Plinio Corrêa de Oliveira

El papel de la mujer en la Iglesia

y en la sociedad

Auditorio San Miguel, 1 de mayo de 1989

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A D V E R T E N C I A

Este texto es transcripción de cinta grabada con la conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a los socios y cooperadores de la TFP. Conserva, por tanto, el estilo coloquial y hablado, sin haber pasado por ninguna revisión del autor.

Si el profesor Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación al Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:

“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.

Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.

Conferencia para el sector femenino de los

Corresponsales y Esclarecedores de la TFP brasileña

Preguntas y respuestas

Misa celebrada el 13 de diciembre de 2008, con motivo del centenario del nacimiento de Plinio Corrêa de Oliveira. Los estandartes y las capas que ostentan los presentes son símbolos de las asociaciones extranjeras a las que están afiliados. Los estandartes de las asociaciones extranjeras llevaban la inscripción Tradición Familia Propiedad en alemán, español, francés, inglés, italiano y polaco (cfr. “Catolicismo”, enero de 2009)]

El primer grupo de preguntas se refiere al papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.

Antes de leer las preguntas y contestarlas —por exceso de ocupaciones he dejado para leerlas aquí—, tengo que hacer sentir a las señoras que el tema del papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad es muy actual como consecuencia de la gran presión de fondo progresista —y por tanto de fondo comunista— para contraponer el elemento femenino al masculino dentro de la Iglesia, buscando invertir el profundo orden  que la doctrina católica siempre ha establecido respecto a la relación entre el hombre y la mujer.

Dios ha determinado que en el hogar su cabeza sea el hombre, el esposo. Pero, a su lado, en una posición tan digna y elevada que cuando se trataba de matrimonios rey y reina, esta última tenía su trono al lado del trono del rey. Así también la esposa, la madre de la familia, tiene su trono en el modesto pero espléndido reino que es una familia bien organizada, al lado del marido. Pero, el trono central pertenece al esposo.

Por otra parte, también, dentro de la Iglesia, Nuestro Señor ha establecido que la función más alta en la Iglesia es la de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa.

Misa de San Gregorio Magno - ca. 1510–1550 - Adriaen Ysenbrandt - (Getty Museum)

La Misa es la renovación incruenta del Santo Sacrificio del Calvario. Es decir, cada vez que un sacerdote celebra la Misa, en el momento en que pronuncia las palabras de la Consagración, se produce un estupendo milagro: el pan se transubstancia en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, al igual que el vino se transubstancia también en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Pero en el momento de la transubstanciación, Nuestro Señor, en el cielo, ofrece de nuevo a la Santísima Trinidad el sacrificio de la Cruz que ofreció en la tierra.

No lo ofrece de forma cruel, ya no derrama su Sangre. Tampoco lo ofrece de forma dolorosa, ya no sufre. Pero ofrece a Dios lo que antes ofreció. Renueva su ofrenda, que es como la renovación de su muerte en la Cruz por nosotros. Es el acto más augusto de la Religión Católica. Y para que las señoras se hagan una idea de lo augusto de este acto, basta con considerar lo siguiente: cuando el sacerdote habla, no es él quien habla; en el momento de la transubstanciación presta su laringe a Nuestro Señor, y es el mismo Cristo Nuestro Señor quien habla.

Esas palabras del Canon “Hoc est enim Corpus Meum”, y luego más adelante “Hic est enim Calix Sanguinis Mei” son el mismo Jesucristo quien las dice, tan augusto es el Sacrificio presentado en la Santa Misa.

Basílica de Nuestra Señora del Carmen, São Paulo, 1 de diciembre de 1957. Foto de la ordenación sacerdotal del entonces diácono José Luiz Marinho Villac, de quien el Prof. Plinio fue padrino de ordenación

Nuestro Señor estableció que este Sacrificio, esta función suprema en la Iglesia católica, de ofrecer tal Sacrificio sería de los Sacerdotes. No sería de los seglares y, por tanto, tampoco de las seglares.

