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Al lector
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Portada: Entrevista de Cristóbal Colón con los Reyes Católicos en Barcelona (1493). Oleo de García Ibáñez, Museo del Ejército, Madrid. La pintura evoca la gloriosa gesta de España, cuyo quinto centenario será celebrado próximamente. Apenas terminada la reconquista de su territorio, con la expulsión de los moros de Granada, España emprendió una nueva y osada epopeya: la evangelización y civilización del Nuevo Mundo, que pasó a formar parte del Imperio "donde no se ponía el sol". Las TFPs conmemoran anticipadamente tan insigne acontecimiento con la presentación, para los países de lengua española, de esta obra que narra la gesta en pro de la Tradición, Familia y Propiedad, para cuyos estandartes sigue siendo verdadero que "nunca se pone el sol".
Nuestra Señora de Guadalupe, Reina y Patrona de las tres Américas, quiso dejar impresa en los ojos de su imagen la fisonomía del indio Juan Diego, a quien se apareció en 1531. Las TFPs ruegan a la Santísima Virgen, que así manifestó su misericordiosa predilección por el Nuevo Continente nacido de la Europa católica, que proteja especialmente a las naciones americanas y que éstas correspondan a tanta bondad luchando con dedicación para instaurar, en el Tercer Milenio, el Reino de Cristo sobre la tierra. Es decir, el Reino de María que el gran apóstol mariano San Luis María Grignion de Montfort anunció con luces proféticas en el siglo XVII.
Las sociedades y bureaux TFPs existentes en veinte naciones, más dos núcleos incipientes en países asiáticos del Mundo Libre, hacen hoy palpitar en almas entusiastas de los cinco continentes el ideal expresado en las palabras Tradición, Familia y Propiedad. Entidades autónomas y cohermanas, las TFPs constituyen en su conjunto la mayor fuerza cívico-cultural anticomunista de inspiración católica de todo el orbe. Su punto de partida fue la ciudad de São Paulo, Brasil, donde en 1928 el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, entonces joven estudiante de derecho, comenzó a militar en el movimiento de las Congregaciones Marianas. Bajo su liderazgo, se afirmó en los años 30 un grupo de católicos que fue irradiando gradualmente su influencia y que más tarde dió origen a la TFP brasileña. Este libro narra pormenorizadamente la actuación de las TFPs y constituye, por el número y la variedad de los datos que contiene, una obra única sobre el tema. Para quienes deseen conocer a fondo a las TFPs, será una lectura indispensable; tanto para los que concuerden y quieran colaborar con ellas, como para quienes, discordando, quieran entablar un sano diálogo o polémica a nivel doctrinal.
Hace más de cien años, Marx profetizaba que a medida que se desarrollara la economía capitalista se agudizarían las tensiones sociales y la lucha de clases, lo cual crearía las condiciones para que los trabajadores conquistaran el poder en las grandes naciones industrializadas de Occidente. Se implantaría en ellas, entonces, la dictadura del proletariado, inaugurándose la era de la socialización del mundo. Los acontecimientos ocurrieron de manera bien diferente. El primer triunfo comunista se dió en una de las periferias del Occidente industrializado: la Rusia zarista. Desde entonces, el comunismo fue estableciendo un imperio, construido mucho más con guerras y con violentos y sorpresivos golpes que con una autentica persuasión de las mayorías populares. Construcción dolosa a la cual no le faltaron decisivos y desconcertantes auxilios de altos dirigentes occidentales de las más diversas esferas, incluso religiosas, practicantes de un pacifismo utópico y entreguista. Durante casi tres cuartos de siglo, el imperio ideológico gobernado desde Moscú ha contado, en el plano interno, con un poder omnímodo que le permitió establecer un dominio total sobre los pueblos sometidos, pero no lograr su adhesión. En el mismo período, la propaganda comunista en Occidente —servida por hábiles especialistas que dispusieron de cuantiosos recursos económicos y de una amplia libertad de acción y que contaron con simpatizantes hasta en los sectores no comunistas de la sociedad— ha incitado continuamente a campesinos y obreros a apoderarse de los bienes de la burguesía. No obstante, en ningún país occidental los Partidos Comunistas llegaron a transformarse en una fuerza mayoritaria. Por el contrario, sus contingentes electorales