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Antecedentes doctrinales

 

Parte I

 

Una nueva mentalidad y una nueva doctrina

pretenden conciliar los antagonismos

más contradictorios 

·       ¿Pueden caer las barreras entre la verdad y el error, el bien y el mal, lo bello y lo horrendo? - El amortiguamiento del principio de contradicción en la raíz de la desconcertante apatía que hoy domina a la opinión pública.

·       Una nueva ideología que devora por dentro a todas las demás y que condiciona a fondo la España actual.

·       El pueblo español inducido a volverse contra su propia identidad histórica.


Capítulo 3 - 2a. parte

 

Los héroes de nuestra Historia en la picota

 

 

IV — Continúa la Leyenda Negra contra la Inquisición...

 

¿Qué decir entonces del tan traído y llevado fanatismo religioso de la España de la Inquisición? No se cansan los partidarios de la tolerancia ecuménica de promover un verdadero terrorismo publicitario al respecto. No hacen, por supuesto, la distinción elemental entre la Inquisición en sí y los abusos a que haya dado lugar. Precisamente porque no son estos últimos los que tienen en vista en sus ataques, sino su espíritu militante en defensa de la Fe y de la ortodoxia. Sin el menor respeto a la verdad histórica, recurren a la calumnia y a la difamación y se sienten dispensados de presentar estudios serios en el campo doctrinal, histórico y jurídico-penal.

Pocos osan enfrentar la demagógica campaña contra esta institución... abolida en España hace 174 años. Se tropieza a diario con las afirmaciones más disparatadas y con los errores históricos más crasos, ya sea en manuales de historia o religión para los colegios, ya sea en artículos de prensa o en la televisión.

Ejemplo patente de esta manipulación del sentimiento público es la exposición “sobre la tortura en Europa, desde la Edad Media hasta 1900”, instalada en Toledo en la Posada de la Hermandad. Dos ilustres académicos, Julio Porres Martín-Cleto, director de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y Juan Martín de Nicolás, del Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, pusieron al descubierto con valor y seriedad dicha manipulación. Entre otras cosas dicen que —según está consignado en el propio catálogo del evento— de los instrumentos de tortura allí expuestos solamente uno fue de la Inquisición. Esto no obsta a que dicho catálogo presente a la Inquisición española como paradigma de crueldad, asegurando sin demostrarlo que en España se descuartizaban a las víctimas y que la Iglesia Católica es la primera fuente y principal sostenedora de la tortura en Occidente. Algunos de los recursos probatorios de la muestra llegan a lo grotesco: bajo un grabado representando a incendiarios que prenden fuego a una cabaña y ahorcan a un indio se lee: “Los españoles enseñan el cristianismo a los indios”... Completa la insinuación difamatoria contra la Iglesia, su espíritu y sus instituciones, la música ambiental de la exposición: cantos gregorianos de los monjes de Silos. Como quien dice que las maravillas y esplendores de la tradición católica no son sino un fraude para ocultar horrores [9].

Santo Toribio de Mogrovejo

San Pio V, Papa

San Pedro de Verona, Mártir

Santo Domingo de Guzmán, Fundador de la Orden Dominicana

Entre los inquisidores se encuentran grandes figuras e ilustres prelados, algunos de los cuales elevados por la Santa Iglesia a la gloria de los altares: Santo Domingo de Guzmán, San Pedro de Castronuevo, San Pedro Mártir de Verona, San Pedro de Arbués, Santo Toribio de Mogrovejo y el mismo San Pío V, que fue inquisidor antes de ser Papa.

San Pedro de Arbués, Mártir de Zaragoza

Ahora bien, ¿por qué son tan pocos los católicos que, sintiéndose chocados con estas imposturas se atreven a defender esta institución fundada y apoyada por los Romanos Pontífices? ¿No es de sobra conocido que hubo numerosos santos y figuras de relieve en la cultura y en la ciencia presidiendo los tribunales de la Inquisición?* Lo que pasa es que muchos católicos, aun diciéndose conservadores, guardan silencio, más atemorizados en el fondo con la idea de que les consideren antiecuménicos, que efectivamente perturbados por las falacias de la Leyenda Negra.

 

*Sobre el desvelo pontificio hacia la Inquisición en España puede consultarse la compilación crítica de documentos papales realizada por el P. Bernardino Llorca S.J., en su Bulario pontificio de la Inquisición española. El bulario muestra con toda exactitud el apoyo constante de los Papas a la Inquisición desde su fundación, así como la intervención pontificia para nombrar inquisidores, dictar normas, corregir abusos y sostener su funcionamiento en los momentos de crisis.

En cuanto a los santos y grandes nombres de la cultura que fueron inquisidores, el P. José María López Riocerezo, O.S.A., dice: “El hecho de haber sido inquisidores generales figuras tan relevantes y destacadas como el cardenal Cisneros, Tavara, Valdés, Carrillo, Chacón, Quiroga, Castro, Villegas, Salazar, Ovando, Cifuentes, Pacheco, ilustres prelados, fundadores de universidades y hombres de conciencia, algunos de los cuales la Iglesia ha llevado a sus altares, como lo sabe toda persona culta que recuerda los nombres de Santo Domingo de Guzmán, San Pedro de Castronuevo, San Pedro Mártir de Verona, San Pedro Arbués, Santo Toribio de Mogrovejo, y el mismo San Pío V, que fue inquisidor antes de ser Papa, ya dice bastante a su favor” (La justicia punitiva de la Inquisición, p. 9).

