“Santo del Día” – 11 de febrero de 1967
A D V E R T E N C I A
Este texto es una transcripción de grabación magnetofónica de conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a socios y cooperadores de la TFP y no pasó por ninguna revisión del autor.
Si el profesor Plinio Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros, sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación con el Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:
“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.
Las palabras “Revolución”, “Contra-Revolución” y R-CR, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.
Hoy, 11 de febrero, es la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes y de San Gregorio II, Papa y Confesor: que resistió tenazmente a la impiedad iconoclasta del emperador León III, el Isaurio, y envió a San Bonifacio a predicar el Evangelio en Germania. Siglo VIII.
Santa Bernadette Soubirous
En cuanto a Nuestra Señora de Lourdes, en la biografía «Santa Bernadette Soubirous, la Vidente de Lourdes», del Padre François Trochu, tenemos algunos datos biográficos.
Comentando la devoción de Santa Bernadette a Nuestra Señora. Dice:
“La devoción a la Santísima Virgen tenía que ser particularmente tierna y particularmente filial. María, su ideal vivo, ocupaba en su corazón un lugar muy cercano a Nuestro Señor, declaró su enfermera, Sor Marta (…). Tenía que escucharla cuando recitaba el Ave María. ¡Qué acento de piedad, sobre todo cuando pronunciaba las palabras «pobres pecadores!». Cuando decía «Madre mía del cielo», no podía decir más. Alguien se atrevió a preguntarle si el recuerdo de la aparición se había borrado en su memoria. ¿Borrado?, exclamó con tono de reproche. Oh, no, jamás. Y llevándose la mano derecha a la frente, decía: está aquí. Una compañera le sugirió que nos diera una descripción del aspecto de la Virgen, ya que sabía cómo era. ‘No podría y no sabría hacerlo’, fue la única respuesta que dio. ‘Para mí no la necesito. La llevo en mi corazón’.
“En cierto modo, la devoción mariana llenó toda su vida. Necesitaba meditar sobre la Virgen. Veía a María en todo y por todo, con su corazón y su entendimiento. Nunca para un alma religiosa la oración por la simple vista pudo ser más deseable. Cuando rezaba a la Santísima Virgen, atestigua Sóror Gonzaga Champy, aún parecía que la veía… Cuando alguien le pedía que le alcanzase alguna gracia, ella respondía inmediatamente que se la pediría a la Santísima Virgen. (…)
“Embelesada por el Cantar de los Cantares en su honor, informa un gran siervo de María, Sor María Bernadette se deleitaba en alabarla, darla a conocer, amarla y servirla. Se esforzaba por imitar sus virtudes, especialmente su humildad y abnegación. Se dedicó a su devoción componiendo acrósticos. Se encontraron ocho de su puño y letra, en una hoja suelta con este título. Una manera de escribir en su corazón el nombre de… La primera de estas modestas composiciones se refiere a la Santísima Virgen”.
Un acróstico es una serie de palabras, colocadas en columnas, en las que las primeras letras de cada columna forman un nombre determinado.
Se trata de: “mortificación, amor, regularidad, inocencia y abandono”.
Como se puede ver, forma el nombre santísimo de Nuestra Señora.
“El día de la Asunción, en la Capilla, la Madre Henri Fabre, se arrodilló a corta distancia de Sóror María Bernadette, para que le fuera fácil observarla. A las palabras del canto: «Yo la veo, ¡es mi Madre!», la vi como embargada por la emoción y la alegría. Toda su vida rezó el Rosario como lo había hecho en Lourdes. El Rosario era su devoción preferida, decía una superiora general. Más de una vez, en la enfermería, la hermana Gonzaga Champy alternó avemarías con ella. Entonces, recuerda esta hermana, los ojos oscuros, profundos y brillantes de Bernadette se volvían celestes; su espíritu contemplaba a la Virgen; parecía como si la viera. Por la noche, cuando se iba a dormir, recomendaba a una compañera: toma el Rosario y vete a dormir rezándolo. Hará lo que hacen los niños cuando se duermen diciendo «mamá, mamá”.