habitualmente son escuálidos y hasta irrisorios, o se encuentran en franco retroceso. Las mayorías del Mundo Libre se han mostrado, pues, refractarias al marxismo. Es una resistencia que nace del fondo del natural buen sentido, fortalecido por una herencia cristiana milenaria que las olas del neopaganismo contemporáneo no han conseguido barrer. Por otro lado, el espectáculo de la tiranía y de la miseria económica en que yacen los pueblos de la órbita socialista acentúa y agudiza este rechazo profundo. El comunismo se encuentra hoy en una situación paradójica. En el auge de su poderío —su imperio se extiende por cuatro continentes y su esfera de influencia abarca el mundo entero— tuvo que dejar paulatinamente de amenazar y de agredir para pasar a sonreír y a pedir. Esta nueva estrategia comenzó a manifestarse ya desde los tiempos de Nikita Kruschev, con su coexistencia pacífica de los años 50. Recientemente, con la glasnost y la perestroika de Gorbachov el comunismo inició una gigantesca ofensiva diplomático-propagandística, para convencer a Occidente de que ahora Rusia pretende liberalizarse y dejar de imponer por las armas su ideología. Para avanzar, la revolución comunista debe disfrazarse tanto cuanto le sea posible, debe actuar detrás de fuerzas no declaradamente comunistas, en medio de tensiones sociales de apariencia no ideológica. Debe intentar, así, conquistar posiciones políticas y culturales y obtener reformas de estructura que hagan deslizar a Occidente hacia el socialismo, sin despertar reacciones contrarias. El objetivo es claro: velar al comunismo para adormecer al anticomunismo, dejando a este sin enemigo visible a quien denunciar. Un ejemplo reciente de esta táctica pudo observarse en la dinámica capital venezolana, pero podría haber ocurrido en cualquier otra gran ciudad iberoamericana con análogos problemas. En febrero de 1989, en aquel país muy pocos parecían conjeturar que el programa de restricciones económicas decretado por el Presidente socialista Carlos Andrés Pérez, días después de asumir el cargo, serviría de detonante de un motín popular que estallaría simultáneamente en Caracas y por todo el interior. En efecto, exactamente a la media noche del 26 de ese mes, y con una reveladora sincronía, nutridos grupos de saqueadores bajaron desde las barriadas pobres, situadas en las colinas que rodean a esa capital, y cayeron sobre las zonas comerciales y residenciales, dando inicio a los saqueos profusamente noticiados por la prensa internacional. Fueron días de episodios dramáticos que dejaron como trágica secuela centenares de muertos y millares de heridos. ¿Quién organizó ese bien montado esquema subversivo? Casi nadie lo preguntó. Los comunistas y sus compañeros de viaje —el socialismo laico y la izquierda católica— evitaron cuidadosamente figurar como mentores de los acontecimientos. Y personalidades nacionales e internacionales, así como grandes órganos de comunicación social, comentaron los sucesos atribuyéndolos, casi exclusivamente, a los problemas económicos que afectan a América Latina por causa de su elevada deuda externa. De este modo, la burguesía venezolana sufrió el brutal impacto de la sublevación sin que pudiese reconocer claramente, por detrás de ella, la huella digital del comuno-progresismo. Queda así predispuesta a aceptar drásticas limitaciones de carácter socialista contra la propiedad privada, como medio de evitar la repetición de la crisis. El comuno-progresismo resultó, pues, el principal beneficiado por lo sucedido, con la ventaja inestimable de no haber provocado la reacción que su presencia notoria inevitablemente habría suscitado. Dos meses después Gorbachov visitó Cuba, donde tuvo la desfachatez de advertir que la revolución no debía ser exportada... Durante mayo del mismo año, las luctuosas jornadas de Caracas se reprodujeron en las principales ciudades de Argentina, siendo caracterizadas, igualmente, por la trágica pérdida de vidas humanas, por un cuantioso número de heridos y por saqueos y desórdenes acompañados de olas de rumores amenazadores. Los motines se produjeron como consecuencia del caos financiero y administrativo establecido por la política estatizante y dirigista del saliente Presidente Alfonsín. Pese a la similitud de estas conmociones, la Argentina, a primera vista, parece apartarse del ambiente de confusión que se extiende por Ibero América, en virtud de que el nuevo Jefe de Estado Carlos Saúl Menem —nacido musulmán y