Parte II

 

 

Capítulo 1

 

 

 

 

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Parte II

A pesar de los fundamentales obstáculos doctrinales: en Cuba, la aproximación Iglesia-régimen comunista, una larga serie de actitudes bilaterales de envergadura, con rumbo convergencial

En la presente Parte II se pasará revista, sumariamente, a dos décadas de hábil política de “aproximación” llevada a cabo por el dictador Castro en relación a la jerarquía de la Iglesia y a los fieles católicos.

Esa política castrista será analizada a la luz de un volumen considerable de documentos compulsados, de los cuales se han seleccionado e incluido en esta obra más de doscientos. A un observador atento de la realidad internacional, no dejará de impresionar la cantidad de noticias de prensa y de libros publicados sobre dicho tema, tanto en países del mundo libre, cuanto en Cuba, si bien que en forma fragmentaria. Por lo cual era imprescindible emprender una labor que diese una visión de conjunto de esa política de “aproximación” del labioso dictador, especialmente en los últimos años.

La necesidad imperiosa para los cubanos en general, y los católicos en particular, de estudiar esa temática, ha sido resaltada en fecha reciente por el destacado intelectual cubano en el exilio, y profesor de la Universidad de Georgetown, Dr. Luis Aguilar (cfr. “Crisis y futuro de la Iglesia Católica en Cuba”, último de una serie de tres artículos sobre la materia, “Diario Las Américas”, 22-2-90).

Delante de tantas noticias y reportajes publicados en diversos órganos, la actitud de varios dignatarios eclesiásticos cubanos en relación a la política de “aproximación” castrista causa la mayor perplejidad. Si esa actitud es analizada serenamente, con empeño en conocer la realidad, estudiándola según las reglas de la lógica y, sobre todo, a la luz de la enseñanza tradicional de la Iglesia, no se ve otra forma de interpretar la referida actitud sino como consta en las páginas que siguen. De todos modos, se recuerda aquí lo expresado en las primeras páginas de este libro respecto de la hipoteca que pesa sobre ciertos acontecimientos históricos, especialmente contemporáneos, máxime tratándose de naciones donde, como en Cuba, el régimen policíaco vigente cerca de misterios y penumbras a numerosos acontecimientos.

Al publicar la presente visión de conjunto se tiene en cuenta el hecho de que el mundo soviético se va desintegrando; y que, en consecuencia, el apoyo económico- militar de Rusia al tirano —que no ha cesado hasta hoy— pueda verse restringido por la fuerza de las circunstancias. Si, dentro del marco fluctuante, enigmático, inestable y lleno de imprevistos de la política internacional, esa tendencia se acentúa, puede esperarse que, de aquí a un tiempo no muy distante, ella sea una de las variables que determine el derrumbe del régimen castrista.

En esa anhelada ocasión, si documentos fidedignos, aunque, sin duda, inesperados, tornan necesaria una rectificación de apreciaciones aquí consignadas sobre diversas personalidades eclesiásticas cubanas —que efectuamos con base en la abundante documentación que actualmente se posee— seremos los primeros en hacerlo. Esa hipótesis parece improbable, como fue dicho. Pero si ella se da, haremos con alegría las rectificaciones pertinentes.

Cabe agregar que esos análisis son hechos en la medida de lo necesario para alertar al público sobre el hábil juego político-religioso que el viejo y labioso dictador viene efectuando: si se deja al descubierto ese juego, se puede reducir, y hasta anular, el enorme provecho que Castro viene obteniendo, por esa vía, en favor de su despótico régimen.

