Juan Gonzalo Larrain Campbell
Plinio Corrêa de Oliveira:
Previsiones y Denuncias en defensa de la Iglesia y de la civilización cristiana
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CATOLICISMO – Marzo de 2002
En 1944, Plinio Corrêa de Oliveira alertaba:
“se formará un peligro ‘árabe’ igual o mayor que los
del tiempo de San Pío V y de la batalla de Lepanto”
Mahoma renace
El Itinerario recorrido entre la paralización
musulmana durante un milenio y la actual agresión contra Occidente, a
partir de la Primera Guerra Mundial.
Los
atentados al World Trade Center y al Pentágono, así como los
hechos que les siguieron, confirman de modo elocuente las numerosas
previsiones que, hace más de 60 años, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira
hizo con relación al gravísimo peligro que el islamismo vendría a
representar para Occidente. Ellas están registradas en diversos artículos
publicados en el Legionário.
En este
sentido, juzgamos muy oportuno transcribir a continuación, casi en su
integridad, el artículo
Mahoma renace publicado en ese órgano el
15-6-1947.
Para
analizar el renacimiento musulmán y la desidia de Occidente frente al
mismo, Plinio Corrêa de Oliveira ejemplifica, en el inicio del artículo,
con la misteriosa conducta adoptada por los romanos frente a la invasión
de los bárbaros. Y pasa, de inmediato, a describir el estado de espíritu
de anquilosamiento durante siglos del mahometanismo y el camino recorrido
después, de progresiva exaltación del mundo musulmán.
* * *
El estancamiento en el mundo islámico
“...
Recordemos rápidamente algunos datos generales del problema. ... La zona
de influencia del Islam es inmensa desde todos los puntos de vista:
territorio, población, riquezas naturales. Pero hasta hace algún tiempo
ciertos factores inutilizaban de modo casi completo todo este poderío. El
vínculo que podría unir a los mahometanos de todo el mundo sería,
evidentemente, la religión del ‘Profeta’. Pero ésta se presentaba
dividida, débil y totalmente desprovista de hombres notables en
la esfera del pensamiento, del mando o de la acción. El mahometanismo
vegetaba, y esto parecía bastar perfectamente al celo de los altos
dignatarios del Islam. El mismo gusto por el estancamiento y por la vida
meramente vegetativa era un mal que también afectaba a la vida económica y
política de los pueblos mahometanos de Asia y de África.
“... Las
naciones mahometanas se encerraban cada cual sobre sí misma, indiferentes
a todo lo que no fuese el deleite tranquilo y pequeño de la vida
cotidiana. Así, cada una vivía en un mundo propio,
[cada nación] diversificada de las otras por sus tradiciones históricas
profundamente diversas, separadas todas por su recíproca indiferencia,
incapaces de comprender, desear y realizar una obra común.”
El aprovechamiento de sus riquezas era imposible
“En este
cuadro religioso y político tan deprimido, el aprovechamiento de las
riquezas naturales del mundo mahometano, riquezas que, consideradas en su
conjunto, constituyen una de las mayores potencias del globo, era
manifiestamente imposible. Todo, pues, no era sino ruina, disgregación
y entorpecimiento.
“Arrastraba así sus días el Oriente, mientras Occidente llegaba al cenit
de su prosperidad. Desde la era victoriana, una atmósfera de juventud, de
entusiasmo y de esperanza soplaba por Europa y por América. Los progresos
de la ciencia habían renovado los aspectos materiales de la vida
occidental. Las promesas de la Revolución encontraban credibilidad, y en
los últimos años del siglo XIX había quien esperase el siglo XX como
siendo la era de oro de la humanidad.
“Es claro
que un occidental puesto en este ambiente comprendía a fondo la inercia y
la impotencia de Oriente. Hablarle de la posibilidad de la resurrección
del mundo mahometano le parecería algo tan irrealizable y anacrónico,
cuanto el retorno a los trajes, a los métodos de guerra y al mapa político
de la Edad Media.
“De
esta ilusión, vivimos todavía hoy. Y, como los romanos, confiados en
el Mediterráneo que nos separa del mundo islámico, no notamos que
fenómenos nuevos y extremadamente graves están en curso en las tierras
del Corán.”