que más tarde ingresó en la Iglesia Católica, y en cuyo partido populista cohabitan contradictoriamente tendencias de izquierda y de derecha— ha integrado el nuevo Gobierno con representantes del más genuino capitalismo y de elementos partidistas favorables al neo-liberalismo económico. Así, después del caos en que cayó esta nación en los últimos años, se diría que entra, atendiendo al carácter marcadamente conservador del pueblo argentino, en una nueva etapa con tonalidades de centro-derecha sobre un fondo de ambiguo consenso. ¿Será demasiado rebuscado preguntarse si el socialocomunismo y sus compañeros de viaje intentarán, más tarde o más temprano, que esa situación se revele tan dinámicamente izquierdista cuanto otras? El futuro lo dirá. De todas formas, es innegable que estamos en presencia de un comunismo que maniobra con extrema habilidad dentro de su nueva estrategia. Mientras las mayorías son convidadas al optimismo y a la modorra, quienes pretenden continuar con lucidez y vigilancia la lucha ideológica contra el comunismo y sus compañeros de viaje, encuentran una dificultad cada vez mayor para hacer oír su voz y van siendo colocados en una posición en la que sus adversarios tienen elementos propicios para aislarlos. Tanto más que la estrategia de la sonrisa comunista tuvo como respuesta, por parte de las grandes potencias capitalistas, la política de distensión con los regímenes marxistas la cual, a partir del espectacular viaje del Presidente Nixon a Pequín en 1972, adquirió envergadura mundial. En el ámbito iberoamericano, fue el Presidente argentino, General Lanusse, quien anunció, ya en 1971, la caída de las barreras ideológicas entre los países comunistas y no comunistas, al recibir en Salta al jefe marxista del Estado chileno Salvador Allende. Quedaron entonces creadas las circunstancias ideales para la muerte lenta por asfixia del anticomunismo. Es en esta atmósfera artificialmente enrarecida en la que hoy desarrollan su lucha contra el socialocomunismo las Sociedades de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad, nacidas a partir de la década del 60 inspiradas en el pensamiento y en la acción del intelectual y batallador católico brasileño Profesor Plinio Corrêa de Oliveira. Entidades autónomas y cohermanas, las TFPs constituyen en su conjunto el mayor movimiento cívico-cultural anticomunista de inspiración católica del mundo. Teniendo una visión clara del panorama aquí descrito, ellas levantan, en 15 naciones de Occidente, el estandarte rubro y dorado con el león rampante y el lema Tradición, Familia y Propiedad para denunciar que el comunismo no cesó de existir y que, muy por el contrario, aunque parezca evaporarse, está en vías de consumar la conquista final de Occidente. El curso de los acontecimientos en el momento de salir a luz el presente libro es tal, que, si no existiese esa voz de alerta que resuena en el silencio casi generalizado, podría temerse que, a escala mundial, el anticomunismo militante en breve plazo entrase en estado de agonía en la mayor parte de los países. Las TFPs tienen entera conciencia de que, en este cuadro, enfrentan una dificultad particularmente grave para ellas en la lucha ideológica en que están empeñadas: las posiciones que defienden las fundamentan en las enseñanzas tradicionales de los Romanos Pontífices, mientras la llamada izquierda católica, con obispos y sacerdotes a la vanguardia, trabaja incesantemente en nuestros días para dar a entender que el comunismo no representa una amenaza para la Iglesia, ni es adversario del recto y justo orden temporal. Trabajo que, además de dificultar la lucha de quien se opone al marxismo en nombre de la Fe, constituye una poderosa contribución para el éxito de la estrategia de adormecimiento llevada a cabo desde Moscú o Pequín. Pero este obstáculo no arredra a las TFPs. Ellas están dispuestas a permanecer en la liza, respetando siempre las leyes de Dios y de los hombres y enfrentando todas las adversidades. Por eso, no han vacilado en denunciar públicamente en sus respectivas patrias —con toda la veneración y el respeto que el Derecho Canónico preceptúa a los fieles— la contradicción existente entre la doctrina católica tradicional de la Iglesia y la actuación de eclesiásticos y laicos en favor del socialocomunismo. En este penoso deber, las entidades han llegado incluso a declarar oficialmente su estado de resistencia a la política de distensión con los gobiernos