* * *

Los siete Obispos de la isla que actualmente están al frente de Diócesis (con el respectivo año de consagración episcopal) son:

Monseñor Adolfo Rodríguez, Obispo de Camagüey (1963); Monseñor Pedro Meurice, Arzobispo de Santiago de Cuba (1967); Monseñor Fernando Prego, Obispo de Cienfuegos-Santa Clara (1970); Monseñor Héctor Peña, Obispo de Holguin (1970); Monseñor Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana y actual Presidente de la Conferencia Episcopal Cubana (CEC) (1978; a cargo de esta Arquidiócesis desde 1981); Monseñor José Siró González, Obispo de Pinar del Río (1982); y Monseñor José M. Domínguez, Obispo de Matanzas. Monseñor Carlos Manuel de Céspedes (que no es Obispo), ocupa el cargo de Director del Secretariado de la Conferencia Episcopal desde 1970 (cfr. “Anuario Pontificio”, Ciudad del Vaticano, 1987, y Raúl Gómez Treto, “La Iglesia Católica durante la construcción del socialismo en Cuba”, Editorial DEI, Costa Rica, 1989).

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Resulta difícil definir con exactitud el momento en que Fidel Castro y sus mentores decidieron aplicar una estrategia de acercamiento con la Iglesia —dentro y fuera de Cuba— después de años de persecución frontal.

Sin embargo, es posible reconstituir cronológicamente las principales etapas que se tornaron públicas a través de declaraciones y escritos de sus protagonistas, tanto del lado comunista, cuanto del católico. Es lo que, de modo sucinto, sin pretender ser exhaustivos, se pasará a reseñar en las páginas que siguen.

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Capítulo 1

1971-1974 - Fidel Castro inaugura nueva política religiosa y coge primeros frutos. El viaje de Monseñor Casaroli a Cuba

 

Noviembre de 1971: antecedentes que marcan inicio de nueva “política religiosa”, según Castro

En sus conversaciones con Fray Betto1 —religioso dominicano brasileño, conocido por sus posiciones extremadas de izquierda2— a mediados de 1985, el dictador se refiere a un proceso de acercamiento comuno-católico que “viene gestándose” desde “hace trece años”. Y agrega que en la raíz de ese proceso se encuentran hechos por él observados que reflejarían una nueva posición “de lucha contra la explotación, de lucha contra la injusticia, (...) de lucha por la liberación”, por parte de “muchos cristianos”, entre los cuales “muchos y muy valiosos sacerdotes, Obispos”.3

Tiene fundamental importancia, para la cabal interpretación de los hechos que se irán describiendo en esta Parte II, la constatación, de boca del propio Fidel, que su nueva “política religiosa” nace a partir del momento en que él percibe la eclosión de las fuerzas “progresistas” en la Iglesia latinoamericana. Al observar que el “progresismo” contaba entre sus filas con “muchos y muy valiosos” religiosos, e incluso Obispos, Castro muestra la precisión con que evaluó un proceso respecto del cual tantos católicos no osaron abrir sus ojos.

No se puede hablar de ningún modo, por tanto, de un giro doctrinal de Fidel, sino que, es triste decirlo, son las fuerzas de la naciente “izquierda católica” que van a su encuentro... y que él utilizará repetidas veces como efectiva masa de maniobra.

Para ello, no escatimará los recursos dialécticos que la práctica política marxista le proporciona. Cuando en 1985 explique a Fray Betto la evolución de ese proceso,4 señalará una concatenación entre “los hechos, las ideas, y después de las ideas, los nuevos hechos”.5 Lo cual significa, en palabras del dictador, “que ante la realidad nueva” —la irrupción en el escenario latinoamericano del “progresismo” católico— “tendría que haber un cambio” de los comunistas “en el tratamiento del problema” religioso, e incluso, “en los enfoques de la izquierda” al respecto.6

Algo que más interesa destacar —para efectos de su cambio estratégico hacia la religión— es la importancia que atribuye a esa “agradable e interesantísima reunión con todo aquel grupo de sacerdotes y cristianos”7 que en Chile integraban los “Cristianos por el Socialismo”,8 y a la conversación que 24 horas antes de partir para Chile tuviera en La Habana con el líder sandinista P. Ernesto Cardenal.9 

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“Vds. han cambiado mucho, o yo estoy muy viejo”

Con estas palabras, Fidel Castro manifestó en Chile, al “Grupo de los 80 sacerdotes” que tomaron posición pública en favor del socialismo, su agradable sorpresa ante la desinhibición revolucionaria de estos sacerdotes.

