Devoción al Inmaculado Corazón de María, parte esencial del Mensaje de Fátima (2ª aparición)

Trecho de Conferencia, el 5 de junio de 1994. Sin revisión del autor (*)

 

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Nuestra Señora reveló en Fátima, durante su segunda aparición el 13 de junio de 1917, a Lucía, Francisco y Jacinta:

“Jesús desea usarte para hacerme conocer y amar. Él desea establecer la devoción a mi Inmaculado Corazón en el mundo. Prometo la salvación a aquellos que la abrazan; y estas almas serán amadas de Dios como flores arregladas por mí para adornar Su trono”.

Lo que dice Nuestra Señora acerca de la devoción a su Inmaculado Corazón es asombroso. Ella promete formalmente el Cielo a todos los que practican esta devoción. No hay dos interpretaciones, ella es muy clara: a los que abracen la devoción a su Inmaculado Corazón, promete la salvación.

Esta promesa fue hecha a Lucía, Jacinta, Francisco y, a través de ellos, a toda la humanidad. Esto vale para todo los que quieran aprenderla en los próximos años. Así, dondequiera se anuncie, se hace esta promesa. Por ejemplo, al hablar de ella en este exacto momento, esta promesa se está haciendo.

Entonces, ¿qué estamos esperando? ¡Aceptemos de inmediato! Es Nuestra Señora quien hace esta promesa. Es como si nos dijera: “Apresúrate a abrazar esta promesa. Te amaré mucho más por ello. ¡Ven!’

Es como si Nuestra Señora estuviera esforzándose por pensar en nuevas maneras de atraernos al Cielo. Pero hay un miserable algo en el hombre moderno que lo hace impermeable incluso a las promesas más magníficas. Él preferiría más confiar todo a una póliza de seguro de vida que a una promesa como esta.

Ahora, consideren la hermosa comparación que hace Nuestra Señora: dice que aquellas almas que abrazan la devoción a su Inmaculado Corazón serán colocadas junto al trono de Dios en el Cielo, como una dama pone flores ante un altar cerca del Santísimo Sacramento.

¡Qué magnífico pensamiento! Imaginar nuestra alma colocada cerca de Dios como si fuera una flor! ¿Se puede comparar algo con eso? Sin embargo, la gente oye esto y se mantiene indiferente…

(*) Por Acción Familia (Santiago de Chile).

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