Estrechamente relacionado con la cuestión anterior está el problema de las asociaciones interconfesionales o neutrales.
Los términos del problema
Como nadie ignora, ciertas asociaciones de clase, como sindicatos, organizaciones asistenciales, etc., pueden adoptar dos aspectos diferentes, manifestándose como claramente católicas, o diluyendo su carácter católico tras alguna etiqueta meramente temporal. ¿Cuál de las actitudes preferir?
La solución al problema puede parecer compleja, al menos a primera vista. Cada una de estas actitudes tiene sus propias ventajas e inconvenientes.
Por un lado, las obras que son clara y oficialmente católicas pueden desarrollar una acción más declarada, más positiva y, por tanto, más eficaz. Por otra parte, las obras de apariencia totalmente laica obtienen a veces recursos más generosos de las autoridades y de ciertos particulares, y al mismo tiempo pueden alcanzar un campo de acción más amplio, porque la etiqueta católica no repelería a ciertos elementos imbuidos de prejuicios anticlericales, etc., y sus estatutos no exigirían la condición de católico para la admisión de miembros. ¿Cómo podría resolverse el problema? ¿Qué tipo de organización es preferible?
Como podemos ver, sigue siendo el problema de la táctica del “terreno común” y del “apostolado de la infiltración” el que es particularmente importante aquí. Conocemos a personas que llevan su liberalismo tan lejos en este asunto que preferirían no fundar sindicatos católicos, ¡para que los católicos puedan infiltrarse en los sindicatos comunistas con el fin de convertir allí a sus miembros!
La solución
A la luz de los principios que hemos expuesto, la solución debería ser la siguiente:
I — Siempre es preferible fundar obras netamente católicas. Aunque hubiese algunos daños muy serios, las ventajas espirituales compensarían con creces estos inconvenientes. A este respecto, es absolutamente notable la carta escrita por el Santo Padre Pío X al Conde Medolago Albani, que citamos en la Cuarta Parte, Cap. I, ítem “… y cuyo repudio condenó la Santa Sede…”.
II — Si no se pueden fundar absolutamente obras claramente confesionales, ya sea como consecuencia de alguna disposición legal formal, ya sea como consecuencia de la falta casi total de católicos en una región determinada, se pueden fundar con provecho obras sociales sin etiqueta oficialmente católica.
III — De cualquier modo, dar preferencia a las asociaciones neutrales frente a las oficialmente católicas, en igualdad de condiciones, es indicio de una mentalidad liberal y naturalista.
De hecho, esta preferencia se deriva casi siempre de un celo inmoderado por resolver problemas sociales de carácter principalmente económico, de una sed de logros inmediatos y tangibles, como la construcción de grandes orfanatos, asilos, hospitales, etc. A estos objetivos se sacrifica el carácter confesional del movimiento, con la esperanza de encontrar un mayor apoyo financiero en determinadas esferas. Pero el aumento de las ventajas temporales supone en este caso renunciar a importantes ventajas espirituales, ya que las asociaciones confesionales son más favorables a la perseverancia del bien y permiten un apostolado más franco y eficaz ante los pecadores, herejes o infieles. Con esto se curan los males materiales y transitorios y se pone en peligro la curación de los males eternos y espirituales, que son los más graves, como decía Pío XI:
“Convenzámonos de que nadie debe ser tenido por tan pobre y desnudo, nadie por tan débil, hambriento y sediento, como el que carece del conocimiento y de la gracia de Dios. Con esto ante los ojos, recordemos que quien es misericordioso con los más necesitados del mundo, no quedará a su vez desprovisto de la misericordia de Dios y de su recompensa” ([1]).
Mencionaremos algunos textos pontificios más que reforzarán nuestra opinión y completarán así la documentación altamente concluyente que ya hemos citado.
León XIII decía:
“Esta es precisamente la razón por la que nunca hemos exhortado a los católicos a unirse a asociaciones destinadas a mejorar la suerte del pueblo o a emprender obras similares, sin advertirles al mismo tiempo que estas instituciones deben tener a la Religión como inspiración, compañera y apoyo” ([2]).
No se crea que las palabras “compañera”, “inspiración”, etc. deben tomarse en un sentido puramente simbólico. Los sindicatos católicos, por ejemplo, no se deben ocupar solamente de cuestiones puramente económicas. La Sagrada Congregación del Concilio les recomienda “proveer eficazmente a la educación sindical cristiana de todos sus miembros” y, además, organizar “semanas de ejercicios espirituales para impregnar la acción sindical del espíritu cristiano, hecho de caridad, moderación y justicia” ([3]).
