“Nuestra Señora siempre fue la Luz de mi vida”: testamento del Cruzado del Siglo XX. “Tengo la conciencia del deber cumplido, por el hecho de haber fundado y dirigido mi gloriosa y querida TFP”

blank

 

“En el nombre de la Santísima e Individua Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y de la Bienaventurada Virgen María, mi Madre y Señora. Amén.

Yo, Plinio Corrêa de Oliveira, hijo legítimo del Dr. João Paulo Corrêa de Oliveira y de doña Lucilia Ribeiro Corrêa de Oliveira, ambos ya fallecidos, brasileño, natural de esta capital del Estado de São Paulo, donde nací a trece de diciembre de 1908, soltero, abogado y profesor universitario, residente y domiciliado en esta misma ciudad, estando en mi perfecto juicio, decido, libre y espontáneamente, hacer este testamento, a fin de disponer de mis bienes tras mi muerte y establecer otras determina­ciones de última voluntad, en la forma que paso a exponer:

 

blank

Declaro que viví y espero morir en la Santa Fe Católica, Apostólica y Ro­mana, a la cual me adhiero con todas las fuerzas de mi alma. No encuentro pala­bras suficientes para agradecerle a Nuestra Señora el favor de haber vivido desde mis primeros días, y de morir, corno espero, en la Santa Iglesia, a la que devote, devoto y espero devotar hasta mi último aliento, absolutamente todo mi amor. De tal manera que todas las personas, instituciones y doctrinas a las que amé durante mi vida, y a las que actualmente amo, sólo las amé o amo porque eran o son conformes a la Santa Iglesia, y en la medida en que eran o son conformes a Ella. Igualmente, ja­más combatí instituciones, personas o doctrinas sino porque y en la medida en que eran opuestas a la Santa Iglesia Católica.

 

blank

Le agradezco de la misma manera a Nuestra Señora –sin que me sea posible encontrar suficientes palabras para hacerlo– la gracia de haber leído y difundido el “Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen”, de San Luis María Grignion de Montfort, y de haberme consagrado a Ella como esclavo perpetuo. Nuestra Señora fue siempre la Luz de mi vida, y de su clemencia espero que sea Ella mi Luz y mi auxilio hasta el último instante de la existencia.

blank

Le agradezco también a Nuestra Señora –y cuán conmovidamente– el haberme hecho nacer de doña Lucilia. Yo la veneré y la amé en toda la medida de lo que me era posible y, después de su muerte, no hubo día en que no la recor­dase con una inexpresable añoranza. A su alma le pido, asimismo, que me asista hasta el último momento con su inefable bondad. Espero encontrarla en el Cielo, en la cohorte luminosa de las almas que más especialmente amaron a Nuestra Señora.

 

blank

La TFP desfila en el Viaduto do Chá en 1970, en São Paulo, en la abertura de la campaña por la Navidad de los pobres

Tengo la conciencia del deber cumplido, por el hecho de haber fundado y dirigido mi gloriosa y querida TFP. Con el espíritu beso el estandarte de ésta que se encuentra en la Sala del Reino de María (1). Son tales los vínculos de alma que tengo con cada uno de los socios y cooperadores de la TFP brasileña, así como con los de las demás TFPs, que me es imposible mencionar aquí a nadie en particular para expresar­le mi afecto. Le pido a Nuestra Señora que los bendiga a todos y a cada uno. Tras mi muerte, espero rezar junto a Ella por todos, ayudándoles así de un modo más eficaz que en la vida terrena.

A los que me dieron motivos de queja les perdono con todo el alma. Hago votos de que mi muerte sea para todos ocasión de recibir la gracia que llamamos de Grand Retour (2).

No tengo directrices para dar ante esa eventualidad, pues mejor que yo lo hará Nuestra Señora. En cualquier caso, a todos y a cada uno les pido entrañablemente y de rodillas que sean sumamente devotos de Nuestra Señora durante toda la vida. (…)”

São Paulo, 10 de enero de 1978.

blank

Contato