Frente a ese auditorio, Castro expresó que “hay más coincidencia del comunismo con el cristianismo, que la que puede haber con el capitalismo”, y ofreció a las fuerzas de la “izquierda católica” del continente una “alianza estratégica”, y no meramente táctica.

El dictador lamentó que antes no se hubiera hecho “un trabajo de acercamiento”. Y agregó: “No podía hacerse porque no existían precedentes. Los precedentes los dio el movimiento de izquierda de los sacerdotes de América Latina. Es curioso que son Vds. los que nos van a ayudar a hacer una política a nosotros y buscar el acercamiento”.

Y haciendo referencia a su conversación con el Padre Cardenal en La Habana, un día antes de viajar a Chile, Castro agregó: “¿Qué quiere decir acercamiento? No sólo paz. No sólo relaciones amistosas sino de encuentro de comunidades de objetivo y de propósito. No hemos hecho eso. Eso es lo que decía el padre Ernesto Cardenal con mucha razón”.10 “El me sorprendió”, agrega el dictador. “Muy interesante, se ve un hombre honrado de verdad y nos dijo una cosa: éstán haciendo la revolución en la Iglesia y no tenemos una Iglesia revolucionaria', que por qué no traemos (a Cuba) sacerdotes revolucionarios de América Latina...”

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Marzo de 1974: Secretario del Consejo de Asuntos Públicos del Vaticano visita Cuba

Del 27 de marzo al 7 de abril, Monseñor Agostino Casaroli, entonces Secretario del Consejo de Asuntos Públicos de la Santa Sede y posteriormente Secretario de Estado del Vaticano, visita Cuba. El prelado es portador de un “expresivo mensaje" de Pablo VI a los Obispos, de Cuba, tal como éstos lo califican en el libro “Encuentro Nacional Edesial Cubano".11

Monseñor Casaroli, en homilía pronunciada en la Catedral de La Habana, incentivó a la Iglesia cubana para dar “testimonio de ser Iglesia y de estar vitalmente incorporada en el actual contexto social cubano, no como elemento de divisiones dañinas, sino como vivaz y benéfico fermento de fraternidad entre los hijos de una misma tierra y de un mismo pueblo".12

Desde su alta investidura —y, todo lo hace suponer, dado lo delicado de la misión, llevando claras directrices de Paulo VI— el enviado vaticano propiciaba, con el peso de su autoridad, que los católicos se integrasen al “actual contexto social cubano"; esto es, a uno de los regímenes marxistas-leninistas más despóticos que la época contemporánea ha presenciado. E implícitamente daba al propio régimen la posibilidad de tachar como fuente de “divisiones dañinas" el menor gesto de disensión de los católicos con el fidelcastrismo.

La “tónica encarnacionista" que los Obispos cubanos reconocen haber comenzado a impulsar ya en 1969,13 recibía así un poderoso aval, y un redoblado impulso.

El P. Alessio U. Floridi SJ, en su libro “Moscú y el Vaticano",14 agrega que Monseñor Casaroli tributó “un homenaje a aquello qué definió como «enormes esfuerzos» hechos por el gobierno cubano en el campo educativo", y que si bien reconocía que existían “todavía problemas a resolver", “consideraba su visita como fundamentalmente constructiva".

