Navidad: una visión real y profunda

“Catolicismo” N.º 576, diciembre de 1998 (*)


A D V E R T E N C I A

Este texto es una adaptación de excerptas de conferencias del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a socios y cooperadores de la TFP  y no pasó por ninguna revisión del autor.

Si el profesor Plinio Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros, sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación con el Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:

“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.

Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.

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En años anteriores, en vísperas de Navidad, los editores  de “Catolicismo” tenían la costumbre de pedir al Prof. Plinio Corrêa de Oliveira un artículo o un mensaje navideño para el número de diciembre de nuestra revista. Tras concertar una cita con su secretario particular o con un asistente de la secretaría, nuestra petición era atendida y, en la primera oportunidad propicia, el Dr. Plinio comenzaba a dictar sus reflexiones sobre la Santa Navidad, cada vez con algo nuevo y normalmente relacionado con los acontecimientos del año en curso.

Han pasado más de tres años [N.C.: este artículo es de 1998] desde que el ilustre fundador de la TFP entregó su alma a Dios. Así, para este diciembre de 1998, en el que Plinio Corrêa de Oliveira habría cumplido 90 años el día 13 – y, además, 70 años de militancia católica, ya que fue en 1928, cuando aún cursaba la Facultad de Derecho de la Plaza de San Francisco, en São Paulo, que se unió al Movimiento Católico — la dirección de “Catolicismo” buscó, a través de sus innumerables obras y conferencias, algo que se adaptase mejor a nuestros tiempos, sobre la Navidad.

Nos encontramos con una única gran dificultad… ¡la dificultad de la elección!

Sí, en medio de tantos preciosos escritos que nos legó, de tantas conferencias pronunciadas en las diversas regiones de nuestro continente, de tantos comentarios sobre la Navidad, ¿cuál elegir?

Elección nada fácil. Cada obra tiene su aspecto único y uno no sabe qué admirar más: la precisión de los términos, la lógica de estilo ignaciano, la belleza de las formulaciones, el amor, el cariño y el arrobamiento por la Virgen Madre del Niño Jesús, o la adoración por Aquel que es a la vez Dios verdadero y la más admirable de todas las criaturas, Nuestro Señor Jesucristo.

Por ello, hemos seleccionado para esta edición navideña algunos extractos de diversas conferencias pronunciadas en los auditorios de TFP en las que el inspirador y pilar de “Catolicismo” hace luminosos comentarios sobre esta Gran Fiesta de la Cristiandad.

Para comenzar, ofrecemos a nuestros lectores la descripción de una maravillosa escena imaginada por el Prof. Plinio, en la que un pecador se acerca a la Gruta de Belén; y, a continuación, reflexiones sobre el examen de conciencia, las súplicas, los actos de gratitud y de reparación que un creyente podría presentar ante el Pesebre del Divino Infante, calentado por el amor de su Santísima Madre y de San José.

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Confiteor a los pies de la celestial Abogada

«El penitente arrepentido, humilde, con la cabeza inclinada, se acerca a la [gruta donde está el] pesebre y se dirige a San José y a Nuestra Señora. A San José le dice que no es digno, pero que el Patrono de la Santa Iglesia le obtenga una mirada de compasión de Nuestra Señora. San José responde afirmativamente y apela a la Virgen. La Santísima Virgen responde afirmativamente y recibe ultra maternalmente al penitente. Le pide entonces su mediación para llegar hasta el Niño Jesús…

«Se siente indigno de entrar, y canta fuera de la cueva: ‘Hasta el aliento de los bueyes se considera digno de estar dentro, porque forma parte del orden creado por Dios. Pero yo soy el pecador que, en un momento dado, rompí con el orden divino. Y no soy digno de acercarme a Él. Donde entran hasta los animales, ¡yo no entro! Pero si Vos, Madre mía, me cubrieres con vuestro manto, ¡me atreveré a todo!’ Ella lo cubre, y él recita entonces un Confiteor. Entonces el Niño Jesús hace un gesto, que puede interpretarse como el gesto instintivo de un niño, pero que tiene el significado del perdón.»

Súplica a la Madre Inmaculada y Extremosa

«Madre nuestra, Señora del Universo, Vos pedimos que depositéis este examen de conciencia en el Pesebre de vuestro Divino Hijo.

