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Sainte Chapelle
de París, construida bajo el reinado de san
Luis IX (siglo XIII) junto al Palacio de la
Ciudad, hoy Palacio de Justicia, para
albergar dos preciosas reliquias de la
Pasión de Cristo, la Corona de Espinas y un
trozo de la verdadera Cruz, traídas de
Constantinopla por el santo monarca. Obra
del arquitecto Pierre de Montereau o de
Montreuil, está dividida en dos pisos:
capilla alta, destinada a recibir las
reliquias; capilla baja o cripta, reservada
para acoger las sepulturas de dignatarios
eclesiásticos. |
Años
atrás, cuando visité la Sainte Chapelle (Santa Capilla)
por primera vez, pensé que esta parte baja fuese la
capilla principal. Me pareció tan bonita que, al verla,
solté una exclamación; lo cual, para mi, tiene mucho
significado, porque no soy muy exclamativo. ¡Quedé
encantado! Sin embargo, me indicaron que debía subir
enseguida, porque el flujo de los visitantes estaba
aumentando y la capilla quedaba arriba, siendo que aquel
piso inferior estaba destinado a la servidumbre.
Como los habitantes del palacio real eran muy
numerosos y al rey (san Luis) le gustaba asistir al
Santo Sacrificio con todos juntos, se celebraba una misa
abajo y otra arriba. Como la parte superior no tenía
capacidad para todos, la servidumbre permanecía abajo.
Arriba se instalaba el soberano con su corte.
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*
Llamo la atención, en primer lugar, para el siguiente
aspecto: hay algo en las proporciones de esta parte baja
de la capilla, completamente diferente de lo que estamos
habituados a ver en esa materia en las iglesias. Hay una
proporción especial para quien reza: sentirse en un
ambiente muy elevado y al mismo tiempo muy íntimo. La
persona se siente como que recibida por Dios en su
gabinete personal, en su sala más interna. En una
perspectiva que concilia la elevación con la intimidad.
¿Cómo se consigue eso?
De la siguiente manera: las columnas son gráciles,
son tenues; no son columnas fuertes, pesadas; pero todas
ellas se abren como si fueran palmeras cuyas hojas se
unen en el techo. Y se abren de un modo tan armonioso,
tan gradual, tan perfecto, que se tiene una cierta
impresión de que ellas se quedan allá en lo alto, en el
techo, en el punto donde se unen… y que, al mismo
tiempo, ese punto muy alto está al alcance de quien lo
contempla, por donde se siente misteriosamente elevado.
En la intimidad, se tiene la impresión de gran
elevación; y, en la elevación, se tiene la impresión de
gran intimidad. El hombre mide toda la grandeza de Dios,
pero, concomitantemente, se siente elevado hasta el
Creador. Afectuosa y cariñosamente elevado hasta Dios.
* *
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Las ojivas ejercen su incomparable fascinación sobre
los espíritus. Vemos cómo la ojiva es un ornamento
bello, y cómo el juego de ojivas es más bonito que el de
cada ojiva en particular.
La Sagrada Escritura dice que Dios, cuando creó el
universo, reposó el séptimo día, considerando la obra
que había hecho. Y le quedó patente que cada cosa era
bella, pero que el conjunto era más hermoso que cada
parte. En la Sainte Chapelle encontramos eso: todas esas
columnas son bonitas, las pinturas acentúan tal belleza,
los vitrales, etc. Sin embargo, el conjunto es mucho más
bello.
[*] Traducción y adaptación de
"El
Perú necesita de Fátima" - Tesoros de la fe -
Publicado originalmente, en portugués, en
"Catolicismo" nº
629, Maio de 2003. |