“Católico
apostólico romano, el autor de este texto se somete con
filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa
Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera
en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y
categóricamente lo rechaza”.
Las palabras “Revolución”
y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el
sentido que se les da en el libro “Revolución
y Contra-Revolución”, cuya primera edición
apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”,
en abril de 1959.
El tipo humano ideal para todas las clases,
la personificación de la perfección, no es
un modelo teórico, sino una realidad
histórica. Es la persona de Nuestro Señor
Jesucristo, el Dios-Hombre
En su camino hacia la perfección, las diferentes
clases desarrollan de forma natural tipos
humanos adecuados a cada una, que se aproximan
gradualmente a un tipo ideal.
Este modelo, el tipo humano ideal para todas las
clases, esta personificación de la perfección,
no es un modelo teórico, sino una realidad
histórica. El tipo humano por excelencia es la
persona de Nuestro Señor Jesucristo, el
Dios-Hombre. La marcha ascendente de la
humanidad es una marcha hacia Nuestro Señor
Jesucristo, que realizó el tipo humano perfecto
en Su humanidad.
En Nuestro Señor Jesucristo, la perfección de la
naturaleza humana es elevada a un grado superior
a ella misma a través de la Unión Hipostática
con la naturaleza Divina. En Nuestro Señor
Jesucristo todas las virtudes humanas están
presentes armónicamente y de modo supremo. Ellas
construyen unas sobre otras la perfección,
dejando al descubierto, como la pantalla de la
lámpara revela la luz, la Perfección Divina en
sí, el Dios-Hombre.
Una sociedad comprometida con la asimilación de
lo que podría llamarse el tipo humano de Nuestro
Señor Jesucristo crecerá de forma continua hacia
la perfección. En esto radica todo progreso
genuino.
Nuestro Señor es el Alfa y Omega, nuestro
Modelo, nuestra causa ejemplar perfecta.
* * *
Una
sociedad comprometida con la
asimilación del tipo humano de
Nuestro Señor crecerá de forma
continua hacia la perfección
El Salvador unió los dos
extremos del espectro social: los muy pobres y
el trabajador manual por un lado, y el príncipe
real, el hijo de David, por el otro. Pero si la
distancia entre un hombre pobre y un rey es
grande, no es nada en comparación con la que
existe entre la criatura y el Creador, entre el
hombre y Dios. Nuestro Señor salvó esta
distancia. Él era el Dios-Hombre, el Verbo
Encarnado. Cada perfección que existe es un
reflejo de Su Divina Perfección.
Cuanto más nos esforzamos por obedecer e
imitar a Nuestro Señor, cuanto más tratamos de que el
mundo y todos los aspectos de nuestras vidas
sean un reflejo de Su sublimidad, tanto más
avanzamos en el camino de la perfección y virtud
que lleva a Él.
Y como la admiración y el amor es todo lo que se
necesita para que hagamos esto, entonces, con la
ayuda de Su gracia y las oraciones de su Madre
Santísima podemos hacerlo. Y podemos hacerlo,
cualquiera sea nuestra clase social, cualquiera
sea nuestra posición en la vida.