SEFAC – 14 de enero de 1970 (*)
A D V E R T E N C I A
Este texto es una transcripción de grabación magnetofónica de conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a jóvenes en formación de la TFP, manteniéndose el tono verbal, y no pasó por ninguna revisión del autor.
Si el profesor Plinio Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros, sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación con el Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:
“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.
Las palabras “Revolución”, “Contra-Revolución” y R-CR, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.
La cultura es esencialmente conocimiento y amor a la Verdad, al Bien y la Belleza. Pero también es odio al error, al mal y a la fealdad. Por tanto, es imposible hacer una labor cultural seria que no tenga ambos aspectos. La Iglesia enseña la Verdad, el Bien, y forma a las almas para la Belleza. Por eso mismo, combate sin tregua el error y el mal, y es incompatible con lo feo. En este cuadro de Berruguete (siglo XV), Santo Domingo de Guzmán ordena arrojar a las llamas los libros católicos y los infectados por la herejía albigense. Los primeros son salvados por el fuego y los otros son extinguidos por las mismas llamas (Museo del Prado – Madrid).
En nuestra conferencia de hoy hay mucho material comprimido en el menor tiempo posible. Como quiero conducir el tema con toda la claridad de que soy capaz, creo que elaborando un esquema puedo facilitar el seguimiento de la exposición a través de encadenamientos de ideas sucesivos y muy distintos.
El primer problema que voy a resolver es una especie de problema geminado, dos problemas conjuntos. La tesis, lo que voy a defender, es que la única civilización perfecta es la católica, la única cultura perfecta es la católica. Así que primero tengo que explicar qué es la civilización. Luego explicar qué es la cultura.
Luego tengo que tratar otra cosa: ¿qué es la expresión cultura católica, en qué sentido se entiende? Otro punto: ¿en qué sentido se entiende la expresión civilización católica?
Esa es la secuencia de la tesis:
1 — Qué es la cultura
2 — Qué es la civilización
3 — Qué es la cultura católica.
4 — Qué es la civilización católica
5 — Consideraciones sobre las culturas y civilizaciones no católicas
6 — Comparación con la cultura católica
7 — Conclusión: la cultura y la civilización católicas son las únicas perfectas.
Se nota que se trata de un esquema totalmente lógico, totalmente racional. Primero se estudia lo que es la cosa, después se compara, a seguir se concluye.
Pues bien, empecemos por el concepto de cultura. En el esquema lo he puesto al início, es el primer punto: el concepto de cultura.
¿Qué es la palabra cultura? Se entenderá si nos fijamos en el significado común de la palabra. Se acostumbra a usar para dos cosas. Se habla de la cultura del campo. Incluso existe la palabra agricultura. Ager significa campo. Agricultura, cultura del campo. Pero también se oye hablar de cultura, por ejemplo, cultura italiana, cultura francesa, cultura brasileña. Y cultura, en un sentido, es el perfeccionamiento de algo material, como el campo. En un segundo sentido, es el perfeccionamiento de algo espiritual. ¿Qué cosa espiritual? El alma humana. Eso es cultura.
¿Qué es la cultura brasileña, por ejemplo? ¿O argentina, o colombiana, o chilena, o uruguaya, de cualquier país? ¿Qué es la cultura de un país? Si ese país fuera completamente analfabeto y salvaje, no tendría cultura. A medida que se desenvuelve, los miembros de ese país aprenden a leer, a escribir, a pensar, producen literatura, producen música, producen un sistema de pensamiento, producen una forma de vida. Eso es lo que llamamos cultura. En otras palabras, es una mejora del alma, pero no de un individuo. Es de todo un pueblo. Es la mejora del alma de todo un pueblo.
