Parte III
|
|
Del diálogo y la colaboración, rumbo a una coincidencia con el comunismo en sus propias metas socioeconómicas: el "Documento Final" del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) EN LA PARTE II del presente estudio han sido expuestas cronológicamente las etapas por las cuales fue atravesando el acercamiento de la Iglesia cubana con el régimen comunista, contando con avales —ora más explícitos, ora menos— desde el propio Vaticano. Se ha mostrado también cómo Fidel Castro y sus mentores fueron capitalizando en favor del comunismo ese acercamiento, utilizándolo como arma de guerra psicológica para afianzar el régimen en la isla-prisión, expandir su influencia en América Latina —el continente de mayor población católica del mundo— y diluir el repudio unánime que, a justo titulo, el castro-comunismo recibe de la opinión pública norteamericana. El comienzo de ese proceso, en su fase ejecutoria, puede situarse entre 1971 y 1972, según indica el propio Castro en “Fidel y la Religión”.1 Fue en ese período que se dieron varios hechos pioneros, mencionados por él dictador: su decisivo diálogo con el Padre nicaragüense Ernesto Cardenal, por las calles de La Habana, un día antes de su viaje a Chile; su posterior encuentro y conversaciones en este país —dominado entonces por el marxista Allende— con los participantes del Congreso de “Cristianos por el Socialismo”, que tantas posibilidades estratégicas le abrieran; el lanzamiento del libro “Teología de la liberación: perspectivas”, de uno de los fundadores de esa corriente, el sacerdote peruano y entonces asesor del CELAM, Gustavo Gutiérrez;2 la confluencia, en fín, en el panorama religioso latinoamericano, de un conjunto de hechos que eran síntomas inequívocos de una profunda crisis que venía gestándose en el propio seno de la Santa Iglesia. Evidentemente, algunos acontecimientos de envergadura previos a esa fecha pueden ser incluidos a título de hechos preparatorios, como se expondrá más adelante. De todos modos, desde 1971 hasta ahora, ese “proceso” señalado por el dictador adquirió una magnitud difícil de imaginar en aquel entonces. Y más recientemente, ha entrado en una fase de resuelta aceleración. En esta Parte III, se analizarán más detenidamente aspectos doctrinales de la virtual capitulación ante el castrismo por parte de la Conferencia Episcopal Cubana, que esa secuencia de hechos representa. Y se mostrará cómo ese organismo ha ido evolucionando gradualmente de una posición de coexistencia connivente con el régimen hacia una identificación con las propias metas del comunismo en aspectos esenciales. Quedaron atrás los pretextos alegados por eclesiásticos izquierdistas para una coexistencia o acuerdo con el comunismo, con vistas a conseguir, por la vía de las concesiones, supuestos “espacios de libertad” para la Iglesia. Ahora, se trata lisa y llanamente de caminar hacia una coincidencia, si no total, al menos en aspectos sustanciales del régimen marxista cubano. La exposición se basará principalmente en los documentos eclesiales cubanos de mayor envergadura publicados desde el comienzo de la Revolución, el “Documento Final” del Primer Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) y la “Instrucción Pastoral” que lo puso en vigor, en 1986, así como también el discurso inaugural del ENEC pronunciado por el entonces Presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Adolfo Rodríguez. La reseña se limitará a presentar varios de los párrafos y citaciones más característicos de esos textos, acompañados de nueva documentación complementaria, sin incluir comentarios doctrinales exhaustivos que ciertamente merecerían un estudio aparte, lo cual escapa de los límites de este trabajo. De todos modos, muchas de esas citaciones se oponen de tal forma a lo que la doctrina tradicional de la Iglesia enseña sobre el comunismo —y sobre la consecuente imposibilidad de cualquier tipo de colaboración con él— que un lector medianamente informado sobre la enseñanza perenne del Magisterio Pontificio no podrá dejar de considerar con perplejidad y hasta con desconcierto, si no con angustia, la posición asumida por el Episcopado cubano. * * * Para entrar en materia, cabe mencionar, en primer lugar —en rápidas pinceladas— algunos acontecimientos relacionados con la vida de la Iglesia latinoamericana y cubana desde el momento en que se produce la Revolución, en 1959, hasta 1971. A lo largo de esos doce años germinará y se consolidará la política trazada por el entonces Encargado de la Nunciatura, que irá siendo gradualmente adoptada por el Episcopado. A este período, previo al "proceso” de convergencia comuno-eclesiástica iniciado, según Castro, en 1972, el propio “Documento Final” del ENEC le dedicará el ítem “Iglesia y Revolución”.3 Notas: 1) “Los cristianos latinoamericanos” y "Las relaciones Iglesia-Estado”, pp. 247, 248 y 253. 2) Véase a ese respecto, el artículo “Iglesia: retorno a las fuentes”, por Eduardo Crawley, de la agencia Uno-Ala, “El Universal”, Caracas, 6-2-89. 3) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 41. En adelante, durante la Parte III, cuando se haga referencia a este libro, se utilizará la abreviatura “ENEC”. |