¿Por qué ejercicios espirituales en los sindicatos? La respuesta es clara:
[Quienes presiden instituciones cuya finalidad es promover el bien de los trabajadores deben recordar que] (…) “nada es más conducente al bien general que la concordia y la unión de todas las clases, entre las cuales no hay mejor vínculo que la caridad cristiana. Trabajarían, pues, muy mal por el bien del obrero —que se den cuenta de ello— quienes, pretendiendo querer mejorar sus condiciones de vida, solo le echasen una mano en la conquista de los bienes frágiles y perecederos de este mundo, y descuidasen ilustrarle sobre sus deberes a la luz de los principios de la doctrina cristiana” ([4]).
“Por lo que se refiere a la formación de sociedades, debemos tener cuidado de no caer en error, y deseamos dirigir esta recomendación a los obreros en particular. Ciertamente, tienen derecho a formar asociaciones para el bien de sus intereses: la Iglesia las favorece (…). Pero es muy importante que tengan en cuenta con quién se asocian; porque, buscando ciertas ventajas, podrían a veces, al hacerlo, poner en peligro bienes mucho mayores. (…) Una consecuencia de esto es que es necesario evitar no solo las asociaciones abiertamente condenadas por el juicio de la Iglesia, sino también aquellas que la opinión de los sabios, especialmente de los obispos, señala como sospechosas y peligrosas. Además, y este es un punto muy importante para salvaguardar la fe, los católicos deben asociarse preferentemente con católicos, a no ser que la necesidad les obligue a actuar de otro modo” ([5]).
Tal es la actualidad de estas directivas que, en su carta del 5 de junio de 1929, a Mons. Liénart, la Sagrada Congregación del Concilio escribió lo siguiente:
“Sin embargo, [esta Sagrada Congregación] no podía dejar de señalar que, aunque los directivos del Consorcio se declaraban abiertamente católicos, en realidad habían constituido su asociación sobre la base de la neutralidad. A este respecto, conviene recordarles lo que escribió León XIII:
«Los católicos deben asociarse preferentemente con católicos, a menos que la necesidad les obligue a actuar de otro modo». Este es un punto muy importante para la salvaguardia de la fe” (León XIII, Longinqua Oceani, 6 de enero de 1895). Si no es posible, por el momento, formar uniones patronales confesionales, la Sagrada Congregación considera, sin embargo, necesario llamar la atención de los industriales católicos, especialmente de los que pertenecen a la Asociación Cristiana de Empresarios del Norte, sobre su responsabilidad personal en las resoluciones que se tomen, para que se ajusten a las reglas de la moral católica y se garanticen, o al menos no se perjudiquen, los intereses religiosos y morales de los trabajadores. Que se preocupen particularmente de asegurar, por parte de su Comisión Intersindical, la consideración debida según la equidad a los sindicatos cristianos, dándoles un trato, si no mejor, al menos igual al que se da a otras organizaciones claramente irreligiosas y revolucionarias” ([6]).
El Santo Padre Pío X desarrolló también la misma doctrina:
“En cuanto a las asociaciones obreras, aunque tengan por objeto procurar ventajas temporales a sus miembros, merecen, sin embargo, una aprobación sin reservas y deben ser consideradas como las más aptas de todas para asegurar los intereses verdaderos y duraderos de sus miembros, las que han sido fundadas teniendo como base principal la religión católica y que siguen abiertamente las orientaciones de la Iglesia; así lo hemos declarado nosotros mismos con frecuencia cuando se ha presentado la ocasión en uno u otro país. De ahí se sigue la necesidad de establecer y fomentar por todos los medios esta clase de asociaciones confesionales católicas, como se las llama, en los países católicos ciertamente, y, además, en todas las demás regiones, dondequiera que parezca posible proveer por medio de ellas a las diversas necesidades de los asociados.
“Cuando se trata de asociaciones que tratan directa o indirectamente de Religión y de Moral, sería una obra que no podría aprobarse, en modo alguno, en los países mencionados, el querer fomentar y propagar asociaciones mixtas, es decir, compuestas de católicos y de no católicos. En efecto, limitándonos a este punto, es incuestionable que las asociaciones de esta naturaleza exponen o pueden exponer ciertamente la integridad de la Fe de nuestros católicos y la fiel observancia de las leyes y preceptos de la Iglesia Católica” ([7]).