¿Por qué lo hemos comparado con la agricultura? Porque, así como el hombre trabaja el campo, es decir, prepara la tierra, abre la tierra, riega la tierra para que dé fruto, así el hombre debe hacer con su propia alma. Debe trabajar su alma como si fuera un campo, para que dé fruto. Así que la cultura es la mejora, el desarrollo de la mente humana. O podemos hablar de cultura mundial: es el perfeccionamiento de la mente humana. O podemos hablar de culturas nacionales: cultura brasileña, argentina, colombiana, etc. Es el perfeccionamiento del alma de un pueblo determinado. Eso es lo que debemos entender por cultura.
Ahora bien, ¿qué es civilización? Cives en latín es ciudadano. Civitas: ciudad. Civilización es el conjunto de instituciones, leyes, costumbres y formas de vida que tienen los que viven en las ciudades, a diferencia de los que viven en el campo, que solían ser considerados rústicos, por no tener, a no ser las muy básicas, instituciones, leyes, costumbres, etc. Por lo tanto, ¿qué es la civilización brasileña? Es el conjunto de leyes, instituciones, costumbres y formas de vida vigentes en Brasil. Y la de cualquier otro país del mundo: Siria, por ejemplo, o Persia, o cualquier otro país del mundo.
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Pues bien, ¿qué es un pueblo sin cultura ni civilización? Es el bárbaro, es el hombre en la casilla de salida. ¿Qué es un pueblo perfectamente culto o perfectamente civilizado? Es aquel que ha llevado su capacidad mental y moral, sus modos de vida y sus instituciones a la mayor perfección posible para el hombre.
Resumiendo los conceptos: la palabra civilización viene de la palabra latina civitas, que significa ciudad. Es el estado, la situación de los que viven en la ciudad, porque lo veían en oposición a los que vivían en el campo. Los habitantes del campo eran considerados rústicos, completamente semisalvajes. Y los habitantes de la ciudad eran más refinados. Los que vivían en la ciudad tenían leyes, instituciones, costumbres, etc., etc. Los que vivían en el campo tenían esas cosas de modo muy elementar. Entonces, ¿qué es la civilización? Es el conjunto de leyes, instituciones y costumbres de un pueblo.
Ahora vamos a tratar la relación entre cultura y civilización. ¿Cuál es la relación entre estos dos conceptos, cultura y civilización?
La cultura es la causa de la civilización, es la fuente de la civilización. Un pueblo que tiene cultura produce instituciones, produce costumbres, produce buenos estilos de vida. Porque para hacer leyes hay que ser culto. Un beocio no hace leyes. Para organizar un gobierno hay que ser culto. Un patán no organiza un gobierno. Para tener una ciudad bien organizada, con costumbres bien hechas, hay que ser culto, al menos hasta cierto punto. Así que la cultura es la causa de la civilización. Ahora bien, la civilización facilita la cultura. Son como espejos paralelos; uno refleja al otro. Un pueblo culto produce civilización. Al pueblo civilizado le resulta más fácil ser aún más culto. Y así sucesivamente.
Ahora bien, ¿qué significa civilización católica? ¿O cultura católica? ¿Qué significa la palabra católico? ¿Cuál es la relación entre estas ideas? Cultura y civilización, por un lado, y catolicismo, por otro. ¿Cómo encajan?
Para entenderlo, tenemos que ver qué significa la palabra católico desde este punto de vista.
La religión católica es una religión que nos enseña una concepción del universo, es decir, una manera de ver el universo. Es decir, todo el universo creado por un solo Dios, gobernado por Dios y hecho para el hombre. Esto es lo que nos enseña la Iglesia, nos enseña el catecismo. Esto se aprende en el catecismo. Pues bien, la religión católica también nos enseña una concepción del hombre. Es decir, es un ser dotado de cuerpo y alma, por tanto, con algo de ángel, algo de animal. Así somos nosotros, tenemos algo de ángel y algo de animal, que pasamos por la tierra para practicar la virtud y luego seremos juzgados según lo que hayamos hecho.