El mundo musulmán despierta después de la Primera Guerra Mundial
“Es
difícil abarcar en una descripción sintética fenómenos tan vastos y ricos
como éste. Pero, de un modo general, se puede decir que, después de la
Primera Gran Guerra, todo Oriente —y entendemos esta expresión en un
sentido muy lato...—comenzó a pasar por un fenómeno de reacción
antieuropea muy pronunciado. Esta reacción implicaba dos aspectos un
tanto contradictorios, pero ambos muy peligrosos para Occidente.
“Por un
lado, las naciones orientales comenzaban a sufrir con impaciencia el yugo
económico y militar de Occidente, manifestando una aspiración cada vez más
pronunciada por la soberanía plena, por la formación de un potencial
económico independiente y de grandes ejércitos propios. Esta aspiración
implicaba, es claro, una cierta ‘occidentalización’, o sea, la adaptación
de la técnica militar, industrial y agrícola moderna, del sistema
financiero y bancario euroamericano a Asia, etc.”.
El odio a Occidente
“Por otro
lado, sin embargo, este impulso patriótico provocaba un ‘renouveau’ de
entusiasmo por las tradiciones nacionales, costumbres nacionales, culto
nacional, historia nacional. Es superfluo agregar que el espectáculo
degradante de la corrupción y de las divisiones a que estaba expuesto el
mundo occidental, contribuía para estimular el odio a Occidente. De donde
se fué dando la formación en todo Oriente de un nuevo interés por los
viejos ídolos, de un ‘neopaganismo’ mil veces más combativo, resuelto y
dinámico que el paganismo antiguo.
“....
Todas estas naciones... al mismo tiempo, se muestran ufanas de sus
riquezas naturales, de sus posibilidades políticas y militares y del
progreso financiero que están alcanzando. Día a día ellas se enriquecen.
... En sus arcas, el oro se va acumulando. Oro significa posibilidad de
comprar armamentos. Y armamentos significan prestigio mundial”.
Fin de la somnolencia milenaria
“Todo
esto transformó el mundo islámico y determinó en todos los pueblos
mahometanos, desde la India a Marruecos, un estremecimiento que significa
que la somnolencia milenaria acabó. Paquistán, Irán, Irak, Turquía, Egipto
son los puntos altos del movimiento de resurrección islámica. Pero,
en Argelia, en Marruecos, en Tripolitania
[actual
Libia], en Túnez, la agitación también es intensa. El nervio vital del
islamismo revive en todos estos pueblos, haciendo renacer en ellos
el sentido de la unidad, la noción de los intereses comunes, la
preocupación de la solidaridad y el gusto por la victoria.
“Nada de
esto quedó en el aire. La Liga Árabe, una confederación vastísima de
pueblos musulmanes, une hoy a todo el mundo mahometano. Es, al revés, lo
que fue en la Edad Media la Cristiandad. La Liga Árabe actúa como un vasto
bloque, frente a las naciones no árabes, y fomenta en todo el norte de
África la insurrección.
“...¿Será
necesario tener mucho talento, mucha perspicacia, informaciones
excepcionalmente buenas, para notar lo que significa este peligro?”.
El alerta no fue atendido
Termina
aquí la trascripción.
Fueron
muchos los artículos que, desde los años 30 —cuando el renacimiento
musulmán parecía una quimera— Plinio Corrêa de Oliveira escribió
advirtiendo sobre el peligro que llegaría a representar para la Iglesia y
la Cristiandad la resurrección del islamismo. Advertencias éstas que
fueron hechas a través de las páginas del Legionário y que
constituyeron, en su conjunto, un impresionante grito profético dirigido a
los líderes de Occidente, para que tomaran las medidas necesarias.
Sin
embargo, en vez de alertar a los católicos y movilizarlos frente a la
amenaza musulmana —como lo hicieron San Pío V en 1571 y el Bienaventurado
Inocencio XI en 1683— y señalar los enormes males que la expansión del
Islam causaría a la Iglesia y a los fieles, se optó por una actitud de
capitulación y de diálogo con los secuaces de Mahoma. La consecuencia no
podía ser sino la radicalización de éstos y la penetración del relativismo
entre los católicos.
Análogamente, los líderes temporales de Occidente, de concesión en
concesión, condujeron la política internacional de modo que favoreciera en
toda la medida de lo posible, especialmente a partir de la Segunda Guerra
Mundial, la formación del inmenso bloque panmahometano.
De las
consecuencias de este entreguismo todo el mundo contemporáneo está siendo
víctima en estos perturbados días en que vivimos.
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