«Alcanzadnos del Niño Dios, Vos que sois su Madre Extremosa e Inmaculada, una verdadera y profunda contrición por tanta indiferencia, duda y mundanidad en este año que termina. Indiferencia, duda y mundanidad ante lo sublime y lo atroz que marcan profundamente la actualidad.

«Indiferencia, duda y mundanidad, signos inequívocos de un egoísmo desbordante y de una inquietante falta de amor a Dios.

«Vos, sin embargo, habéis tomado la iniciativa de la reconquista de nuestras almas, la más difícil de las reconquistas…

«Por lo tanto, Señora, terminad la obra que habéis comenzado. No dejéis que vuestro brazo se detenga al comienzo de la tarea, ni que vuestros pies descansen antes de alcanzar la meta. Dadnos la plenitud de vuestro espíritu, preparadnos para los grandes desafíos que nos aguardan.

«Haced que vuestro espíritu sagrado atraviese los abismos de nuestras miserias e infidelidades, como el Verbo de Dios atravesó un día los abismos que Le separaban de la Creación para unirse a Vos.

«Pero sobre todo, Señora, haced que se produzcan los acontecimientos finales, que se libre la gran batalla profética, que venga San Miguel y que Vos venzáis.

«Tengamos en cuenta, en la historia del Niño Jesús, lo que sucedió en la santa casa de Nazaret durante sus conversaciones con la Virgen».

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Interior de la Casa de Nazaret – Santuario de Nuestra Señora de Loreto (Italia) ¡Qué cosas tan maravillosas sucedieron entre estos muros sagrados!

La casa de la Sagrada Familia: reflexiones

«Ella [Nuestra Señora] pensaba en lo que sucedería, considerando también que llegaría cierto momento en que los Ángeles ejercerían su poder sobre esta santa casa y la elevarían por los aires, para que no cayera en manos de los mahometanos. Preveía que la santa casa de Nazaret sería depositada en un lugar llamado Loreto, en Italia, y que allí innumerables peregrinos, probablemente hasta el fin del mundo, venerarían los santos muros que circunscribían el lugar donde resonaban las conversaciones de la Sagrada Familia. Donde se oía la risa cándida y cristalina del Niño Jesús; donde se oía la voz grave, paternal y afectuosa de San José; donde se oía la voz, modelada casi hasta el infinito, como un órgano, de Nuestra Señora, expresando adoración, veneración, en todos sus grados, en todas sus modalidades. Ella pensaba en todo esto.

«Ella reflexionaba sobre los milagros de la vida pública de Nuestro Señor, sobre los milagros que el Divino Redentor obraría, sobre las almas que atraería. Cómo todo esto se desarrollaría en el momento en que comenzara a ser rechazado por los judíos; rechazado y olvidado por sus propios Apóstoles, a causa de su molicie y tibieza; y hasta en la traición de Judas.

«Entonces pensaba en Pentecostés, en la dilatación de la Iglesia por toda la cuenca mediterránea, en los misteriosos lugares por donde habían viajado los Apóstoles, llenando la tierra con su presencia. Meditaba en la liberación de la Iglesia por el emperador Constantino, en la Iglesia que brillaría sobre la faz de la tierra, en la invasión de los bárbaros; y luego en San Benito, que lograría salir de un pantano y caminar hasta Subiaco; y que allí, él, el Patriarca de Occidente, comenzaría una nueva vida espiritual, de la que nacería la Edad Media, con todos sus esplendores.

«La Edad Media nacería, pero como réplica infame a San Benito, el pecado inmenso: la Revolución comenzaría, y las olas que se levantarían, las atroces injurias. El Renacimiento, el Humanismo, el Protestantismo, luego la Revolución Francesa, la Revolución Comunista, la Cuarta Revolución (hippismo, punkismo, etc.). Esta última, con una gestación tan enigmática, tan difícil de definir en sus verdaderos contornos, tan infame en todo lo que ya sabemos de ella (N.C.: hoy día llamada de Revolución Cultural).

«Todo esto, pero también, también… un designio de Nuestra Señora por el cual, en un momento dado, sobre este mar de lodo, comenzaría a flotar un pétalo de rosa…. [el autor se refiere a grandes gracias que la Divina Providencia dispensaría a las almas y a la sociedad humana de nuestro tiempo].

