Afabilidad, dulzura e inconmensurable bondad de Nuestra Señora

“Santo del Día” – 9 de julio de 1973 


A D V E R T E N C I A

El presente texto es una adaptación de transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a los socios y cooperadores de la TFP, manteniendo, por tanto, el estilo verbal, y no ha sido corregido por el autor.
Si el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira estuviese entre nosotros, seguramente pediría una mención explícita de su voluntad filial de rectificar cualquier discrepancia con el Magisterio de la Iglesia. Es lo que hacemos aquí, con sus propias palabras, como homenaje a tan bello y constante estado de ánimo:
“Católico Apostólico Romano, el autor de este texto se somete con ardor filial a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Sin embargo, si por error se diera en él algo que no se ajustara a esa enseñanza, lo rechaza categóricamente”.
Las palabras “Revolución” y “Contrarrevolución” se utilizan aquí en el sentido que les da el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en su libro “Revolución y Contrarrevolución”, cuya primera edición se publicó en el nº 100 de “Catolicismo”, en abril de 1959.

 

 

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Nuestra Señora con el Niño Jesús (La Vierge à l’Enfant, siglo XIII)

 

Tenemos hoy este texto tomado de la Légende Dorée (*) del bienaventurado Jacques de Voragine, “Intimidad de dos madres”:

 

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Légende Dorée – folio de manuscrito de 1404

“Una mujer enviudó, y al enviudar quedó privada de la protección de su marido y sin más compañía que la de un hijo al que entrañablemente amaba. Poco después, empero, vióse también privada de la compañía de su hijo, porque unos enemigos suyos se apoderaron de él, lo encarcelaron y lo encadenaron. Cuando la desvalida mujer se enteró de lo que a su hijo le había sucedido, comenzó a llorar inconsolablemente y a pedir a la Bienaventurada Virgen María, de quien era muy devota, que librara de sus cadenas y de la cárcel al prisionero. Sus oraciones en este sentido eran constantes, insistentes y continuas; pero, viendo que por este procedimiento no conseguía lo que tan ansiosamente deseaba, un día entró en una iglesia en la que se veneraba una imagen de Nuestra Señora, se colocó ante ella, y dijo:

—Virgen Santa! Desde hace tiempo vengo pidiéndote pertinazmente la liberación de mi hijo. Hasta ahora nada has hecho para aliviar el dolor de mi lacerado corazón de madre; por más que he implorado tu patrocinio en favor del hijo de mis entrañas no he conseguido obtenerlo. A mí me han quitado a mi hijo. Pues para que te des cuenta de lo que eso supone para una madre, ahora voy yo a quitarte el tuyo y a encarcelarlo y tenerlo en mi poder en calidad de rehén. Ten por cierto que no te lo devolveré hasta que tú no consigas que me devuelvan el mío.

Dicho esto, se acercó a la imagen de la Virgen, arrebatóle la del Niño que Ella sostenía entre sus brazos, se la llevó a casa, la envolvió en un lienzo limpísimo, la escondió en el fondo de un arca, cerró el arca con lave, guardó la llave en su faltriquera, y quedóse tranquila y contenta por tener en su poder un rehén tan importante, y repitiendo en su interior que no se desprendería de semejante prenda mientras no le fuese devuelto su hijo.

A la noche siguiente la Bienaventurada Virgen María se apareció al hijo de aquella mujer, le abrió la puerta de la prisión, y le dijo:

— Anda, ve a tu casa y di a tu madre que, puesto que yo le he devuelto a su hijo, ella debe devolverme inmediatamente el mío.

El mancebo salió de la cárcel, fuese a su casa, se presentó ante su madre, le refirió que la Virgen lo había liberado y le repitió palabra por palabra lo que ella le había dicho. La madre, llena de alegría, sacó del arca la imagen del Niño, la llevó corriendo a la iglesia, y la colocó nuevamente en los brazos de la Virgen, diciendo:

— Gracias, Señora mía, por haberme devuelto a mi hijo; y, ¡puesto que me lo has devuelto, también yo te devuelvo el tuyo!”