El acceso al sacerdocio es sólo para aquellos que a el son llamados. Este acceso está destinado por Nuestro Señor a los hombres. Él no ordenó mujeres sacerdotisas. Sólo ordenó sacerdotes. Los obispos, que desde entonces tuvieron el poder de ordenar sacerdotes, durante los dos mil años de vida de la Iglesia, en ningún momento ordenaron mujeres sacerdotisas. Por el contrario, sólo sacerdotes. Dios ha destinado al sacerdocio a aquellos que tienen el sexo que tuvo su Divino Hijo en la tierra, es decir, el sexo masculino.

En los círculos progresistas existe hoy un terrible movimiento para imponer que haya sacerdotisas, a fin de establecer la igualdad entre el hombre y la mujer, deseada en virtud del principio supremamente revolucionario de que todos deben ser iguales en todo. Es un principio esencialmente revolucionario, esencialmente contrario a la doctrina católica. Ella establece que la perfección no radica en la igualdad, sino en una jerarquía bien ordenada y colocada. En un piano, por ejemplo, si se tocara siempre la misma nota, la misma música, pero constante de una sola nota, acabaría por no haber música. Esta es formada por una jerarquía de sonidos, cuya armonía está en la desigualdad. Lo mismo ocurre con las relaciones humanas. Son musicales. Suponen desigualdades armónicas, desigualdades afectuosas, desigualdades respetuosas. ¡Pero desigualdades!

Así, en la Iglesia existe esta desigualdad. Los progresistas, que en fondo tienen una mentalidad comunista, quieren establecer la igualdad en todo. Hay un movimiento muy fuerte para permitir que las mujeres sean sacerdotisas.

No sé de qué tratarán estas preguntas [que Uds. me han enviado], pero me pareció interesante antes llamar la atención de las señoras sobre este punto: debemos amar las desigualdades. Incluso cuando estamos abajo y otros están arriba, ¡debemos amarlas!

El primer libro que escribí en mi vida fue “En Defensa de la Acción Católica”. Era un libro contra la tesis progresista de que la Iglesia debe ser dirigida por los seglares y no por los sacerdotes. Soy seglar y no sacerdote, pero escribí un libro para defender la autoridad de los que deben gobernar sobre mí, porque debo amar que otros sean más que yo. Así debemos ser todos los católicos: debemos amar la autoridad. Y en este amor cumplimos la voluntad de Nuestro Señor Jesucristo.

Debemos tener bien en cuenta lo siguiente: el mundo de hoy es un mundo que está en una tremenda apostasía. Es decir, un mundo que antes era católico y ya no lo es. Y aunque la mayoría de la gente de hoy sea católica o se imagine que lo es —y su número es cada vez menor—, el mundo de hoy es un mundo que vive de una mentalidad no católica y, por tanto, una mentalidad anticatólica. Y todo el ambiente actual arrastra a la gente para lejos de la religión católica. Por ello, la perseverancia en la doctrina católica es extremadamente difícil.

En consecuencia, todos los problemas que se acaban planteando en estas preguntas [que me han hecho Uds.] giran en torno a un problema central: al hombre le resulta muy difícil resistir al ambiente en el que vive. Cuando digo hombre, me refiero tanto al hombre como a la señora. Cualquier persona tiende a estar de acuerdo con el ambiente en el que se encuentra. Le resulta desagradable ser criticado por el ambiente en que está. Le resulta agradable ser bien aceptado por su ambiente. Por lo tanto, trata de seguir la onda general que se propaga en una época determinada, etc.

Los hombres y las señoras, los jóvenes y las chicas, los niños, [todos] tienen verdadero pavor en seguir una norma que les atraiga el ridículo y el desprecio de su ambiente. Entonces, ¿qué puede hacer un padre o una madre cuando perciben que su hijo va a ser puesto en este ambiente?

No hay remedio y hay que decirlo: el padre y la madre deben rezar mucho, ¡realmente mucho! Pedir mucho, hacer sacrificios, ofrecer y pedir que se digan misas, etc., por su hijo y/o hija, porque la batalla que tienen que librar es tremenda. Esta es la realidad.

Esta tremenda batalla exige un enorme esfuerzo, que pocas personas están dispuestas a realizar.

¿Cómo conseguir que un hijo y/o una hija estén dispuestos a eso? Requiere que el padre y la madre —especialmente la madre— sean tales que se conviertan como que en un espejo de la Iglesia Católica para sus hijos. Es decir, deben ser tan piadosas, tan serias, tan gentiles, tan pacientes y —al mismo tiempo— tan fuertes que, en el último análisis, el padre y la madre representen de alguna manera a Nuestro Señor Jesucristo para el niño.