Respecto a la doctrina común de los santos y doctores de la Iglesia sobre la legitimidad de la Inquisición ver, por ejemplo, SANTO TOMAS DE AQUINO, Suma Teológica (II-II, q. 11, a. 3, c); SAN IGNACIO DE LOYOLA en Carta a San Pedro Canisio (Obras completas, pp. 877 ss) y Carta de San Francisco Javier a Juan III, Rey de Portugal (SAN FRANCISCO JAVIER, Cartas y Escritos, pp. 201-202).

 

1- Verdades olvidadas sobre la Inquisición

Desde el punto de vista histórico y doctrinal la cuestión no ofrece dificultades. Sólo en una época en que abundan la inmoralidad y el relativismo, podrían levantarse objeciones de principio al hecho de que la Iglesia Católica haya fundado un tribunal religioso para salvaguardar la integridad de la Fe y la pureza de las costumbres. Ninguna persona sincera podrá afirmar que la Inquisición, al impedir la difusión del error estaba violando el santuario de las conciencias y prohibiendo la práctica individual de otras religiones. La Inquisición dictaba fallos contra la difusión intencional de la herejía, castigada por las leyes de los Estados oficialmente católicos, nunca contra el hecho de que un mahometano, un judío o un protestante practicasen privadamente su respectiva religión. En ciertos casos, el tribunal eclesiástico, por no haber conseguido, a veces después de meses, el arrepentimiento del difusor de la herejía, dictaba la sentencia de relajamiento al brazo secular que, en el ejercicio de esa atribución, obtuvo ventajas preciosas para el orden temporal*.

 

* El P. López Riocerezo, resumiendo los capítulos 10 y 11 de la obra El crimen de herejía del P. Jerónimo Montes, afirma que la Inquisición en cuanto eclesiástica “podría imponer penas y penitencias canónicas y las establecidas por las leyes del Estado contra el crimen de herejía, y otros varios sometidos a su jurisdicción, exceptuadas la pena de muerte, las de mutilación y otras similares, impropias del carácter sacerdotal de los jueces” (La justicia punitiva de la Inquisición, p. 32). El P. Jerónimo Montes afirma en su obra que “los jueces eclesiásticos que entregan el criminal al poder civil, no le piden que de muerte al hereje —y si alguno lo hubiera hecho, incurriría en irregularidad, según la opinión corriente entre los canonistas— ni declaran en modo alguno que sea reo de muerte, y si la potestad seglar no quisiere condenarle a esa pena, los jueces eclesiásticos no obligan al magistrado civil, ni le piden, ni le aconsejan jamás que lo haga, antes al contrario ruegan siempre a la potestad que no castigue al reo con dicha pena” (apud ib., p. 34).

Juan Antonio Llorente en su sectaria obra Historia Crítica de la Inquisición Española afirmó que por lo menos un 20 por 100 de los procesados por la Inquisición acabaron en la hoguera. Para refutar esta aseveración, el P. López Riocerezo cita a Mariano López García, que dice sobre este particular: “Ahora se ha utilizado un ordenador y se han pasado 49.000 procesos de 160 años (1540 a 1700), y frente a las cifras de Llorente nos sale un 1 por 100 de condenados a la hoguera. Aún fueron menos (...) pues esa cifra incluye a los que fueron ajusticiados en imagen” (ib., p. 42). Debe destacarse aún, según muestra el P. López Riocerezo, que los tribunales civiles en estos casos “se limitaban exclusivamente a aplicar las penas de la ley común” (ib., p. 34) y que en España, a partir del siglo XV, en la hoguera sólo se quemaban los cadáveres de ciertos sentenciados (cfr. ib., p. 34).

 

Dice el culto penalista P. López Riocerezo en su obra La justicia punitiva de la Inquisición: "Isabel de Inglaterra, (...) hizo en cuarenta años siete u ocho veces más víctimas, por imponer a la fuerza la religión nueva, que la Inquisición española en trescientos por defender la religión antigua; no siendo todo ello nada, en comparación con la intolerancia irreligiosa de los jacobinos franceses, que sacrificaron en sólo tres años ciento y pico de veces más víctimas que la misma Isabel de Gran Bretaña en cuarenta".

Nada de esto conmueve a los que están promoviendo el proceso contra nuestra Historia. Los excesos y abusos que dicen deplorar son un mero pretexto para combatir lo que en realidad odian, la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana. La existencia de una verdad y un bien absolutos es algo que los "tolerantes" no pueden tolerar...

Hoy en día es un lugar común entre los historiadores imparciales que la Inquisición salvó a España de las guerras sangrientas que la eclosión y difusión de la herejía protestante provocó en tantas naciones de Europa.

Por ejemplo, el culto penalista P. López Riocerezo, dice que “Isabel de Inglaterra, (...) hizo en cuarenta años siete u ocho veces más víctimas, por imponer a la fuerza la religión nueva, que la Inquisición española en trescientos por defender la religión antigua; no siendo todo ello nada, en comparación con la intolerancia irreligiosa de los jacobinos franceses, que sacrificaron en sólo tres años ciento y pico de veces más víctimas que la misma Isabel de Gran Bretaña en cuarenta” [10]*.

 

* Ver, por ejemplo, Ricardo GARCÍA VILLOSLADA y Bernardino Llorca, Historia de la Iglesia Católica — Edad nueva, t. III, p. 971.

 

No se puede condenar la Inquisición por el mero hecho de que, como en todo tribunal compuesto por hombres, haya habido errores o abusos. Quien conozca un poco de historia sabe perfectamente que los propalados abusos de la Inquisición no fueron tales ni tantos como sus enemigos los han presentado.

Hoy en día, la crítica histórica seria ha permitido establecer definitivamente que la Inquisición española no sólo se equiparó a la justicia penal de su época, sino que en numerosos aspectos fue más moderada e introdujo avances y garantías en el trato de los reos que la convirtieron en pionera de Europa.

