Para el perfeccionamiento de una sociedad, es necesario
que sus miembros, bajo el influjo de la gracia divina y
de la moral católica, unan sus cualidades personales a
las dotes y caracteres recibidos por herencia
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Viena desde el
Belvedere, Bernardo Bellotto, 1758 |
Pío XII define la herencia como "el paso a lo largo de
una estirpe, perpetuándose de generación en generación,
de un rico conjunto de bienes materiales y espirituales,
la continuidad de un mismo tipo físico y moral que se
conserva de padre a hijo, la tradición que a través de
los siglos une a los miembros de una misma familia"
(Alocución del 5 de enero de 1941).
Por lo tanto, la familia no es apenas un grupo de
personas que está reunido en determinada época, pero que
tiene una continuidad histórica, perpetuándose de padres
a hijos. Es necesario que esa continuidad de la familia
se manifieste y produzca sus efectos, no apenas en el
espacio, sino también en el tiempo.Pío XII también señala que
esa herencia es algo grande y
misterioso. Pero no por el hecho de ser misteriosa y
compleja deja de existir. Es necesario tomarla en
consideración, pues, de lo contrario ella se venga, por
así decir, produciendo efectos nocivos y no los
beneficios que normalmente debe originar.
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Francisco José I, emperador de
Austria y rey de Hungría
(1830- 1916). El penúltimo soberano de la dinastía de
los Habsburgo subió al trono en 1848, manifestando
durante su largo reinado cualidades de cuño político,
características de su familia. |
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Así, cuando una familia tiene una responsabilidad que
debe desempeñar correctamente según las leyes de la
herencia, y ella no toma debidamente en cuenta esas
leyes, educando mal a sus hijos culpablemente, la propia
herencia se venga, haciendo con que ciertas taras y
ciertos vicios se vuelvan hereditarios. Dios retrae las
gracias extraordinarias y exuberantes que a aquella
familia le daría, en caso de que cumpliera bien su
vocación, dejando que la herencia prolongue sus
defectos.Actualmente los gobiernos y la sociedad casi no toman en
consideración la herencia. Así, el legado de los
patrimonios está siendo cada vez más combatido. Esto se
hace por medio de pesados impuestos a la transmisión de
la propiedad, no sólo por herencia sino también entre
personas vivas.
Por otra parte, Pío XII declara que de nada sirve
combatir la transmisión de caracteres hereditarios de
padre a hijo. Pues existe un legado de talentos, de
índole personal, de aptitudes que se transmiten
independientemente de la legislación civil.Lo cual hace que, por ejemplo, una familia produzca una
serie de diplomáticos, otra una serie de almirantes y
otra una serie de administradores. Para una nación es un
bien que exista un rico acervo de cualidades materiales
y espirituales, de dones y talentos, que pueden pasar de
padres a hijos, de generación en generación.
Esa fusión es un trabajo que la persona, bajo el soplo
de la gracia de Dios y de la moral católica, realiza
instintivamente muy bien, aumentando la riqueza
espiritual y cultural de su familia. Pues quien hace
esto como debe, transmite a sus hijos en grado mayor
aquello que él mismo recibió de sus padres. Así es como
una familia puede ir creciendo, a lo largo de los
siglos, en virtudes y aptitudes naturales.Cuando la institución de la familia anda mal, ello puede
ser un factor de perdición para toda la sociedad. En una
época en que las familias están profundamente
impregnadas de espíritu revolucionario, cada generación
transmite a la siguiente una carga revolucionaria aún
mayor que la recibida, lo que convierte a la familia en
un poderoso factor de progreso del mal. Y la familia se
transforma en una esclava de la moda, obedeciendo a la
tiranía de aquellos que la dictan.
Transmisión hereditaria de las cualidades y del mérito
como patrimonio familiarLa transmisión hereditaria del estatus social a través
de la familia es un hecho constatado y estudiado por
muchos sociólogos.
Además del estatus, las cualidades también pueden ser
transmitidas por la familia. Cada generación transmite a
la siguiente sus propios valores morales y culturales,
lo que convierte a cada una de las generaciones en apta
para imponerse por su propia capacidad.
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Retrato de la familia Mozart, Johann Nepomuk della Croce,
1780 – Mozarteum, Salzburg (Austria). Wolfgang Amadeus
Mozart, al centro, con su hermana María Anna y su padre
Leopold. El cuadro central es de su madre que murió en
1778. En la familia Mozart fue notoria la hereditariedad
de cualidades musicales. |
La transmisión hereditaria del mérito, no obstante,
aunque está íntimamente relacionada con la de las
cualidades, ha recibido escasa atención y a muchos les
puede parecer extraña.
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Rodolfo I de Habsburgo (1218-1291) – Lápida funeraria,
Catedral de Espira. Este soberano del Sacro Imperio
Romano Germánico fue el monarca que dio comienzo a la
dinastía de los Habsburgo, cuyas dotes políticas se
hicieron patentes en varias generaciones a través de los
siglos. |
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Para una mentalidad democrática, que sólo reconoce la
recompensa debida al mérito personal, la transmisión
hereditaria del mérito sería una de las grandes
injusticias de un régimen aristocrático, en que muchos
nacen ya en una situación ventajosa, o sea, con un
estatus social y económico heredado de sus antepasados.
