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Plinio Corrêa de Oliveira Nobleza y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana
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NOTAS ● Algunas partes de los documentos citados han sido destacadas en negrita por el autor. ● La abreviatura PNR seguida del número de año y página corresponde a la edición de las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana publicadas por la Tipografía Políglota Vaticana en Discorsi e Radiomessaggi di Sua Santitá Pió XII cuyo texto íntegro se transcribe en Documentos I. ● El presente trabajo ha sido obtenido por escanner a partir de la segunda edición, de octubre de 1993. Se agradece la indicación de errores de revisión. DOCUMENTOS VILa necesaria armonía entre tradición y progreso auténticos1. Los verdaderos amigos del pueblo son tradicionalistasDe la carta apostólica de San Pío X Notre charge apostolique, del 25 de agosto de 1910: “Que estos sacerdotes [que están al frente de las obras de acción católica] no se dejen extraviar, en el dédalo de las opiniones contemporáneas, por el espejismo de una democracia falsa; que no tomen de la retórica de los peores enemigos de la Iglesia y del pueblo un lenguaje enfático lleno de promesas tan sonoras como irrealizables. Que estén convencidos de que la cuestión social y la ciencia social no nacieron ayer; que en todos los tiempos la Iglesia y el Estado, felizmente concertados, han suscitado con este fin organizaciones fecundas; que la Iglesia, que nunca ha traicionado la felicidad del pueblo con alianzas comprometedoras, no tiene que separarse del pasado, y que le basta reanudar, con la colaboración de los verdaderos obreros de la restauración social, los organismos rotos por la Revolución y adaptarlos, con el mismo espíritu cristiano que los ha inspirado, al nuevo medio creado por la evolución material de la sociedad contemporánea, porque los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas.” [1]2. El respeto a la tradición no obstaculiza en lo más mínimo el verdadero progresoDel discurso pronunciado por Pío XII el 28 de febrero de 1957 para los profesores y alumnos del liceo Ennio Quirino Visconti, de Roma: “Se ha hecho notar con justicia que una de las características de los romanos, casi un secreto de la perenne grandeza de la Ciudad Eterna, es el respeto a las tradiciones. No quiere decir que tal respeto signifique fosilizarse en formas sobrepasadas por el tiempo, sino mantener vivo lo que los siglos han demostrado que es bueno y fecundo. De este modo, la tradición no obstaculiza en lo más mínimo el sano y feliz progreso, sino que es al mismo tiempo un poderoso estímulo para perseverar en el camino seguro; un freno para el espíritu aventurero, propenso a abrazar sin discernimiento cualquier novedad; es también, como suele decirse, la señal de alarma contra las decadencias.” [2]3. Uno de los defectos más frecuentes y graves de la sociología moderna es subestimar la tradiciónAlocución de Pablo VI a los peregrinos eslovacos provenientes de varias naciones, sobre todo de Estados Unidos y Canadá, pronunciada el 14 de septiembre de 1963, undécimo centenario de la llegada de San Cirilo y San Metodio a la Gran Moravia: “Es característico de la educación católica extraer de la Historia no sólo materia cultural y recuerdos de acontecimientos pasados, sino también una tradición viva, un coeficiente espiritual de formación moral, una constante orientación para un progreso recto y coherente a lo largo del tiempo, una garantía de estabilidad y resistencia que comunica al pueblo su dignidad, su derecho a la vida, su obligación de actuar en armonía con otros pueblos. Uno de los defectos más frecuentes y graves de la sociología moderna es subestimar la tradición, esto es, presumir que una sociedad firme y sólida puede ser establecida sin tomar en consideración los fundamentos históricos sobre los cuales reposa naturalmente, y que la ruptura con la cultura heredada de las generaciones precedentes puede ser más benéfica para la vida de un pueblo que el desarrollo progresivo, fiel y sabio, de su patrimonio de pensamiento y costumbres. Es más, si este patrimonio rebosa de en aquellos valores universales e inmortales que la Fe católica infunde en la conciencia de un pueblo, entonces respetar la tradición significa garantizar su vida moral; significa darle la conciencia de su existencia, y merecerle aquellos auxilios divinos que confieren a la ciudad terrena algo del esplendor y perpetuidad de la ciudad celestial.” [3]4. Desvincularse del pasado es causa de inquietud, agitación e inestabilidadHomilía de Pablo VI durante la Misa que celebró en la Basílica Patriarcal de San Lorenzo, el día 2 de noviembre de 1963: “Estamos acostumbrados a mirar hacia adelante, descuidando con frecuencia los méritos del ayer; no somos dados a la gratitud, al recuerdo, a la coherencia con nuestro pasado, al respeto, a la fidelidad debida a la Historia, a las actividades que se suceden de una a otra generación de hombres. Se advierte con frecuencia un difuso sentimiento de desvinculación del pasado, y esto es causa de inquietud, agitación e inestabilidad. “Un pueblo sano, un pueblo cristiano está mucho más adherido a quienes le han precedido; y contempla la lógica de las vicisitudes en que ha de formarse la propia experiencia, mientras no duda ante el necesario tributo de agradecimiento y justa valoración.” [4]5. La tradición es un patrimonio fecundo, es una herencia a ser conservadaAlocución de Pablo VI a sus coterráneos de Brescia, a 26 de septiembre de 1970: “Permitid que un conciudadano vuestro de ayer rinda homenaje a uno de los valores más preciosos de la vida humana y más descuidados en nuestro tiempo: la tradición. Es un patrimonio fecundo, es una herencia a ser conservada. Hoy las nuevas generaciones tienden completamente hacia el presente, o más bien hacia el futuro. Y está bien, siempre que esta tendencia no obscurezca la visión real y global de la vida; porque, para gozar del presente y preparar el futuro, el pasado nos puede ser útil y, en cierto sentido, indispensable .El alejamiento revolucionario del pasado no siempre es una liberación, sino que con frecuencia significa cortarse sus propias raíces. Para progresar realmente y no decaer, es necesario que tengamos el sentido histórico de nuestra propia experiencia. Esto es verdad hasta en el campo de las cosas exteriores, técnico-científicas y políticas, donde el curso de las transformaciones es más rápido e impetuoso; y lo es más aún en el campo de las realidades humanas, y especialmente en el campo de la cultura; lo es en el de nuestra Religión, que es toda ella una tradición proveniente de Cristo.” [5]NOTAS
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