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Estos datos sobre Santa María Bernadette atestiguan bien su ardiente devoción a la Virgen. Pero hay algo curioso en la vida de santa Bernadette: se ha demostrado que tenía esta gran devoción a la Virgen, pero solo dejaba traslucir muy poco de esta devoción. Es decir, no aportó ninguna información nueva, ninguna reflexión nueva, ningún enriquecimiento de la mariología, ningún sistema nuevo de devoción, nada que pudiera, en definitiva, impulsar la devoción a la Virgen. Al contrario, pudimos ver que era muy devota, pero, como acaban de ver aquí, la síntesis de todo lo que dijo sobre Nuestra Señora, aparte del hecho de que era muy devota, no dio como resultado nada muy especial para la devoción a Nuestra Señora.
Esto se debe a que Santa Bernadette tenía una devoción muy similar a la de Lucía de Fátima. En otras palabras, tenía la vocación de revelar al mundo las apariciones de Lourdes. Una vez que reveló estas apariciones de Lourdes, las honró haciéndose monja y convirtiéndose en santa canonizada por la Iglesia. Aunque la Iglesia no ordena creer en las apariciones de Lourdes porque son apariciones privadas y, en materia de hechos sobrenaturales, solo estamos obligados a creer en los hechos oficiales, no en los privados, aunque así sea, quien ponga en duda las apariciones de Lourdes roza la herejía, porque habría que admitir que una santa canonizada por la Iglesia hubiera tenido esas ilusiones. Esto es algo que no se puede aceptar.
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Así pues, la vida y la santidad de santa Bernadette atestiguan en cierto modo la autenticidad de las apariciones de Lourdes. De hecho, también son exuberantemente atestiguadas por el hecho de que los milagros que tuvieron lugar después son la prueba de que realmente es la gracia la que actúa en Lourdes. Porque durante una de las visiones de Santa Bernadette Soubirous, la gente no veía a Nuestra Señora, pero sí veía a la Santa hablando con una persona que nadie podía ver. Y en un momento dado esta persona le dijo: pon tu mano en la tierra, voltea la tierra y un manantial saldrá de ella. Y en un lugar donde nadie pensaba que habría agua, ella metió la mano en la tierra —era una campesina, metía la mano directamente en la tierra— y vieron brotar el agua y de ahí salió exactamente la fuente de Lourdes. Y Ella dijo que muchas curaciones tendrían lugar en esta fuente.
Así que Ella hizo una profecía de una fuente que apareció maravillosamente, hizo una profecía de que en esta fuente habría curaciones, y luego se produjeron las curaciones. Así que cada una de estas cosas es milagrosa en sí misma. Además, su vida de santidad, que atestigua la sinceridad de las visiones que tuvo, atestigua su equilibrio mental y, por tanto, la autenticidad de los acontecimientos milagrosos que tuvieron lugar en Lourdes. Pero aparte de eso, ella no tenía una misión pública; tenía una misión privada. Y por eso calló.
Y esto es muy hermoso para que veamos la diferencia de devociones dentro de la Iglesia, y cómo la Providencia suscita a cada persona para seguir una vocación particular de manera ordenada. Uno tiene una tarea, otro tiene otra tarea, otro tiene otra, y la Virgen distribuye estas tareas de tal manera que nadie se involucra en aquello para lo que no fue llamado, y todos se dedican por entero a la tarea para la que fueron llamados. Y así tenemos a Santa Bernadette Soubirous como una especie de testimonio vivo del Milagro de Lourdes.
Me ha parecido interesante, sin embargo, en este año del cincuentenario de Fátima (1967), en que se le está estudiando, en el que la atención se centra especialmente en Fátima, señalar un detalle que creo que ya ha sido estudiado en algún “Santo del Día”, pero sobre el que no es inconveniente insistir. Y es lo siguiente: también en Lourdes, Nuestra Señora comunicó un secreto a Santa Bernadette, secreto que debería llegar a conocimiento del Papa Pío IX. Así pues, tenemos una serie de secretos que van desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días, secretos de las apariciones de la Virgen. La Virgen revela algo, pero quiere que permanezca oculto. Así tenemos Lourdes, Salete primero, luego Fátima. Es decir, tres grandes apariciones, y en las tres la Virgen revela un secreto.