[N.C.: texto tomado de: Santiago De La Voragine, La Leyenda Dorada (2 vols.) : Free Download, Borrow, and Streaming : Internet Archive]

 

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Alguien podría preguntar si este hecho es verdadero. Yo diría que es de baja estofa hacer esa pregunta. Porque no importa que el hecho sea verídico. Lo importante es que el hecho sea posible. Lo importante es saber si, de acuerdo con lo que la doctrina católica nos enseña sobre Nuestra Señora y sobre la relación especial entre una madre y su hijo aquí en la tierra, este hecho podría haber sucedido. Esto nos habla de la Virgen. Nos enseña la verdadera impostación de nuestra alma ante Ella.

Se ve aquí un caso que enseña una extraordinaria confianza en Nuestra Señora, enseña una extraordinaria libertad de acción en relación con Nuestra Señora. Digámoslo así: si el hecho es cierto, podríamos decir que Nuestra Señora quiso retrasar la liberación del muchacho para provocar a la madre a tomar esta santa libertad en relación con Ella. Y de esta manera mostrar cómo quiere ser tratada por nosotros.

Hay que distinguir aquí entre el caso original y lo que podría ser la caricatura del caso. Esta mujer, según el caso, no se llevó al Niño Jesús en represalia, no fue una venganza, lo que sería blasfemia; como quien dice: “¡Ya que mi hijo sufre, voy a hacer sufrir al tuyo!”. Eso sería venganza, eso sería blasfemia. Pero lo tomó propiamente como rehén.

¿Qué era un rehén en la Edad Media? Era una persona que se daba como garantía por algo. Por ejemplo, había un tratado entre dos reyes. El rey perdedor, por ejemplo, entregaba a su hijo como rehén, como garantía de que se cumplirían los términos del tratado. Cuando se cumplía el tratado, el hijo del rey era liberado. Si el tratado no se cumplía, el hijo del rey podía enfrentarse —dependiendo de los términos del tratado— a duras penas, eventualmente a la pena de muerte. Pero mientras no se rompía el tratado, el rehén —por ejemplo, en el caso de dos reyes— permanecía en la corte del rey vencedor; participaba en el ceremonial, en los banquetes, en las ceremonias de protocolo entre los demás príncipes de la casa real; viajaba; recibía honores en las ciudades por las que pasaba; adquiría propiedades, a veces incluso se casaba. Así pues, el rehén no era un prisionero en el sentido moderno de la palabra, era el individuo que sólo representaba una garantía y que no era tratado como enemigo; era tratado apenas como un hombre que está garantizando algo, y por lo tanto como un huésped de elección, como un huésped distinguido.

Eso es lo que la madre hizo con el Niño Jesús. Tomó la imagen del Niño Jesús que estaba en el regazo de la imagen de Nuestra Señora, la envolvió en un paño muy limpio, y la encerró en la caja fuerte, que es el lugar donde se guardan las cosas preciosas. Tal vez hubiera actuado aún más poéticamente si la hubiera guardado entre flores. Pero, cárcel por cárcel, rehén era Él en la caja fuerte. La Virgen sonrió ante este candor. Nuestra Señora vio que esta mujer confiaba enormemente en su misericordia, hasta el punto de comprender de que se pudiera tomar la imagen del Niño Jesús [con] esta libertad.

La Virgen coronó este hecho con un acto de liberalidad, un acto de dulzura, de extraordinaria suavidad. Se acercó a la prisión, liberó al muchacho y le envió con este mensaje: “Ve y dile a tu madre que he liberado a su hijo. Ahora que libere a mi hijo”. En otras palabras, se puso en una posición risueña, amable, de igualdad, en una actitud de afabilidad que nos muestra la inconmensurable bondad de Nuestra Señora.