Recuerdo muy bien —si las señoras me permiten recordar ejemplos de mi propia época— lo siguiente:

Doña Lucília teniendo en brazos a Plinio

Desde pequeño fui educado, como todos los niños de mi época, aprendiendo a rezar por la noche y por la mañana. Por supuesto con la limitada comprensión de la religión que siempre tiene un niño de dos o tres años, o incluso de cuatro. Yo tenía la mayor admiración por mi madre, que venía de haber sido un niño —¡hoy nadie lo diría!— muy pequeño y enfermizo, y de haber sentido toda la paciencia de mi madre conmigo, cuando estaba enfermo.

Creo que ya he contado en otras reuniones que yo sufría mucho de insomnio. Dormía la primera parte de la noche, pero luego me despertaba. No había manera de volver a dormir. Generalmente, de niño, cuando me despertaba durante la noche, encontraba la habitación a oscuras —dormía en el cuarto de mis padres, ya que tenía dos o tres años, con mi cama al lado de la de mi madre— y sólo notaba una luz encendida... lo que dejaba todo en una zona de penumbra. Mis padres, todavía jóvenes, respirando rítmica y profundamente. Me daba cuenta de que estaban durmiendo con un sueño profundo. Me sentía abandonado y náufrago en esta penumbra y oscuridad.

Empezaba entonces a llamar a mamá. Ella no escuchaba porque su sueño era demasiado pesado. Entonces, pasaba la mano entre las barandillas (de mi cama), colocados para que el niño no se cayera al suelo, y buscaba su mano. Cuando la encontraba, tiraba de ella para ver si se despertaba. No se despertaba...

Quedaba indeciso, y al final conseguía colgarme de sus sábanas y subir a su cama. La llamaba:

— “¡Mamá! ¡Mamá!” Pero no se despertaba...

Así que, desde pequeño entusiasta de los métodos vigorosos, me sentaba en su pecho, para ver si se despertaba. A veces lo hacía. A menudo no lo hacía. ¡Ponía mis dedos en sus ojos y los abría! Esto ya podría presagiar el hijo truculento que tendría.

Cuando por fin se despertaba, yo tenía siempre —al principio— miedo de que se enfadara. Ella, por el contrario, en cuanto me veía, decía:

— “Hijo mío, ven aquí...” Se sentaba en la cama y me preguntaba qué quería. Y yo le pedía:

— “Mamá, cuéntame un cuento”. Me cogía de los brazos, me contaba un cuento, dos... ¡cinco! Yo, encantado por las historias, pero instintivamente encantado por el torrente de afecto y ternura, de piedad, de paciencia, con el que ella, por así decirlo, me empapaba por completo. Después de todo, yo mismo, sintiéndome reconfortado por tanto y tamaño afecto, comprendía que incluso en la penumbra tenía una salvación. Me iba a mi cama y dormía tranquilo.

Cuando me despertaba por la mañana, quedaba un recuerdo, que se prolongó hasta el momento extremo en que cumplió noventa y dos años y entregó su alma al Creador. ¡Qué bondad! ¡Qué paciencia! ¡Qué bondad! ¡Qué paciencia! ¡Que quererme bien! ¡Qué extraordinario es esto! Entonces, quererla como nunca he querido a nadie más, de manera extraordinaria, completa, etc.

Acompañado por el respeto. ¿De dónde viene el respeto? Ella sufre por mí. Se toma las cosas en serio, y a mí me gusta la gente seria, que va hasta el final, y así es como debe ser. Ella es el arquetipo de eso. Y por eso, también, la admiro con una admiración superlativa y completa, que llena todo mi ser.

Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, en São Paulo, años 20. A su alrededor los edificios del Liceo Corazón de Jesús, de los Padres Salesianos.

Llegaba el domingo: a Misa con ella en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús.

La veía rezar, porque estaba a su lado en la iglesia. Yo no entendía bien lo que era la Misa, ni nada… era un niño. Pero, me gustaba. Me sentía bien allí. Se oía el órgano tocando... Me gustaba mucho oír el órgano. Y ponía atención en ella rezando. Pensaba: qué armonioso es todo esto; qué bien va todo esto con ella; y ella con todo esto. Es incluso más feliz aquí que en casa. Aquí, ella está en su ambiente.

