Revista “Tradición, Familia, Propiedad”, Buenos Aires, N. 13, Septiembre de 1972, páginas 8-13
Mientras los nacionalistas aquí [en Argentina] guardan un cauteloso silencio sobre nuestro libro “El Nacionalismo, una incógnita en constante evolución” aparecido en agosto de 1970, y del cual se han hecho ya tres ediciones, desde México partió un ataque subalterno contra los autores, y también contra el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, Presidente de la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad. El ataque fue distribuido por correo a una gran parte de la prensa de derecha, y publicado en la revista “¿Qué Pasa?” de Madrid.
El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira escribió -también en “¿Qué Pasa?”, de agosto de 1971- una refutación en lo que respecta a las acusaciones lanzadas contra él, que nos parece importante reproducir por la interesantísima doctrina que contiene. En futuro número de esta revista [Tradición Familia Propiedad n° 14, Buenos Aires, Año IV, Ocutubre de 1972, n.d.c.], publicaremos la respuesta del Dr. Cosme Beccar Varela (h).
* * *
São Paulo, 16 de julio de 1971
Sr. Dn. Joaquín Pérez Madrigal – Director de “¿Qué Pasa?”, MADRID (España).
Señor Director: “¿Qué Pasa?” publicó en su número 383, del 15 de mayo del corriente año, copia de una carta a mí dirigida por el señor Anacleto González Flores, de México, conteniendo un amplio ataque hecho no sólo a la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad, sino, también a mi persona.
En sí, ese ataque no merecería respuesta, pues le faltan los requisitos más elementales para servir de punto de partida a una polémica honesta: a) pruebas en las acusaciones; b) lógica en la argumentación; c) caballerosidad en el lenguaje. Por tanto, es sólo la consideración para con el público ilustrado y numeroso en cuyas manos circula “¿Qué Pasa?” lo que me mueve a responder a aquel señor.
Lo hago con algún atraso, pues hasta aquí otras ocupaciones más urgentes no me dieron el tiempo necesario para redactar la presente carta.
Infelizmente, esta misiva es larga. Para replicar con seriedad y lógica a una carta conteniendo un cúmulo de calumnias gratuitas y desalineadas, es preciso disponer de algún espacio. Pues una calumnia puede caber en una frase, o hasta en una simple palabra. Pero la defensa contra esa calumnia puede no caber en una página.
Pido a V. S. la publicación íntegra de mi carta, así como del documento que la acompaña, esto es, la copia de la misiva a mí dirigida por el señor Cosme Beccar Varela (h), Presidente del Consejo Nacional de la Sociedad Argentina de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad. Haciéndolo, V. S. dará prueba de su imparcialidad, así como de su respeto a las reglas universales de la ética periodística. Por lo cual, no dudo que atenderá mi pedido. Me permito consignar preliminarmente una observación.
Con anterioridad a la publicación en esa revista, el señor A. G. F. envió a cierto número de personas, entre las cuales yo mismo, copia de una carta dirigida a “¿Qué Pasa?” con fecha de 12 de diciembre del año pasado. Tal documento contiene substancialmente la misma materia que la publicada posteriormente en “¿Qué Pasa?”, sin embargo, con una u otra calumnia de más o de menos. Como gran número de los que recibieron ese documento -pertenecientes a los círculos tradicionalistas de Europa y de América, según me informó, por carta, el propio señor A.G.F. son, a su vez, lectores de “¿Qué Pasa?” me permito incluir aquí también la respuesta muy sumaria a las calumnias que sólo aparecen en la referida carta. Ese es, en definitiva, el único modo de que dispongo para refutar tales calumnias, puesto que no conozco los nombres de los correspondientes a quien el señor A.G.F. envió su documento.