A título ejemplificativo recordamos que en relación a los reos, la finalidad primordial de los tribunales inquisitoriales no era la de condenar, sino la de buscar el arrepentimiento del hereje, lo que suavizaba el proceso inquisitorial con medidas de misericordia totalmente desconocidas en los otros tribunales penales de la época.

Para incoar proceso no se admitían denuncias anónimas. Estas debían ser escritas, bajo juramento y ante notario. Nunca se procedía a partir del primer delator. Se exigían por lo menos dos testigos cuya conducta moral, estado de salud mental, capacidad plena y responsabilidad jurídica eran examinadas con rigor. Se procedía a una investigación preliminar antes de abrir el proceso. El rigor y la objetividad de las informaciones recogidas por la Inquisición se volvieron proverbiales.

El acusado tenía derecho a rechazar a los jueces que fuesen sus enemigos notorios o parte interesada en el proceso. Tampoco se admitían las declaraciones de personas que pudieran ser consideradas enemigas del acusado.

Los jueces debían atenerse a normas jurídicas estrictas y sus decisiones y sentencias debían ser examinadas y aprobadas por los miembros del Consejo Supremo antes de ejecutarse.

El acusado, contra lo que se ha dicho sin fundamento, tenía derecho a defensa, aunque los abogados eran nombrados oficialmente por el tribunal. En el examen de los procesos de la Inquisición puede constatarse la intensidad y eficacia con que operaba dicha defensa cuyos resultados eran muchas veces favorables al reo.

En cuanto a las cárceles de la Inquisición, tampoco corresponden a la realidad las tétricas descripciones hechas por sus detractores. Las investigaciones del historiador protestante Schäfer desmienten la existencia de calabozos lúgubres y oscuros. Por el contrario, consta en los procesos que los reos tenían incluso facilidad para leer y escribir. En general, las condiciones carcelarias eran suaves en comparación con las de los tribunales de la época. Fue la Inquisición española la que aplicó, con dos siglos de antelación, el sistema de celdas individuales, práctica que desgraciadamente casi no existe en nuestras cárceles.

Uno de los aspectos más impugnados de la Inquisición era el empleo del tormento. Los impugnadores callan, sin embargo, que éste era de uso habitual en los tribunales temporales de la época y que la Inquisición española lo suavizó notoriamente, aboliéndolo además por completo muchos años antes que dichos tribunales. Sólo se empleaba para determinados crímenes. Esto lo constata el mismo Schäfer, afirmando que eran mucho menos crueles que los aplicados por los tribunales ingleses en la Torre de Londres, especialmente contra los católicos.

En materia de penas, como ya se dijo, el tribunal eclesiástico no imponía las que comportaban mutilación o muerte, que eran aplicadas por los tribunales temporales. Suprimió la confiscación de los bienes, sustituyéndola por la provisional de las rentas y, más tarde, por la multa. Fue el primer tribunal en usar la prisión domiciliaria, especialmente cuando se trataba de una mujer casada que podía cumplir la reclusión en casa de su esposo. En cuanto a la prisión perpetua, la práctica inquisitorial era indultar al reo después de tres u ocho años cuando la sentencia era inapelable.

Huelga decir que las penas canónicas eran siempre más suaves que las estipuladas por la ley civil para el delito de herejía*.

 

* Quien se interese por profundizar el tema cuenta con abundante bibliografía que abona las tesis sustentadas: así, por ejemplo, Orti i Lara, La Inquisición Española; los numerosos estudios del jesuita, P. Fidel Fita; Beiträge zur Geschichte des spanischen Protestantismus und der spanischen Inquisition in XVI Jahrhundert del historiador protestante alemán Ernesto Schäfer; El crimen de Herejía del penalista P. Jerónimo Montes O.S.A.; La Inquisición española y otros trabajos del P. Miguel de la Pinta Llorente O.S.A., y el exhaustivo Bulario Pontificio de la Inquisición Española — En su periodo constitucional, del P. Bernardino Llorca S.J. Una versión resumida de distintos aspectos de las investigaciones de estos autores puede leerse en GARCIA VILLOSLADA S.I., Historia de la Iglesia Católica, t. III. También puede consultarse la ya citada monografía del penalista agustino P. José María López Riocerezo, La justicia punitiva de la Inquisición a través de las investigaciones del P. Jerónimo Montes.

 

2-  La discriminación ecumenista contra la Inquisición

Los supuestos adversarios de toda intransigencia y toda discriminación son, una vez más, profundamente intransigentes y discriminatorios. Cuando acusan a la Inquisición de algún exceso comprobado o supuesto, promueven un escándalo universal. Pero cuando historiadores serios y objetivos demuestran lo contrario, la respuesta es el silencio. Parece que a la Inquisición se le niega el derecho a no ser calumniada, a no ser objeto de las detracciones más bajas, más infundadas y más insistentes.

En realidad, los excesos y abusos que los detractores de la Inquisición dicen lamentar son un mero pretexto para combatir lo que en realidad odian: la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana. La existencia de una verdad y un bien absolutos es algo que los tolerantes no pueden tolerar.

 

V — La Contrarreforma, Felipe II, los defensores de la Fe y de la tradición proscritos como fanáticos y enemigos de la evolución histórica

 

Naturalmente, no podía ser perdonado por el tribunal ecuménico aquello que fue el flagelo de los relativistas: la Contrarreforma, sus santos y sus héroes. Es muy difícil levantar a los españoles contra Santa Teresa de Ávila o San Ignacio de Loyola; los ataques se dirigen más genéricamente contra la obra de esos santos y contra el cuño acentuado por la Contrarreforma en el catolicismo a partir de Trento. Sus definiciones dogmáticas, sus disposiciones canónicas, el impulso dado a la apologética, las misiones, la liturgia, el incremento de la piedad cristiana, etc., fueron obstáculos al curso ecuménico de la Historia.

