En defensa de la Acción Católica, IV Parte, Cap. II, * La “táctica del terreno común” y los católicos fervorosos

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En cuanto a los ambientes que ya son católicos, lo más importante es enseñar la verdad y no combatir el error. En otras palabras, es mejor un sólido conocimiento del catecismo que una cierta formación en las luchas apologéticas. Sin embargo, una ventaja puede combinarse perfectamente con la otra, y siempre serán alabados quienes se esfuercen por mostrar a los hijos de la luz toda la oscura abyección intelectual y moral que reina en el reino de las tinieblas. ¡Cuántos hijos pródigos renunciarían al criminal abandono de su hogar si un consejero prudente les advirtiera de los innumerables riesgos a los que se expondrían al abandonar los dominios paternos! Es inmenso el abismo que separa la Iglesia de la herejía, el estado de gracia del pecado mortal, y siempre será una obra de misericordia de las más eminentes mostrar a los católicos despreocupados la temible extensión de este abismo, para que no se arrojen a sus profundidades irreflexivamente.

Dicho todo esto, y dado que, como hemos demostrado, los más altos intereses de la Iglesia y las más serias exigencias de la caridad nos llevan a actuar preferentemente con nuestros hermanos en la Fe, llegamos a la conclusión de que hacer de la famosa táctica del “terreno común” la nota dominante y, por decirlo suavemente, exclusiva de la propaganda de la A.C. implica en grave error.

Imaginemos el efecto concreto que tendría en nuestras masas católicas una propaganda cuyo “leitmotiv” fuera invariable y exclusivamente que del protestantismo solo nos separa una tenue barrera; que todos estamos unidos por nuestra fe común en Jesucristo y que los lazos que nos unen son mucho mayores que las barreras. Quien consiguiera hacer prevalecer esta táctica entre los católicos merecería sin duda un gran cordón de honor por parte de los protestantes.

Un ejemplo curioso del peligro que la Santa Sede ve en esta táctica de subrayar constantemente las analogías que existen entre la doctrina católica y los fragmentos de verdad que se encuentran en todos los errores, puede verse en la proscripción expresa y radical de la palabra “socialismo católico” hecha por el Santo Padre Pío XI en la Encíclica “Quadragésimo Ano” ([1]).

Como nadie ignora, el término “socialismo” sirvió de denominador común a todas las corrientes sociales anti-individualistas, que abarcaban desde algunos matices netamente conservadores hasta el comunismo. Así, puesto que León XIII se manifestó radicalmente anti-individualista, la expresión “socialismo católico” abría un “terreno común” entre todas las doctrinas anti-individualistas y la Iglesia. Desde el punto de vista de la política de paños calientes, la expresión era tanto más ventajosa cuanto que no ponía en peligro las relaciones entre católicos e individualistas, ya irremediablemente dañadas como consecuencia de las actitudes anteriores de la Santa Sede. Pío XI, sin embargo, rompió con este término ambiguo y lo proscribió por el mal sentido que podía atribuírsele, causando evidente sorpresa a los numerosos partidarios de los paños calientes.

[1] Pío XI: Carta Encíclica “Quadragesimo Anno” sobre la restauración del orden social en perfecta conformidad con la ley evangélica, de 15 de mayo de 1931. https://www.vatican.va/content/pius-xi/es/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19310515_quadragesimo-anno.html

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