Me cabe aún hacer otra advertencia preliminar. Refiérese ella a la carta adjunta, del ya citado señor Cosme Beccar Varela (h.). El señor A. G.F., en la materia publicada en “¿Qué Pasa?”, también calumnia fuertemente a ese señor, así como a la TFP argentina. Y con su característica irresponsabilidad, interviene a fondo en asuntos internos de aquel país. No me juzgo en el derecho, a mi vez, siguiendo al señor A.G.F., de intervenir desabridamente en graves y respetables querellas de carácter político-social, filosófico y hasta religioso de la nación platense. Así, pedí al señor Beccar Varela que se encargase de esta parte de la réplica. Y que al mismo tiempo se pronunciase sobre los ataques hechos contra él mismo y contra la TFP argentina. “Mentid, mentid, que algo siempre quedará”. Este consejo cínico de Voltaire a los adeptos de la secta filosófica por él dirigida, parece haber inspirado al señor A. G. F. en su carta. De ahí el inaudito desembarazo con que el señor A. G. F. acumula calumnias sobre calumnias. Unas, enunciadas sin ninguna prueba, y otras “basadas” en vagos y confusos argumentos de probabilidad.
En principio, me sería fácil responder al señor A. G. F. intimándolo simplemente a probar sus afirmaciones bajo pena de ser tenido públicamente como calumniador.
Sin embargo, este modo de proceder, tan simple y tan lógico, no da resultado cuando se trata con personas como el señor A. G. F. Todo lleva a creer que, a mi intimación, él respondería reafirmando simplemente sus anteriores calumnias y produciendo -a título de prueba- calumnias nuevas. Y “algo siempre quedaría… “.
Así, preferí cerrar de una vez el fastidioso asunto, yendo más lejos. Me propongo no sólo señalar cuáles de las afirmaciones del señor A. G. F. son carentes de prueba, sino el probar -tanto cuanto es posible- que sus afirmaciones son calumniosas.
Digo “tanto cuanto es posible”, porque, según el orden natural de las cosas, no siempre el acusado dispone de medios para probar su inocencia. El “onus probandi” cabe todo al acusador. Con todo, tan fantasiosas y, a veces, hasta tan pueriles son las acusaciones del señor A. G. F., que me será dado, más de una vez, probar cómo ellas son falsas.
Comenzaré refutando las aseveraciones más fáciles de ser respondidas, dejando para después las que, por su carácter doctrinal, exigirán mayor desarrollo.
- Yo sería judío
Sí, según el señor A. G. F., yo sería judío. Y como tal, yo haría la obra del judaísmo.
Ahora bien, yo no soy judío, y nada me es más fácil que mostrar la banalidad del “argumento” en que el señor A. G. F. funda su aseveración.
En efecto, tal “argumento” consiste simplemente en una semejanza entre mi apellido “Corrêa” y el nombre judaico “Koresh”.
Puesto en presencia de ese argumento, cualquier conocedor -aunque superficial- de asuntos brasileños respondería al señor A. G. F. con una estruendosa carcajada, pues el nombre Corrêa es muy difundido en todas las clases sociales de mi inmenso país, y de ningún modo es considerado como demostrativo de origen judaico. En cuanto a los Corrêa de que desciendo, vinieron de Portugal a Brasil en el siglo XVIII, uniéndose por matrimonio, desde entonces, a las familias pernambucanas más exigentes en lo que tocaba a genealogía y “limpieza de sangre”. Se dedicaron los Corrêa de Oliveira, luego de llegar, a las plantaciones de caña de azúcar en el Estado de Pernambuco. Y en esta profesión, tan diversa de las que los judíos acostumbran ejercer, ellos se conservan hasta hoy.
- Yo habría sido contrario al “alzamiento” anticomunista de 1936
Se trata de una vulgar calumnia. En aquella ocasión no existía la TFP, que sólo fue fundada en 1960. Sin embargo, tanto yo como varios de los miembros del actual Consejo Nacional de la TFP constituíamos entonces el cuerpo de redactores del hebdomadario “Legionario”, órgano oficioso de la Archidiócesis de São Paulo. Yo era el director del periódico. Basta recorrer las colecciones del mismo para ver que a lo largo de todo el “Alzamiento” dimos un continuo y caluroso apoyo a este último, enfrentando polémicas con los católicos de izquierda influidos por el señor Maritain.