Felipe II, prototipo hispánico

"Felipe II estuvo siempre dispuesto a demostrar la sinceridad de su fe, arriesgando por ella sus tesoros, sus reinos, la paz de su espíritu, la salud de su cuerpo y su misma vida. (...) La historia de España, siglo tras siglo, es un ejemplo de esta magnífica generosidad cristiana. Y este mismo ejemplo es la parte central y significativa de la vida de Felipe II. Por esta razón, los verdaderos españoles de su tiempo y de los tiempos de después, vieron y han visto en él al prototipo hispánico, y le han perdonado sus faltas y han llevado sus virtudes en su propio corazón.     

"Cupo en suerte a Felipe poseer los Países Bajos cuando las circunstancias hacían de aquel país el centro de las tormentas de todo el mundo. (...) Felipe II no tuvo otra salida. Era un peso abrumador el que cayó sobre las espaldas de un solo hombre, no fuerte, sin genio y con poca energía vital.

"Pero sobrellevó esta carga sin quejarse y, en general, triunfalmente. Cierto es que perdió las provincias del Norte, al lograr Mauricio de Orange realizar la ambición de su padre de una Holanda independiente. Pero la parte más importante, la del sur, siguió siendo católica y Felipe pudo alzar, en sus fronteras lejanas, la muralla del norte de Europa a la ciudad de Dios; sólo Irlanda, católica, no la necesitaba. Su defensa desesperada de Flandes animó a los católicos de Francia, Alemania y Polonia a sostenerse, hasta que pasó la marea de la guerra. Su espada se tendió a través de los campos nórdicos; y era como una llama santa, tras la que todo el cuerpo católico pudo despertar de su letargo, eliminar sus peores elementos de corrupción y confortar al mundo con una nueva e irrefutable prueba del poder sobrenatural de la Iglesia para su propia renovación, para actuar y para cumplir su misión, una y otra vez, hasta el final de los siglos.

"Mientras Alba luchaba y sufría en los Países Bajos, mientras Requesens y Don Juan de Austria y Alejandro de Farnesio se agotaban en aquella cruz, el Concilio de Trento se reunía, deliberaba y completaba la reforma. Pío el Santo, Gregorio XIII y Sixto V alcanzaron a aplicar los remedios. La compañía de Jesús, casi siempre con la ayuda de Felipe, formó las fuerzas de choque en aquel combate espiritual; alzó por todas partes escuelas y colegios y echó las bases de la moderna educación católica; y por medio de sus predicaciones y martirios confundió los sofismas de los adversarios y ganó victorias espirituales e intelectuales, sin las cuales las magníficas batallas guerreras hubieran sido vanas. Los espíritus pusilánimes siguen no estando conformes con las cruzadas" (William Thomas WALSH; Felipe II, pp. 773-774).

Los ataques contra las figuras prototípicas de la Contrarreforma se concentran en las grandes personalidades que le dieron su proyección temporal. Así, una de las cumbres históricas que se intenta demoler es Felipe II. ¿Que sea una de las mayores glorias de la realeza española? ¿que haya contribuido poderosamente a fijar las características específicas que nos distinguen de las otras naciones? Poco importa. ¿Acaso la quimera ecuménica no apunta hacia un futuro en el que todas estas cosas carecerán de sentido?

El proceso que estamos describiendo está tan avanzado que el ex ministro de Asuntos Exteriores, José María de Areilza, conde de Motrico, pudo pronunciar ante la reina de Holanda palabras de desagravio simbólico por la actuación de Felipe II en los Países Bajos. En el propio Escorial, a pocos metros de la tumba de aquel que Santa Teresa llamó mi santo Rey*, el conde de Motrico entre otras cosas dijo: “Hoy vemos con claridad sosegada el grave riesgo que para cualquier pueblo supone la existencia de un gobernante que se cree depositario de una verdad absoluta o que se considere a sí mismo instrumento de la Providencia. O que piense actuar como brazo ejecutor del Altísimo. El fanatismo es la semilla de la mayor parte de los conflictos de la historia moderna. Y esa intolerancia llenó de sangre, de hogueras y de cadalsos las ciudades y burgos de las siete provincias.”

 

* El Beato Ezequiel Moreno y Díaz, en una carta pastoral dirigida a sus diocesanos de Pasto, Colombia, tras referirse a la antipatía con que los adversarios de la Iglesia recordaban a Felipe II, observa que, por el contrario, los buenos autores católicos y los santos pensaban de otro modo y que su contemporánea “Santa Teresa, que además de santa era sabia, lo llamaba el Rey Santo” (Cartas pastorales, p. 477).

 

Sostener que el fanatismo es la semilla de la mayor parte de los conflictos de la historia moderna es tendencioso y contrario a la verdad.

Tendencioso, porque no distingue entre guerra justa o injusta, intransigencia legítima y adhesión fanática a una falsa doctrina. Areilza pretende hacer creer que toda firmeza en la Fe y en las convicciones llevada hasta sus últimas consecuencias lícitas es fanatismo.

Contrario a la verdad, porque en ese mismo periodo hubo numerosas guerras cuya causa radicó en las ambiciones, intereses político-económicos, deseos de expansión territorial, etc.