En un momento dado, mi mirada se fijó en ella mirando al Sagrado Corazón de Jesús. Lo entendí: es gracias a Él que ella es tan buena. Aprende de Él a ser buena. Por lo tanto, ella no es el modelo. Para mí, es un modelo indirecto. ¡Él es el modelo! Porque es de Él que ella aprendió esto.

Imagen del Sagrado Corazón de Jesús delante de la cual rezaba Dña. Lucília

Entonces, adorar a Jesucristo que es mucho más que ella. Incomparablemente más que ella. Por lo tanto, comprender la Iglesia Católica. La Iglesia es todo esto. A partir de ahí viene la Religión. Pero esto va acompañado del hecho de que ella era para mí el modelo perfecto de todas las cosas que hablaban a mi alma de niño.

Las señoras tal vez tengan la impresión de que estoy exagerando. No voy a discutir sobre eso. Todo hijo tiene tendencia a exagerar las cualidades de su madre. Esto aventaja a ustedes, como a todas las madres. Es algo providencial. El niño nace con los ojos muy abiertos, dispuesto a maravillarse con su madre. Ustedes busquen maravillar a sus hijos por la paciencia, por la bondad, por la continuidad del afecto. Tratar de maravillarlos es lo primero que deben hacer.

Y a veces maravillar significa castigar. Mi madre tenía un cepillo de plata con hilos muy duros. Y cuando yo hacía algo que no debía hacer, me llamaba y me decía:

— “¡Plinio!” —Ya entendía lo que era: mi conciencia no estaba bien— y en cuanto llegaba (imperativamente) me decía: “¡Extiende la mano!” Tomaba el cepillo y... ¡pam! ¡pam! ¡pam! No sé por qué ella llamaba a eso de “bolo” [N.R.: en portugués antiguo, palmeta; en su sentido literal, pastel]. “¡Te vas a llevar tantos “bolos”, por lo que hiciste!”

Cuando se terminaban los “bolos”, ella decía: “Hijo mío” —y cuando yo empezaba a ser un poco mayor, “filhão” [N.R.: aumentativo afectuoso de hijo], pero entonces ya no me pegaba... tal vez lo mereciese... “Hijo mío, te has portado mal por esto...” Y me lo explicaba muy bien. Lo decía con tanta seriedad y tanta dulzura que me encantaba. Cuando terminaba su explicación, me preguntaba: “¿Lo has entendido?”. Yo respondía: “S, señora, lo he entendido. —Entonces pide perdón a tu madre— “¿Ud. me perdona, mamá?” — Y ella decía: “¡Te perdono!” Y me abrazaba y besaba.

Cuando me iba, estaba tan maravillado con ella, que me daban ganas de volver y pedirla otra reprimenda...

Así es como una madre sostiene a su hijo. Y así es como me sostuvo. Más tarde, enseñándome la Religión, comprendí que más que ella valía la Iglesia Católica, de la cual no era sino un elemento. El Sol de Justicia es nuestro Señor Jesucristo. El Modelo de Madre es Nuestra Señora. Y dándome principios, es decir, tesis, doctrinas, normas... Contaba hechos pasados de su vida, de sus padres, y con todo ello hacía cosas agradables de escuchar por un niño, pero que lo dejaban maravillado.

No conozco otra educación que esa, porque es la que tuve. Las señoras me piden consejo y yo les doy lo que tengo. Eso es lo que tengo. Se lo recomiendo mucho a ustedes.

Recuerdo mil pequeñas historias que me contaba para recordarme cuáles eran los deberes de un hombre. Cuenten a sus niños sus historias familiares. Recuérdense de los hechos familiares. Acostumbren a los niños a conocer el pasado de su familia, a quererlo. Estos son principios. Más que eso, cuéntenles la vida de Nuestro Señor, cuéntenles la vida de los santos, cuéntenles los ejemplos del Evangelio... Los niños se irán impregnando de una cierta influencia.

