Campaña de la TFP Ecuatoriana: “Por fin veo católicos que salen a la calle para predicar a la Virgen”
Boletín de las 15 TFP, Edición especial: 1983 en reseña, Pág. 17-19
ES IMPORTANTE precautelar a la población del Ecuador contra los males que cunden tanto en ese país como en toda la América del Sur, y que afectan profundamente la sociedad espiritual y la temporal. La TFP ecuatoriana está persuadida de que, para surtir ese efecto, es necesario difundir por todo el país las advertencias que — bajo la advocación de Nuestra Señora del Buen Suceso — la Madre de Dios hizo en 1634 a Sor Mariana de Jesús Torres, una de las fundadoras del convento de la Inmaculada Concepción de Quito, y abadesa del mismo durante varios períodos.
La oración reproducida en la página 19 contiene entre comillas trechos de esas advertencias.
El lector encontrará abajo algunas de las reacciones más expresivas que la TFP registró a lo largo de la campaña que hizo para promover esa difusión.
* * *
Una religiosa comenta… — “La corrupción de las costumbres es brutal; las herejías inundan la sociedad. Me quedo admirada con la forma cómo proclaman su fe, sin respeto humano. ¡Adelante!, jóvenes. Voy a rezar por Vds”.
…Y otra exclama — “¡Vds. realmente son los hijos predilectos de Nuestra Señora!”
Un señor de clase alta — “Yo no creo en profecías, pero los admiro por la valentía de luchar sin respeto humano y por ser anticomunistas”.
Un trabajador — “Las profecías se están cumpliendo de una manera impresionante: la inmoralidad, la crisis de los padres. Es tal cual”.
Un matrimonio — Esposo: “¡Retenlos! ¡Retenlos!” Esposa: “¿Quiénes son?” Esposo: “Son jóvenes cruzados”. Esposa (dirigiéndose a un cooperador de la TFP): “¡Qué aliento nos dan! Estamos abandonados. (Y continúa, con lágrimas en los ojos): ¡Qué alegría de verlos! ¡Cuánto me gustaría pasar todo el tiempo con Vds!”
Un joven “concientizado” — “Soy católico a favor de la justicia social con los pobres, con los desposeídos. En breve los vamos a liquidar a Vds”.
Un fanático agresivo — “El padre Vásquez tiene un seminario donde nos enseña la justa distribución de las riquezas. ¡Soy de la iglesia revolucionaria, a la que Cristo perteneció! A Vds. en poco tiempo les vamos a cortar el pescuezo”.
Un señor entusiasmado comenta la campaña — “¡Qué maravilla! Desde niño que sueño con una cosa de éstas; y por fin veo católicos que salen a la calle para predicar a la Virgen. Es extraordinario lo que están haciendo. ¡Extraordinario!”
Una señora de clase humilde — “No entiendo. Es realmente asombroso. Nunca en mi vida vi jóvenes católicos en la calle. ¡Es increíble!”
Un señor de clase media — “Vds. parecen los conquistadores españoles, que conquistaron el mundo con el estandarte y con la cruz”.
Un comunista — “¡Váyanse! ¡Váyanse! Vds. están contra el pueblo…”
…Una india — “¡No! Ellos no están contra el pueblo, sino a favor de la mamita Virgen”.
¡OH! SEÑORA DEL BUEN SUCESO, que con mirada de predilección consideráis al Ecuador, fijaos en la tristeza de los días que atravesamos, caracterizados por la entera confusión de los espíritus.
¿Hacia dónde camina la cristiandad? ¿Cuál será para ella el día de mañana?
Son preguntas a las cuales nadie osa responder.
Esta confusión no sólo subvierte la esfera temporal, desordenando a fondo los campos cultural, político, social y económico, sino — ¡oh! dolor —, penetra también en la propia esfera espiritual.
¿Presenciaremos, ya mañana, la explosión de la terrible guerra que constituirá el desdoblamiento lógico de ese caos? ¿O veremos al mundo occidental — para obtener un simulacro miserable de paz — capitular vergonzosamente frente al enemigo mortal de la civilización cristiana, es decir, el comunismo?
¡Oh! Madre de la Candelaria; puestos ante estas aterradoras hipótesis, nuestros corazones se vuelven hacia el vuestro en busca de luz, de ayuda y de aliento. Así se nos vuelve especialmente oportuno recordar lo que manifestasteis a una hija vuestra escogida.
En 1634, mientras Sor Mariana de Jesús Torres rezaba en Quito ante el Santísimo Sacramento, la lámpara que ardía en el altar se apagó súbitamente. Al intentar reencenderla, una luz sobrenatural inundó la iglesia. Y vuestra voz se hizo oír:
“Hija querida de mi corazón, soy María del Buen Suceso, tu Madre y Protectora. La lámpara que (…) viste apagarse tiene mucho significado. (…)
“En el siglo XIX — al concluirse; y seguirá gran parte del siglo XX — cundirán en estas tierras, entonces República libre, varias herejías. Se apagará la luz preciosa de la fe en las almas, por la casi total corrupción de las costumbres. En ese tiempo habrá grandes calamidades físicas, morales, públicas y privadas. El corto número de almas en las cuales se conservará el culto de la fe y de las virtudes sufrirá un cruel e indecible padecer, al par que prolongado martirio. (…)
“En esos tiempos estará la atmósfera repleta del espíritu de impureza, el que a manera de un mar inmundo correrá por calles, plazas y sitios públicos, en una libertad asombrosa, de manera que no habrá en el mundo almas vírgenes. (…)
“Los sacerdotes se descuidarán de su sagrado deber; perdiendo la Brújula Divina, se desviarán del camino trazado por Dios. (…)
“Para libertar de la esclavitud de estas herejías, necesitan gran fuerza de voluntad, constancia, valor y mucha confianza en Dios, aquellos a quienes destinará para esta restauración el amor misericordioso de mi Hijo Santísimo. Para poner a prueba en los justos esta fe y confianza, llegarán momentos en los cuales, al parecer todo estará perdido y paralizado; y entonces será feliz principio de la restauración completa. (…) Es llegada mi hora; en la que yo, de una manera asombrosa, destronaré al soberbio Satanás, poniéndolo bajo mi planta, encadenándolo en el abismo infernal; dejando por fin libre a la Iglesia y a la Patria de esa cruel tiranía” (“El Ecuatoriano”, 4 de abril de 1951).
¡Oh! Madre, ¡Oh! Protectora. Haced que por la intercesión de Sor Mariana de Jesús Torres y de las beneméritas fundadoras del Monasterio de la Concepción de Quito, estas palabras vuestras traigan orientación y seguridad para las almas que las leyeren. Qué todos nos empeñemos más que nunca en invocaros como Madre del Buen Suceso, con la esperanza de que así apresurareis para nosotros, perturbados y confundidos, el camino de luz, que nos conduzca, en medio de las tinieblas, a vuestro Divino y Adorado Hijo.
Así sea.
(Con licencia eclesiástica)
Cuerpo incorrupto de Madre Mariana de Jesús Torres, a quien Nuestra Señora del Buen Suceso le apareció en 1634 y le hizo numerosas profecias, varias de ellas ya realizadas, otras que se están cumpliendo y otras por fin que deben ocurrir.