comunistas, inaugurada por el Vaticano bajo el Pontificado de Pablo VI. En el manifiesto titulado La política de distensión del Vaticano con los gobiernos comunistas —Para las TFPs: ¿cesar la lucha o resistir?, publicado en grandes cotidianos de 11 países, las TFPs hacían ver que si bien es cierto que la referida política vaticana se sitúa no en el plano doctrinal sino en el diplomático, en la práctica tiene el efecto de inducir a los fieles a cesar la lucha anticomunista. En el mismo documento, las TFPs demuestran la legitimidad —hasta ahora no discutida por ninguna autoridad eclesiástica— de la posición de filial y respetuosa resistencia asumida ante dicha orientación diplomático-política (1). Una resistencia no para contestar sino para conservar la fidelidad. Una fidelidad que mantienen incólume en la hora en que tantos claudican y dicen que ya no es posible reaccionar porque las barreras psicológicas e ideológicas contra el comunismo fueron derribadas. "El vínculo de la obediencia al Sucesor de Pedro, que jamás romperemos —dice la citada declaración— que amamos desde lo más profundo de nuestra alma, al cual tributamos lo mejor de nuestro amor, a ese vínculo nosotros lo besamos en el momento mismo en que, triturados por el dolor, afirmamos nuestra posición. Y de rodillas, contemplando con veneración la figura de S. S. el Papa Paulo VI, nosotros le manifestamos toda nuestra fidelidad. En este acto filial, decimos al Pastor de los Pastores: nuestra alma es Vuestra, nuestra vida es Vuestra. Mandadnos lo que queráis. Sólo no nos mandéis que crucemos los brazos ante el lobo rojo que ataca. A esto nuestra conciencia se opone". Las TFPs persisten en su convocatoria a la opinión pública para que mantenga las barreras ideológicas firmes allí donde no cayeron y las levante donde se desplomaron. Ufano de su pasado de luchas, sumariamente registrado en estas páginas, el estandarte del león dorado continúa desplegado. A su alrededor se reúnen intelectuales, hombres de acción y jóvenes de todas las clases sociales decididos a permanecer católicos, apostólicos, romanos y a proclamar, confiantes en la celestial protección de la Santísima Virgen María, lo que nadie osa proclamar en estos días: Somos los heraldos de las verdades olvidadas, a veces culpablemente olvidadas, a veces dolosamente olvidadas; y lo seguiremos siendo aún bajo la metralla de las injurias y de las calumnias, aún bajo el cerco de las campañas de silencio, aún enfrentando los aislamientos y los abandonos cobardes. Al narrar aquí la historia de las TFPs nos honramos de presentar al lector, en primer lugar, la biografía de Plinio Corrêa de Oliveira. Desde muy joven fiel luchador por la Cristiandad, prosigue batallando en medio de la atmósfera ideológica enrarecida de hoy. Su vida es una obra o mejor una gesta: la Cruzada del siglo XX. Este libro es único por el número y la variedad de los datos que contiene sobre la acción de las 15 TFPs. Para buen orden de la exposición y comodidad del lector, el contenido fue distribuido en tres partes por la Comisión de Estudios que lo elaboró: la primera engloba la vida del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira y la historia de la primera TFP, que es la brasileña; a continuación vienen las reseñas de actividades de las otras TFPs, presentadas en orden cronológico de fundación, y, por último, las acciones conjuntas de las TFPs en el ámbito internacional. Los autores lo ofrecen cordialmente a la creciente legión de corresponsales, simpatizantes y amigos de esas Sociedades que se va extendiendo por los cinco continentes. Lo ofrecen al incontable número de personal con las que han tomado contacto en sus campañas o a través de sus publicaciones, desde Punta Arenas y Ushuaia, en el extremo austral, hasta Edmonton, próximo al Círculo Ártico, desde Sydney o Auckland hasta París, pasando por las grandes capitales e innumerables ciudades y pueblos del Mundo Libre. Y movidos por el espíritu de noble desafío cristiano que no excluye el sano diálogo ni la polémica a nivel doctrinal, presentamos también esta obra a los adversarios y detractores de las TFPs. No entramos, pues, en el campo al cual dichos adversarios se han complacido en bajar: el de las meras difamaciones personales. Arena, por lo demás, en donde las TFPs solo han estado presentes para defenderse y nunca para pagar una injuria con otra.
(1) Ver Parte III: Ante la Ostpolitik vaticana, para las TFPs: ¿cesar la lucha o resistir? |