Eso es lo que se aprende en el catecismo. Fuimos creados por Dios, nuestra alma fue creada por Dios, nuestro cuerpo fue generado por nuestros padres, Dios insufla el alma en el cuerpo, el hombre nace, el hombre pasa por la vida. Si ha hecho el bien, va al cielo. Si ha hecho el mal, va al infierno. El cielo es eterno, el infierno es eterno. Es una concepción del hombre.
La religión católica también nos enseña lo que es bueno y lo que es malo. Tiene una concepción del bien y una concepción del mal. Una idea enseña lo que es bueno y lo que es malo. La religión católica enseña esto. ¿Qué enseña? Reducido, simplificado al máximo, los Diez Mandamientos. Los Diez Mandamientos son la clave del bien y del mal. Quien conoce y practica los Diez Mandamientos es bueno. Quien los niega o los viola es malo.
Último punto: la religión católica forma, pues, un tipo humano, un perfil humano que es el del cristiano, el verdadero cristiano, el verdadero católico. Porque solo los que son católicos son verdaderamente cristianos. El verdadero cristiano, el verdadero católico, es el que ama a Dios sobre todas las cosas, el que no toma el santo nombre de Dios en vano, en definitiva, el que practica los mandamientos. Y que, por tanto, tiene una mentalidad, que es la mentalidad católica, un espíritu, un alma católica.
Ahora resulta —voy a explicar la relación entre la religión católica y la cultura— que toda verdadera cultura se ocupa, entre otras cosas, de las cuestiones de las que se ocupa la Iglesia. No hay cultura que ignore estas cuestiones. Tiene que hacerlo. Y si no lo hiciera, no sería cultura.
Voy a dar una prueba tangible. Dios. Encontramos personas que creen en Dios. Gracias a Dios existen. Encontramos personas que niegan la existencia de Dios. Incluso hay ateos que dicen: “gracias a Dios, no creo en Dios”… Bueno, encontramos gente que niega la existencia de Dios.
Pero no encontramos una persona que diga: hombre, nunca pensé en eso. Porque si un hombre dijera eso, diríamos: es un imbécil. Se puede ser ateo y no ser imbécil. Está terriblemente equivocado, pero no es un imbécil. Por supuesto, cualquiera que crea en Dios no es un imbécil. Pero un hombre que dijera: nunca he pensado en esta cuestión, ni siquiera he pensado en ella… No lo dirá, porque sabe que está dando tal prueba de imbecilidad que, si no ha pensado en ello, se callará. Dirá que no lo cree, pero no dirá que no lo ha pensado.
Imagínese que le preguntemos a un hombre. ¿Crees en el alma humana? ¡Pero si no sé lo que es un alma! Es un imbécil, un idiota. Podría decir que no existe el alma humana. Estaría terriblemente equivocado. Pero, decir que no ha pensado en ello, no. ¿Por qué no? Porque por poco que piense el hombre, tiene que pensar en estas cuestiones fundamentales. Son las preguntas fundamentales de todo ser. Y, o el hombre piensa al menos un poco en sus preguntas fundamentales, o es una bestia. Y como a nadie le gusta confesar que es una bestia, aunque lo sea, el resultado es que no puede haber un hombre o una cultura que no se pronuncie sobre estas cuestiones fundamentales. Todos los pueblos lo han hecho.
Encontraremos pueblos católicos, protestantes, cismáticos, sintoístas, incluso encontraremos pueblos —digamos que existan, tengo mis dudas— que son ateos. Pero no encontraremos un pueblo que nunca haya pensado en Dios. Es imposible. Es una cuestión tan fundamental que el hombre está obligado a tomar partido. Sobre la inmortalidad del alma: todos los pueblos han tomado posición. Sobre lo que es el bien y el mal: todos los pueblos han tomado una posición. En otras palabras, no se pueden ignorar estos problemas, porque son los problemas fundamentales del hombre y los problemas fundamentales de la vida.
Si son los problemas fundamentales del hombre y los problemas fundamentales de la vida, son los problemas fundamentales de la cultura. Porque, ¿de qué se ocupa la cultura si no se ocupa de lo fundamental? Es evidente. Así que toda cultura tiene que ocuparse de esos problemas.