En cuanto a nuestra actitud en relación a este último, también prueban las colecciones de “Legionario”, que a partir del momento en que el filósofo francés se manifestó favorable a la “política de mano tendida”, iniciamos contra él una gran campaña, la cual incluyó, además de eso, críticas a muchas de sus tomas de posición en materias teológicas o filosóficas. Tal campaña continuó hasta el año 1947, ocasión en que el diario pasó para otras manos.
- LA TFP sería una asociación con pretensiones nobiliarias, cosa inconcebible en América
Es otra impostura. La gran mayoría de los socios y militantes de la TFP se reclutan entre jóvenes oriundos de familias de la pequeña burguesía o de familias de obreros. Se encuentran también en nuestras filas, si bien que minoritariamente, socios y militantes miembros de otras clases sociales más elevadas, y entre ésos algunos descienden de familias de la aristocracia rural florecientes en el tiempo del Brasil-Imperio. Tenemos incluso en nuestras filas dos descendientes del último emperador del Brasil, don Pedro II. Son los príncipes don Luís y don Bertrand de Orléans y Braganza, los cuales se destacan por su perfecta integración en la TFP, así como por su dedicación a nuestra causa. La presencia de personas de clases tan diversas, en las filas de socios y militantes de la TFP, es un hecho absolutamente normal, y por lo tanto es ridículo, en vista de esto, afirmar que somos una entidad nobiliaria, como sería ridículo imaginar que somos una entidad obrera. Somos, esto sí, una entidad de fines cívico-ideológicos que tiene en sus filas brasileños de todas las clases.
- La TFP habría atacado, en sus escritos, al nacionalismo católico “in genere” y especialmente los nacionalismos argentinos y francés
Todavía otra impostura. Aplicado a Francia, el vocablo “nacionalismo” tiene un sentido bastante menos preciso que en Argentina. Así, no sé a quién el señor A. G. F. designa por esta forma. Si son los elementos más especialmente empeñados en el combate contra el izquierdismo, cabe simplemente decir que la TFP alimenta relaciones antiguas y cordiales con muchos de esos elementos en Francia, no habiendo tenido contacto con ninguno de ellos.
Bien es verdad que la TFP, reconociendo, sin embargo, aspectos dignos de aplauso en la obra de Charles Maurras, también discuerda de éste en algunos puntos. Mas el maurrasianismo ya hoy pertenece más a la historia que a la realidad presente. Y de un parcial desacuerdo doctrinal con Maurras no se deduce que la TFP esté en lucha encendida con quienquiera que sea en Francia. Ni nos consta que cualquiera de nuestros amigos franceses exija de nosotros una adhesión tan incondicional a cada una de las enseñanzas de Maurras como si éstas fuesen dogmas de la Santa Iglesia. O que en Francia alguien tenga, en relación a Maurras o a cualquier otra personalidad, la adhesión infantil, furibunda e incondicional que el señor A. G. F. dedica a Charles Maurras y a los nacionalistas argentinos.
Los ataques del señor Anacleto González Flores
En cuanto a estos últimos, ni la TFP brasileña ni la TFP argentina les dirigieron ataques personales. El brillante libro del señor Cosme Beccar Varela (h.), “El Nacionalismo, una incógnita en constante evolución”, aprecia solamente la línea ideológica del nacionalismo argentino. Y ese autor lo hace bajo su exclusiva responsabilidad, en cuanto presidente de la TFP de su país.
Como es fácil ver, el señor A.G.F. levantó esa falsa afirmación con la intención de provocar, en Francia y en Argentina, así como en otros países, el mayor número de antipatías contra la TFP, procurando así alcanzar éxito en la campaña de difamación internacional que se esfuerza en promover contra nosotros.
- La obra doctrinal de la TFP no perseguiría, en el fondo, sino defender el capitalismo liberal
Esta es otra afirmación impúdica del señor A.G.F. Nuestra obra doctrinal consta de las colecciones de los periódicos “Legionario” y “Catolicismo“, de las pastorales de don Antonio de Castro Mayer, así como de los libros de mi autoría, además de “Frei, el Kerensky chileno”, escrito por el señor Fabio Vidigal Xavier da Silveira. Están ellos al alcance de todos. Basta sólo recorrerlos para ver que el señor A.G.F. nos calumnia también en este punto. Pues el sentido ampliamente preponderante de nuestra obra es el ataque contra el comunismo, la democracia cristiana y el progresismo. Solamente de pasada, en realidad, nos hemos referido una u otra vez al problema del capitalismo. Y esto precisamente en los términos en que se expresaron los Romanos Pontífices, especialmente Pío XI y Pío XII.