El P. Floridi constata: “Era la primera vez que un diplomático del Vaticano revelaba públicamente el ofrecimiento al jefe de un gobierno comunista de la ‘leal colaboración’ de los católicos en cuanto tales, a cambio de un poco más de libertad religiosa". Al respecto, el sacerdote jesuita observa que “el ofrecimiento de la lealtad de los católicos cubanos, hecha por Monseñor Casaroli a Castro, desató una cierta sorpresa", pues esa “lealtad” también “constituía el punto fundamental” del programa del movimiento “Cristianos por el Socialismo“, que en 1971, en Chile, ofreció a Castro una alianza no meramente táctica, sino estratégica. 

La suerte de los millares de presos por causas políticas y religiosas no fue incluida entre las “cuestiones fondamentales" tratadas por el enviado vaticano

El P. Floridi aporta otros antecedentes de interés relacionados con la visita de Monseñor Casaroli a La Habana. En efecto, no obstante los pedidos de Monseñor Eduardo Boza Masvidal —que fuera Obispo auxiliar de La Habana hasta ser expulsado de la isla, en 1961— “la suerte de muchos prisioneros políticos y religiosos cubanos no apareció entre las «cuestiones fundamentales» abordadas en el mencionado encuentro de La Habana". Y concluye: “Cuando se trata de países comunistas, tanto el Vaticano, cuanto las diferentes Conferencias de Obispos católicos, asumen al respecto una actitud mucho más mesurada que con relación a los otros países del mundo".15 

Agosto de 1974: Obispo cubano exiliado critica aproximación con Cuba

El ex-Obispo auxiliar de La Habana, Monseñor Eduardo Boza Masvidal —residente en Venezuela después de su expulsión de la isla— traza un cuadro dramático de la situación religiosa en Cuba, que torna inexplicable la exhortación de Monseñor Casaroli a la Iglesia, para estar “vitalmente incorporada" al “contexto" creado por el régimen.

Al serle preguntado a mediados de 1974 si la Iglesia tiene alguna libertad de actuación en ese peculiar “contexto", Monseñor Boza responde enfáticamente a periodistas: “En absoluto. Es una Iglesia impedida y amordazada. Para el comunismo la «libertad religiosa» consiste en que haya algunos templos abiertos y se pueda celebrar Misa o hacer bautizos dentro de ellas. Pero eso está muy lejos de ser libertad religiosa, que es la libertad de practicar y vivir la Fé sin temores ni represalias, de difundirla, de organizarse, de educar en la Fé a los hijos, etc. Y aún para esa religión reducida a restos dentro de templos, existen muchas presiones psicológicas sobre las personas, especialmente si son jóvenes".

Agrega Monseñor Boza: “La educación es controlada totalmente por el Estado, que da adoctrinamiento ateo y marxista desde el kindergarten hasta la Universidad”.

Sobre el férreo control informativo montado por el régimen, el prelado cubano en el exilio comenta: “Todos los medios de comunicación están en poder del Estado y al servicio del adoctrinamiento marxista. A la Iglesia le están vedadas la prensa, la radio y la televisión, el cine, todo lo que pueda ser utilizado para dar un mensaje distinto”.

Por fin, su discordancia con la posición de la Nunciatura Apostólica es frontal: “No comparto la actitud de Mons. César Zacchi, encargado de la Nunciatura en La Habana, por ser una actitud de defensa del régimen y compromiso con el mismo”. Monseñor Boza concluye afirmando que “es inexplicable este compromiso con un régimen violador de todos los derechos y valores de la persona humana”.17

¿Qué interpretación cabe hacer, en este “contexto” tan objetivamente descrito por el prelado cubano desterrado, al llamado del entonces Secretario del Consejo de Asuntos Públicos de la Santa Sede para que los católicos cubanos se incorporasen “vitalmente” en el “contexto social” cubano, como “benéfico fermento de fraternidad”? En el férreo yugo de la sociedad castro-comunista, tal incorporación ¿no equivale acaso a una capitulación? 

