¿Cómo hemos cambiado nuestro modo de ser y pensar
sin advertirlo? En este artículo de 1969, Plinio
Corrêa de Oliveira analiza esta “guerra cultural”,
victoriosa gracias a la deformación del sentido de
las palabras.
"La Tradición tiene
un papel de tal manera importante que, en mi opinión, sólo
una palabra podría precederla. Es la palabra Religión."
[Ferdinand Georg Waldmüller - La despedida de la novia de la casa de los padres]
La
tradición es un valor muy alto del espíritu, y merece, en
principio –bajo ciertos aspectos, por supuesto‒ preceder a (los
conceptos) de familia y de propiedad.
En nuestras
circunstancias particulares, por otra parte, la Tradición
tiene un papel de tal manera importante que, en mi opinión,
sólo una palabra podría precederla. Es la palabra Religión.
De hecho,
la tradición hoy defiende los propios presupuestos de la
civilización, y particularmente de la civilización perfecta
que es la cristiana.
Me explico.
Para no alargar demasiado las cosas, basta considerar las
décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Innumerables cambios han tenido lugar en este período en el
pensar, sentir, vivir y actuar de los hombres.
Considerados estos cambios en su conjunto ‒y sin considerar
las excepciones‒ es innegable que ellos se dirigen a una
situación de violenta oposición con todas las tradiciones
espirituales y culturales que recibimos.
Estas
tradiciones siguen aún vivas, pero en todo momento alguna
modificación las debilita. Por supuesto, si nadie se levanta
en su defensa, a la larga perecerán. Ahora, la extinción
de estas tradiciones importa, en mi opinión, en el mayor
naufragio de la Historia.
Daré
algunos ejemplos. Mostraré como las mejores tradiciones
están siendo erosionados por distorsiones sofísticas de
algunos conceptos, por lo demás, de alto valor:
‒ “Bondad“:
según el sofisma moderno, quien es bueno jamás hace sufrir a
los demás. Pero el esfuerzo hace sufrir. Por lo tanto, sólo
es bueno quien no pide esfuerzos a los demás. La
civilización cristiana, por el contrario, modeló a los
pueblos de Occidente de acuerdo con el principio de que el
esfuerzo es un requisito esencial para la dignidad, el
decoro, el buen orden y la productividad de la vida. Si
“bondad” es, en todos los campos, la abolición del esfuerzo,
¿no se priva implícitamente la vida de los valores sin los
cuales ella no es digna de ser vivida? Y entonces, esta
“bondad” hipertrofiada, ¿no es el peor maleficio?
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“Amor al niño”: de acuerdo con esta “bondad” endulzada
y desfibrada, el amor al niño consiste en dispensarlo de
todo esfuerzo.
[Jan Steen - El
maestro severo] |
‒ “Amor
al niño“: de acuerdo con esta “bondad” endulzada y
desfibrada, el amor al niño consiste en dispensarlo de todo
esfuerzo. Esto se pretende conseguir por mil técnicas, cuyo
efecto sería instruir y formar al niño sin ningún sacrificio
para él. El aferrarse a esta idea va hasta a condenar los
castigos escolares porque hacen sufrir al culpable, y
condenar los premios porque pueden dar complejos a los
vagabundos. Teniendo en cuenta que, según la tradición
cristiana y el sentido común, uno de los propósitos
esenciales de la educación es formar para la lucha de la
vida a través del hábito del esfuerzo y del sacrificio, ¿qué
es este “amor al niño”, sino una cruel deseducación?
‒ “Simplicidad“,
“despretensión”: Simple serían aquellos que prefieren las
cosas que no requieren mucho gusto, ni mucho esfuerzo. Sin
pretensiones sería la persona que siente bienestar en ser
vulgar. “Simplicidad” y “despretensión” van invadiendo cada
vez más las costumbres de los jóvenes y adultos. Las reglas
de cortesía y de trato; el modo de organizar una casa, de
recibir, de vestirse, de hablar, van siendo cada vez más
“simples” y “sin pretensiones”. Decoro, brillo, calidad,
clase, prestigio, son valores de espíritu cada día menos
aceptados. Ahora, ellos contienen muchos elementos de lo que
la tradición nos ha legado de más precioso. Con esto, la
vida se va tornado descolorida, los estímulos nobles se
marchitan, los horizontes se acortan y la vulgaridad invade
todo. Bajo el pretexto de la “simplicidad” y de “falta de
pretensiones”, es la pereza más refinada que triunfa. Sí, la
molicie refinada: el único “raffinement” que nos resta.
‒ “Espontaneidad“,
“naturalidad“, “sinceridad“: estas
disposiciones de alma llevarían a evitar otro tipo de
esfuerzo: el de pensar, de querer, de refrenarse. Inducirían
a dar rienda suelta a la sensación, a la fantasía, a la
extravagancia, de todos modos. La Televisión, que excita, va
matando así el libro, que invita a la reflexión; las ideas
se van empobreciendo, y con ellos el vocabulario también.
Hablar se reduce en ciertas ruedas a narrar en algunos
vocablos básicos algunos tantos hechos elementales.
Divertirse es saltar y dar gritos sin sentido. Y reír. Reír
mucho, pero sin mucha razón para reír. Está claro que en
materia sexual, incluso más que en otras, cualquier
contención es rechazada. La “moral sexual” de algunas
personas consiste en legitimar todos los excesos para evitar
complejos. El pudor sería así el gran enemigo de la moral.
El libertinaje, el camino para la normalidad.
‒
“Ideas amplias“: quien las tiene, debe pactar con
todo. Obispos o gobernantes, maestros o padres que no
acepten todos los disparates que acabo de mencionar, son
déspotas de ideas estrechas, que
quieren mantener el yugo de
prejuicios ahora insostenibles.
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De tanto callar sobre los valores fundamentales de la
cultura y del espíritu, ellos desertarán la Tierra. De tanto
desencadenar desórdenes, estos acabarán invadiendo y
sumergiendo todo. |
Pero
alguien dirá, tal forma de ser, ¿no es la de una minoría de
extravagantes y no de la mayoría? ¿No es verdad que ésta
asiste desolada y conmocionada ante tales excesos? Desolada
y sorprendida, sí, estoy de acuerdo. Pero pronto añado:
también aplastada y sumisa. La historia de todos los
“progresos” de esta década ha sido la siguiente:
a) una minoría lanza una extravagancia “loca”;
b) la mayoría siente escalofríos y protesta;
c) la minoría insiste;
d) la mayoría se va acostumbrando, adaptando y
sujetando;
e) mientras tanto la minoría prepara un nuevo
escándalo;
f) y este escándalo tendrá el mismo éxito.
Así la
mayoría va entrando en este nuevo mundo, fascinada, con piel
de gallina, hipnotizada, como el pajarito entra en la boca
de la serpiente.
De tanto
reducir la cortesía, ella morirá. De tanto acortar los
trajes, desaparecerán. De tanto callar sobre los valores
fundamentales de la cultura y del espíritu, ellos desertarán
la Tierra. De tanto desencadenar desórdenes, estos acabarán
invadiendo y sumergiendo todo.
¿Hay alguna
forma de evitar esto, sino luchar por nuestra Tradición,
portadora de todos los valores cristianos auténticos, o
incluso simplemente humanos, que este huracán va destruyendo?
NOTAS:
[1]
Traducción y adaptación de artículo del Prof. Plinio Corrêa
de Oliveira publicado en la "Folha de S.Paulo", de
20 de marzo de
1969, por
"Acción
Familia". |