He aquí, entre otros, dos textos que acostumbramos citar en nuestras obras. Uno es de Pío XI: “Nuestro predecesor, de feliz memoria, en su encíclica se refería principalmente a aquel sistema económico en que, ordinariamente, unos contribuyen con el capital y otros con el trabajo para el común ejercicio de la economía, como él mismo la definió en una frase lapidaria: “Nada vale el capital sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital” (encíclica “Rerum Novarum”, § 28).
“Fue esta especie de economía que León XIII procuró regular con el mayor empeño, según las normas de la justicia; de donde se sigue que de por sí no es condenable. Y realmente, por su naturaleza, no es viciosa: solamente viola el orden debido, cuando el capital esclaviza a los obreros o a la clase proletaria para que los negocios y todo el régimen económico estén en sus manos y reviertan en utilidad propia, sin importarse con la dignidad humana de los obreros, con la función social de la economía y con la propia justicia social y el bien común” (encíclica “Quadragesimo Anno”, de 15 de mayo de 1931. A.A.S., volumen XXIII, págs. 209-210).
Y otro de Pío XII: “Todo espíritu recto debe reconocer que el régimen económico del capitalismo industrial contribuyó a hacer posible, y hasta estimular el progreso del rendimiento agrícola; y que permitió, en muchas regiones del mundo, elevar a un nivel superior la vida física y espiritual de la población del campo. No es, pues, este régimen en sí mismo a quien se debe acusar, sino el peligro que amenazaría, en caso que su influencia llegase a alterar el carácter específico de la vida rural, asimilándola a la vida de los centros urbanos e industriales, haciendo del “campo”, tal como es entendido aquí una simple extensión o anexo de la “ciudad”.
“Esta práctica y la teoría que la apoya es falsa y nociva” (discurso de 2 de julio de 1951 al I Congreso Internacional, sobre los Problemas de la Vida Rural, “Discorsi e Radiomessaggi”, volumen XIII, págs. 199-200).
No podrá el señor A.G.F. citar un solo tópico nuestro que afirme lo contrario de lo que dicen estos Papas, o algo que no esté implícita o explícitamente contenido en lo que ellos enseñaron.
Aquí se hace patente una vez más la desinhibida mala fe del señor A. G.F. Pues:
- a) O él leyó nuestra obra o no la leyó;
- b) Si no la leyó, actúa con mala fe atacándola;
- c) Si la leyó, actúa igualmente de mala fe, dirigiéndonos un ataque que, en realidad, debería ser dirigido a la memoria de aquellos venerados Pontífices, cuya doctrina nosotros no hicimos sino reproducir;
- d) Si él pretendiese escapar a esta alternativa, afirmando que en la realidad lo que dijimos sobre el capitalismo es algo que va más allá de lo que contienen los documentos de aquellos Papas, debería demostrarlo. Pero esto él lo esquivó prudentemente…
- La TFP sería contraria a la Reforma Agraria
Con respecto a la propiedad privada hay otro punto en que el señor A. G.F. discrepa violentamente con la TFP. Es lo que se refiere a la Reforma Agraria. A tal respecto, cabe de nuestra parte una palabra de explicación. En 1964, el señor João Goulart, entonces Presidente de la República de mi país, favorecía un movimiento agrorreformista de carácter nítidamente socialista y confiscatorio. La TFP se opuso a tal movimiento, dando gran circulación a dos libros “Reforma Agraria, cuestión de conciencia” y “Declaración de Morro Alto“. Esos libros contenían la refutación de las doctrinas agrorreformistas en curso, y un plan positivo de política agraria para el Brasil. “Reforma Agraria, cuestión de conciencia” está al alcance fácil de los lectores españoles, pues fue publicado en castellano en el año de 1969 por la “Asociación Cordobesa de Derecho Agrario” de la ciudad de Córdoba (España), bajo el título de “Socialismo y propiedad rural“.
