|
Rezando
antes de la comida - Franz von
Defregger |
“Pueblo y multitud amorfa o, como suele
decirse, masa, son dos conceptos diferentes. El
pueblo vive y se mueve por vida propia; la masa
es de por sí inerte y no puede ser movida sino
desde fuera. El pueblo vive de la plenitud de
vida de los hombres que lo componen, cada uno de
los cuales —en su propio puesto y a su manera—
es una persona consciente de sus propias
responsabilidades y convicciones. La masa, por
el contrario, espera el impulso del exterior,
fácil juguete en las manos de cualquiera que
sepa manejar sus instintos o sus impresiones,
pronta para seguir alternadamente hoy esta
bandera, mañana aquella otra”
[2] |
Las desigualdades justas y proporcionadas parten
de una igualdad fundamental que existe entre
todos los hombres; negarla es favorecer una
desigualdad desproporcionada, o sea, una
desigualdad injusta.
Un mensaje encontrado en las pirámides y escrito
probablemente por algún agente comercial del
antiguo Egipto al Faraón, decía: “Oh Faraón, soy
indigno de besar tus pies, de besar las patas de
los caballos que montas, beso apenas el polvo
donde pisaron las patas de tus caballos”.
Que un hombre se coloque por debajo de un
caballo, como indigno de besar la pata del
animal, porque fue montado por otro hombre, es
una exageración, un delirio que niega una
igualdad fundamental que existe entre los
hombres, y a partir de la cual surgen las
desigualdades naturales. Llegar a ese punto de
locura es promover una desigualdad injusta y
desproporcionada, porque está fuera de la
proporción que debe haber entre los hombres en
virtud de esa igualdad fundamental.
Debemos apartar desde luego la idea de que,
porque somos favorables a las desigualdades,
somos favorables a toda y cualquier desigualdad,
ignorando la igualdad que proviene de la propia
condición humana, tan claramente presente en el
Evangelio y en toda la doctrina católica.
La masa es la enemiga capital de la verdadera
democracia
|
Unos niños juegan alegremente al aire libre; los
menores miran con atención; al lado una niña
pinta, mientras que una persona mayor los
observa: no dependen de la televisión. El Torneo, Ralph Hedley, 1898. |
|
"En contraste con este cuadro del ideal
democrático de libertad y de igualdad en un
pueblo gobernado por manos honradas y
previsoras, ¡qué espectáculo ofrece un Estado
democrático abandonado al arbitrio de la masa!
“La libertad, en cuanto deber moral de la
persona, se transforma en una pretensión
tiránica de dar libre desahogo a los impulsos y
a los apetitos humanos, con perjuicio de los
demás. “La igualdad degenera en una nivelación
mecánica, en una uniformidad monocroma; el
sentimiento del verdadero honor, la actividad
personal, el respeto a la tradición, la dignidad,
en una palabra, todo aquello que da a la vida su
valor, poco a poco se hunde y desaparece.
Solamente sobreviven, por una parte, las víctimas
engañadas por la llamativa fascinación de la
democracia, confundida ingenuamente con el
propio espíritu de la democracia, con la
libertad y la igualdad; y, por otra parte, los
explotadores más o menos numerosos que han
sabido, mediante la fuerza del dinero o de la
organización, asegurarse sobre los demás una
posición privilegiada o el propio poder”
[3].
Ejemplos de la vida del pueblo
Hubo un tiempo, y no estamos tan distantes de él,
en que el proceso de masificación había
alcanzado mucho menos a las pequeñas ciudades
del interior que a los centros poblados. La gran
prensa, la radio, y más próxima a nosotros, la
televisión, influían menos en las ciudades
pequeñas del interior que en las grandes
metrópolis.
|
Almas misericordiosas
- Franz von Defregger |
|
Estas ciudades pequeñas formaban su opinión, en
parte, aún basados en los principios heredados
de la tradición católica. También la formaban en
función de los acontecimientos que allí ocurrían,
de las opiniones y de las actitudes de personas
que, por una u otra razón, tenían más influencia
sobre aquella población. Todo esto producía como
efecto una cierta resultante, que era el modo de
pensar común de la mayoría.
Otro ambiente en que muchas veces se notaban las
características de un pueblo eran los ambientes
de los inmigrantes que llegaron a Sudamérica a
fines del siglo XIX y comienzos del XX. Ellos
traían costumbres y hábitos de las aldeas de
donde provenían. Era gente que tenía una opinión.
El jefe de familia tenía una opinión que los
otros analizaban con cuidado, pero que no era
necesariamente seguida. Con naturalidad, cada
uno formaba su convicción; podía incluso salir
una discusión, muchas veces sobre la política de
la tierra natal, a propósito de cartas recibidas
de allá. La discusión, en algunos casos, era un
tanto teatral, pero a nadie le sorprendía y
presentaba un aspecto muy pintoresco.
Tal vida orgánica que aún existía en la ciudad
pequeña y entre los inmigrantes era propia del
pueblo. Ésta es una base sana de vida social. La
vida propia de la nobleza y de las élites
tradicionales es semejante a ella, aunque con
una nota de mayor elevación y con una cultura y
educación más refinadas. El conjunto armónico de
la vida en todos estos grupos forma una nación
que tiene expresión y sustancia, y no es un mero
aglomerado de seres humanos.