Todos los problemas de los que se ocupa la religión católica son problemas humanos fundamentales, sobre los que todos los pueblos han pensado —han pensado de manera diferente; eso no significa que hayan pensado de la misma manera, pero han pensado— en todos los tiempos.
Catedral de León con sus vidrieras y órgano
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Entonces, ¿qué es la cultura católica? Es el perfeccionamiento de un alma humana que tiene la certeza de que la Iglesia Católica es verdadera. Crea toda una cultura diferente de la de un pueblo que no es católico. Doy un ejemplo. Hay una filosofía que es católica por excelencia: la de Santo Tomás de Aquino. Un no católico no puede tener esta filosofía, porque todo se basa en los datos de la religión católica. Existe un arte católico, por ejemplo, una catedral católica. Es una catedral que se desarrolla, que se construye sobre temas católicos, en función del culto católico, expresando verdades católicas, expresando el alma católica.
Entramos en una catedral gótica, con esas vidrieras, con esos santos, con esas imágenes, solo puede ser católica. Cualquiera que no crea en la religión católica no hace aquello. Tomemos el órgano. El órgano fue inventado por la civilización católica y expresa la armonía del alma católica. Es el instrumento católico por excelencia. Y así sucesivamente. Tomemos la Divina Comedia de Dante, que es la historia de un alma que visita el infierno, el purgatorio y el cielo. Cualquiera que no sea católico no puede producir eso. Eso es la cultura católica. Es diferente de la cultura budista, que presenta el mundo tal como lo concibieron Buda o los budistas. O mahometana, etc., etc. Así que, hay culturas [no] católicas, o culturas de otro tipo.
Ahora bien, por otra parte, ¿qué es la civilización católica? La civilización católica es la civilización organizada según las leyes de la Iglesia. Por ejemplo: la Iglesia dictamina que el matrimonio debe ser indisoluble y califica de pecado mortal cualquier acto sexual fuera del matrimonio. Otras religiones organizan el matrimonio de manera diferente: permiten el divorcio, la poligamia, etc. Toda organización de la familia, que es un hecho básico de la civilización, toda organización de la familia está regulada por las religiones. También para la Iglesia, para los católicos. El Estado: los poderes públicos, la Iglesia dan leyes al Estado. Por ejemplo, la Iglesia prohíbe al Estado confiscar los bienes de las personas. El comunismo confisca. La Iglesia lo prohíbe. La Iglesia prohíbe al Estado matar o castigar a los ciudadanos, sus súbditos, sin un juicio sereno, imparcial, con derecho a la defensa. El nazismo, el comunismo, hicieron lo contrario y siguen haciéndolo. Matan por una paja.
¿Uds. saben que hay una religión en la India según la cual, cuando muere el marido, se quema viva a la mujer junto con el marido? Los británicos, que gobernaron la India durante mucho tiempo, prohibieron este brutal crimen. Así que dejó de practicarse. Pero la religión sigue existiendo y reina. Los adeptos no practican este mandato de esta religión porque el gobierno lo prohíbe. Pero esta religión lo ordena. Durante siglos, en esos principados de la India, se mataban a las mujeres. Las obligaban a quemarse en la tumba de sus maridos. Son civilizaciones diferentes.
La Iglesia prohíbe que un hombre sea esclavizado violentamente. Un hombre tiene derecho a sí mismo y no puede ser arrebatado por otro y reducido a la esclavitud. Los romanos y casi todos los pueblos paganos tenían personas esclavizadas, reducidas a esclavos por ellos.
Y así sucesivamente. Podríamos dar una enorme cantidad de diferencias entre el estado pagano, o el estado no católico y el estado católico.
