, fue enviado a Constantinopla por el papa Pelagio II hacia 580. Varias negociaciones importantes le retuvieron largo tiempo en esta capital, donde adquirió la estima de toda la corte….
«A su regreso a Roma, (…) el papa Pelagio se esforzó por retenerlo como secretario. Sin embargo, el mundo pesaba demasiado sobre Gregorio como para que este cargo le conviniera por mucho tiempo. A fuerza de oraciones quedó, finalmente, libre para retirarse junto a sus monjes. Pero por ocasión de la muerte de Pelagio, las aclamaciones de toda Roma le llamaron al pontificado. Gregorio tembló de miedo. Huyó de la Ciudad Eterna y escribió al emperador para rogarle que no le confirmara en su elección y se escondió en una cueva. Pero el pueblo lo descubrió, lo trajo a Roma y lo entronizó, a su pesar, el 13 de septiembre de 590.
«Pero, este santo varón tenía enemigos, que le acusaban de disimulo e hipocresía. Toda su vida repudió estas acusaciones. Su modestia y humildad se manifestaban en la sencillez de su hogar. Su palacio tenía toda la apariencia de un monasterio; su iglesia no tenía alardes ni pompa. Sus ingresos se dedicaban a socorrer a los pobres. Su ocupación constante era la instrucción del pueblo. En acuerdo con el emperador Mauricio, puso fin al cisma de los obispos de Ístria (…). La conversión de los lombardos y la destrucción del arrianismo también fueron obra suya, y en sus cartas a la reina Theodelide dio testimonio de una extraordinaria alegría por el hecho. (…)
«Gregorio no había olvidado, entretanto, a los paganos de Britania. Sus misioneros, que partieron en 595 bajo la dirección del monje Agustín, llegaron dos años más tarde al reino de Kent, donde la reina Berta ya había preparado su triunfo. El rey Ethelbert y gran parte de su pueblo se convirtieron (…)
«Le costó menos reformar la liturgia que la disciplina. Tras componer un Antifonario, reguló el orden de los salmos, las oraciones y los cantos. Creó una academia para cantores (Schola Cantorum) y, látigo en mano, él mismo daba lecciones de canto llano a los jóvenes clérigos. (…)
[N.d.C.: este trecho no pertenece a la cita original, pero nos pareció que complementaba bien la compreensión del papel de San Gregorio en la sistematización de lo que se trasformó en en canto oficial de la Iglesia]
[…] También instituyó una escuela de cantores (scholam … cantorum ) que, hasta el día de hoy, se escucha (modulatur) en la santa Iglesia romana según las reglas que él estableció. Para el uso de esta schola, hizo construir dos casas con terreno (praediis ): una cerca de la escalinata de la basílica de San Pedro Apóstol, la otra contigua a los edificios del palacio patriarcal de Letrán. Es aquí donde, hasta hoy, se han conservado con justificada veneración el lecho en el que se acostaba para enseñar a cantar, la vara con la que amenazaba a los niños y su auténtico antifonario. En virtud de una cláusula de la escritura de donación, repartió los títulos de propiedad ( loca ) entre las dos secciones de la Schola, como recompensa por su servicio diario […]
Jean Hymonides (v. 824-av. 882) dit le Diacre, moine au Mont Cassin, Vita S. Gregorii Magni, lib. II, 6-10.
[voir la traduction complète avec notes et apparat critique par le professeur Yves Chartier]
«En cuanto a los templos de los paganos, quería que fueran respetados, pero también que se convirtieran en iglesias. (…)
«Tantos trabajos y fatigas no eran propias para curarle de las enfermedades que le acosaban constantemente. La gota le mantenía a menudo en cama, pero sus horribles dolores no detenían la prodigiosa actividad de su espíritu. Ningún Papa escribió más cartas que él (…)
«Tenía una maravillosa habilidad para distinguir la verdad de la calumnia en las acusaciones que le llegaban contra los sacerdotes. Falsarios, brujos, simoníacos y cismáticos tuvieron en este Papa un adversario terrible.
«Este gran pontífice murió el 12 de marzo de 604, después de trece años, seis meses y diez días de pontificado.
«Sus comentarios a la Sagrada Escritura ejercieron una influencia considerable en el pensamiento cristiano de la Edad Media, lo que le valió el título de Doctor. Junto con san Ambrosio, san Agustín y san Jerónimo, es uno de los cuatro grandes Doctores de la Iglesia latina».
Está bien merecida la consideración de que San Gregorio Magno fuera el verdadero fundador de la Edad Media. Porque podemos ver en las huellas de su vida extraordinariamente rica, tanto como simple sacerdote o diácono, como más tarde, cuando fue elevado al pontificado, que de alguna manera acababa de cerrarse el último resquicio de la puerta que nos separaba de la antigüedad pagana, y que él, en cambio, abrió la puerta a la nueva era que estaba a punto de nacer.
