Cuadro de María Auxiliadora
pintado en 1865 por Tomás Andrés Lorenzone (1824-1902), a pedido de Don
Bosco. Se ubica en la Basílica de María
Auxiliadora de Turín, Italia
Objetivos de la institución de la fiesta
de Nuestra Señora María Auxiliadora
La fiesta de Nuestra Señora Auxiliadora fue instituida por Pío
VII por el Decreto de 16 de septiembre de 1816. Esa institución
es la última y de las más afectuosas confirmaciones de la
profecía de la propia Madre de Dios: “Y todas las generaciones
me llamarán bienaventurada”.
La finalidad de la Iglesia, instituyendo esta fiesta, fue
principalmente:
1) celebrar un acontecimiento de los más notables de la historia
del catolicismo, en el que María de un modo patente mostró su
poder; 2) aumentar en los fieles la confianza en María Santísima.
El acontecimiento fue el siguiente: Napoleón, que sólo respetaba
leyes y tradiciones cuando le convenía, detestaba al Papa Pío
VII por haberse negado a declarar inválido el matrimonio de
Jerónimo Bonaparte, legítimamente casado con una protestante,
hija de unos comerciantes de América del Norte.
Sin darse el trabajo de buscar un pretexto plausible, mandó al
general Miollis ocupar Roma en su nombre, declarando: “Siendo
emperador de Roma, exijo la restitución del Estado eclesiástico,
donación de Carlomagno. Declaro finalizado el Imperio de los
Papas”. Pío VII protestó contra esta arbitrariedad inaudita, y
en la noche del 10 al 11 de junio de 1809, aparecía fijada en la
puerta de la basílica de San Pedro la bula de excomunión contra
el usurpador del trono de Francia.
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Pío VII hecho prisionero por el general Radet |
En esa misma noche, a las 2 de la madrugada, el general Radet
forzó el palacio del Quirinal, donde encontró al Sumo Pontífice,
con todos sus ornatos pontificios, sentado en uno de los
inmensos salones del palacio abandonado, teniendo a sus pies al
Cardenal Pacca.
El general Radet, sintiéndose criminal, a pesar de que allí
había ido para arrestar al Santo Padre, dijo con voz temblorosa:
“Me corresponde la ejecución de un orden muy desagradable:
habiendo, sin embargo, prestado juramento de fidelidad y
obediencia a mi emperador, debo cumplirla: en nombre del
emperador os declaro que debéis renunciar al gobierno civil de
Roma y a los Estados eclesiásticos y si a eso os negáis, os
llevaré al general Miollis”.
Pío VII respondió con voz firme y tranquila: “Juzgad de vuestro
deber ejecutar las órdenes del emperador, a quien juraste
fidelidad y obediencia. Debéis comprender de qué modo estamos
obligados a respetar los derechos de la Santa Sede, que a ellos
nos ligamos por tantos juramentos. No podemos renunciar a lo que
no nos pertenece; el poder temporal pertenece a la Iglesia
Católica y nosotros somos sólo su administrador. El emperador
puede descuartizarnos, pero de lo que nos pide nada le daremos”.
Radet condujo al Sumo Pontífice y al Cardenal Pacca a un
carruaje. El calvario del Augusto Anciano, que había empezado
con la invasión de Roma, estaba aún en su inicio. Todas las
personas que rodeaban al Sumo Pontífice, y merecían su
confianza, habían sido apartadas, para que el aislamiento
aumentase aún sus angustias. El Breviario le fue prohibido.
El Viejo Representante de Cristo en la tierra no fue conducido
al general Miollis, pero su prisión rodante tomó el camino de
Francia. A medida que la noticia del paso del Sumo Pontífice se
explayaba, las poblaciones acudían a lanzarse a los pies de Su
Santidad, y Pío VII, por la ventana de su carruaje, bendecía a
los fieles.
La alimentación, sin embargo, de los prisioneros, como los
denominaron los masones de Francia, era tan escasa, que Su
Santidad, debilitado, cayó gravemente enfermo.
Fue durante sus tribulaciones, estando Pío VII moribundo en
Savone, y los enemigos de la Iglesia hablando sobre el último
de los Papas, que fue hecho el voto de Pío VII de coronar
solemnemente a Nuestra Señora.
En 1812 el Papa fue transportado a París, donde sufrió los
mayores vejámenes. Inesperadamente, sin embargo, las cosas
cambiaron. Napoleón perdió la batalla de Leipzig, y tuvo poco
tiempo después que firmar su abdicación en el mismo castillo en
que mantenía prisionero al Sumo Pontífice.
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Retorno de Pío VII a Roma, 24 de mayo de 18144
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Pío VII volvió inmediatamente a Savone, donde, en presencia de
SS. MM. la reina de Etruria y el rey de Cerdeña, y de un número
enorme de cardenales, coronó la imagen de la Madre de
Misericordia, haciendo luego su solemne entrada en Roma,
entusiasmadamente aclamado por la multitud.
Mientras el Papa volvía al pleno goce de sus derechos, Napoleón
esperaba en Santa Helena la hora de rendir cuentas a Aquel que
no se apresura a tomarlas.
Pío VII atribuyó la victoria de la Iglesia sobre las fuerzas de
la Revolución, a la poderosa intercesión de María Santísima. Y a
los católicos, hoy tan perseguidos en tantos países, es prudente
recordar que si aún hay perseguidores vulgares como Napoleón, la
Madre de Dios también sigue siendo la misma dispensadora de
gracias.
Solemne entronización de
la imagen de Nuestra Señora Auxiliadora, en la entonces
sede del Consejo Nacional de la TFP brasileña, y
actualmente sede del Instituto Plinio Corrêa de
Oliveira
María Auxiliadora en su
Basílica de Turín
NOTAS:
[1]
Traducción del artículo
“Nossa
Senhora Auxiliadora”
del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en "Legionario" Nº
349 de 21 de mayo de 1939 . Traducción y
adaptación por
SOCIEDAD ECUATORIANA TRADICIÓN Y ACCIÓN.
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