“Al convertirse el pragmatismo en norma de actuación política, se creyó que la vida social debía ser relegada a un segundo plano, pues no se la consideraba importante para el progreso de la nación, sino una simple cuestión de etiqueta, galanteos y honores. Se estableció así una dicotomía entre la vida política y la vida social, y hombres que podían estar en fuerte desacuerdo en la arena política podían tener las mejores relaciones en la esfera social”

 

Plinio Corrêa de Oliveira

Nobleza

y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana - Vol. II

Revolución y Contra-Revolución

en las tres Américas

Editorial Fernando III, el Santo

Lagasca, 127 - 1º dcha.

28006 — Madrid

Tel. y Fax: 562 67 45

 

 

Primera edición, abril de 1995

© Todos los derechos reservados.

 

 

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NOTAS

● El Apéndice V de la presente obra ha sido realizado, bajo la dirección del profesor Plinio Corrêa de Oliveira, por una comisión inter-TFPs de Estudios Iberoamericanos.

● El Apéndice VI fue elaborado, también bajo la dirección del profesor Plinio Corrêa de Oliveira, en 1993, por una comisión de Estudios de la TFP norteamericana.

Algunas partes de los documentos citados han sido destacadas en negrita por el autor.

La abreviatura PNR seguida del número de año y página corresponde a la edición de las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana publicadas por la Tipografía Políglota Vaticana en Discorsi e Radiomessaggi di Sua Santitá Pió XII cuyo texto íntegro se transcribe en Documentos I del primer volumen.

El presente trabajo ha sido obtenido por escanner a partir de la primera edición, abril de 1995. Se agradece la indicación de errores de revisión. 


Los Estados Unidos de América:

En un Estado democrático, florecen con sorprendente

vigor tradiciones y anhelos aristocráticos

 

EPÍLOGO

Volviendo nuestra mirada hacia las élites marginadas

 

En los Estados Unidos, los debates sobre igualdad y desigualdad, y especialmente sobre monarquía, aristocracia y democracia no suelen ocupar el centro de las atenciones cuando son formulados en términos puramente ideológicos. Tan sólo durante los años inmediatamente posteriores a la Independencia tuvieron alguna importancia en la vida política norteamericana.

Tras haberse impuesto un consenso con respecto a la forma democrática y republicana de gobierno, el foco del debate político se concentró en asuntos cuya naturaleza ideológica era mucho más implícita que explícita, como los problemas de impuestos, administración, rivalidades regionales, etc. Estos asuntos reflejaban tan sólo de una forma indirecta la controversia entre aristocracia y democracia que aún continuaba ocupando el centro del escenario político europeo, así como de su vida intelectual y cultural. El único tema claramente ideológico que encendió un apasionado debate en los Estados Unidos fue el de la esclavitud.

Uno de los efectos de este vacío ideológico fue el que los norteamericanos consideraran cada vez más la vida política y el propio Estado como meros medios para alcanzar el progreso material y el bienestar. Los fundamentos ideológicos de la política raramente se tomaron en cuenta.

Al convertirse el pragmatismo en norma de actuación política, se creyó que la vida social debía ser relegada a un segundo plano, pues no se la consideraba importante para el progreso de la nación, sino una simple cuestión de etiqueta, galanteos y honores. Se estableció así una dicotomía entre la vida política y la vida social, y hombres que podían estar en fuerte desacuerdo en la arena política podían tener las mejores relaciones en la esfera social.

Después de la Segunda Guerra Mundial, tanto los intelectuales como el público en general comenzaron a interesarse por el estudio de las sutilezas y complejidades de la vida social. Numerosos libros y ensayos reflejaron este renacer del interés por los asuntos sociales que coincidió con un creciente descontento de la nación con la vida pública. El político fue perdiendo gradualmente su imagen de auténtico representante del pueblo, y pasó a ser visto cada vez más como un oportunista. Amplios sectores de la opinión pública se convencieron de que el sistema democrático había sido falseado pues los partidos dominantes habían dejado de representar los verdaderos sentimientos e intereses populares.

Esta desilusión con la clase política está aumentando y se expresa en las denuncias de los escándalos morales o financieros de los candidatos elegidos. Es así como el punto central en que se origina semejante descontento radica en la colisión entre el mito democrático norteamericano enseñado en la escuela y la situación real que se verifica en la vida cotidiana.

Los norteamericanos han sido adoctrinados con la noción de una democracia directa basada en el régimen que floreció en Atenas, donde los grandes oradores discutían los asuntos de actualidad ante el pueblo que más tarde decidía con su sufragio los destinos de la ciudad-estado. Esta noción se refuerza con una visión idealizada de las asambleas municipales de las pequeñas ciudades de la Nueva Inglaterra colonial, en las cuales los ciudadanos participaban plenamente de la vida pública. Esto no obstante, pocos norteamericanos creen que la democracia vigente corresponde ya a esta noción arquetipizada.

Ante esta incontenible frustración con la vida política, un creciente número de norteamericanos está volviendo sus ojos hacia las élites que aún florecen en la vida social de la nación. Las ven como un sector del cual puede venir la esperanza. Para esas personas, las élites auténticas representan mejor las aspiraciones de Norteamérica y son, por tanto, más capaces de encontrar las soluciones adecuadas para atravesar la encrucijada en que la nación se encuentra.

Esta preocupación y las esperanzas a que da origen pueden aún cambiar el curso de la historia americana. Este trabajo no pretende otra cosa sino contribuir a que los Estados Unidos puedan encontrar sus propios rumbos y alcanzar las tan deseadas soluciones a sus graves problemas contemporáneos.