Este texto es
una aplicación de artículo publicado por el
profesor Plinio Corrêa de Oliveira en la "Folha de S.
Paulo" a la situación actual, sin haber pasado por ninguna
revisión del autor.
Si
el profesor Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros
sin duda pediría que fuera colocada una explícita
mención a su filial disposición de rectificar cualquier
eventual discrepancia en relación al Magisterio
inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con
sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso
estado de espíritu:
“Católico
apostólico romano, el autor de este texto se somete con
filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa
Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera
en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y
categóricamente lo rechaza”.
Las palabras “Revolución”
y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el
sentido que se les da en el libro “Revolución
y Contra-Revolución”, cuya primera edición
apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”,
en abril de 1959.
Es una historia ficticia pero que retrata una realidad
trágica, cuyos frutos estamos comenzando a ver. Son las
ayudas económicas de Estados Unidos a China
«Mi hermano, doctor, vive en una casa pobre, sombría y
destartalada»
En un consultorio psiquiátrico, el médico interroga prolongadamente a
un hombre:
– «¿Vd. insiste, entonces, en que su hermano está loco?»
– «Sí, doctor. Puedo narrarle algunos hechos sintomáticos a ese
respecto». – Y el hombre continúa su cantinela con el médico, que le oye
entre escéptico y aburrido. En cierto momento, el facultativo le
interrumpe:
– «En fin, nada de lo que Vd. me cuenta es concluyente. Algunos
hechos pueden tener una explicación normal. Otros, son un tanto extraños.
Pero, en rigor, pueden ser explicados por cierta tensión nerviosa,
causada, tal vez, por el estado de sus negocios. Nada veo que demuestre
claramente, indiscutiblemente, un estado de desequilibrio.»
El hombre, perplejo, respondió:
– «Doctor, sólo le pido cinco minutos más, para contarle un último
caso». – Y ante el asentimiento del médico, la pequeña narración comenzó.
Póngase el lector en la posición del psiquiatra, y juzgue por sí los
hechos.
* * *
El problema
– «Mi hermano, doctor, vive en una casa pobre, sombría y destartalada,
que es vecina del caserío X, perteneciente al mayor ricachón de la
ciudad.
«Inconsolable por no ser él mismo el ricachón, mi hermano comenzó a
hostilizar a su poderoso vecino. Armó intrigas en su servidumbre.
Después, fomentó una especie de huelga de los criados contra el patrón.
«Este último, no queriendo perder tiempo –time is money– con
cuestioncillas de esas, resolvió la pelea doméstica como pudo.
«Vd. piensa con seguridad, que él encargó su abogado que amenazase a
mi hermano y le denunciase a la policía como subversivo. O que le asustó
con alguna otra forma de persecución.
«Doctor, sólo le pido cinco minutos más, para contarle un último
caso»
«¡Nada de eso! El rico mandó ofrecer créditos a mi hermano, para que
arreglara la casa vieja y fea, alimentase y lavase convenientemente a
sus hijos sucios y hambrientos, comenzase a hacer plantaciones metódicas
en su tierra, que no es mala. Evidentemente, el rico esperaba hacer así
una aplicación pequeña de capital, reembolsable a plazo indefinido y a
intereses bajos. Y así, al menos, librarse de la molestia de aquel
vecino incómodo.
«El ofrecimiento debería haber distendido a mi hermano. ¡Pero nada!
El aceptó el ofrecimiento del dinero, que usó enseguida para prolongar
la efervescencia en la propiedad del vecino y para sembrar contra éste
antipatías en todo el barrio. Previendo una agresión que de ningún modo
le haría un vecino tan bonachón, mi hermano comenzó a armarse. Así fue
como todos interpretamos la continua entrada de revólveres en su finca,
donde, por otra parte, todo –casa y niños– continuaba pobre y sucio como
antes.
«Pero las escamas se nos cayeron de los ojos cuando vimos que, con el
abundante dinero del ricachón, mi pobre hermano demente montó, nada más
y nada menos, que un taller para la fabricación doméstica de armas y
pequeños explosivos. Mi hermano, doctor, quería invadir el caserío del
ricachón, rompiendo así con éste, y acabando como consecuencia con la
fuente opulenta de los créditos, con los cuales él podría salir de la
miseria. De aquella miseria que fue la causa primera de su odio contra
el rico.
«Vea bien, doctor, la contradicción. El odiaba al hombre porque éste
era rico. Y él era pobre. El hombre le da medios para dejar de ser
pobre, y él, en vez de sacar provecho del gesto, ataca al benefactor.
«Como Vd. puede imaginar, no faltó quien fuese a contar todo eso al
ricachón. Y éste, siempre muy sensato, llegó a la conclusión de que en
el corazón de mi hermano hervían la envidia y el odio porque el dinero
tal vez no fuese suficiente para distender su ánimo.
«La locura, como Vd. sabe mejor que yo, tiene su lógica. Dándose
cuenta de que, cuanto más moleste y amenace al ricachón, más dinero
obtendría, mi pobre hermano está aumentando sus equipos, las intrigas y
los planes de agresión. Está claro, por lo menos en la cabeza de un
loco.
«¿Vd. haría eso, doctor, con alguien que le hiciese préstamos
amistosos para restaurar su consultorio y su residencia, y reequipar la
despensa y los armarios de la familia y comprar un coche nuevo? ¿Está o
no loco mi hermano, doctor?
* * *
«Su
hermano no tiene nada de loco… y Vd., amigo mío, no pasa de un
ingenuo…»
Le pregunto, lector, en el lugar del médico ¿cuál sería su opinión?
¿Juzgaría loco al propietario iracundo?
En todo caso, Vd. no es médico. Ni yo tampoco. Veamos cual fue la
reacción del médico.
Aburrido, cansado, se levantó dando por finalizada la consulta. Y,
mientras se iba preparando para salir, dijo ásperamente al hombre
atónito:
«Su hermano no tiene nada de loco. Es un refinado bellaco, que
explota al rico bonachón. Este sí, es el verdadero loco de la historia.
Y Vd., amigo mío, no pasa de un ingenuo. Para su edad, un retrasado
mental. O Vd. sale enseguida de aquí o mando encerrarlo para exámenes
psiquiátricos. Pues no es posible estar en sus cabales y al mismo tiempo
ser así de ingenuo».
* * *
EUA ayudó a China como nación más favorecida
La historia termina con el pobre hombre huyendo de prisa por el
ascensor. Cuando llegó a la calle, se calmó un poco, movió la cabeza y
pensó:
— «Este mundo está cada vez más lleno de locos. Mi hermano está loco.
Veo que este médico no está lejos de serlo. El único hombre sensato de
esa historia es el ricachón. Y, claro está, también yo».
Lector, ¿cuál es su opinión? En todo esto, ¿quién es el loco?
A pesar de esto, no hay la más pequeña evidencia de que el comercio
de este país con China vaya a disminuir. De hecho, de acuerdo a la
lógica del rico de la historia, sólo aumentará para tranquilizar la
agresividad China.
Entre éstos hechos y la historia de más arriba, ¿hay algún nexo,
lector?