En ambas obras se afirma claramente que: 1) si por reforma agraria se entiende genéricamente una mejoría de las condiciones de la vida en el campo, y especialmente de la situación del trabajador manual, entonces la reforma agraria es un bien; 2) si en esa mejoría se incluye la expropiación de tierras privadas a precio inferior al real, hay que distinguir. Si tal expropiación es comprobadamente exigida por grave necesidad de bien común, es lícita. En caso contrario, constituye una confiscación injusta.
Esta posición doctrinal viene apoyada en el libro “Reforma Agraria, cuestión de conciencia”, en numerosísimos documentos pontificios.
Aplicando tales principios al Brasil, “Reforma Agraria, cuestión de conciencia“, demostró (en sus ediciones brasileñas que aquí la expropiación de tierras por un precio inferior al corriente es injusta, pues: 1) nadie ha probado la necesidad de ella para el bien común; 2) más del 70% del territorio nacional pertenece al Poder Público, el cual, siendo así detentador de inmensas extensiones de tierras incultivadas y riquísimas, ningún derecho tiene de dejarlas incultivadas y de confiscar las tierras privadas.
Sobre toda esa doctrina y todos estos hechos, el señor A.G.F. nada dice. El se limita a dar como prueba de la moralidad de la reforma agraria en el Brasil… ¡que el Japón y Formosa hicieron reformas agrarias! Si por lo menos el señor A.G.F. hubiese examinado con un poco de atención y buena fe nuestra obra, habría notado que consideramos ilícita la reforma agraria en el Brasil, en razón de la desproporción entre nuestra población y nuestro inmenso territorio. No conocemos con pormenor las condiciones del Japón y de la isla de Formosa, y somos mucho más cautos que el señor A.G.F. en pronunciarnos sobre lo que ocurre en tierra de los otros. Sin embargo, por los datos genéricos que todo el mundo conoce sobre el Japón, la situación se presenta allá en términos diametralmente opuestos que aquí, de manera que una misma ley de reforma podría ser en el Japón necesaria y justa, y en el Brasil confiscatoria e injusta. En cuanto a la China Nacionalista carecemos de datos.
A la vista de todo lo que acaba de ser dicho, bien puede el lector aquilatar la inconcebible liviandad con que el señor A.G.F. agrede e insulta a los que incurren en su cólera. Y esto exponiéndose a los más vejatorios desmentidos, como ahora ocurre.
- La TFP, con su actitud respecto de la propiedad privada y del capitalismo, favorecería al judaísmo internacional
Respecto de esta acusación del señor A.G.F., cabe preliminarmente una refutación análoga a la que hicimos en el ítem 6, más arriba:
- a) O nuestra posición en esta materia es conforme a los documentos pontificios citados o no lo es;
- b) Si lo es, entonces el señor A.G.F. debería acusar a Pío XI y a Pío XII de favorecedores del judaísmo internacional;
- c) Si no lo es, entonces él debería probar que abusamos de los textos pontificios. Y sólo después de hecha esta prueba podría sacar de ahí conclusiones contrarias a nosotros. Es lo que exigen las reglas más elementales de la buena polémica. Ahora, en el panfleto del señor A.G.F., no hay una sola palabra de prueba de que abusamos de los textos pontificios. Así, todo lo que él afirma a tal respecto cae por el suelo;
- d) Si el señor A.G.F. viola de tal manera las reglas más elementales de la polémica, o es porque las ignora en razón de su primarismo intelectual o es porque no encontró la posibilidad de justificar su acusación. Dejamos al señor A. G.F. la elección de cualquiera de estas hipótesis.
Entrando en lo sustancial de la cuestión, cúmplenos recordar lo que más o menos todo el mundo sabe. Es decir, que el abuso del capitalismo y del liberalismo económico -entre otros graves y numerosos males- acarrea la formación de empresas supergrandes, las cuales pueden absorber la propiedad de casi todos los particulares, y conducir así a una especie de colectivismo privado, el cual, a su vez abre camino para la implantación del colectivismo estatal por la confiscación de las fortunas-moloch por el Poder Público. En ese proceso, los especialistas en asuntos de judaísmo internacional ven un artificio del propio judaísmo. Pues la concentración excesiva de los capitales coloca todos los bienes en manos del Poder Público, dominado por las Fuerzas Secretas.