Pues bien, ya se ve que la religión, la religión católica, inspira una cultura católica, inspira una civilización católica. Ahora se puede preguntar: ¿pero hay una sola civilización católica para todo el mundo y una sola cultura católica para todo el mundo? La respuesta es: sí y no. Sí, porque los mandamientos y la doctrina católica son los mismos. Pero como cada pueblo tiene su propia psicología, es legítimo que la gente dé su propio colorido a la civilización católica.
Tomemos, por ejemplo, el arte religioso de Japón. Presentan a Nuestra Señora y al Niño Jesús como una mujer y un niñito japoneses. Es natural, es como conciben al hombre; como son. Los presentan con las maneras y la psicología de los japoneses, que es muy diferente, por ejemplo, de una Madonna italiana con el Bambino Gesù italiano. Por supuesto. Pero, lo bonito es ver que, a pesar de las diferencias nacionales, el alma es la misma: la Madonna japonesa tiene toda la delicadeza, toda la castidad, todo el cariño de la Madonna italiana. El Niño Jesús tiene toda la inocencia, toda la grandeza, toda la generosidad del Bambino Gesù italiano. El Niño Jesús japonés. En otras palabras, son diferentes reflejos del alma, pero con el mismo fondo, la misma sustancia.
Ahora bien, dado el concepto de civilización católica, de cultura católica, debemos echar un vistazo a otras civilizaciones en comparación con la civilización católica. Cuando se comparan otras civilizaciones, u otras culturas, se ve que han producido muchas cosas extraordinarias.
La propia cultura japonesa, que no es fundamentalmente católica, ha producido muchas cosas bellas. La cultura griega, etc., han producido verdaderas obras maestras. Su civilización también ha producido cosas excelentes. Por ejemplo, las leyes de los romanos. Los romanos eran todos paganos. El derecho romano es casi inigualable en su género. Pero junto a las cosas maravillosas de estas culturas, se notan algunas lagunas horrendas.
Notamos, por ejemplo, en los musulmanes, una especie de sistema penitenciario para las mujeres. Las mujeres eran encarceladas en harenes y no podían salir a la calle. Vivían encerradas en casa por los celos de un marido que tenía muchas mujeres. Había harenes con doscientas mujeres, trescientas mujeres, para un solo hombre. Y cuando, excepcionalmente, las mujeres pobres que tenían que trabajar salían a la calle, lo hacían con un velo que las cubría de los ojos para abajo, de modo que solo se podían ver sus ojos, porque tampoco podían caminar a ciegas. Es un velo llamado burka. Es una cosa extravagante y tonta. El rostro humano fue hecho para ser mostrado. Se comprende cuánto empequeñece una cosa así.
En China, durante mucho tiempo, se cortaban los pies a la gente cuando nacía, para que tuvieran unos piececitos bonitos. En las clases altas, nobles, con un piecito cortado… Así que les cortaban los dedos y parte del pie, y se ponían unos zapatitos para andar así de equilibrados. Es bárbaro, es una mutilación estúpida que no tiene razón de ser. ¿No es cierto? Se ve como en China, los emperadores tenían el derecho de vida y muerte sobre cualquiera en cualquier momento. Les bastaba con querer para mandar matar. Podían disponer de cualquiera de cualquier manera. Es una salvajada que no tiene propósito.
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Entre los romanos, el Derecho Romano, que acabo de elogiar, tenía una disposición monstruosa con respecto a los esclavos. Decían que un esclavo debía ser tratado como una cosa, un objeto sin vida. Así que podías coger a un esclavo, matarlo y enterrarlo, por ejemplo, en el jardín, como se hace si se rompe esa copa y se la tira al cubo de la basura. Y cuando los esclavos envejecían, después de haber trabajado toda su vida para sus dueños, estos mandaban matar al esclavo, porque ya no generaba ningún ingreso. Así, pues, un derecho admirable para los hombres libres, pero leyes miserables para los esclavos. La brutalidad de los romanos hacia sus esclavos llegaba hasta el punto de que comían ciertos pescados que habían sido alimentados con carne de esclavo. Arrojaban a los esclavos a depósitos de peces que se comían al esclavo. Luego pensaban que el pescado sabría mejor porque había sido alimentado con carne humana. Es decir, que esos hombres civilizados eran antropófagos. Es una especie de antropofagia indirecta. No comían a un hombre, pero comían al pez que se alimentó del hombre. Comían un pez que sabía a hombre.