“Ningún español de hoy —continúa el conde de Motrico— aprueba o justifica aquel cúmulo de innecesarias cuanto injustas crueldades. Los católicos españoles repudiamos la existencia de la inquisición, que como la esclavitud, o el trabajo forzado, o los campos de concentración pertenecen al museo de los horrores de la larga aventura de la especie humana.” [11] Areilza incurre, además, en una contradicción clamorosa: impugna el hecho de que el Rey de una nación católica se crea “depositario de una verdad absoluta (...) o instrumento de la Providencia, porque implica en 'grave riesgo' (...) para cualquier pueblo”, pero él mismo, ex ministro de un estado laico, no tiene reparos en hablar en nombre de los católicos españoles. Tampoco pareció darse cuenta de la contradicción en que estaba incurriendo...

Areilza se extiende luego en elogios a Guillermo el Taciturno, fundador de la dinastía de Orange, lo que agrava el vilipendio público que acababa de hacerse al Rey Felipe II*.

 

* Para Areilza, Guillermo el Taciturno fue “el prototipo del gobernador moderno; del político que rige un Estado con criterios de tolerancia y respeto”; en cambio, Felipe II fue el soberano intolerante que “llenó de sangre, de hogueras y de cadalsos las ciudades y burgos de las siete provincias” (“ABC”, 9-10-1985). En el afán de sostener su tesis no toma en cuenta datos elementales.

Veamos lo que dicen al respecto los historiadores jesuitas P. Ricardo García Villoslada y Bernardina Llorca (Historia de la Iglesia Católica — Edad nueva, vol. III, pp. 912-916) y el célebre Ludovico Pastor (Historia de los Papas, vol. XVIII, pp. 62-90 y vol. XIX, pp. 492-512).

Felipe II era soberano de pleno derecho de los Países Bajos, que había heredado de su padre, el Emperador Carlos V. Era, además, el más firme apoyo del Papa San Pío V en la lucha contra los enemigos de la Iglesia.

Guillermo de Orange, pese a ser feudatario y consejero de Estado de Felipe II, encabezó una sublevación armada contra su Soberano. Tuvo la hipocresía de hacerse pasar por católico fervoroso para fortalecer el partido protestante atrayendo la confianza de los católicos. La realidad era otra. Ya en 1561 “descubría al elector Augusto de Sajonia su profunda inclinación a la confesión protestante, y le decía que todavía no podía manifestarla públicamente en los Países Bajos” (PASTOR, XVIII, p. 65).

Su tolerancia era meramente circunstancial y la desmintió radicalmente el 20 de diciembre de 1581 cuando, ejerciendo el poder en la recién constituida República de las Provincias Unidas, “contra su expresa promesa anterior, (...) prohibía el culto católico y excluía a los católicos de los cargos públicos” (Historia de la Iglesia Católica, p. 915).

En cuanto a la intervención militar española, “mucho se ha discutido. (...)Tal vez la presencia del mismo rey y un proceder firme, pero más benigno hubieran producido mejor resultado. Pero es muy difícil decidir lo que hubiera ocurrido, pues la conducta más suave de Carlos V y de los reyes de Francia en otros casos semejantes contribuyó a envalentonar más a los rebeldes” (Historia de la Iglesia Católica, p. 914).

Lo cierto es que “en las provincias del sur, fieles a España, se realizó plenamente la restauración católica, en la que trabajaron en primera línea los jesuitas y los capuchinos. Fue muy beneficiosa para estos territorios la solución dada por Felipe II concediéndoles cierta independencia bajo la regencia de su hija Isabel Clara Eugenia” (Historia de la Iglesia Católica, p. 916).

Por fin, Areilza olvida mencionar los horrendos crímenes y sacrilegios cometidos por los protestantes. Dichos crímenes llegaron a su auge en 1566 cuando se produjo el saqueo y la destrucción de innumerables imágenes e iglesias, particularmente en Amberes. “En tres o cuatro días quedaron destruidas 400 iglesias católicas, cometiéndose las profanaciones acostumbradas. Se violaron los santuarios; las hostias fueron arrojadas al suelo y pisoteadas; los huesos de los santos arrastrados por el polvo, y los frailes y monjas apaleados o expulsados de sus conventos. Todo esto tenía el aspecto de haberse planeado cuidadosamente” (WALSH, Felipe II, p. 447).

 

Al arrancar al Rey del contexto histórico en que tuvo que hacer frente a la revolución religioso-política de las siete provincias, lo presenta sin más como un fanático al hombre de hoy.

¿Una "historia de locos"?

Un partidario exaltado de la tolerancia ecumenista, José María García Escudero no tuvo reparos en "justificar" que "a esta historia nuestra — son palabras suyas — a esta historia ensangrentada, a esta historia funeral, pueda calificársela como una historia de locos".

Monumento dedicado al ejemplar capitán de artillería Pedro Velarde, en Santander.

 

 

 

 

 

Episodio de la Defensa de Zaragoza frente a los franceses (1885) - Frederico Jiménez Nicanor

Un norteamericano célebre —el historiador William Thomas Walsh— vio las cosas de modo diferente y supo celar por el buen nombre de Felipe II contra los ataques de los enemigos de España: “Felipe II, fueran los que fueran sus errores y limitaciones, salvó probablemente a Europa de ser por completo arrollada por el protestantismo. No es de extrañar que los protestantes, judíos y otros adversarios de la Iglesia Católica hayan hecho de él la bestia negra del siglo XVI exagerando sus errores y acusándole de otros que no cometió, completamente extraños a su naturaleza. [12]

Todas las figuras grandes o pequeñas que a lo largo de los últimos siglos tuvieron bastante fe y amor a la Iglesia y a la civilización cristiana como para oponerse a las fuerzas que han intentado demoler la España tradicional, están expuestas a vilipendio.

