Juan Gonzalo Larrain Campbell

 

 

Plinio Corrêa de Oliveira:

 

Previsiones y Denuncias

en defensa de la Iglesia y de la civilización cristiana

 

B – El Reino de María

 

 

 

No obstante Plinio Corrêa de Oliveira haya anunciado, como vemos, con toda severidad el castigo divino, nunca dejó de transmitir una continua esperanza en el advenimiento de una época áurea que vendría después de esas terribles probaciones.

Esto sucedió incluso cuando él, las TFPs y entidades afines denunciaban a los pueblos los peligros más sombríos que amenazaban a la Iglesia y a la Cristiandad. Es lo que nos muestran los textos que, a título de ejemplo, transcribimos a continuación.

 

La Iglesia y la civilización cristiana entrarán en uno

de los túneles de la Historia, del cual saldrán victoriosas

En 1931, a los 22 años de edad, anunciaba proféticamente un Vía Crucis cada vez más cargado de dolores, por el cual pasarían la Iglesia y la civilización cristiana, mostrando el significado que esos sufrimientos traerían como consecuencia, enseñando cómo conducirse ante ellos y previendo la victoria final:

“Cuando es muy largo el trayecto que un tren debe recorrer, cuando son muy escarpadas las montañas que él debe subir, cuando son muy largas las vueltas a que lo obliga la ondulación del terreno, los ingenieros cavan un túnel que, no obstante sujete a los pasajeros a algunos minutos de entera oscuridad, les acorta las fatigas del viaje y les ahorra largas horas de trayecto.

“Juzgamos que la fase de dolores cada vez más acentuados por las que el catolicismo habrá de pasar son como el túnel que, aún cuando nos introduzca por algún tiempo en las más densas tinieblas, en la negrura del más absoluto dolor, abreviará nuestro camino hacia la victoria final cortando montañas y transponiendo obstáculos que, sin ese túnel de dolores, llevaríamos muchos decenios —tal vez siglos— en recorrer. Entra la Iglesia, y con Ella la civilización occidental, en uno de los túneles de la Historia por el cual la Divina Providencia nos hace pasar, para acortar los padecimientos del catolicismo. Y cada vez, por tanto, que sintamos más encarnizado el ataque, más terribles las probaciones, tengamos la convicción tranquilizadora de que estamos progresando en el túnel, y nos aproximamos cada vez más del momento feliz en que nos encontraremos nuevamente en la claridad radiante de una civilización plenamente cristiana[1].

 

Después de un nuevo diluvio, un nuevo Noé

y una nueva civilización

En 1937, conclamando a los católicos a un esfuerzo apostólico total, prevé la crisis que más tarde asolaría a la Iglesia con el progresismo, así como su trágico desenlace y el Reino de María:

“Cumplamos nuestro [deber]. Y si, después de que hayamos hecho todo lo posible —la palabra ‘todo’ significa todo, pero absolutamente todo, y no sólo ‘un poco’ o ‘mucho’— resignémonos ante la avalancha que viene. Porque, aunque perezcan Brasil y el mundo entero, aunque la propia Iglesia sea devastada por los lobos de la herejía, Ella es inmortal. Nadará sobre las aguas revueltas del diluvio. Y es de dentro de su seno sagrado que saldrán después de la tempestad, como Noé del Arca, los hombres que habrán de fundar la civilización de mañana”[2].

 

¡Adveniat Regnum tuum!

En 1938, al escribir las líneas que siguen, tenía como objetivo combatir al laicismo, el cual, colocando toda su confianza en el hombre, niega el papel de la Providencia en los acontecimientos humanos. Y refuta el laicismo populista y planificador de aquellos que dirigían el mundo antes de la Segunda Guerra Mundial:

“Hay otra reflexión de la mayor oportunidad. Todos los teólogos están de acuerdo en afirmar que si la salvación vino para el mundo en la época en que vino, lo debemos a las oraciones omnipotentes de María, que consiguió anticipar el día del nacimiento del Mesías. Nadie puede decir cuántos años o cuántos siglos se habría demorado la Redención, sin las oraciones de María.

“No fue, pues, de aquellos que en el tiempo de Augusto se agitaban en las plazas públicas o en los conciliábulos políticos para conseguir la reorganización del mundo, que esta reorganización vino. Ella vino de la oración humilde y confiante de la Virgen María, enteramente ignorada por sus contemporáneos, y viviendo una vida contemplativa y solitaria, en el pequeño rincón, donde la Providencia la hizo nacer.

“Sin, con esto, desmerecer en nada la vida activa, es necesario notar que fue por medio de la oración y de la contemplación, que se anticipó el momento de la Redención. Y que los beneficios que el genio de Augusto, el tino de todos los grandes políticos, todos los grandes generales, financistas y administradores de su tiempo no pudieron dar al mundo, Dios los dispensó por medio de María Santísima. Quien más benefició al mundo no fue quien más estudió, ni quien más actuó, sino quien supo orar más y mejor”.