En la perspectiva judaico-masónica, la eliminación de la propiedad privada es, en materia económica, el objetivo esencial del judaísmo internacional. Es lo que afirman autores de los más conocedores de la materia. De nada importa a la finanza judaica la absorción de la propiedad privada por el Estado una vez que el Estado esté en manos del mismo judaísmo. Hasta por el contrario. La omnipotencia política y económica del Poder Público controlado por el judaísmo proporciona a éste, en los países comunistas, el dominio de todos los bienes y de las personas.
Delante de estas perspectivas, ¿qué debe hacer una persona convencida de las tesis antijudaico-masónicas? Defender seria y coherentemente la propiedad privada. ¿Y cómo hacer esta defensa? ¿Cómo actuar para que las riquezas dadas por Dios al hombre no caigan en manos del poder oculto, sino que se mantengan en manos de sus legítimos dueños? ¿Cómo mantener la institución de la propiedad privada, basada en dos mandamientos de la ley de Dios, y como tal uno de los pilares de la civilización cristiana? Evidentemente, la solución consiste en: 1) defender la propiedad privada contra el supercapitalismo, denunciando lo que éste tiene de injusto y nocivo; 2) combatir el comunismo, mostrando que éste resulta en la consumación de la injusticia creada por el supercapitalismo. Es ésta la doctrina de la TFP. Y es así que se explica el hecho público y notorio de que, en los países en que existe la TFP, muchos de sus más furibundos adversarios son los supercapitalistas, que nuestros jóvenes militantes denominaron expresivamente de “sapos”, y en contra de los cuales he mantenido cerrada campaña en los artículos que escribo en el diario “Folha de S. Paulo”.
Nuestra actitud matizada y llena de discernimiento en materia de propiedad privada conduce exactamente a lo contrario de lo que desean la finanza internacional y el comunismo.
Cualquier acusación del señor A.G.F. contra la TFP en esta materia no pasa, pues, de una calumnia.
- La TFP, silenciando el problema judaico-masónico, haría el juego de la judeo-masonería
La réplica al señor A.G.F. consiste en decir que la TPF pura y simplemente no hace silencio a tal respecto. Para probarlo, transcribo el siguiente trecho de mi libro “Revolución y Contra-Revolución“, que es el libro clave de la TFP:
“Producir un proceso tan coherente, tan continuo, como el de la Revolución, a través de las mil vicisitudes de siglos enteros, llenos de imprevistos de todo orden, nos parece imposible sin la acción de generaciones sucesivas de conspiradores de una inteligencia y poder extraordinarios. Pensar que sin esto la Revolución habría llegado al estado en que se encuentra, es lo mismo que admitir que centenares de letras tiradas por una ventana podrían disponerse espontáneamente en el suelo, de manera a formar una obra cualquiera, por ejemplo, la “Oda a Satanás”, de Carducci.
(…) De modo general, pueden calificarse como agentes de la Revolución a todas las sectas, de cualquier naturaleza, engendradas por ella, desde su nacimiento hasta nuestros días, para la difusión del pensamiento o la articulación de las tramas revolucionarias. Sin embargo, la secta-maestra, en torno de la cual todas se articulan como simples fuerzas auxiliares -a veces conscientemente y otras veces no- es la Masonería, según claramente se desprende de los documentos pontificios, y especialmente de la Encíclica “Humanum Genus”, de León XIII, de 20 de abril de 1884.”
Es verdad que la TFP no tiene el hábito de, en todo momento y a todo propósito, referirse a la cuestión judaicomasónica. Y la razón de esto está en la conducta errónea adoptada, a ese respecto, por Hitler y sus secuaces nazistas y post-nazistas, de los cuales el señor A. G. F. parece ser admirador cándidamente incondicional.