Octubre de 1974: amargos frutos de “lealtad” ofrecida por Monseñor Casaroli a Fidel Castro

El P. Alessio U. Floridi, en el citado libro “Moscú y el Vaticano”, comenta: “A juzgar por una carta enviada por ’un grupo de cubanos’ al Sínodo mundial de Obispos, llevado a cabo en Roma en octubre de 1974, pareciera que en Cuba algunos líderes católicos laicos, después de la visita de Monseñor Casaroli, ahora están más proclives a adoptar el tipo de ‘lealtad’ auspiciado por el Movimiento de los Cristianos por el Socialismo”.

La carta de ese grupo de laicos, llevada por el propio Arzobispo de La Habana,18 indica que la “lealtad” ofrecida por Monseñor Casaroli a Castro estaba siendo interpretada por sectores católicos “progresistas” como un aval para la colaboración con el régimen.

 

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“Resistencia” en fidelidad a la Iglesia y al Papado

La “détente” mundial, inaugurada en 1972 por los viajes de Nixon a Rusia y China, constituyó una verdadera brecha en la muralla psicológica y moral que defendía a Occidente contra la guerra psicológica promovida por Moscú y Pekin. Puede decirse que el comunismo no había alcanzado victoria igual desde la revolución bolchevique de 1917 en Rusia.

En ese contexto se fue desarrollando paralelamente la política de aproximación de la Santa Sede con los regímenes comunistas, conocida como la “ostpolitik” vaticana. Esta política cobró ímpetu desde el Concilio Vaticano II. Se multiplicaron los contactos directos e indirectos de Pablo VI con los jefes de Estado comunistas, llegándose así a 1974, en que Monseñor Casaroli, entonces Secretario del Consejo para los Asuntos Públicos del Vaticano, viajó a Cuba. Las agencias internacionales llegaron a atribuirle, en la ocasión, las siguientes palabras desconcertantes: “Los católicos que viven en la isla son felices dentro del sistema socialista, y son respetados en sus creencias, como cualquier otro ciudadano”.

Por veneración a la Cátedra de Pedro, las TFPs —entidades cohermanas y autónomas— habían evitado, en toda la medida de lo posible, manifestar una divergencia pública ante esa política; pero los sucesivos avances de la distensión vaticana con los gobiernos comunistas hacían inexplicable a los ojos del público la postura anticomunista de las TFPs. No siendo posible ya guardar silencio, las entidades se declararon en estado de resistencia ante la “ostpolitik” de Pablo VI, publicando en sus respectivas naciones una declaración originalmente dada a conocer por la TFP brasileña bajo la firma del Presidente de su Consejo Nacional, el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira.

Reafirmando su incondicional obediencia a la Iglesia y al Papado, en los términos estipulados por el Derecho Canónico, las TFPs enunciaban en este documento el derecho y el deber de resistir a la orientación diplomática del Vaticano, en la medida en que ésta discrepase de la línea tradicionalmente adoptada por la Iglesia con respecto al comunismo. Esta resistencia debía hacerse en el espíritu con que San Pablo “en su misma cara le resistió” a San Pedro (Gál., 2, 11).

La declaración de Resistencia fue publicada en 21 importantes diarios de 10 países de Occidente, a partir del día 10 de abril de 1974.16

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Notas:

1) Ellas fueron incluidas en el libro “Fidel y la Religión”, que alcanzaría amplia difusión internacional, como se mostrará en su oportunidad. Para las citaciones de “Fidel y la Religión” a ser incluidas en la presente obra, se han compulsado la primera edición mundial de la obra, lanzada por la Editora Brasiliense, de São Paulo, Brasil, en octubre de 1985, y la edición en español impresa en febrero de 1986 por la Editorial La Oveja Negra, de Bogotá, basada en la versión oficial distribuida por el Consejo de Estado del régimen de La Habana. Los textos y números de páginas corresponden a la versión castellana. Los subtítulos sólo figuran en la edición brasileña de la obra.