«Entonces nuestro llamado. Cada uno puede volverse a los pies del Pesebre para contar su historia individual y explicar cómo la gracia divina ha recorrido su alma… los altibajos, los ‘síes’ y los ‘noes’, los movimientos del orgullo… ¡Dios mío! los movimientos de la sensualidad; la victoria, a veces la derrota, pero luego otra vez la victoria y la misericordia de Dios. Pero habría algunos que caerían en el camino, que yacerían a lo largo del camino; y habría la oración de los que no cayeron por los que cayeron, y la mano de la Virgen que, de vez en cuando, levantaba a alguno para que volviera al buen camino».

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Adoración de los Magos – Fresco de Giotto (siglo XIV), Capilla Scrovegni, Padua (Italia)

Las súplicas y la gratitud de un luchador católico

«Todo esto pasaría por oscuridades que desconocemos, hasta el advenimiento de la intervención de Nuestra Señora: ¡que venga el Reino de María! [predicho por la Madre de Dios en Fátima].

«Todo esto debemos considerar cuando estuviéremos a los pies del Pesebre y decir:

«Él [el Niño Jesús] es la Piedra de la división, la Piedra del escándalo que divide la historia en dos. Todo lo que está con Él es la Contra-Revolución, todo lo que está contra Él es la Revolución. (**)

«Aquí está uno, Señor Jesucristo, traído por la gracia que Vuestra divina Madre, Vuestra Madre celestial, obtuvo de Vos a través de sus oraciones; aquí está este luchador, arrodillado ante Vos, ante todo para daros gracias.

«Os doy gracias por la vida que diste a mi cuerpo, os doy gracias por el momento en que insuflaste mi alma. Os doy gracias por el plan eterno que tenías para mí, como para cualquier hombre, un plan determinado e individual, por el que tenía que haber, en los designios de Dios, alguien que fuera yo, que entre los hombres ocupara este lugar, por pequeño que fuera, pero un lugar en el enorme mosaico de las criaturas humanas que deben ascender al cielo.

«Os doy las gracias por haberes puesto una lucha en mi camino, para que yo pudiera ser un héroe.

«Os agradezco la fuerza que me habéis dado para resistir y luchar, para combatir y rezar… ‘A Dios orando y con el mazo dando’, decía San Antonio María Claret, fundador de los Padres del Corazón de María [Claretianos].

«Os doy gracias por todo esto, pero os doy más gracias, os doy gracias por todos los años de mi vida que ya han pasado y que se hayan transcurrido en Vuestra gracia.

«Os doy gracias por los años que han pasado y que no han transcurrido en Vuestra gracia, porque los encerrasteis, en cierto momento, con Vuestra gracia, abandonando yo al camino de la desgracia, para entrar de nuevo en Vuestra amistad.

«Os doy gracias, oh Divino Infante, oh Niño Jesús …. por todas las cosas difíciles que hice para combatir mis faltas; os doy gracias por no haberos impacientado conmigo y por haberme conservado con vida para que aún tuviera tiempo de corregirlas hasta la hora de mi muerte. Y si hay una oración que Os puedo dirigir en esta Nochebuena, Señor Jesús, es la que se encuentra en uno de los salmos:

«‘No me llames en la mitad de mis días’ (Salmo 101). La cambio un poco [la oración], no me importa cuántos días haya tenido —quizá ya sean demasiado largos—, pero la cambio: ‘No me quites mis días, a la mitad de mi obra’; y ayudadme a que mis ojos no se cierren por la muerte, mis músculos no pierdan su vigor, mi alma no pierda su fuerza y agilidad antes de que, para vuestra gloria, haya vencido en mí mismo todos mis defectos, escalado todas las alturas interiores para las que fui creado; y que, en vuestro campo de batalla, os haya rendido, con hechos heroicos, toda la gloria que esperabais de mí cuando me creaste».

Belén… Tabor… Calvario… Juicio final

«Señor Jesús, ¡cuántas contradicciones con las que quisiste coronar la noche mil veces gloriosa de vuestra Santa Navidad!