Otro historiador —éste español y partidario exaltado de la tolerancia ecumenista— José María García Escudero, así sintetiza nuestra Historia:

“¿No justifica lo dicho hasta aquí que a esta historia nuestra, a este dramático duelo secular entre reaccionarios y revolucionarios, apostólicos y carbonarios, carlistas y anarquistas, pistoleros y cruzados, héroes y criminales, rojos y azules, amores que matan y odios que se devoran a sí mismos; a esta historia ensangrentada, a esta historia funeral, pueda calificársela como una historia de locos?

“A no ser que, de acuerdo con lo que he dicho sobre la juventud, prefiramos piadosamente ver en ella la historia de un pueblo que, como Peter Pan, no ha querido o no ha sabido crecer.

“En todo caso, manicomio o guardería infantil. Pero manicomio sin loqueros; guardería sin vigilantes.” [13]

 

VI — ¿Danza ecuménica sobre los muertos del Alcázar?

 

El periodo del Alzamiento fue la época reciente más rica en manifestaciones heroicas en defensa de la Fe y de la tradición cristiana. Nada mejor que la voz de un Papa para evocar este aspecto de los acontecimientos del 36. Al recibir en audiencia la misión naval española en marzo de 1940, Pío XII, tras elogiar la obra apostólica y civilizadora de España en el Nuevo Mundo, tuvo las siguientes palabras: “Al lado de este recuerdo de hechos gloriosos ya lejanos, otro más próximo evocan en Nos vuestras personas: el de las gestas heroicas y enormes sacrificios con que recientemente habéis logrado vosotros defender, del grave peligro que lo amenazaba, el patrimonio sacrosanto de vuestra piedad y creencias católicas.” [14]

Características del alma española:

Fuerza, denuedo, inteligencia y realismo

A veces en el exterior se aprecian mejor aquellas características de nuestro pueblo que los ecumenistas tratan de apagar. El profesor Plinio Corrêa de Oliveira (foto), catedrático de Historia Moderna y Contemporánea de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, escribiendo sobre las civilizaciones portuguesa y española tiene esta página admirable:

*   *   *

"Los rasgos fundamentales de ambas son comunes. Se diferencian en pormenores numerosos, interesantes, fecundos, pero al fin y al cabo pormenores. ¿Cuáles son estos rasgos comunes? Los vemos principalmente en el idealismo. Ambos pueblos mostraron al mundo asombrado – ya sea en las guerras contra el moro, en la expansión marítima, en la colonización de tres continentes, o aun en el florecimiento literario y artístico de sus siglos de apogeo – que saben y pueden vencer con extraordinario brillo en las luchas y en las tareas de la vida terrena.

“Para eso les sobra fuerza, denuedo, inteligencia y realismo. Insistimos en el realismo, porque ésta fue una cualidad que con frecuencia se les ha querido negar. Sostener contra los moros una guerra victoriosa de ocho siglos no es cosa que se consiga cuando se tiene el alma soñadora y pusilánime de un idealista hueco. (…)

"Lo mismo se podría decir de la epopeya de las navegaciones, de las luchas ásperas y terribles de la colonización, y de las dificultades extenuantes y tantas veces prosaicas, inseparables de toda producción intelectual. Pero a despecho de todo esto, la gente ibérica posee un marcado desprecio por todo lo que es terreno. O, en términos más exactos, tiene un sentido admirable de la autenticidad y de la preeminencia de todo cuanto es extraterreno, espiritual, inmortal.

“Una prueba excelente de ello es la actitud de portugueses y españoles ante las riquezas que les pasaron por las manos en los tiempos de prosperidad. Con ellas construyeron viviendas espléndidas, palacios suntuosos; pero, sobre todo, iglesias y conventos. Con ellas desarrollaron admirablemente el arte y todo cuanto dice al decoro y a la nobleza de la vida. Pero adornaron más magníficamente las imágenes de sus santos que a sí mismos. Al contrario de lo que tantas veces ha ocurrido a otras naciones en la historia, a las cuales las riquezas debilitan y las glorias vuelven fatuas, Portugal y España no conocieron los excesos degradantes a que se entregan tan fácilmente los ricos y los poderosos. Y por esto, cuando la gloria del poder político y la abundancia los abandonaron, la actitud profunda de esos pueblos frente a los acontecimientos, si tuvo un tanto de indolencia, también expresó bien claro la convicción de que Dios no hizo al hombre para estas cosas y que no consisten en ella la dignidad y la alegría de la vida. (...)

"En la complejidad de los hechos espirituales, morales, sociales, políticos y económicos que caracterizan los siglos dichos de decadencia, se constata un real declinio.

"Este declive se expresa por síntomas excesivos en apariencia que fácilmente nos llevarían a subestimar las fuerzas latentes admirablemente vivas, que quedaron durmiendo en los corazones ibéricos, despertadas apenas de vez en cuando por algún sobresalto magnífico, y reservadas por la Providencia para alguna nueva misión histórica que cumplir" (Plinio Corrêa de Oliveira, Pasado espléndido, futuro aun más bello in "Catolicismo", agosto de 1957).

El socialo-comunismo en aquella época no ocultaba la radicalidad anticristiana de sus doctrinas y métodos. Atacó violenta y frontalmente a la España católica. Quiso realizar sin disfraces la consigna que Pablo Iglesias había vociferado hacía poco: “Queremos la muerte de la Iglesia, cooperadora de la explotación de la burguesía; para ello educamos a los hombres, y así le quitamos conciencias. Pretendemos confiscarle los bienes. No combatimos a los frailes para ensalzar a los curas. Nada de medias tintas. Queremos que desaparezcan los unos y los otros. Proceder de otra manera es una inconsecuencia.” [15]

Cuando arreciaron las quemas de iglesias y conventos, los asesinatos de sacerdotes, las agitaciones y desórdenes, la confiscación agraria y la supresión de la enseñanza católica, la indignación de la inmensa mayoría de los españoles se hizo incontenible, y acarreó el levantamiento militar contra la República.