Lo repito: no me importa que el caso sea cierto. Lo que importa es que, según la doctrina católica, podría haber ocurrido. Y, como dice Santo Tomás de Aquino, lo que tanto puede pasar como no puede pasar, puede pasar de vez en cuando. Aquí no puedo —al ser un caso singular—, no puedo decir que puede darse o no darse. No es un caso al cincuenta por ciento. Es un caso raro. Pero a veces se dan casos raros. Esto significa que también nosotros debemos actuar así con la Virgen: con gran libertad, con gran respeto, con gran ingenio, confiando en su misericordia.

Ya he narrado a Uds., y creo que más de una vez, este hecho que, entretanto, viene a propósito: [reproducido en la revista Prado Nuevo nº 13, pg. 22, de octubre-noviembre de 2014 de onde sacamos la traducción. La fuente del texto citada en la revista es el libro “La vie de sainte Thérèse d’Avila”, de Marcelle Auclair, en la página 415 de la edición a que hemos accedido]:

 

“Va la Madre Teresa camino de Burgos a fundar. Es enero, y el frío de Castilla es intenso. Llueve torrencialmente; los caminos están anegados. Todos coinciden en que emprender el camino desde Ávila es una locura, pero ella va decidida, pues el Señor la anima: «No hagas caso de los fríos, que soy yo la verdadera calor. El demonio pone todas sus fuerzas por impedir aquella fundación; ponlas tú de mi parte por que se haga, y no dejes de ir en persona, que se hará gran provecho».

Sería mucho alargarse narrar las peripecias y peligros del camino. Llegados ante el Arlanzón, los de la comitiva sólo divisan unas pasarelas provisionales (los puentes los ha destruido la riada). Hay que pasar con los carros por ahí. Las descalzas pedían la absolución a los frailes descalzos, y éstos, la bendición a la Madre. Ella se la dio alegremente.

—¡Ea, mis hijas! ¿Qué más bien queréis que ser aquí mártires por amor de Nuestro Señor?

Su carro se aventuró el primero y obligó a sus compañeros y compañeras a que le prometiesen volver a la cercana posada en caso de que ella se ahogase.

Pero el Señor ya le había dicho: «¿Cuándo te he faltado?». Allá iba.

En la aventura del paso del Arlanzón lo pasó mal y llegó a lastimarse. Como siempre, su lamento fue una invocación a Dios y se quejó:

—Señor, entre tantos daños y me viene esto.

La Voz respondió:

—Teresa, así trato yo a mis amigos.

—¡Ah, Señor!, por eso tenéis tan pocos.”

O sea, Santa Teresa de Jesús, estando de viaje, pasó por un pontón rudimentario y estuvo a punto de caer en el rio. Entonces ella preguntó:

—Señor, entre tantos daños y me viene esto.

La Voz respondió:

—Teresa, así trato yo a mis amigos.

—¡Ah, Señor!, por eso tenéis tan pocos.”

O sea, ella estaba dispuesta a recibirlo todo de Nuestro Señor —murió alcanzada por un dardo de amor a Dios, su corazón fue transverberado por un serafín y algún tiempo después murió—, ella que murió, por lo tanto, de algún modo víctima del amor, pero, por así decirlo, bromeando con Dios, diciéndole cosas tan amables. Esto nos deja ver la atmósfera espiritual propria de la Iglesia Católica. Al mismo tiempo sublime, sacral, impregnada de las más altas cogitaciones, enseñándonos que entre Dios y nosotros hay una distancia infinita; que entre la Virgen y nosotros hay una distancia inconmensurable, pero mostrándonos luego lo que sería la verdad opuesta —no contradictoria—, que viene en otro sentido. Es decir, este Dios tan grande, esta Reina inconmensurablemente superior, que condescienden a tener este contacto con nosotros, esta convivencia con nosotros, etc.