Hay casos en los que conviene la colaboración entre católicos y no católicos:
“Pero, en tales casos, Nosotros preferimos la colaboración de Sociedades católicas y no católicas unidas por medio de ese pacto, afortunadamente imaginado, conocido como Cartel” (Pío X, op. cit.).
La Santa Sede exige las mayores precauciones en estas colaboraciones. Sus instrucciones son, en este sentido, taxativas. Una carta de la Sagrada Congregación del Concilio a Mons. Liénart, obispo de Lille, del 5 de junio de 1929, dice así:
“En cuanto a la constitución, (…) de lo que se denomina un cártel intersindical, (…) debe recordarse siempre que un cártel de este tipo solo es lícito a condición de que se constituya únicamente en determinados casos concretos, de que la causa que se defienda sea justa, de que se trate de un acuerdo temporal y de que se tomen todas las precauciones para evitar los peligros que puedan derivarse de una asociación de este tipo” ([8]).
Esto no quiere decir que no se puedan tolerar las asociaciones profesionales mixtas en determinadas circunstancias, y “siempre que nuevas circunstancias no hayan hecho ilegítima e inoportuna esta tolerancia”, pero ello “a condición de que se tomen precauciones especiales para evitar los peligros inherentes a las asociaciones de esta naturaleza” (Pío X, op. cit.).
¿A qué asociaciones mixtas pueden unirse los católicos de esta manera?
“Además, es necesario que estos mismos Sindicatos —para que sean tales que los católicos puedan unirse a ellas— se abstengan de toda teoría y de todo acto que no esté de acuerdo con las enseñanzas y órdenes de la Iglesia o de la autoridad religiosa competente, y que no haya nada remotamente censurable por este motivo ni en sus escritos, ni en sus palabras, ni en sus actos. Por lo tanto, los Obispos deben considerar como uno de sus deberes más sagrados observar cuidadosamente el modo en que se comportan estos Sindicatos, y asegurarse de que los católicos no sufran ningún daño por sus relaciones con ellos” (Pío X, op. cit.).
Toleradas las asociaciones mixtas mientras las circunstancias lo exijan, y altamente aprobadas las católicas, la última palabra de la Iglesia es esta:
“(…) no se permitiría acusar de fe sospechosa y combatir por este motivo a quienes, firmes en la defensa de las doctrinas y derechos de la Iglesia, quieren, sin embargo, con recta intención, pertenecer a los Sindicatos Mixtos y forman parte de ellos, allí donde las circunstancias locales han llevado a la autoridad religiosa a permitir la existencia de estos Sindicatos bajo ciertas condiciones; del mismo modo, por otra parte, deben ser condenados enérgicamente los que persiguen con sentimientos hostiles las asociaciones puramente católicas —cuando, por el contrario, las asociaciones de este género deben en todo caso ser ayudadas y propagadas—, así como los que quieren establecer y casi imponer el Sindicato interconfesional, incluso bajo el pretexto engañoso de reducir a un mismo tipo todas las Sociedades católicas de cada Diócesis” (Pío X, op. cit.).
Resumiendo y reafirmando estos principios, el mismo Pontífice declaró:
“Decid claramente que las asociaciones mixtas y las alianzas con no católicos para el bienestar material están permitidas bajo ciertas condiciones, pero que la predilección del Papa son las uniones de fieles que, desterrado todo respeto humano y cerrados los oídos a todo halago o amenaza en contrario, se agrupan en torno al estandarte que, por mucho que se le combata, es el más hermoso y glorioso, porque es el estandarte de la Iglesia” ([9])Pío X, Alocución del 27 de mayo de 1914).
Nunca se insistirá bastante en que la Iglesia solo tolera las asociaciones neutrales. Reforzando todo lo que ha escrito, S. Pío X definió las sociedades neutrales solo como
“sociedades declaradas no ilícitas por el augusto Pontífice, bajo condiciones y garantías específicas, en países concretos, en atención únicamente a las circunstancias particulares en que se encuentran;” ([10]).
Esa era la doctrina clara, definida repetidamente por la Santa Sede. Por supuesto, implica la capacidad de evaluar circunstancias específicas, lo que inevitablemente lleva a muchas mentes a creer que tales circunstancias son comunes entre nosotros.
Para los espíritus serenos e imparciales, el caso es distinto: “Roma locuta, causa finita est”. Y las palabras del Apóstol nunca pierden su valor:
“Huye del hereje (…) sabiendo que tal hombre está pervertido y peca, como quien es condenado por su propio juicio.” (Tt 3, 10-11).