Miles de héroes anónimos, al lado de obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas que prefirieron el martirio a la deshonra y a la apostasía, mostraron cuan equivocado estaba Azaña cuando proclamó que “España ha dejado de ser católica”. ¿Eran los fanáticos, los locos y los criminales de García Escudero? No. Simplemente españoles de fe que consideraron, como los Macabeos del Antiguo Testamento, que “más nos vale morir en el combate, que ver el exterminio de nuestra nación, y del santuario” (I Mac. 3, 59). Estaban muy lejos de ser idealistas fatuos, o radicales utópicos; eran hombres con rectitud moral, voluntad fuerte, con sentido de la realidad y sobre todo confiaban en la Providencia. Esto fue lo que les dio, una vez más, la victoria contra los enemigos de España. Un pueblo quimérico e irracional no habría derrotado el poderío comunista que ya sojuzgó a tantas otras naciones. Como no hubiera sostenido una lucha de más de ocho siglos para vencer el poderío mahometano, ni civilizado nuevos continentes, ni producido el esplendor del Siglo de Oro, ni salvado a la Cristiandad, quebrantado el ímpetu de la herejía protestante en Flandes o de la amenaza turca en Lepanto, ni derrotado a Napoleón, el coloso ante quien se doblegó casi toda Europa (ver recuadro al lado).

No obstante, cuando se cumplen cincuenta años del Alzamiento, pocos son los españoles que se atreven a enfrentar el ambiente creado por el ecumenismo para celebrar las gestas de entonces. Los ecumenistas pretenden convencernos que el haber resistido con las armas en la mano al coloso totalitario ruso, fue un “error” y una “vergüenza”*.

 

* Mientras Pío XII en su Radiomensaje del 16 de abril de 1939 se congratuló con la nación “por el don (...) de la victoria con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano en vuestra fe”, alegrándose porque el pueblo católico “se alzó decidido en defensa de los ideales de fe y de civilización cristiana” (apud Mons. GUERRA CAMPOS, La Iglesia en España, p. 23) hoy, monseñor Jaume Camprodón, obispo de Gerona, consonante con el clima ecumenista comenta que “si se quiere recordar aquellos sucesos (...) habrá que hacerlo juiciosamente (...) con un cierto sonrojo y con aquella delicadeza y respeto que usamos cuando se habla de los errores de la propia familia” (“Vida Nueva”, 8-3-1986). En el mismo sentido el P. Martín Descalzo declara en su columna Cara y Cruz de “ABC”: “Aquella guerra [fue] (...) la más grande de las vergüenzas nacionales de nuestra historia” (23-5-1984).

 

Si se hubiera buscado un entendimiento con generosas concesiones entre los dos bandos, no se hubiera derramado sangre, ni sufrido todo lo que se sufrió, dirá el ecumenista a nuestros oídos. Se hubiera conseguido un equilibrio, que podría haber anticipado varias décadas la convergencia ideológica entre Oriente y Occidente; convergencia hacia la cual tienden con todas sus fuerzas los hombres sensatos del siglo XX. Hubiéramos llegado así, hace cincuenta años, al admirable consenso que permite hoy a los socialistas gobernar a España...

Madre Maravillas de Jesús (1891-1974)

 Carta al Prepósito General pidiendo autorización para morir junto al Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Angeles

"Muy Reverendo Padre Guillermo de San Alberto, Prepósito General. Jesús sea nuestro consuelo y fortaleza. Muy reverendo Padre. Quisiera, Padre, pedirle una gran gracia que espero obtener por su mediación. Muy bien conoce Vuestra Reverencia las tristes pruebas de nuestra amada Patria y cómo providencialmente Nuestro Señor y su Santísima Madre han guardado este Cerro santo. Pero las cosas empeoran cada día y la tormenta no tardará en llegar. Ahora este lugar está custodiado por la Guardia Civil, pero en el momento que estalle algún disturbio, éstos se verán obligados a prestar sus servicios en otra parte y quizá en los momentos más necesarios, Nuestro Señor no tendrá aquí junto a El más que a sus veintiuna carmelitas.

"¿Se verán obligadas por la santa Clausura a ver cómo le arrebatan de su trono sin poder volar cerca de El para defenderle o por lo menos para no dejarle solo entre sus enemigos y que pueda encontrar a su lado corazones, muy pobres, sí, lo sabe El muy bien, pero muy amantes? Sería, Padre Nuestro, el más cruel martirio, mucho más grande que perder la vida. Si tiene que escuchar gritos de odio de sus enemigos, que pueda oír también nuestras alabanzas.

"Le escribo, Padre Nuestro, con toda la confianza de una hija suplicándole la mayor reserva sobre esta gestión y quisiera nos obtuviera del Santo Padre el permiso para poder franquear, si este triste caso se presenta, los pocos metros que nos separan del Monumento. Quizá este permiso no sea necesario. Dios puede continuar su providencial protección sobre este lugar santo y quizá también el convento sea atacado al mismo tiempo. Pero quisiéramos tener esta autorización, pues no se puede saber lo que pasará. Estamos seguras de que a pesar de nuestra gran pobreza, seremos fuertes con la gracia de Dios. Pida por nosotros, Padre Nuestro".