Y destaca una vez más —contrariando el espíritu revolucionario incubado en el laicismo— que son las almas elegidas de Dios las que verdaderamente mueven la Historia:

“Es con una suave y austera lección que se termina esta breve meditación de Navidad. Es sobre todo de los luchadores de la Acción Católica [obviamente, los que no se habían dejado corromper por el neo-modernismo] y de las almas electas que Dios llamó al estado sacerdotal o al religioso para vivir la vida de acción o la vida de oración, que, en el plano humano, puede depender una anticipación o un retraso de la instauración del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo.

“Conscientes de la grandeza de esta misión, lo que nosotros, los laicos que militan por la Iglesia debemos hacer, es una oración junto al pesebre del Niño Jesús”.

“Domine, Adveniat Regnum tuum”

“Señor, venga a nosotros vuestro Reino, que nosotros lo realicemos en nosotros, para que, después, con Vuestro auxilio, lo realicemos también en torno de nosotros”[3].

 

“¡Vencisteis, finalmente, Galileo, vencisteis!”

Al finalizar un artículo con el sugestivo título de “A aurora dos deuses (II)”, anuncia la venida del Reino do Cristo, después de la derrota de los Julianos contemporáneos:

“Es necesario, sin embargo, agregar que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Santa Iglesia de Dios. Nuestra generación, o a más tardar la generación de nuestros hijos, verá a los Julianos modernos morir como el Juliano antiguo, heridos de muerte, sangrando en el lodo de un charco, y exclamando ‘vencisteis finalmente, Galileo, vencisteis’. Este grito de odio hará eco a la armonía universal con la que los humildes, los débiles, los infelices, los pobres y los enfermos entonarán con los coros celestiales el sublime canto de Navidad: ‘Gloria a Dios en lo más alto de los cielos, y, paz en la tierra a los hombres de buena voluntad’. La paz de Cristo instaurada en el Reino de Cristo, libertará una vez más al mundo del paganismo y de la opresión”[4].

 

Profetiza el Reino de María para Francia

En 1940, cuando Francia era subyugada por la bota nazista, Plinio Corrêa de Oliveira concluye su artículo “A nazificação da França” con las siguientes palabras, que proféticamente anuncian el Reino de María para la Hija primogénita de la Iglesia:

“Pero las cosas no pararán ahí, y la nazificación de Francia no se consumará plenamente. Vendrá un día en que Dios levantará sobre los adversarios de su Iglesia en Francia y en Alemania el peso de su brazo vengador.

“En ese día, una era nueva brillará sobre el mundo, finalmente apaciguado en el aprisco de un solo Pastor. En ese día, los pueblos se regocijarán y el mundo entero oirá la repetición de la promesa evangélica: paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Y poco vale a nuestros adversarios que se rían de estas previsiones.

“La risa de la lechuza no consigue retardar la aurora que se levanta”[5].

  

Palabras de San Pío X

 Con resonancias proféticas, el santo e insuperable Pontífice San Pio X dijo sobre Francia:

“Vendrá un día, y esperamos que no esté muy distante, en que Francia, como Saulo en el camino de Damasco, será envuelta por una luz celestial y oirá una voz que le dirá nuevamente: ‘Hija mía, ¿por qué me persigues?’ Y a la respuesta: ‘¿Quién eres tú, Señor?’, la voz replicará: ‘Soy Jesús, a Quien persigues. Duro te es recalcitrar contra el aguijón, porque en tu obstinación te arruinas a ti misma’. Y ella, trémula y atónita, dirá: ‘Señor, ¿qué quieres que yo haga?’ Y Él: ‘Levántate, lava las manchas que te desfiguraron, despierta en tu seno los sentimientos adormecidos y el pacto de nuestra alianza, y anda, hija primogénita de la Iglesia, nación predestinada, vaso de elección, anda a llevar, como en el pasado, mi nombre delante de todos los pueblos y de todos los reyes de la tierra” (Alocución consistorial Vi ringrazio, 29 de noviembre de 1911, Acta Apostolicae Sedis, Typis Polyglotis Vaticanis, Roma, 1911, p. 657).

 

 

Dios se reirá de todos sus adversarios

En el mismo año, afirmando que, antes de la exaltación de la Iglesia, el mundo deberá pagar las consecuencias de sus pecados, vaticinaba:

“Decía el apóstol que ‘verbum Dei nos est aligatum’.Vendrá un día en que Dios se reirá de todos sus adversarios, confundiéndolos en la misma derrota que los colocará como escabel a los pies de la Iglesia.