«‘Coronar’, sí, esta es la palabra que se ajusta con toda precisión a este conjunto de circunstancias con que quisiste rodear la hora tan rica en símbolos de gloria y de dolor. [La hora] en que, nacido del seno de la Virgen Madre, quisiste iniciar Vuestra esplendorosa jornada: llevándoos de la cueva de Belén a la cima del Tabor, y de allí al Calvario. Este trayecto encontraría su término final en el momento espléndido y terrible en que destruiréis al anti-Cristo, aniquilaréis  a los últimos mortales, pondréis  fin a la Historia de la humanidad con un terrible decreto de exterminio, ¡y descenderéis a la Tierra para comenzar el Juicio de todos los hombres!

«Contemplando todas estas escenas de dolor y de victoria, de suprema glorificación, así como de implacable y extrema condena, situamos la Fiesta de vuestra santa Navidad en su plena perspectiva histórica. Sí, una perspectiva en la que Dios y el demonio, el Cielo y el Infierno, en un contraste implacable, en una lucha extrema, darían sus golpes. Hasta el momento en que, habiendo cesado la Historia, solo quedarían frente a frente los buenos y los malos, unos destinados por la Justicia eterna a la felicidad completa, perfecta, gloriosa e interminable, y otros al abismo perpetuo e insondable del dolor, del oprobio y de la vergüenza, donde todo no es más que derrota, fracaso, gemido y revuelta perfectamente inútil.

«Uno pensaría que no, puesto que en la Noche de la Bienaventuranza los Ángeles cantan ‘Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad’ (Lc 2:14).

«¡Sí, a los hombres de buena voluntad! Sin embargo, ya existían hombres de mala voluntad bajo la bóveda celeste constelada de estrellas. Y seguirían existiendo hasta el último instante del último día. No era ciertamente para ellos —los malditos, los precitos— el pregón de la paz, sino el de la inexorable y total perdición.»

Nochebuena: glorias deslumbrantes, dulzura insondable

«Quisiste que vuestro Belén estuviera rodeado no solo de las glorias deslumbrantes que a Vos corresponden en la infinitud de vuestra santidad, sino también de la insondable dulzura del perfecto Corazón de Madre que vos adoró desde el primer instante de vuestro ser.

«Es en el ápice de todas estas perfecciones donde nuestros ojos Vos contemplan hoy, en Nochebuena.

«De tantas contradicciones, a la vez magníficas y supremas, deslumbrantes y terribles, procede una enseñanza que Vos imploramos que marquéis en nuestros corazones. También el mundo contemporáneo está inmerso en la contradicción. Vemos la contradicción entre la verdad y el error, el bien y el mal: Vos, Señor Jesús, y vuestra Santa Madre, a cuyo lado refulge la santidad de José; y, por otra parte, el océano de ignominias, crímenes, abyecciones, en el que se sumerge el mundo actual, ‘totus positus in maligno’ (todo inmerso en el mal).

«Dondequiera que miremos, vemos algo, oímos algo que Vos ofende, Vos ultraja y conspira contra Vos. No hay nada hoy, no hay nada mañana que no se vuelva para escarneceros, golpearos, ensangrentaros y arrastraros a la Cruz.

«Todo lo que Vos rodea es contradicción, en el sentido de que en Vuestro alrededor no hay casi nada más que mal, y el mal es esencialmente contradictorio.

«Haced, Señora de los Dolores, que comprendamos esta hora de contradicción, permaneciendo genuflexos al pie de la Cruz, pero al mismo tiempo erguidos e intrépidos como guerreros, como Ángeles en el campo de batalla.

«Guerreros implacables, con el corazón inflamado de amor a Vos y a vuestro Divino Hijo, para aplastar el mal, destruir las contradicciones y elevaros a la gloria de vuestro Reino, ¡oh María!».

¡Ut adveniat Regnum Christi, adveniat Regnum Mariae!

(¡Para que venga el Reino de Cristo, que venga el Reino de María!)


Notas:

(*) Texto adaptado con excerptas de conferencias dadas por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a los miembros y cooperadores de la TFP, con ocasión de las Navidades de 1988, 1989 y 1993. Publicado en «Catolicismo» N.º 576, diciembre de 1998.

(**) Estos términos se utilizan aquí según el concepto expuesto por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en su magistral obra Revolución y Contra-Revolución, que pude ser leída aquí. Revolución es el proceso cuatro veces secular que está desintegrando la Civilización Cristiana. La Contra-Revolución es el movimiento que pretende restaurar esa misma Civilización.

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