 Respuesta del Prepósito General

 "Mi muy reverenda y amadísima Madre Priora: He leído con profunda emoción y paternal orgullo su carta y su generosa respuesta. He dado gracias a Nuestro Señor por tener semejantes hijas. Ciertamente un país que puede contar con semejante entrega, podrá pasar por horas muy oscuras, pero no perecerá jamás. (...)

"Y he aquí la respuesta que S.E. [el cardenal Rossi] ha escrito sobre su carta: ‘Su Santidad se ha dignado conceder con sumo gusto el favor pedido, colmando de bendiciones a toda la piadosa Comunidad’” (Si tú le dejas, pp. 167-169).

( Madre Maravillas de Jesús falleció a 11 de diciembre de 1974, siendo beatificada por Juan Pablo II en 1998, y por el canonizada en 3 de mayo de 2003 )

Este canto de sirena que fascina a los espíritus quiméricos y paraliza la capacidad de reacción de tantos españoles ha permitido que, precisamente en este quincuagésimo aniversario, el ímpetu demoledor de los ecumenistas se dirija contra el episodio-símbolo de nuestra resistencia católica y anticomunista. En efecto, el Gobierno estableció un proceso administrativo por el cual algunas dependencias del Alcázar de Toledo podrán ser utilizadas, en convenio con la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, “para usos culturales”. “El País” explica que, según el proyecto presentado previamente por la Consejería de Cultura de la Comunidad al Gobierno, el patio central del edificio podrá destinarse a “espectáculos” y “actividades festivas”, especialmente durante los meses de verano, para que los turistas que visitan Toledo puedan ir a divertirse allí sin necesidad de trasladarse a Madrid a fin de cerrar su jornada de placer...[16].

No se puede ignorar que bajo las losas de piedra del glorioso edificio se encuentra la cripta donde reposan los restos del general Moscardó y de más de un centenar de héroes que cayeron defendiendo el histórico recinto.

“Sería un espectáculo único en el mundo — comentó Luis Moreno Nieto en “ABC” — danzas y bailes sobre un cementerio; el jolgorio de los que se divierten arriba y el silencio sepulcral debajo”  [17].

¡Qué jolgorio y qué cementerio!, comentamos nosotros: ¡Significativo y macabro proyecto de fiesta ecuménica sobre el camposanto de los héroes y glorias de la España Católica!

Ante las reacciones suscitadas por la difusión de las informaciones sobre el proyecto en estudio, el Estado Mayor del Ejército publicó una nota diciendo que el Ministerio de Defensa conservará sus derechos sobre el Alcázar y que en el proyecto para ampliación de su utilización “se mantendrá en su totalidad su significado histórico” [18].

Aun cuando nos reconfortan las palabras del Estado Mayor, no podemos dejar de manifestar las aprensiones que los proyectos socialistas de uso cultural del histórico baluarte nos causan en las actuales circunstancias.

En efecto, ¿quién nos garantiza que no habrá en el futuro interminables discusiones sobre si los proyectos festivos y culturales que propongan las autoridades civiles son o no acordes con la veneración debida a los restos mortales de los héroes que allí reposan y a su gloriosa gesta?

*   *   *

Considerando el conjunto de los hechos aquí analizados, no se puede negar que nos encontramos ante el cuadro abrumador de un pueblo que está siendo llevado a renegar de los héroes y de las glorias que lo forjaron.

*   *   *

Españoles disconformes con este degradante proceso ecuménico, ¡prestad atención!: cuando episodios y personajes que se dirían sepultados en el polvo de la Historia, cuando las meras paredes de un edificio que los vio luchar y morir causan tanto malestar y, digámoslo de una vez, tanto miedo a quienes dicen representar el consenso mayoritario de la nación, es porque la tradición católica aún vive, a pesar de adormecida, en el alma de un número mucho mayor de personas de lo que generalmente se piensa. No estáis tan aislados en vuestra disconformidad como quizá imagináis.

 

Mientras los heroicos defensores del Alcázar de Toledo se disponían a sacrificar la vida por la España católica, algunos políticos republicanos, entre ellos Largo Caballero (izquierda), se preparan para asistir a la voladura del edificio (a la derecha, el momento de la explosión).

Abajo: las galerías subterráneas del Alcázar donde los defensores asistieron a la Santa Misa, celebrada en el mismo lugar donde se presumía estaban las minas.

Cincuenta años después, en cuanto el clero progresista condena las actitudes anticomunistas de la Iglesia durante el Alzamiento, o lo considera — como el P. Martín Descalzo — "como la más grande de las vergüenzas nacionales de nuestra historia", los socialistas quieren convertir el Alcázar de Toledo, donde reposan los restos de sus heroicos defensores, en un recinto destinado a "espectáculos" y "actividades festivas".

Significativa y macabra fiesta ecuménica que se quiere realizar sobre el camposanto de los héroes y glorias de la España caballeresca y heroica; la España del principio de contradicción.

 


NOTAS

 

[9] Cfr. Luis Moreno Nieto, Objeciones históricas a la exposición sobre la tortura instalada en Toledo in "ABC", 23-8-1986.

[10] LÓPEZ RIOCEREZO, La justicia punitiva de la Inquisición, p. 13.

[11] "ABC", 9-10-1985.

[12] WALSH, Felipe II, p.769

[13] GARCÍA ESCUDERO, A vueltas con las dos Españas, pp. 135-136.

[14] Alocución del 6-3-1940, apud TERRADAS SOLER, Una epopeya misionera, pp. 237-238.

[15] Discurso de Pablo Iglesias en 1902 al explicar la gestión del Comité Socialista en el Congreso de Gijón, apud MORATO, El Partido Socialista Obrero, p. 162

[16] "El País", 17-9-1986.

[17] "ABC", 26-9-1986

[18] Cfr. “ABC”, 25-9-1986