El Santísimo Nombre de Jesús: la definición misma de su adorable Persona

“Santo del Día” – 1 de enero de 1965

 


A D V E R T E N C I A

Este texto es una transcripción de grabación magnetofónica de conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a socios y cooperadores de la TFP y no pasó por ninguna revisión del autor.

Si el profesor Plinio Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros, sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación con el Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:

“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.

Las palabras “Revolución”, “Contra-Revolución” y R-CR, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.

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Vidriera de la iglesia de San Martin, Montmorency, Francia

Hoy es la fiesta del Santísimo Nombre de Jesús [N.C.: hoy día se celebra el día 3 de enero], sobre el que el Introito de la Misa dice: «Ante el Nombre de Jesús debe doblarse toda rodilla en el Cielo, en la tierra y en el infierno».

¿Cuál es el motivo de celebrar el Santísimo Nombre de Jesús? Naturalmente, todo lo que se refiere a Nuestro Señor Jesucristo merece nuestro homenaje, merece nuestra veneración y, por tanto, merece una fiesta.

Pero ¿por qué esta insistencia especial en el Nombre de Jesús? ¿Por qué grandes santos de la Iglesia ahuyentaban a los demonios con el Nombre de Jesús? ¿Qué quiere decir el nombre aquí? ¿No decimos también «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»? Cuando hacemos algo muy importante, por ejemplo, al comienzo de la Misa, el sacerdote se persigna; con ocasión de la lectura de un testamento, decimos: «En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo, Fulano, hago mi voluntad».

Según el orden profundo de las cosas, truncado por el pecado original, el lenguaje humano podía expresar adecuadamente las cosas, dándolas un nombre adecuado. Y este nombre era una palabra que definía lo más interno, lo más sustancial, lo más característico, lo más íntimo del ser al que se aplicaba el nombre.

Así, como nos dice el Génesis, cuando los animales pasaron ante Adán, este dio a cada uno un nombre. Y este dar un nombre significaba dar una definición para que, mediante una palabra, expresara adecuadamente —a través de una relación natural entre la palabra y la cosa, y no solo una relación convencional— el ser al que se le daba el nombre.

blankAsí, por ejemplo, si tomamos el águila… Entonces llamamos águila al águila, pero no hay ninguna relación necesaria entre la palabra águila y el contenido del águila, lo que es propio del águila. Es algo convencional. Pero no en el lenguaje utilizado por Adán. Entre la palabra águila, los sonidos, la música de la palabra águila, la estructura de la palabra, y la realidad del águila, había una relación verdadera y profunda.

Así, el Santísimo Nombre de Jesús es, de modo misterioso, la definición misma de lo que hay de más definitivo en la Persona adorable de Nuestro Señor Jesucristo, de lo que hay de más capaz de mencionar lo que Él es.

En este sentido, el nombre es una imagen de la persona, es un símbolo de la persona, y el nombre de Jesús —del que, por cierto, habla muy detenidamente el Evangelio— es un símbolo de Jesús, y un símbolo sacratísimo que, como símbolo, tiene el poder de atraer sobre nosotros todas las gracias y de infundir terror a los demonios. Y el Nombre de Jesús se resume en esas tres iniciales —IHS, Jesús de los hombres Salvador— que se ponen en los documentos, en ciertos papeles y debajo de la Cruz. La Cruz y el Nombre de Jesús son los dos símbolos perfectos.

* La Contra-Revolución es la victoria del Nombre de Jesús.

¿Tiene esto algo especial que ver con nosotros? Por supuesto que sí. El Nombre de Jesús, siendo la palabra que indica su gloria, es la manifestación de su gloria. Y queremos la glorificación del Nombre de Jesús, queremos la glorificación del Nombre de María. Unos de los estandartes que serán lanzados en la aurora del Reino de María serán ciertamente un estandarte gloriosamente pintado con el Nombre de Jesús, y otro gloriosamente pintado con el Nombre de María.

Hablando del nombre, ¿qué quiere la Iglesia cuando glorifica el Nombre de Jesús? Quiere que se honre a Jesús, que el Nombre de Jesús esté por encima de todas las cosas y que todo le esté sometido; quiere un orden sacral, quiere un orden basado en la Fe, en la única Fe verdadera, que es la Católica, Apostólica y Romana; quiere un orden que no tenga nada de laicista, que no tenga nada de revolucionario ni de igualitario, y la fiesta del Nombre de Jesús es una de las muchas fiestas de la sacralidad, de la jerarquía y de la civilización cristiana.

Estos son los pensamientos que nos deben animar mañana y lo que debemos pedir es que el Nombre de Jesús esté rodeado de toda gloria. Es decir: que Jesús sea conocido, que sea adorado, que sea venerado por todos los hombres y que sean veneradas las cosas conformes a Él. Que la Revolución gnóstica e igualitaria sea aplastada y que la Contra-Revolución triunfe, porque la Contra-Revolución es la victoria misma del Nombre de Jesús.

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