“Mientras esto no se dé, el mundo deberá padecer las consecuencias de sus pecados. Pero Dios no tardará, ya que Su Misericordia es siempre mayor que nuestros crímenes, y ciertamente no está tan lejos el día en que Dios humillará a los enemigos de la Iglesia y exaltará a la esposa de Cristo. ‘Deposuit potentes de sede, et exaltavit humiles’”[6].

 

Vendrá un día en que los enemigos de la Iglesia

serán humillados y Ella triunfará

En 1942, así él señalaba la victoria futura de la Iglesia:

“Felizmente la Iglesia tiene fuerzas capaces de aniquilar las puertas del infierno y partir en astillas la pétrea imbecilidad de muchos de aquellos que se presumen sus hijos. Vendrá un día en que el polvo de los nuevos Molochs se confundirá con los otros fragmentos de ídolos que yacen al pie de la Cruz, y en ese día de victoria el mundo conocerá cómo es liviano el yugo del Señor, que el liberalismo procuró señalar como insoportable y el totalitarismo procuró caricaturizar con cadenas de hierro”[7].

 

Un año y medio después, en la misma línea, preveía:

“Vendrá un día en que se comprenderá que la impiedad no es para la Iglesia sino una caricatura, y que la Iglesia, lejos de ser la campesina que el gusto depravado de los neo-paganos de hoy a veces procura ver en la Iglesia, Ella es ‘la dama sin arruga ni mancha’, la ‘ciudad de una belleza perfecta, alegría del mundo entero’, de que nos hablan las Escrituras y la Sagrada Liturgia”[8].

 

Nuestra Señora vencerá. Y la victoria de Ella será la nuestra

Cuando la Segunda Guerra Mundial parecía estar llegando al fin, insistió en la necesidad de seguir el duro camino de la enmienda de vida y apuntó para el futuro triunfo del Inmaculado Corazón de María prometido por Nuestra Señora en Fátima:

“Hitler fue un flagelo de Dios. Parece que ese flagelo se quiebra ahora, por divina misericordia. No nos olvidemos, sin embargo, que si Dios nos castiga menos, espera todavía nuestra enmienda. Sólo ella puede traer verdaderamente al mundo aquella paz que el mundo desea, que él no tiene ni puede dar, y que está en Nuestro Señor Jesucristo, nuestra Vida y Resurrección.

“Ésa es la lección admirable que se desprende de los hechos, analizados a la luz de la doctrina católica.

“Nuestra Señora, apareciendo a los pastorcitos en Fátima, dijo lo mismo. El camino es duro, en materia de enmienda. Miremos, sin embargo, al Inmaculado Corazón de María, y todo se nos tornará fácil.

“Nuestra Señora vencerá. Y la victoria de Ella será la nuestra[9].

 

Grande y universal victoria de la Religión en días venideros

En 1955, al mostrar la misión providencial de San Luis María Grignion de Montfort, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira realzó el hecho de que el santo haya profetizado la futura victoria universal de la Religión Católica:

“Ahora bien, San Luis Grignion de Montfort fue, en este ‘processus’ histórico, un verdadero profeta. En el momento en que tantos espíritus ilustres se sentían enteramente tranquilos en cuanto a la situación de la Iglesia, acunados por un optimismo displicente, tibio, sistemático, él sondó con mirada de águila las profundidades del presente, y predijo una crisis religiosa futura, en términos que hacen pensar en las desgracias que la Iglesia sufrió durante la Revolución [francesa],(…). Más aún, para aliento y alegría nuestra el santo profetizó una grande y universal victoria de la Religión Católica en días venideros[10].

 

Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará

En 1967, al cumplirse 50 años de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima relacionó el Mensaje de la Santísima Virgen con la situación del mundo en esos días, mostrando que, de acuerdo con la economía común de la gracia, era muy poco probable que se evitara el castigo. Pero volvió a insistir en la esperanza que nos debe animar, en medio de las probaciones: la certeza del Reino de María:

“Es bueno que, al final de estas reflexiones, nuestro espíritu se detenga en la consideración de las perspectivas últimas del mensaje de Fátima. Para más allá de la tristeza y de los castigos supremamente probables, para los cuales caminamos, tenemos ante nosotros las claridades sacrales de la aurora del Reino de María: “Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará”. Es una perspectiva grandiosa de universal victoria del Corazón regio y maternal de la Santísima Virgen. Es una promesa apaciguadora, atrayente y sobre todo majestuosa y entusiasmante.

“Para evitar el castigo en la tenue medida en que es evitable, obtener la conversión de los hombres en la tenue medida en que según la economía común de la gracia ella es todavía obtenible antes del castigo, para apresurar cuanto posible la aurora bendita del Reino de María, y para ayudarnos a caminar en medio de las hecatombes que tan gravemente nos amenazan ¿qué podemos hacer? Nuestra Señora nos lo indica: el aumento en el fervor en la devoción a Ella, la oración, la penitencia”[11].