Los hechos van tornando siempre más claro que el combate anti-judaico del Führer favoreció a la causa judaica en tres puntos de importancia capital:
1) Las persecuciones contra los judíos en el III Reich determinaron la formación de una ponderable corriente emigratoria de semitas alemanes para Palestina. Y esto, a su vez, tuvo una importancia capital para la realización del viejo sueño judaico de restauración del Estado de Israel. Pues si bien que ese sueño fuese nutrido por la cúpula del judaísmo, los elementos de base del pueblo judaico se mostraban reticentes a dejar la posición privilegiada de que disfrutaban en los países cristianos, para enfrentar la aventura de una fijación en la tierra de Israel. Es sabido que, hasta hoy, la emigración judaica para Israel no corresponde en número a los sueños del judaísmo internacional. Y que es difícil fijar en Israel a las propias poblaciones que allí se establecieron. Así, la emigración judaica de Alemania para Israel fue factor precioso para la formación de la república sionista.
2) Mezclando sus ataques al judaísmo y al comunismo con las persecuciones religiosas, el nazismo prestó un servicio eminente para la realización del siniestro intento de los comunistas de conquistar simpatías en los medios católicos. Pues pocas cosas unen tanto a los adeptos de dos corrientes diversas, que la necesidad de defenderse contra un enemigo común. La aceptación de la colaboración con el comunismo, que constituye hoy un flagelo en muchos medios católicos y una ventaja importantísima para la expansión del comunismo internacional, tiene su origen histórico en el establecimiento de un frente común católico-comunista, contra el nazismo. También las persecuciones simultáneas de Hitler a católicos y judíos favorecen, en buena medida, el clima de ecumenismo exagerado, en el cual vivimos. Repito: la infiltración comunista en los medios católicos y el irenismo relativista de nuestros días se deben en buena parte a Hitler;
3) Por fin, el dictador teutón y sus secuaces intentaron desmoralizar la causa de la lucha antijudaica y anticomunista, que aparentaban defender, procurando basarse en doctrinas racistas, paganas y vacías de contenido científico, usando para esto una propaganda tan charlatana y tan delirante, que la posición antijudaico-masónica quedó ampliamente desacreditada a los ojos de importantes sectores de la opinión pública. Dicho esto, los que -en nuestros días- quieren conservar la audiencia del público para preservarlos de la creciente influencia de la Revolución Universal se desmoralizarían si no fuesen circunspectos en plantear la cuestión judaico-masónica, sólo haciéndolo en las ocasiones necesarias y con las pruebas debidas. Es lo que hace la TFP.
No se trata, pues, de una circunspección inspirada por el miedo de daños personales, y mucho menos por una condescendencia para con la Revolución gnóstica e igualitaria que las fuerzas secretas propician. Trátase, esto sí, de por medio de esa circunspección, ser más eficientes.
Ciertamente, es de deplorarse que las circunstancias sean tales que tal circunspección se imponga. Esta necesidad táctica constituye precisamente una de las ventajas que la actitud nazista, en esta materia, acarreó para las fuerzas secretas.
Es por lo menos ésta la situación de la opinión pública en el país. Admirador que soy de la obra de Mons. Delassus, “La Conjuration Antichrétienne”, de León de Poncins, de Pierre Virion, de la “Revue Internationale des Sociétés Secrètes”, dirigida por Mons. Jouin, juzgo, sin embargo, que la lucha antijudaico-masónica en las circunstancias específicas del Brasil, fracasaría rotundamente si fuese conducida de otra manera.
¿No piensa así el señor A.G.F.? A este respecto sólo tengo una respuesta que darle. Es que él ignora total y rotundamente la realidad brasileña, y que su pretensión de juzgar las cosas de los otros países como si las conociese de cerca es una manifestación más de su pasmosa superficialidad de espíritu.
- La bomba que explotó en la sede de la TFP habría sido puesta por nosotros
En un pequeño hecho, o antes, en una calumnia que ocupa un pequeño papel dentro del cúmulo de falsedades que el señor A.G.F. reunió en su panfleto, se ve bien la superficialidad con que él opina respecto de todo. ¡Y cuál es la loca seguridad con que opina!
