Santo del Día, 3 de abril de 1970 (extractos)
A D V E R T E N C I A
Este texto es transcripción de cinta grabada con la conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a socios y cooperadores de la TFP. Conserva, por tanto, el estilo coloquial y hablado, sin haber pasado por ninguna revisión del autor.
Si el profesor Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación al Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:
“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.
Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.
Imagen de Nuestra Señora de Fátima, que lloró milagrosamente en New Orleans (Foto: PRC)
Algo que la Historia registra, que la Teología de la Historia indica como cierto, es que los grandes desastres de los pueblos son castigos. Este es un principio incuestionable de la Teología de la Historia. Cuando una nación sufre una catástrofe mayor, esto es un castigo. El principio no se aplica a los hombres, particularmente a los individuos, pero vale para las naciones, para los grupos sociales, etc.
Ahora, la Historia nos indica que las grandes catástrofes de los pueblos permanecen mucho tiempo suspendidas sobre los que serán castigados. Esa es la regla general de grandes catástrofes. Desde el Diluvio ‒pasando por la caída de Jerusalén, del Imperio de Occidente, del Imperio de Oriente, por el protestantismo, por la Revolución Francesa, por la Revolución Comunista en Rusia, etc.‒ siempre son tempestades que quedan largo tiempo suspendidas sobre un pueblo sin que se pueda entender por qué no reventaron, pero finalmente terminan estallando.
Aún más. En general, cuanto más largo es el tiempo de ese suspense, tanto más terrible es el castigo. De manera que, de esta demora no se deduce que no vendrá, sino por el contrario, que vendrá terrible. Esta es la regla general de la Historia. Simple, fácil de entender.
Confieso que estoy seguro de que el castigo anunciado en 1917 por Nuestra Señora en Fátima vendrá. Pero esta certeza procede más de la Teología de la Historia y de las leyes generales de la Historia que del propio Mensaje de Fátima. Aunque yo doy toda mi adhesión a este Mensaje, mi certeza de lo que realmente Nuestra Señora reveló a los tres pastorcitos es una certeza menor ‒una vez que las certezas comportan grados‒ (en relación a) lo que se deriva de las leyes de la Teología de la Historia.
Nota: Traducción y adaptación de “Acción Familia”