Cuando lleguen a la edad en la que puedan ir a la escuela, irán a lo opuesto a su familia, porque hoy en día hay pocas escuelas que no sean el contrario de la familia. Inevitablemente tendrán esa primera batalla de la vida: el mundo entero invitándoles a ser lo contrario de lo que deberían ser. Aquí es donde Uds. tendrán que rezar, acompañarlos. Hacer lo posible para que vuestros hijos os cuenten los buenos y malos consejos que han recibido, las malas invitaciones que han recibido, etc. Pero, sobre todo, pedir a través de la Virgen las gracias que les permitan mantenerse fieles. Este es el elemento fundamental y esencial: la gracia.

Por otro lado, les aconsejaría lo siguiente. Ustedes tienen sobrinos y otros parientes. Intenten que los hijos de los corresponsales se lleven bien con los hijos de otros corresponsales, y las hijas con las hijas, para que fuera de la escuela tengan la misma influencia de niño a niño, en lugar de quedarse con los niños del mundo, que no se sabe cómo son. Llévense bien entre sí. Visítense mutuamente. Acuerden un lugar donde los niños puedan reunirse. A veces en casa de uno, a veces en casa de otro. Donde puedan tener un pequeño entretenimiento, una merienda un poco mejor, una pequeña historia, un libro de figuras.

Ese tipo de diversiones que las señoras saben encontrar mejor que los hombres, pero que hagan a los niños de las buenas familias disfrutar en estar juntos. De tal manera que en la lucha contra el mal se sientan apoyados por otros niños. No basta con ser apoyado por su madre y su padre. Necesitan el apoyo de otros niños y, de este modo, poder enfrentar juntos a la oleada [del mal].

Este es el secreto: mantener los hijos en un entorno homogéneo. Intenten hacerlo y sus hijos habrán afrontado una de las etapas más difíciles de la vida.

Todos los días recibo, más o menos a las siete (de la noche), un grupo de “enjolras” de la sede del barrio de “Saúde”. Vienen a saludarme antes de ir a la escuela. Son chicos jóvenes de quince o dieciséis años. Todos los días vienen a rezar conmigo tres Avemarías y a recibir algún consejo, antes de ir a la escuela, antes de ser arrastrados al mal. Al día siguiente, me cuentan cómo fue el día anterior.

Les aconsejo: cuando se burlen de ustedes de esa manera, den esa respuesta. Y tú, ¿respondiste como te lo ordené?” — “Ah, no...” — “Entonces la próxima vez hazlo así y así...”. Y voy organizando su pequeña batalla, pero es una gran batalla... Para ellos, es una gran batalla.

Señoras, traten de hacer esto con sus hijos juntos. Meter una cuña en el centro del mal. Los malos son extremadamente cobardes. Cuando notan que uno bueno está aislado, tienen todo el atrevimiento. Debemos intentar poner de nuestra parte la fuerza de la Fe, e intimidar a los malvados con su cobardía.

No sé si esto está claro.

Uds. deben comprender bien que en nuestro tiempo —aún en este orden de ideas— [hay que] tener una especial devoción por la soledad de Nuestra Señora.

Nuestra Señora de la Soledad de la Hermandad de los Servitas - Sevilla

Creo que todas habrán oído hablar de Nuestra Señora de la Soledad. Al pie de la Cruz Ella estaba sola. Junto a Ella sólo estaban las santas mujeres y, en cierto momento, apareció San Juan. No había nada más.

Todos los que llenaban el monte del Calvario y otros lugares cercanos, estaba en contra de Ella, porque estaban en contra de su Hijo, burlándose de Él, despreciándolo, queriendo matarlo, etc. DespreciándolA por ser la madre de un horrible criminal, que estaba siendo crucificado. Ella se mantuvo de pie todo el tiempo, viendo y observando todas esas burlas contra Nuestro Señor. Vio personas a quien El había hecho bien y curado, que le apedreaban y decían blasfemias contra Él. Ella se quedó completamente sola.

Después del entierro de Nuestro Señor se fue al Cenáculo. Allí también estaba completamente sola. Ella soportó el tormento de la soledad. Uno de los dolores más terribles de Nuestra Señora fue la soledad.