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Imagen Peregrina de Nuestra Señora de Fátima

Este relato medieval nos presenta, en forma de parábola, un hecho que nos transmite una profunda enseñanza sobre Dios, Nuestra Señora y el ambiente espiritual de la Iglesia Católica. Se puede sentir el equilibrio de la Iglesia Católica y uno darse cuenta de la diferencia de clima entre ésta y las demás religiones. Uno pasa por delante de una iglesia protestante, no hay necesidad de entrar —yo paso todos los días por delante de una iglesia protestante, en la avenida Tiradentes, cerca del convento de las monjas concepcionistas—, [y se siente todo] ¡gélido, frío! Seguro que, si se entra ahí, se siente una mala catadura, un ceño fruncido, un algo que no sé, ¡increíble!

Bueno, la Iglesia cismática. Los servicios, la liturgia son muy bonitos. Pero siempre con un fondo de espesa y pesada melancolía; una tristeza, una sensación de exilio, algo insoportable. En la Iglesia Católica Uds. notarán una elevación mucho mayor que la catadura protestante, una sonrisa; una elevación mayor que en la iglesia cismática, una sonrisa que no se encuentra en la iglesia cismática. Fíjense en las imágenes de las iglesias cismáticas. Las que yo he visto no sonríen. La Virgen siempre parece triste, con un Niño triste también, una tristeza un tanto fatalista, que está en consonancia con la naturaleza de la religión cismática. Tomen a Nuestra Señora de la Iglesia Católica, tomen esta imagen detrás de mí, por ejemplo, tomen las mil fisionomías de la Imagen Peregrina de Nuestra Señora de Fátima en la sede de Su Reino, en todas se percibe de vez en cuando una cierta sonrisa, significando el paso de la afabilidad, gentileza, bondad, que completa el espíritu católico.

 

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Catedral de Rouen – Nave central – también conocida como Catedral de Nuestra Señora de Ruán

También se puede ver esto en la época que tuvo en más alto grado el espíritu católico, que fue la Edad Media. Uds. ven una época que construyó catedrales imponentísimas —fue la época por excelencia del protocolo, de la solemnidad, de la dignidad— y, sin embargo, nos presenta a Nuestra Señora, tan risueña, tan afable, y tantos hechos que indican ese comercio suave, amable, de Dios con el hombre, que constituyen el complemento. Digamos que, así como en la catedral medieval estaba la piedra austera y la vidriera, que era una joya, así también había la serenidad de los principios, la serenidad de la doctrina, y la bondad de Dios, de Nuestra Señora iluminando las almas de los fieles. Estos son los contrastes armónicos de los que está hecha toda perfección. Esta es la esencia de lo que quería decir a Uds.

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Vidriera en Notre Dame de París (foto Paulo R. Campos – Agência Boa Imprensa – ABIM)

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(Un oyente pregunta al Prof. Plinio como se aplicarían a la vida cotidiana los principios subyacentes en el hecho narrado en la Légende Dorée, o sea de un trato a la vez jerárquico, pero también afable.)

Responde el Prof. Plinio: En la vida cotidiana, donde creo que mejor se aplica este principio en un sentido práctico es en el convivir de personas que están muy cerca unas de otras, como, por ejemplo, nuestro convivio en las sedes de la TFP.

Resulta que el roce diario de unos con otros acaba con el prestigio de alguien en el 90% de los casos, por lo menos. Hay una frase —no me recuerdo bien de quién, creo que de Anatole France—, que dice que “nadie es un gran hombre para su ayuda de cámara”.

Lo que pasa es que esa intimidad nos hace ver aspectos prosaicos en el individuo y, muchas veces, defectos que son pequeños defectos, pero que molestan. Pues bien, el resultado es que esto produce una disminución de la persona con la que convivimos y, por otra parte, una severidad glacial hacia los defectos que aparecen, principalmente porque nos molestan.

Principalmente, porque los defectos nos molestan. Es entonces cuando tenemos que darnos cuenta del papel de la generosidad, del papel de la indulgencia y, por tanto, del papel de la sonrisa. En el caso concreto, tenemos que darnos cuenta de que Dios, Nuestra Señora, nos aman; Él infinitamente, Ella insondablemente — nos aman, a pesar de nuestros defectos. Y saben superar esos defectos y colmarnos de toda clase de pruebas de bondad. Eso es lo que debemos hacer con nuestro prójimo. Cuando vemos pequeños defectos en nuestro prójimo que nos irritan —a veces grandes defectos que nos irritan— no decir que no es un defecto, sino que debemos perdonar.