Podríamos contar cosas así, por montones, de todas las civilizaciones no cristianas. Por ejemplo, una de las barbaridades de los romanos con los esclavos estaba en el juego de gladiadores. Ustedes han oído hablar, por supuesto, de los juegos de gladiadores en el circo, donde la gente se mataba entre sí y así sucesivamente. Cada juego de gladiadores comenzaba con el asesinato de un esclavo. Llevaban a un esclavo atado y lo mataban sin haber cometido ningún delito. Simplemente era inmolado ante los dioses, porque a los dioses romanos les complacía la inmolación de un esclavo.
Por ejemplo, los amos de Cartago. En Cartago había un dios —porque era una ciudad antigua enemiga de los romanos— había un dios llamado Moloch. Era una enorme estatua de metal, que habría correspondido a un edificio de varios pisos, con los brazos hacia abajo. Y cuando se dijo que a este dios le gustaban los sacrificios humanos, cuando la ciudad de Cartago estaba en peligro de ser destruida, rodeada de enemigos o por una epidemia, cogían a los niños, calentaban la estatua por dentro —era una estatua de metal— con fuego y cuando la estatua estaba ardiendo, ponían niños pequeños en los brazos de la estatua. Y los niños se quemaban y los cadáveres rodaban por el suelo. Hubo historiadores que pensaron que esto era tan horrible que creyeron que era una leyenda. Hace algún tiempo se encontró un cementerio en las antiguas ruinas de Cartago simplemente lleno de cadáveres de niños quemados, que obviamente eran los niños incinerados en este Moloch. Y tenían una idea tan primitiva de las cosas que pensaban que la carne y la sangre del noble eran mejores que las del plebeyo. Y por eso a Moloch le gustaba más que se le ofrecieran nobles. Y llegado el momento del sacrificio, los niños nobles eran inmolados en honor de Moloch.
En Fenicia adoraban a un dios llamado Adonis. Y pensaban que a este dios le agradaba humillar a sus adoradores. Por eso, las mujeres que querían adorar a este dios hacían bien en prostituirse. Y había antros de prostitutas en los templos fenicios.
Hay religiones en las que el acto de virtud para el hombre —de hecho, también entre los fenicios— consistía en que aquellos que querían dedicarse por entero a la religión se mutilaban para perder su virilidad.
En la India existía una religión cuya virtud consistía en consagrar los hijos a Dios. ¿En qué consistía consagrar los hijos a Dios? Cortarle los dos brazos al niño cuando llegaba a una edad un poco avanzada, porque o moría de esa hemorragia o, si seguía vivo, tendría que vivir de limosna. Y vivir de limosna era una humillación que agradaba a dios.
De esos ejemplos, se comprenden las aberraciones de las religiones de esta naturaleza.
Si se analiza detenidamente, aparte de la religión católica, no se encuentra ninguna religión que no contenga aberraciones. Aunque esa aberración sea solo el divorcio, que destruye completamente la familia. No se puede encontrar una religión que no contenga aberraciones. Y, al contrario, si se analiza la religión católica, se verá que ella forma el tipo perfecto de hombre.
Se puede comprobarlo imaginando un lugar, por ejemplo, una isla, donde vivan cien católicos que practiquen plenamente su religión. ¿No es cierto que allí todo marchará perfectamente? ¿No es cierto que las familias serán felices, que las familias serán fecundas, que el marido se llevará bien con su mujer, que los hijos obedecerán a sus padres, que todo florecerá? ¿Por qué? Porque es la religión que contiene los verdaderos preceptos, la que contiene las verdaderas reglas dadas por Dios para gobernar a los hombres.