Muchas veces, hoy en día, para ser bueno hay que estar solo, porque nadie entiende, nadie aprueba, nadie y nadie quiere [el] bien. Debemos pedirle a la Virgen de la Soledad que nos dé a nosotros, y a los hijos de las señoras, el coraje de, ya en su corta edad, sentirse solos. Cuando su compañero o compañera del mismo ambiente de Uds. no va a clase, en ese día el niño o niña estará solo, sola, se burlarán de el/ella, se sentirá aislado/a. Ella no es como las demás. Tener el valor de estar solo, porque en nuestro tiempo, si una persona no está educada para estar sola, en muchas ocasiones en la vida, perderá su alma. Esto, me veo obligado a decirlo con toda la fuerza y con toda la energía.

Ustedes mismas se habrán sentido solas en muchas ocasiones. Les felicito por el valor que habrán tenido para atravesar esa soledad. Las felicito con toda mi alma. El tormento de la soledad es una condición para la salvación. [Aplausos]

Las señoras deben ir educando a sus hijos e hijas a la soledad. Permítanme decir: sobre todo las hijas. Aquí viene una pregunta sobre las modas. La chica no puede seguir la moda actual. Por ejemplo, los pantalones: ¡no puede! De un absoluto no poder. ¡No puede! Va contra la moral católica, ¡no puede! ¿Por qué no? Porque no se puede ofender a Dios.

Ahora bien, sucede que se sienten solas, porque los grupos de sus amigas —con los que se encuentran en la calle— llevan pantalones. Le preguntan:

— “¿Por qué no te pones pantalones?” La respuesta que tienen para dar las aísla aún más. No deben negar a Nuestro Señor en esa ocasión. Lo verdadero, es decir:

— “Soy católica, y la doctrina católica se opone a eso”.

Entonces su soledad se agrava, porque las demás responderán con una carcajada:

— “De ninguna manera. Eso no es cierto. Mira, Monseñor Tal lo permite. El Padre Tal... La monja Tal le pareció que mis pantalones eran muy buenos. La chica tendrá que decir:

— “Siento decirlo, pero la doctrina católica no cambia. No sé por qué lo que hace diez años era considerado por Monseñor Tal y la Monja Tal como inmoral, hoy ya no lo es. La doctrina católica no cambia, así que esto es inmoral”.

Las demás se horrorizarán y no la invitarán a fiestas después. No la encuentran que sea divertida, interesante. Es el aislamiento. Hay que apuntalar ese aislamiento, hasta que el número de aislados sea tan grande que los aislados aíslen a los que son la mayoría. [Aplausos]

La Religión Católica comenzó a extenderse en Roma en la época de las catacumbas. Era un pequeño puñado de gente. Unos siglos después de la práctica constante de la fe, del martirio y todo lo demás, había tantos católicos en Roma, que uno de los escritores católicos dirigió una carta a un emperador, diciéndole lo siguiente:

Batalla de la Puente Milvia - Pieter Lastman - 1613

“Somos en Roma la gran mayoría. Y vos, Emperador, estáis en vuestro trono sólo porque no queremos derrocaros. Ya sois tan minoritarios que incluso entre el regimiento de soldados que custodian vuestro palacio los católicos superan en número a los que os siguen. Sólo reináis porque nosotros lo queremos. Los hombres a los que martirizáis, a esos debéis vuestro imperio”.

Poco después hubo la batalla de Puente Milvia, Constantino derrotó a los paganos y la Iglesia comenzó a expandirse por toda la tierra.

Nosotros, los aislados, debemos ser cada vez más numerosos. Debemos buscar a los aislados en todas partes, para que formen un solo rebaño con nosotros. Eso es lo que debemos hacer. Una vez hecho esto, podremos decir: “¡Hemos ganado!”. Fue la victoria gloriosa de la gloriosa legión de los aislados. Eso es lo que no debemos perder de vista.

Es necesario que la madre se lo diga a su hija. “¡Pero mi hija quedará aterrorizada!” Rece. La Virgen se apiadará de ella. Ofrezca sacrificios, etc.

¿Cómo tiene que enfrentarse una señora, madre de familia, corresponsal de la TFP, a los ambientes de ahí fuera como, por ejemplo: la escuela, el médico, los vecinos? Lo acabo de decir.