Ejemplos de vida masificada
Cuando se establecía en una ciudad pequeña el
dominio de los grandes medios de comunicación,
esto solía crear una tal influencia sobre el
pueblo, que éste quedaba inhibido en su
saludable capacidad de reflexionar y de tener
una opinión propia e inconfundible. Tendía a ser
masa.
|
Manifestación en Bakú, Azerbaiyán, durante la
dominación comunista: las masa se vuelven presas
fáciles del totalitarismo |
|
La masa no tiene la iniciativa de pensar, queda
a la espera de la publicidad escrita o hablada,
y piensa de acuerdo con lo que ella determina.
Por ahí se puede apreciar el prestigio que
tuvieron los grandes periódicos, hoy por lo
demás decreciente, no por la retracción del
proceso de masificación sino por otros hechos,
sobre los cuales no es el caso de extenderme
aquí.
Me acuerdo del ambiente de masa existente
décadas atrás en una repartición pública el día
de pago. A cierta hora se veía entrar una fila
de funcionarias, que se colocaban detrás de las
ventanillas, y con un mismo gesto —que no era
comandado, pero era automático— abrían al mismo
tiempo las ventanillas, haciendo el mismo ruido.
En seguida cogían fajos de billetes sujetados
con un elástico, retiraban los elásticos,
mojaban los dedos en una esponja, y todas, con
los mismos gestos, comenzaban a pagar.
Allí no se hablaba, casi no había convivencia
humana, quien pagaba y quien recibía tenía la
misma expresión de automatismo. No se percibía
al pueblo, era una relación masificada.
Sin la influencia de la prensa hablada o
escrita, con personas acostumbradas a
reflexionar y a forjarse una convicción propia,
la vida entraría hasta en esa relación de
ventanilla, porque entraría a propósito de todo.
Donde la vida es sorbida por determinados
instrumentos—en el caso que estamos
considerando, el uso abusivo de los medios de
comunicación— el bien común recibe un golpe del
cual resulta una herida que muy difícilmente
tiene curación.
La democracia de pueblo y la democracia de masa
Uno de los puntos importantes de la doctrina
social de la Iglesia es que las desigualdades
justas, basadas en la virtud, en la cultura, en
la condición social, en las riquezas, deben
existir en una verdadera democracia.
Los revolucionarios hicieron indebidamente del
término democracia una especie de
palabra-talismán, cuyo mero enunciado despierta
una constelación de conceptos aparentemente
afines, como laicismo, igualdad total y
compulsiva y libertad sin límites. En esa
democracia, la igualdad pasará a coartar el
desarrollo del pueblo y la libertad, al
degenerar en libertinaje, hará casi compulsivo
el recurso a medidas violentas de fuerza. Esta
sería la democracia de masas.
|
La Visita, Franz von Defregger, 1875. Esta
pintura retrata las cualidades de alma del
pueblo del Tirol, en Áustria.
|
|
No es ése el concepto de democracia invariable
en la doctrina social de la Iglesia. Él toma en
cuenta las diferencias naturales existentes
entre los hombres. En esta democracia el pueblo
tiene las condiciones para desarrollar la
riqueza exuberante de sus múltiples y variadas
dotes. Ella comporta la existencia de la nobleza
y de las élites tradicionales, expresión
perfeccionada de la propia índole del pueblo.
Ésta sería la democracia de pueblo.
Es conveniente recordar que la Providencia
Divina creó la naturaleza humana con una riqueza
inconmensurable de posibilidades e imprimió en
ella una ley, la ley natural. El florecimiento
intenso y legítimo de tales riquezas rumbo a su
perfección da origen a sociedades y condiciones
muy diversas, que no es lícito reprimir, bajo
pena de inhibir el progreso humano saludable. El
respeto y la honra debidas a cada persona,
incluso a la más modesta, se relaciona con la
situación que ella tiene en este inmenso tejido
social, en último análisis, deseado por Dios.
La sociedad de masas no toma en cuenta tales
situaciones, las nivela mecánicamente. En ella,
la libertad se transforma, como dice Pío XII, en
una pretensión tiránica de dar libre desahogo a
los impulsos. La igualdad mecánica atrofia el
legítimo florecimiento de las desigualdades
accidentales entre los hombres. Es hacia donde,
lamentablemente, caminan los Estados
contemporáneos, cuyo electorado ya tiene tantas
características de masa.
Tal situación proviene de la adopción de
errados
conceptos sobre democracia, libertad, igualdad,
fraternidad. Mientras ellos tengan vigencia, no
es posible encontrar una solución para los
problemas sociales, políticos y económicos de
nuestros países.
En estos principios de Pío XII sobre pueblo y
masa, enunciados en el Radiomensaje de Navidad
de 1944, se fundan ampliamente las enseñanzas
del Pontífice contenidas en las alocuciones al
Patriciado y a la Nobleza romana. Con base en
ellos, se vuelve clara la alta misión que tienen
la nobleza y las élites tradicionales en la vida
de los Estados, incluso en nuestros días, sean
ellos monárquicos, aristocráticos o
democráticos.
NOTAS
[1] Comentarios del autor a su obra
Nobleza y élites tradicionales análogas en las alocuciones
de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana
a socios y cooperantes de la TFP en 9-11-1992
en São Paulo. Resumen y adaptación para
publicación por la revista "Catolicismo"
N°
543, marzo de 1996.
Traducción al español por "El
Perú necesita de Fátima - Tesoros de la Fe"
[2]
PÍO XII, Radiomensaje de Navidad de 1944, in PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA,
Nobleza y élites tradicionales análogas en las alocuciones
de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana, Ed.
Fernando III el Santo, Madrid, 1993, p. 47-48.
[3]
Ídem., p. 48-49. |