Y por eso San Agustín tiene su famoso apóstrofe sobre lo que él llama la Ciudad de Dios. Es decir, la ciudad que él imagina poblada por hombres que son todos católicos, en la que todos practican la religión católica. Y dice:
“Imagínese una ciudad así, en la que el rey es un perfecto católico y el súbdito es un perfecto católico. En la que el que hace la ley lo hace con la conciencia de un católico; el que cumple la ley la cumple con la obediencia de un católico; el que enseña, enseña con el compromiso de un católico; y el que aprende, aprende con la aplicación de un católico. Imagínense a todos actuando de acuerdo con la religión católica y tendremos el pleno florecimiento del orden humano” (**).
Y sin lagunas, sin errores, sin monstruosidades. Lo cual es natural, porque es la religión hecha por Dios, enseñada por Dios, perfecta y que da al hombre exactamente la situación, la orientación, la organización que debe tener.
Así que la simple experiencia común nos lleva a la convicción de que, si bien otras culturas, otras civilizaciones, tienen cosas buenas, solo la cultura y la civilización católicas son perfectas. Y que la cultura perfecta es la cultura católica, la civilización perfecta es la civilización católica.
¿Cómo se explica eso? Se puede explicar muy bien.
Dios es el autor de la naturaleza. Él hizo el mundo e hizo a los hombres. Nadie conoce a los hombres y el universo mejor que Él. Y nadie conoce mejor cómo la naturaleza del hombre y la naturaleza de las cosas nos obligan a proceder. ¿Qué son los Diez Mandamientos? Los Diez Mandamientos son, en esencia, el orden de la naturaleza. ¿Por qué el hombre no mata? Porque está en la naturaleza del hombre no matar. ¿Por qué el hombre no miente? Porque está en la naturaleza de la palabra humana decir la verdad y no mentir. ¿Por qué el hombre no roba? Porque está en la naturaleza humana que cada persona, siendo dueña de su cuerpo, es dueña del producto de su trabajo, dueña de sus ahorros. Por eso no puede existir el robo, va contra el orden natural de las cosas. Los Diez Mandamientos son el código del orden natural de las cosas. Y todo lo que se basa en los Diez Mandamientos contiene, por tanto, el orden perfecto. Y, por lo tanto, contiene la cultura y la civilización perfectas.
Hemos empezado la exposición viendo algunos ejemplos históricos de como todas las culturas y civilizaciones no católicas, junto a cosas buenas, también han tenido cosas malas o, mejor dicho, muy malas.
Ahora daré pruebas de que la cultura y la civilización católicas lo tienen todo bueno. Hay dos pruebas: la primera es imaginar un país que sea todo católico, en el que todo el mundo crea en la religión católica y la practique. Es obvio que ese país alcanzará todo el esplendor de que es capaz.
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Pues bien, otra prueba es la que sigue. Por supuesto, esta prueba se aplica a los católicos, no se aplica a los no católicos. Nosotros somos católicos. Está claro que Dios, que es el autor del hombre y de la naturaleza, tuvo que dar al hombre y a la naturaleza leyes perfectas. Las leyes perfectas dan lugar al orden perfecto. El orden perfecto produce, si el hombre obedece, íntegramente, los mandamientos —que son el orden perfecto—, la cultura católica, que es la flor de la perfección, y genera la civilización católica, que es la flor de la civilización, la perfección de la civilización.
Alguien podría decirme: ¿la cultura y la civilización católicas son el producto perfecto de la naturaleza humana? ¿Es eso cierto? La respuesta es: en realidad, no. Llevan al hombre a la perfección. Pero tienen algo sobrehumano, algo superior al hombre. ¿En qué sentido? La Iglesia nos enseña que el hombre ha caído tanto como consecuencia del pecado original —el pecado de Adán y Eva—, y quedó con tales impulsos hacia el mal, que ningún hombre podría practicar duraderamente todos los mandamientos por sus propias fuerzas. Es decir, durante diez minutos un hombre puede practicar todos los mandamientos. Pero no durante diez días o diez años. El hombre es demasiado miserable para eso. Peca.