 

“No temáis, porque he aquí que

os anuncio una gran alegría…”

En la navidad de 1971, a través de las páginas del diario Folha de S. Paulo, animó a los auténticos hombres de buena voluntad, estimulándolos a confiar en el advenimiento del Reino de María, en medio de probaciones que vendrían para purificar a la humanidad de sus pecados:

“¿Hay todavía hoy hombres de buena voluntad auténticos, que vigilan en las tinieblas, que luchan en el anonimato, que miran al cielo esperando con inquebrantable certeza la luz que volverá?

“ — Si, precisamente como en el tiempo de los pastores. Los de la TFP los encontramos por todas partes. En las calles, en las plazas, en los aviones, en los rascacielos, en los subterráneos, e incluso en los lugares de lujo, donde junto con unos restos de tradición, crece y domina la ‘sapería’[12]. Los vemos que acogen con una sonrisa franca, a los jóvenes pregoneros de un ideal que no muere, porque basado en Jesucristo, Señor Nuestro. Los vemos que esperan alguna interferencia de Dios en la Historia, la cual eventualmente pruebe a los hombres para purificarlos, pero que encerrará un ciclo de tinieblas para abrir otra era de luz.

“A esos auténticos hombres de buena voluntad, a esos genuinos continuadores de los pastores de Belén, les propongo que entiendan como dirigidas a ellos las palabras del ángel: ¡‘No temáis, porque he aquí que os anuncio una gran alegría, que tendrá todo el pueblo!’.

“Palabras proféticas, que encuentran su eco en la promesa marial de Fátima. Podrá el comunismo esparcir sus errores por todas partes. Podrá hacer sufrir a los justos. Pero, por fin —profetizó Nuestra Señora en la Cova de Iria— su ‘Inmaculado Corazón triunfará’.

“Esta es la gran luz que, como precioso regalo de Navidad, deseo para todos los lectores, y más especialmente para los genuinos hombres de buena voluntad”[13]

*   *   *

 Al terminar esta Parte, repetimos que ella contiene tan sólo algunos ejemplos de los incontables textos en que Plinio Corrêa de Oliveira formula una doble previsión, el castigo regenerador y el Reino de María. Y, afirmamos que nunca, hasta el fin de sus días dejó de proclamarlas.

Nos pareció necesario detenernos más en las previsiones realizadas desde su juventud, para dejar claro, de un lado, la amplitud de vistas que poseía ya en esa época de su vida, y de otro, la excepcional continuidad de su pensamiento.

 

Conclusión

Concluimos este libro dando por demostrado que el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira poseía un indudable don profético, por el cual discernió y denunció los pasos de la Revolución, muchas veces previéndolos con gran antecedencia.

Al formular sus previsiones dejó claramente trazado el camino que los pueblos y las corrientes ideológicas deberían seguir para actuar de acuerdo con las vías de la Providencia y de la Contra-Revolución, evitando de ese modo que se entregasen a los designios anarcoigualitarios de la Revolución.

Depositamos estas páginas a los pies de Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano —a quien el fundador de la TFP tributaba una especialísima devoción— suplicándole que interceda junto a su Divino Hijo, obteniendo de Él las gracias para que los lectores de este trabajo puedan tener una comprensión adecuada de la personalidad y de la misión de Plinio Corrêa de Oliveira. Y que, por adhesión a sus lúcidas certezas y esperanzas, Ella los sustente en los convulsionados tiempos que nos aguardan, antes del día bendito de la instauración de su Reino en la Tierra.

 

São Paulo, abril de 2009

 

 

Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano (Italia)


NOTAS

[1] Legionário no. 83, 12-7-1931 – Fides Intrépida.

[2] Legionário no. 236, 21-3-1937 – Meditação política em torno do triunfo e da paixão do Filho de Deus.

[3] Legionário no. 328, 25-12-1938 – Adveniat Regnum Tuum!

[4] Legionário no. 319, 23-10-1938 – A aurora dos deuses (II).

[5] Legionário no. 409, 14-7-1940 – A nazificação da França.

[6] Legionário no. 427, 17-11-1940 – Previsões de sonhadores.

[7] Legionário no. 493, 22-2-1942 – As pequenas nações.

[8] Legionário no. 582, 3-10-1943 – Cinco mil cruzeiros!

[9] Legionário no. 624, 23-7-1944, Sete dias em Revista.

[10] Catolicismo no. 53, mayo de 1955, Doutor, profeta e apóstolo na crise contemporânea.

[11] Catolicismo no. 197, mayo de 1967, Fátima, numa visão de conjunto.

[12] Elementos de la burguesía comodista, entreguista y adinerada, dispuestos a pactar con el comunismo, a cambio de disfrutar un tiempo más de las ventajas de su situación.

[13] Folha de S. Paulo, 26-12-1971, Luz, o grande presente.


 

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