Es una manera de confirmar nuestra confianza en la Bagarre (*). Porque si Nuestra Señora revelase la Bagarre de forma pública, categóricamente afirmada, etc., sin pedir secreto, podría haber reacciones que nadie puede calcular hasta dónde llegarían. En cambio, cuando Nuestra Señora lo revela de un modo más privado, vemos que es algo que no estaba destinado a hacerse público de un momento a otro; solo gradualmente, con las precauciones necesarias, etc., etc., y nos da la idea de un secreto terrible, nos da la idea de un secreto tremendo. Y entonces vemos la señal de la Bagarre que viene. Entre otras cosas, creo ciertamente que el secreto de Fátima incluye la Bagarre (**).
Todo esto, a su vez, nos lleva a otra idea. Estamos en el año de Fátima, sabemos que este año las apariciones de Fátima cumplirán medio siglo, cincuenta años (N.C.: notar que el autor escribe en 1967), y debemos prepararnos para la celebración de estas apariciones. Y por eso esta noche debemos pedir a Santa Bernadette, que fue una verdadera precursora de Sor Lucía, que disponga nuestras almas para que, con todo fervor, con toda seriedad, con todo recogimiento, celebremos este año el cincuenta aniversario de estas apariciones.
Es asombroso que, cincuenta años después, se haya cumplido tanto de lo que se sabe sobre las apariciones de Fátima, y que todavía se esté cumpliendo cada vez más.
Así pues, todas las razones de piedad y de fe nos llevan a prepararnos para una consagración a la Virgen a este respecto, hecha por el Grupo (***) públicamente, con especial ardor, y una consagración privada, hecha también con especial ardor. Pidámoselo a Santa Bernadette Soubirous y pidámoselo a Nuestra Señora de Lourdes, cuya fiesta es hoy.
Nuestra Señora de Lourdes cura a la gente. ¿Qué es más difícil: curar el cuerpo o curar el alma? Por supuesto, para la Reina del Cielo y de la Tierra, ninguna de las dos cosas es difícil. Todo lo que pide, lo consigue. Si tanto cura nuestros cuerpos, pidámosle que cure también nuestras almas. Y luego pidámosle que transmute nuestras almas, para que las heridas ocultas, los defectos a veces ignorados por nosotros mismos, los apegos, los desórdenes de todo tipo cesen en nosotros maravillosamente por su acción.
Sabemos que las enfermedades en el Evangelio son símbolos de enfermedades morales. Así como hay ceguera espiritual, Nuestro Señor curaba a los ciegos; así como hay parálisis espiritual, curaba a los paralíticos, etc., y los comentaristas nos dicen que las curaciones físicas que realizaba eran curaciones para atestiguar su poder de realizar curaciones morales.
Pidamos, pues, a la Virgen que haga las curaciones morales. Algunos de nosotros seremos ciegos, otros sordos, otros mudos, otros paralíticos. Infelizmente, quién sabe si algunos de nosotros tenemos algo peor y somos leprosos; otros epilépticos y tenemos convulsiones.
Todos estos son símbolos de estados del alma. Pidamos a la Virgen que nos cure de todo esto y que nos dé la gracia de caminar hacia su fiesta, Fátima, con el alma verdaderamente renovada. Eso es lo que debemos pedir.
Lourdes – Procesión de las antorchas
NOTAS
(*) Bagarre: un gran triunfo para la Iglesia y la civilización cristiana, tras una crisis metafóricamente definida, en el lenguaje cotidiano de la TFP, por esta palabra francesa – cfr. “O Cruzado do século XX – Plinio Corrêa de Oliveira”, Roberto de Mattei, Civilização Editora, Porto, 1996, Cap. VII, n. 10)
(**) El llamado “secreto de Fátima”, según fue divulgado oficialmente por la CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE (26-6-2000), y sin entrarmos en otras especulaciones a respecto, confirma esta afirmación del Prof. Plinio.
https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20000626_message-fatima_sp.html
Tercera parte del secreto revelado el 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria-Fátima:
«Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.
«Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: « algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él » a un Obispo vestido de Blanco « hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre ». También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios.
Tuy-3-1-1944 ».
(***) “Grupo”: El «Grupo» de amigos que se reunió en torno al «Legionario» y, más tarde, al «Catolicismo», dio lugar a la TFP. Por eso siguió siendo utilizado el nombre de «Grupo» para referirse a sí mismos.