Entonces, ¿qué hace que un hombre sea capaz de civilizarse? ¿De tener cultura católica? Es la gracia. ¿Qué es la gracia? Es una ayuda sobrenatural que Dios da al hombre para que tenga fe y cumpla los mandamientos. La gracia es una especie de participación en la vida de Dios. Por eso, la cultura y la civilización católicas son cosas tan elevadas, tienen algo divino, sobrehumano, que toca a Dios mismo. Es la cultura de los santos y la civilización de los santos. Y el santo tiene algo celestial, algo supra terrenal.
Pues bien, ¿qué se puede deducir de esto para nuestra causa? ¿Quiénes somos? La TFP lucha por la cultura y la civilización católicas. Ese es su propósito. Lucha por el orden perfecto entre los hombres. ¿Contra quién lucha? Lucha contra los que hoy son sus principales enemigos, que son los comunistas, que quieren la negación completa de la cultura católica y de la civilización católica [N.R.: esto, en 1970. Hoy día podríamos acrecentar la revolución cultural, la nueva faceta de la Revolución]. Es la cultura del ateísmo y la civilización del ateísmo. Eso es el comunismo. Así se comprende bien la lucha en la que estamos inmersos. Es una lucha que significa el cielo y el infierno para los hombres. Y significa civilización o barbarie en esta tierra. Es una lucha que involucra todo por lo que el hombre puede luchar.
Así que terminamos esta conferencia con una oración a Nuestra Señora. Que Nuestra Señora nos haga amar esta causa que abarca todo lo que es noble en la vida, todo lo que es elevado y digno en la vida. Una causa sin la cual no vale la pena vivir. Un famoso héroe del Antiguo Testamento, Judas Macabeo, cuando vio su patria invadida por los paganos, tuvo esta exclamación: “es mejor morir que vivir en una tierra devastada y sin honor”.
Nosotros debemos decir: más vale morir que vivir en un mundo sin fe, sin civilización cristiana, sin cultura cristiana, reducido a una civilización comunista, la anti-civilización, la cultura comunista, que es anticultura. Es un mundo devastado, sin honor, sin el cual no vale la pena vivir. Es a esta lucha a vida o muerte a la que os invita la TFP.
NOTAS
(*) SEFAC – Semana Especializada de Formación Anticomunista – Durante años, la TFP organizó regularmente Semanas de Estudios de Formación Anticomunista en las que, con conferencias acompañadas de audiovisuales, desarrollaba una aguda crítica del comunismo y explicaba claramente la doctrina católica opuesta a él. Estos cursos de formación de la TFP fueron una preciosa oportunidad para que jóvenes de Brasil y de todo el mundo se conocieran, intercambiaran opiniones y convivieran en un ambiente fraternal
(**) El Prof. Plinio cita de memória el célebre apostrofe de San Agustín en su Epistola 138 ad Marcellinum, cap. II, nº 15, que textualmente dice:
“Por lo tanto, los que dicen que la doctrina de Cristo es enemiga de la república dennos un ejército de soldados tales cuales los exige la doctrina de Cristo. Dennos tales provincia[le]s, tales maridos, tales siervos, tales reyes, tales jueces, tales recaudadores y cobradores de las deudas del fisco, como los quiere la doctrina cristiana, y atrévanse a decir que es enemiga de la república. No duden en confesar que, si se la obedeciera, prestaría un gran vigor a la república”.
Cita tomada de la obra:
OBRAS DE SAN AGUSTÍN – EN EDICIÓN BILINGÜE
TOMO XI – CARTAS (2.0) – (Complemento del tomo VIII) – Pág. 141
Edición preparada por el Padre Fr. Lope Cilleruelo, O.S.A.
BAC – Madrid – MCMLIII