¿Qué significa perdonar aquí? Significa, en primer lugar, pedir perdón a Dios, y, en segundo lugar, no enfadarnos; renunciar voluntariamente al punto en que nos irrita, para que también nosotros podamos ser tratados de la misma manera por Dios. En otras palabras, si tratamos así a nuestro prójimo, Dios nos tratará así a nosotros. Puesto que Dios nos trata así, espera que nosotros tratemos así a nuestro prójimo. Y de este modo, la convivencia diaria se hace mucho más aceptable, más amable, de lo que podría ser en cualquier otro entorno.

En este sentido, toda convivencia bien ejecutada es una especie de inmolación. Ninguna convivencia íntima es agradable o cómoda. Toda convivencia íntima implica inmolación y sacrificio por ambas partes. Y es a través de esta condición que adquiere una dignidad y una amenidad que la hacen habitable. Así es la convivencia íntima en este valle de lágrimas.

En el cielo tendremos una convivencia íntima. Pero allí las cosas serán completamente distintas. Será una vida de solemnidad infinita, porque Dios estará presente, pero al mismo tiempo será de una intimidad insondable, porque veremos a Dios cara a cara y nos conoceremos mucho más que en esta tierra. Nuestras almas se verán. Sin embargo, como sólo verán cualidades y sólo serán tratadas favorablemente por los demás, será la convivencia como la deseamos.

En la Tierra, la convivencia humana es árida y se alimenta de sacrificios. Estos sacrificios sólo se hacen aceptables, soportables, mediante las virtudes de la generosidad, la magnanimidad, el perdón y la sonrisa. Esa sería la aplicación.

 

(Pregunta: Dr. Plinio, tenemos una idea equivocada sobre la intimidad. Si pudiera decir algo sobre la intimidad y qué relación debemos tener con un superior en términos de intimidad).

El concepto actual de intimidad —no quiero decir que sea el de Uds., digámoslo así…— el concepto actual de intimidad es el siguiente: un íntimo es alguien con quien tratamos muy de cerca; como consecuencia, al ser muy parecido a nosotros, podemos tratarlo totalmente de igual a igual; y como conoce nuestros defectos y nosotros los suyos, se forma una especie de complicidad en que cada uno acepta el defecto del otro. No es que nos peleemos entre nosotros, sino una especie de complicidad en los defectos. Cada uno es cómplice de los defectos del otro. Y por eso caminan juntos voluntariamente debido a esta complicidad. Este tipo de relación es una relación trivial, con un igualitarismo desabrochado, que a menudo incluye bromas y luego, por debajo de la complicidad y el igualitarismo, de vez en cuando rivalidades, mal humor, dichos picantes, tanto directos como indirectos; motes, chistes, que entretanto chorrean hiel. Todo ello conforma ese conjunto medio híbrido, medio homogéneo, llamado intimidad.

En la doctrina católica, la intimidad no es nada de eso. Son personas que están muy cerca unas de otras. Están cerca de cierta manera. Por ejemplo, porque tienen la misma fe católica; por ejemplo, porque pertenecen a la TFP; por ejemplo, porque pertenecen a la misma familia, en el buen sentido de la palabra, por sus venas corre la misma sangre. En resumen, por razones loables, existe una cercanía entre las personas. Esta cercanía no siempre es una convivencia íntima, pero es cercanía. Esta cercanía invita a la confianza. Esta confianza se basa en el discernimiento. La persona que nos rodea merece esta intimidad. Porque tiene cualidades morales que creemos que le dan derecho a esta intimidad. Por eso confiamos en él y él confía en nosotros. La confianza es una condición para la intimidad. Y para que esta intimidad sea honorable, además de la confianza que genera el afecto mutuo, está el respeto mutuo. Tómense dos hermanos, aunque sean dos hermanos gemelos, debe haber respeto mutuo entre ellos, de lo contrario la relación se volverá vulgar y, en el fondo, nauseabunda. ¿Respeto en qué sentido? Es que todo hombre debe respetar a su igual, porque se respeta a sí mismo. Si digo: “A fulano no necesito respetarlo porque es igual que yo”, la conclusión es que no merezco respeto. Si quiero merecer respeto, tengo que respetar a mis iguales. Debo tratarlos con toda distinción, como una persona como yo debe ser tratada. Así que este respeto constituye el concepto de intimidad.

