La
complementariedad del amor paterno y materno
son la base del buen orden en la familia - Franz von
Defregger - Klagenfurt
En la familia, el padre representaría más la
Providencia ‒vamos a dejar, por lo tanto, el
lado castigo, el lado sombra‒ el padre
representa más la previdencia; representa
más la vigilancia contra el enemigo externo;
representa más la amplia visión, el espíritu
arquitectónico; mientras la madre representa
más el cariño, el afecto, el bienestar del
individuo en la situación creada por el
padre.
Sin embargo, la civilización cristiana
engendró un tipo de cortesía en el que la
mujer pasa siempre delante del hombre.
Esto se debe a que la
mujer es el símbolo de unos tantos valores
muy elevados,
que fácilmente la
brutalidad masculina masacra. Y que, por
otro, lado fácilmente deslumbran al hombre.
De manera que ella debe tener una
precedencia con relación al hombre, como el
individuo coloca ante sí el símbolo de
valores que admira; así como el hombre
coloca una bandera delante de sí.Aquí hay una cosa muy delicada.
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Maria Teresa retratada a la edad
de unos 40 años. En el cojín a
su lado las coronas símbolos de
sus títulos más importantes: en
primer plano, la corona húngara
de San Esteban, atrás la corona
Bohemia de San Venceslau
y el gorro de Archiduque austríaco. Escondida al fondo la
corona de la casa Rudolfiniana. |
Por ejemplo, la Emperatriz María Teresa era
una mujer en su esplendor. Porque ella era
enteramente una mujer, pero tenía ciertos
lados de alma varoniles. Era la mujer fuerte
del Evangelio.
María Teresa era más mamá con los hijos que
con las hijas. Ella era madre con los hijos,
y era más padre con las hijas. Lo que por
cierto es correcto, porque le competía dar
una educación a las hijas con una cierta
firmeza.
También, cuando murió Santa Teresa de Jesús,
alguien dijo: murió un gran hombre, la monja
Teresa de Jesús.Un hombre, que en su esplendor es un gran
hombre, tiene algunos rasgos maternos. Sin
que la mujer quede hombruna, lo que es
monstruoso; y sin que el hombre quede un
afeminado.
Comprendemos así cómo el orden creado por
Dios es a la vez sumamente rectilíneo y
sumamente en zigzag. Y esas atribuciones
como que se intercambian, de manera que la
madre es el padre de las hijas y el padre es
madre de las hijas, cada uno a su modo es
padre y madre.
El primogénito por ejemplo es de algún modo
completamente hermano de sus hermanos, es el
hermano por excelencia. Pero por un lado él
es un poco padre.Y la hermana mayor tiene que ser medio padre
de las otras.
El proceso de complementación, que es uno de
los elementos indispensables para todo el
buen orden, viene de las contingencias, de
la incapacidad de alguien ser todo. Ese
proceso de complementación rellena el orden
con una realidad y con una perfección, con
una plenitud, que no limita al padre o a la
madre tan sólo en sus características
distintivas.
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La
mujer es el símbolo de unos tantos
valores muy elevados, que fácilmente
la brutalidad masculina masacra |
Un extremo armónico sostiene en el ser al
otro extremo también armónico. Porque, por
ejemplo, una canción que tiene una nota
aguda, supone otra nota del otro extremo.
Entonces el varón por excelencia, tan varón,
que tuvo la varonilidad suma, la más alta
que el hombre pueda tener, Nuestro Señor
Jesucristo, fue el varón de dolores. Él es
como el sol que nació de las aguas de la
Virgen, completamente femenina. Entonces
también esta armonía hombre-mujer necesitaba
ser vista allí, sin lo que no podría ser
adecuadamente vista. Los Evangelios nos
relatan varias ocasiones en las que Nuestro
Señor muestra una ternura casi materna.
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas y apedreas a los que te son
enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus
hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a
los polluelos, y tú no quisiste!” (San
Lucas,13, 34-35)En el orden del universo no todo podría
reducirse a una maternidad. Porque hay algo,
cualquier forma súper excelente de
perfección moral inherente a la paternidad y
que debería dar su colorido también al orden
del universo.
NOTAS:
[1]
Traducción y adaptación de conferencia del Prof. Plinio Corrêa
de Oliveira a socios y cooperadores de la TFP en
8 de agosto de
1974, por
"Acción
Familia". |