¡Qué
contraste! Él, condenado, era juez de ese
riguroso castigo. Jesús, derrotado en las
apariencias, es verdaderamente el vencedor.
La cruz es el árbol de la derrota, de la
infamia y del dolor. Sin embargo, es el leño
de la gloria. |
Y el que es
aplastado con la cruz, vence. En cambio, quien venza sin
la cruz es un perdedor. Seis días antes, desde lo alto
del Monte de los Olivos, Jesús derramó lágrimas sobre
Jerusalén y profetizó su ruina.
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Ssmo. Cristo de las Tres Caídas
Hermandad Sacramental
Esperanza de Triana |
Entonces anunció solemnemente la
reprobación y la terrible catástrofe que, unos 40 años
después, habría arrasado la capital judía. Los escribas,
cuando oyeron esa profecía, debieron temblar de miedo.
Sin embargo, cegados y endurecidos como demonios, se
irritaron por las amenazas que el condenado osaba
pronunciar contra la ciudad santa. Y los torturadores,
incitados por ellos, redoblaron los golpes con los que
lo herían, a tal punto que cayó por tercera vez sobre
las piedras del sendero, antes de llegar a la cima de la
colina.
Lo levantaron casi sin vida y lo
arrastraron al lugar del tormento…
En ese momento, la multitud que
afluía de todos lados se reunía alrededor de la montaña,
para saborear los últimos tormentos de los condenados y
aplaudir la muerte del Mesías. Está a punto de sonar el
mediodía. El momento es solemne como ningún otro en la
historia de la humanidad: la gran tragedia, a la que
asisten los ángeles, los hombres y los demonios, la
tragedia del Hombre-Dios, ha llegado a su punto máximo.
Jesús sufrió todo
esto y murió por la salvación de los hombres. Por mi
salvación, por tu salvación, lector, lectora. ¿Qué
hacemos para corresponder a este inmenso beneficio y no
apoyar a aquellos que crucifican al Hijo de Dios?
NOTAS
Excerpta de
conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a socios
y cooperantes de la TFP en 11 de abril de 1992.
Traducción y adaptación por "Acción
Familia". |