El señor A.G.F. declara que la bomba que explotó en la sede de la Presidencia del Consejo Nacional de la TFP, en la madrugada del 20 de junio de 1969, fue puesta por nosotros mismos. Para justificar esta gravísima acusación él tiene el impudor de sólo mencionar el hecho de que la sede estaría vacía cuando se dio la explosión.
En primer lugar, no es verdad que el edificio estuviese vacío cuando explotó la bomba, pues allí dormía un distinguido militante de la TFP, el abogado Gregorio Vivanco López.
Además, el señor A.G.F. ignora que durante todo el día la sede es concurridísima y que esa concurrencia dura más allá de la medianoche. La colocación de una bomba adentro de la sede durante el día sería enteramente imposible. Tanto más cuanto que la sede es pequeña y frecuentada solamente por personas de toda confianza, esto es, por socios y militantes de la TFP.
Por otra parte, la calle en que la sede se encuentra también tiene gran movimiento de transeúntes y la colocación de una bomba por el lado de afuera no sería posible a no ser en altas horas de la noche, cuando la vía pública está casi desierta. Además, por la configuración de la sede, la bomba no tendría ningún poder destructivo desde que fuese colocada simplemente del lado de afuera del edificio.
El único modo de colocar tal bomba, en condiciones de dañar el edificio, sería ponerla bien junto a la puerta de entrada, la cual queda en el fondo de un pequeño arco, sobre el cual se apoya el primer piso. Lo que, evidentemente, sólo se podría hacer a una hora sin movimiento.
Cabe aún considerar -y este punto es capital- que en el mismo año en que explotó la bomba en nuestra sede, se dieron varias otras explosiones terroristas en São Paulo. Estas explosiones fueron reconocidas como de terroristas por la Policía, y también por los propios terroristas. Ahora, todas esas explosiones se produjeron en las mismas condiciones que la ocurrida en la sede de la TFP: en horas tardías de la noche, cuando los edificios amenazados se encontraban vacíos o semivacíos.
Y este hecho se explica. Dada la psicología brasileña, atentados realizados contra locales llenos, teniendo como consecuencia producir un gran número de víctimas, acarrearía una indignación popular incompatible con los intereses propagandísticos del propio comunismo.
Como se ve, la sospecha levantada, con tan desenvuelta superficialidad, por el señor A.G.F. sólo despertaría una carcajada si fuese conocida por cualquier persona verdaderamente informada de las cosas de mi país.
- Amigos mexicanos
Antes de terminar, cábeme hacer a la carta del señor A.G.F. un último reparo. Dice él que tenemos relaciones amistosas con coterráneos suyos, a los cuales califica de judíos y “falsos hermanos”. Con lo que procura otro argumento para afirmar que nosotros también somos “falsos hermanos”.
En efecto, hemos tenido relaciones cordiales con varios caballeros que pertenecieron al grupo dirigido por el señor A.G.F. Y todo lo que en ellos notamos los califica como perfectos caballeros y buenos católicos.
La acusación contra ellos hecha por el señor A.G.F. sólo puede honrarlos. Pues es una honra ser atacado por persona al mismo tiempo tan violenta, tan calumniosa y a tal punto carente de cualquier cuidado en el articular las ” pruebas” en que basa sus calumnias.
En cuanto a la calificación de judíos, ya mostramos con qué liviandad sin nombre el señor A.G.F. la confiere a quien incurre en sus arbitrarias cóleras. No la tomamos, pues, en la menor consideración cuando él la aplica a aquellos amigos nuestros.
Lamento, una vez más, señor Director, que la réplica al señor A.G.F. haya ocupado un espacio tanto mayor que la carta de él publicada en su revista. Ya expliqué, al iniciar ésta, la razón de tal extensión. Esta es la penosa contingencia en que el calumniador coloca a sus víctimas. Por esto responderá el calumniador delante del tribunal de Dios. Pido a la justicia divina que se deje temperar por la misericordia para con el señor Anacleto González Flores en el día en que él y yo comparezcamos para ser juzgados por esta polémica.
En cuanto a mí, mi conciencia está perfectamente tranquila.
Agradeciendo de antemano, me suscribo atentamente
Plinio Corrêa de Oliveira
Rua Maranhão, N. 341.
01240 – São Paulo, SP – Brasil.