Pero la palabra intimidad incluye algo más: a fuerza de convivir, de trato mutuo, se da una especie de flexibilidad recíproca, hecha de benevolencia mutua, por la que ciertas pequeñas libertades, a veces incluso ciertos pequeños abusos moderados pueden caber, con una sonrisa, dentro de la intimidad. La intimidad incluye incluso esto. Digamos que es la pimienta de la intimidad, o la sal de la intimidad. Pero la cuestión es que, como en la cocina, la sal y la pimienta tienen que estar muy bien dosificadas, porque si no el plato no sale bueno. Ese sería el concepto de intimidad.

Bueno, voy a tomarme un poco de intimidad: sólo voy a contestar una pregunta más, porque esta parte de la reunión está llegando a su fin. Es un procedimiento íntimo…

(Pregunta: ¿Ud. podría trazar una relación entre nuestra intimidad y el Secreto de María? Es decir, ¿cómo se da en el Secreto de María (**) esa intimidad en la relación del voluntario [de la TFP] con la Santísima Virgen?).

Hay un principio muy bello en doctrina, que es el siguiente: Cuanto mayor es la diferencia, mayor es la misericordia; y cuanto mayor es la misericordia, mayor es, en cierto sentido, la intimidad. Ahora bien, como ninguna de las meras criaturas es tan alta como la Virgen, resulta que nadie en cierto sentido nos es tan íntima, porque nadie es tan misericordiosa.

¿En qué consiste la intimidad de la Virgen con nosotros? Nos conoce profundamente —primer aspecto de la intimidad—; -en segundo lugar, porque nos conoce profundamente, tiene una comprensión muy grande de nosotros, en que Ella se hace pequeña para atender a todas nuestras debilidades. Y se ocupa de todas nuestras necesidades espirituales con mano materna. A partir de la cercanía: ¿qué es la cercanía? Como Madre de Jesucristo, la Virgen es Madre de todo el Cuerpo místico de Cristo. Por tanto, es verdaderamente nuestra Madre. Dirán Uds.: “Bueno, pero es en el orden místico”. Vale mucho más que en el orden natural. Ella es la Madre del Cuerpo Místico de Cristo y, por tanto, nuestra Madre, y nos trata como nuestra Madre. El hecho que he narrado aquí es un hecho esclarecedor en este sentido.

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NOTAS

(*) La Légende Dorée (Leyenda áurea) fue escrita en latín entre 1261 y 1266 por Jacques de Voragine, fraile dominico y arzobispo de Génova, beatificado en 1816 por el papa Pío VII, y narra la vida de unos 150 santos o grupos de santos y mártires cristianos y, según las fechas del año litúrgico, ciertos acontecimientos de la vida de Cristo y de la Virgen María. Esta obra inspiró a predicadores y hagiógrafos de la Edad Media.

(**) “Secreto de María” es un concepto desarrollado por San Luís María Grignion de Monfort en su “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”, y significa una forma de alianza entre Nuestra Señora y las almas a través de las cuales actúa de un modo muy especial. Y que tal alianza hace que la vida espiritual sea más directa en la consecución de sus fines, más fácil, más fructífera, más heroica, más noble, etc. Para profundizar en el concepto ver, por ejemplo, “Consagración a Nuestra Señora según el método de San Luis María Grignion de Montfort  – Segunda semana preparatoria: pedir el conocimiento de Nuestra Señora – El secreto de María” [en portugués].

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