2) Fray Carlos Alberto Libânio Christo, conocido como Fray Betto, es un hermano laico de la Orden Dominicana que en 1969 fue detenido por la policía brasileña junto con otros dos dominicanos por participar en grupos de apoyo a elementos terroristas. Por este motivo, Fray Betto fue condenado a dos años de reclusión (“Quem é Freí Betto”, en “Na «Noite Sandinista»: O incitamento à guerrilha dirigido por sandinistas «cristãos» à esquerda católica no Brasil e na América Espanhola”; mensuario “Catolicismo”, Brasil, julio-agosto de 1980, pp. 8-9).

3) “Las relaciones Iglesia-Estado”, p. 253. En lo que respecta a Cuba, pueden verse más antecedentes sobre este período de acercamiento comuno-católico, en el estudio “La Iglesia Católica durante la construcción del socialismo en Cuba”, escrito por Raúl Gómez Treto (Editorial Departamento Ecuménico de Investigaciones - DEI), La Habana, 1987. Gómez Treto, antiguo dirigente del apostolado seglar católico, adhirió al castrismo, transformándose en uno de los mayores propagandistas de la convergencia comuno-católica en Cuba.

4) Cabe hacer una precisión sobre la fecha del acontecimiento que, según el dictador, marca el inicio de este acercamiento comuno-católico en América Latina. Si se toma literalmente su ya citada alusión, hecha en 1985, de que ese proceso había comenzado hacía “precisamente trece” años, se llega a 1972. Se trata sin duda de un error de cálculo de Castro. Porque, como él mismo afirma en otro trecho de “Fidel y la Religión”, su encuentro con los “Cristianos por el Socialismo” fue “en Chile, en el año 1971 (...) durante el gobierno de Allende” ("Fidel y la Religión”, “Los cristianos latinoamericanos”, p. 247).

5) "Fidel y la Religión”, “Las relaciones Iglesia-Estado”, p. 253.

6) “Fidel y la Religión”, “La religión como dominación”, p. 263.

7) op. cit. idem, ibid., p. 247.

8) Véanse antecedentes de este grupo “progresista” en “La Iglesia del Silencio en Chile — La TFP proclama la verdad entera”, Santiago de Chile, 1976, pp. 174 y sgs.

9) “Fidel y la Religión”, “Los cristianos latinoamericanos”, pp. 247-248.

10) Ernesto Cardenal y Fidel Castro, “Cristianismo y Revolución”, Editorial Quetzal, Buenos Aires, 2ª. edición, 1986, pp. 69, 71, 78 y 83.

11) p. 11.

12) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, N° 340, pp. 101-102.

13) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, N° 339, p. 101.

14) Cooperativa editoriale “La Casa di Matriona”, Milán, 1976, pp. 65-66.

15) op. cit., idem, ibid., p. 68. En nota al pie de página, el P. Floridi pone como ejemplo de esos dos pesos y dos medidas declaraciones del P. Frederick Mc Guire, entonces director del Departamento para América Latina de la Conferencia de Obispos de los Estados Unidos, en las que dicho vocero denunciaba alegadas violaciones de derechos humanos en países latinoamericanos con gobiernos anticomunistas, mientras silenciaba el flagrante caso de la isla-prisión comunista. El P. Floridi narra también las gestiones de Monseñor Boza y de líderes del exilio ante el Vaticano, figuras de la Conferencia Episcopal y del Congreso norteamericano, para llamar la atención sobre la trágica realidad de la isla-prisión.

16) El lector podrá encontrar mayores antecedentes de este lance de las TFPs, en el libro “Medio Siglo de Epopeya Anticomunista” (Editorial Femando III El Santo, Madrid, 1983, pp. 300 y sgs).

También se narra en dicho libro las numerosas iniciativas tomadas durante 1974 por el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, Presidente de la TFP brasileña, y por las diversas TFPs latinoamericanas, para impedir que Cuba fuera readmitida en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA).

17) Revista “Covadonga”, Caracas, N° 7, julio de 1974.

18) op. cit., p. 67.

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