Desde el punto de vista de la antigüedad pagana, vemos cómo combatió los restos del paganismo. Ordenó que no se destruyeran las últimas iglesias paganas existentes, pero también que no continuaran con el culto pagano y se pasaran al culto católico. Exterminó el arrianismo, que era una plaga que aún venía de la época del Imperio Romano de Occidente, cuando los arrianos penetraron en Europa, pervirtieron a los bárbaros y con las invasiones bárbaras invadieron el Imperio Romano de Occidente.
Puso fin a la inmoralidad y a los demás inconvenientes de la época antigua y, al mismo tiempo, se nos presenta como el constructor de la nueva era. Fundó conventos —y esta es una de sus obras más características: la expansión de la vida cenobítica es uno de los hechos más característicos de la Alta Edad Media— y él mismo fue superior conventual; por otra parte, trabajó por el canto llano [también llamado «canto gregoriano», n.d.c.].
Y esta imagen del gran Papa, Doctor de la Iglesia, eminente político, no con un bastón en la mano, sino con un látigo, enseñando canto llano a sus alumnos, es pintoresca. La imagen es pintoresca y pediría una miniatura, o quizá una vidriera. El canto llano, propiamente, dio voz a la Edad Media. Porque el canto llano fue la gran voz cantante de la Edad Media, de punta a punta. Y dio su carácter a la vida benedictina, que San Benito había lanzado, pero que aún no había tomado la firmeza y la definición que tomó con él.
Por otra parte, es admirable en su vida el sentido misionero. Lo vemos entre los que lanzaron la idea de las misiones en Inglaterra e Irlanda. Y a partir de ahí, la gran corriente de misioneros fluyó desde Inglaterra e Irlanda hacia el continente para desbravar Germania. En otras palabras, le vemos sembrar las semillas de la Edad Media. Al mismo tiempo, vemos a este hombre lidiar inútilmente con el gran azote del cristianismo en aquella época: el Imperio Romano de Oriente, que estaba cada vez más al borde del cisma. Este imperio vacilaba siempre entre la herejía y la verdad católica.
Y finalmente, como se sabe, se derrumbó. Pero se ve que fue allí donde él intentó sostener este muro de la ciudad de Jesucristo, que amenazaba con caer, y tenemos un ejemplo más de la suprema ingratitud de Bizancio hacia el celo de los papas. Hombres como estos pudieron incluso ser bien vistos allí, ganar influencia, pero no consiguieron librar a la ciudad maldita, a la ciudad pervertida, de su inmoralidad, su pereza, su falta de previsión y su afición a la herejía.
Así que se puede decir que todos los problemas de la época pasaron por la mente de este gran hombre. Los analizó, los afrontó, y al mismo tiempo escribió obras que fueron pilares del pensamiento medieval. Una vida muy rica, una vida admirable, toda ella dedicada al servicio de la Iglesia Católica y de la Civilización Cristiana.
Si San Gregorio resucitara hoy, ¿qué diría? ¿Qué diría desde las alturas del cielo sobre el mundo de hoy, tan distinto del que él conoció? Vivió en una época dura, de desorden, incluso de crímenes aberrantes. Pero vean Uds.: ¡qué pueblo! Un pueblo que participaba de los males de la época, pero que al mismo tiempo aclamaba a un santo como papa; y el santo huyó del pueblo, y el pueblo fue tras el santo y lo puso en el papado. Era un pueblo capaz de discernir a un santo de uno que no lo era y capaz de preferir al santo sobre el que no lo era. ¿Sería lo mismo hoy? ¿Son tantos los que huyen del papado? ¿Y el pueblo iría a por el santo para llevarlo al papado? Cómo ha cambiado todo…
Pidamos a San Gregorio I, San Gregorio Magno, que trabaje para que nuestra época, tras los castigos purificadores que debe sufrir (**), se transforme en una nueva Edad Media aún más refinada (***). Una petición que él, que fue uno de los fundadores de la gloriosísima Edad Media, comprenderá.
NOTAS
(*) En la grabación de la conferencia no se hace referencia a la edición del «Dictionnaire» de la que se tomaron las notas. Para revisar el texto, hemos utilizado la segunda edición de 1868, volumen 10, páginas 556 y 557, disponible en: https://www.archive.org/details/dictionnairedela10duck.
Como hay algunas diferencias menores, creemos que las notas se tomaron de otra edición.
(**) El Prof. Plinio se refiere aquí a los castigos predichos por Nuestra Señora en las apariciones de Fátima si el mundo no se enmendaba de sus pecados.
(***) Alusión al Reino de María, cuya predicción se deduce de las mismas profecías de las apariciones de Fátima. Para más información sobre este tema, sugerimos el artículo del Prof. Plinio: «EL REINO DE MARÍA, REALIZACIÓN DE UN MUNDO MEJOR», publicado en «Catolicismo» N.º 55 – julio de 1955.