Sin embargo, si muchos niegan que el mérito pueda ser
heredado, muchos también juzgan razonable que la
gratitud pueda manifestarse, no apenas directamente en
la persona del benefactor sino también en sus
descendientes.Así, cuando alguien recibe de otro un gran favor, puede
retribuirlo a modo de beneficio al hijo del benefactor.
Por ejemplo, si un hombre recibe de otro un auxilio para
ayudarlo a salir de una situación difícil, una vez que
ésta haya sido superada, el beneficiado puede
perfectamente manifestar su gratitud en la persona del
hijo del benefactor. Y nadie, o casi nadie, juzgaría
extraña o injusta esta forma de manifestar la gratitud.
Por lo tanto, según el sentido común de todas las
épocas, se puede retribuir en la persona del hijo una
gratitud debida al padre.
Esto se debe al principio de que todo el patrimonio del
padre es hereditario, incluso el patrimonio moral, o
sea, la gratitud a la que tiene derecho debido a los
favores y atenciones que hizo a diversas personas o al
Estado.El padre ama en el hijo lo que sería la proyección de su
propia personalidad. De manera que él considera como un
bien hecho a sí mismo el bien hecho al hijo. Así,
manifestar la gratitud debida al padre en la persona del
hijo es reconocer en éste un prolongamiento del padre,
una continuidad hereditaria entre padre e hijo.
Esto que sucede entre dos personas, puede darse también
entre un individuo y el Estado, siendo éste el
beneficiario de la acción meritoria y aquél el
benefactor. Por ejemplo, un padre que prestó insignes
servicios a un rey, quedó como acreedor del afecto de
ese rey, por lo tanto de un bien puramente moral, no
cuantificable en términos materiales. Pero como quedó
acreedor del afecto, lo quedó también del beneficio que
el rey debe conceder a los hijos a falta del padre.Debemos añadir que la legitimidad de que los
descendientes sean acreedores del mérito o de la
gratitud debida a sus antepasados es sancionada por el
propio Dios, en diversos trechos de la Sagrada
Escritura. Pues es sabido que muchas veces Él perdonó
castigos o concedió favores al pueblo elegido, en
atención a los méritos de sus grandes figuras, como
Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David y otros (cf. Ecli
44, 1, 13, 20-24).
Papas y santos constataron y ratificaron también la
transmisión de los méritos y de las cualidades de los
antepasados a sus descendientes. En sus alocuciones al
Patriciado y a la Nobleza romana, o a la Guardia Noble
Pontificia, más de una vez Pío XII se refiere a ello.
Dos significativos ejemplos históricos
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William Penn |
En la historia colonial de los Estados Unidos, el
reconocimiento de la transmisión de méritos y cualidades
de los antepasados a sus descendientes se manifestó
cuando William Penn recibió del rey Carlos II de
Inglaterra, los territorios donde actualmente se ubican
los estados de Pennsylvania y Delaware, en
agradecimiento por los servicios que el padre de Penn
había prestado a la dinastía de los Estuardo.
Como narra el historiador George Tindall, "después de la
muerte de su padre, Penn heredó la amistad de los
Estuardo y un sustancioso patrimonio, inclusive el
derecho a la devolución de un considerable préstamo que
su padre había hecho a la Corona. […] En 1681 recibió de
Carlos II los derechos de donatario sobre una extensa
área de Norteamérica. La tierra fue denominada
Pennsylvania, por insistencia del rey, en honra al padre
de William Penn" (GEORGE TINDALL, America: A Narrative
History, W.W. Norton, Nueva York, 1984, t. I, p.78).
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Otro caso hermoso y ejemplar de tal forma de herencia
ocurrió durante la guerra civil española, según lo
comentó el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira:
"Durante la revolución española los comunistas
sacrificaron centenas de vidas, entre las cuales las
vidas sagradas de numerosos sacerdotes. La violación de
tales derechos fundamentales no movió a las cancillerías
americanas a ninguna actitud. Pero cuando los comunistas
quisieron fusilar al duque de Veragua, último
descendiente de Cristóbal Colón, todas las repúblicas
americanas (bien lejos de toda sospecha, como
repúblicas, de prejuicios aristocráticos) protestaron.
¿Por qué? Porque el hecho de alguien ser descendiente de
Colón es un título por el cual, a los ojos de las
repúblicas americanas, su derecho a la vida es más
sagrado" (O Legionário, 15-9-1946).
El pedido fue acogido y el gobierno español, aunque
comunista, liberó al duque. Este hecho es un
reconocimiento de que la gratitud puede ser manifestada
en un descendiente de aquel que tuvo el mérito.
En el mismo artículo de
O Legionário, el Prof. Plinio
Corrêa de Oliveira relata también que, en los Estados
Unidos, todos los descendientes del marqués de Lafayette,
el militar francés que luchó por la independencia de
aquel país, aunque hayan nacido en otros países, tienen
ciudadanía honoraria americana, con la protección y los
beneficios de ello derivados, como reconocimiento por
los méritos que su antepasado adquirió ante la nación.
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NOTAS
[1] Excerta
de comentarios
del autor a su obra Nobleza
y élites tradicionales análogas en las alocuciones de
Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana ( Ed. Fernando III
el Santo, Madrid, 1993) a
socios y cooperantes de la TFP en 18-11-1992 en São
Paulo. Resumen y adaptación para publicación por la
revista
"Catolicismo" N°
569, Mayo de 1998. Traducción al
español por
"El
Perú necesita de Fátima - Tesoros de la Fe"
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