Este es el sentimiento que debe dominar a todo verdadero católico en esta materia. ¡Qué distinto de este sentimiento es el deseo obsesivo de colaborar con los malvados, que se ve a menudo en ciertos ambientes! Quienes hacen esto y quieren compartir sus esfuerzos con los infieles y bajo la autoridad de un rumbo único, no por situaciones excepcionales, sino por un deseo, a veces subconsciente, de borrar la línea divisoria entre buenos y malos, olvidan lo que dijo el Apóstol:
“No queráis sujetaros en yugo con los infieles. Porque ¿qué tiene que ver la santidad o justicia con la iniquidad? ¿Y qué compañía puede haber entre la luz y las tinieblas?
“¿O qué concordia entre Cristo y Belial? ¿o qué parte tiene el fiel con el infiel?
“¿O qué consonancia entre el Templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois templo de Dios vivo, según aquello que dice Dios: Habitaré dentro de ellos, y en medio de ellos andaré, y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
“Por lo cual salid vosotros de entre tales gentes, y separaos de ellas, dice el Señor, y no tengáis contacto con la inmundicia o idolatría; y yo os acogeré, y seré yo vuestro padre, y vosotros seréis mis hijos y mis hijas, dice el Señor todopoderoso.” (2 Cor 6, 14-18).
Notas:
[1] Pío XI, Encíclica “Rerum Ecclesiae”, de 28 de febrero de 1926: Actes de S.S. Pie XI, Tomo III, pagine 155 y 156.
[2] León XIII: Encíclica “Graves de Communi”, de 18 de enero de 1901 [traducción nuestra].
[3] Carta de la Sagrada Congregación del Concilio a Mons. Achille Liénart, 5 de junio de 1929.
[4] Benedicto XV: carta “Soliti nos”, al Obispo de Bergamo, 11 de marzo de 1920. [traducción nuestra del texto en francés en: Actes de Benoît XV – Texte latin avec traduction française – Maison de la Bonne Presse] http://www.liberius.net/livres/Actes_de_Benoit_XV_(tome_2)_000000876.pdf
[5] León XIII, Carta Encíclica “Longinqua oceani” al Episcopado Americano, 6 de enero de 1895 [traducción nuestra del texto en francés en: Actes de León XIII – Texte latin avec traduction française – Maison de la Bonne Presse].
http://www.liberius.net/livres/Lettres_apostoliques_de_S._S._Leon_XIII_(tome_4)_000000869.pdf
[6] Sagrada Congregación del Concilio – Carta a Mons. Achille Lienart, Obispo de Lille sobre un conflicto laboral en la región, a 5 de junio de 1929 [traducción nuestra del texto en francés en: S. Congrégation du Concile – Texte latin avec traduction française – Maison de la Bonne Presse]. http://www.liberius.net/livres/Actes_de_S._S._Pie_XI_(tome_5)_000000964.pdf
[7] Pío X, Encíclica “Singulari quadam”, de 24 de septiembre de 1912 [traducción nuestra del texto en francés de Actes de S. S. Pie X – Texte latin avec traduction française – Maison de la Bonne Presse] http://www.liberius.net/livres/Actes_de_S._S._Pie_X_(tome_7)_000000914.pdf
[8] Sagrada Congregación del Concilio – Carta a Mons. Achille Lienart, Obispo de Lille sobre un conflicto laboral en la región, a 5 de junio de 1929 [traducción nuestra del texto en francés en: S. Congrégation du Concile – Texte latin avec traduction française – Maison de la Bonne Presse]. http://www.liberius.net/livres/Actes_de_S._S._Pie_XI_(tome_5)_000000964.pdf
[9] Pío X, Discurso por ocasión de la imposición del birrete a los nuevos cardenales, a 27 de mayo de 1914 [traducción nuestra del texto en francés de Actes de S. S. Pie X – Texte latin avec traduction française – Maison de la Bonne Presse]
http://www.liberius.net/livres/Actes_de_S._S._Pie_X_(tome_8)_000000915.pdf
[10] Carta de la Secretaria de Estado (Card. Merry del Val) a Monseñor PIFFL, Príncipe-Arzobispo de Viena, de la Unión Popular Católica de Viena, de 26 de enero de 1914 [traducción nuestra del texto en francés de Actas de los Dicasterios Pontifícios – Texte latin avec traduction française – Maison de la Bonne Presse]. http://www.liberius.net/livres/Actes_de_S._S._Pie_X_(tome_8)_000000915.pdf