Lo que las señoras deberían querer de sus hijas en la escuela, las señoras deberían dar ejemplo en la vida que llevan. Así que, en todos los lugares saber que no serán bien vistas, saber que no serán bien recibidas. Pero en el Cielo, Nuestro Señor Jesucristo considera nuestro sacrificio. La Virgen considera nuestro aislamiento. Y los ángeles cantan nuestra gloria. Por lo tanto, debemos tener el valor de estar aislados. No hay como escapar.

Preguntas y respuestas

* ¿Qué es el “Grand Retour”?

“Retour”, como saben las señoras, en francés significa regreso. Alguien, por ejemplo, va a hacer su “retour à la maison”, es decir, va a volver a casa. Fue a comprar algo y vuelve a casa. “Retour” es volver. El “gran retorno”, “Grand Retour”, es la actitud del alma por la que, recibiendo gracias extraordinarias, recupera de algún modo su inocencia primigenia. La inocencia del alma que tenía antes de la serie de imperfecciones que marcaron su vida.

* El “ensabugamento

También en la vida del miembro de la TFP, o del Corresponsal de la TFP, ocurre que, al principio, uno entra en la TFP y se entusiasma mucho, o se convierte en Corresponsal de la TFP, entusiasmándose mucho. Pero ese primer entusiasmo, que a veces dura uno o dos años, luego, con la vida cotidiana, se expone al riesgo de deterioro. Y, como resultado de esta decadencia, la persona pierde la primera visión luminosa que tuvo de la TFP. Y uno se queda medio indiferente, medio paralizado, sin entusiasmo —por usar la expresión actual dentro de la TFP— se queda “ensabugado”.

Las señoras saben lo que es un “sabugo” [= espiga sin los granos] de maíz. Es algo que no tiene ninguna utilidad. Sólo sirve para ser tirado. A veces una persona es tan indiferente que es como un “sabugo” de maíz, es mejor tirarlo porque no sirve para nada.

* Definición del “Grand Retour"

El “Gran Retour” es una gracia que la Virgen concede, por cuyo intermedio los que ya eran fervorosos crecen de repente en fervor. Los que sólo eran decentes, aceptables, se vuelven muy fervorosos. Y los que eran “sabugos” de repente se llenan de “granos”. Se trata, por tanto, de una verdadera conversión.

¿Cómo se llevará a cabo esta conversión?

Sabemos en qué consiste. Entendemos que este estado de desánimo y falta de entusiasmo es en gran parte el resultado de las terribles condiciones del mundo contemporáneo. Si es cierto que las personas tienen la culpa, también es cierto que la Virgen tiene una compasión especial por ellas. En un momento dado, teniendo en cuenta el riesgo que estas personas han tenido que afrontar, la Virgen obtiene de Nuestro Señor, por misericordia, un cambio en la persona. Este cambio sería, en un pequeño punto, algo comparado con un Pentecostés.

Es decir, de repente, algunos en la TFP reciben ciertas gracias, que contagian a todos los demás. Y todos ellos tienen la posibilidad de tener toda la perfección que habrían tenido si hubieran sido siempre fieles, e incluso más que eso. Es una gracia de perdón que la Virgen da por todo lo que no fue perfecto en el pasado. Y es al mismo tiempo una gracia que la Virgen da para afrontar la “Bagarre”, que debe venir después del “Grande Retour”. Se trata, pues, de una transformación de la persona para afrontar la “Bagarre”.

* Los “lapsi” del Coliseo y los de la época moderna

En la época de las catacumbas —a la que hoy día me refiero mucho, por la analogía de las situaciones— se daba el hecho de que una persona (hombre o mujer) era llevada al Circo o al Coliseo y, o bien arrojaba un puñado de incienso ante el ídolo que estaba dentro, y con eso era liberada, —lo que significaba que renunciaba a la Iglesia Católica— o bien la persona tenía valor, arrojaba el incienso al suelo y como consecuencia era llevada a las fieras, que se la comían.

Hubo muchos que no tuvieron el valor de rechazar el incienso. No tuvieron el valor de enfrentarse a las fieras, por lo que arrojaron el incienso al fuego, renunciando a nuestro Señor Jesucristo. Pero cuando llegaban al exterior (del Coliseo o del circo), se llenaban de dolor y vergüenza por la terrible acción que habían realizado. Por eso, por la noche, en el momento en que, en las sombras de la Roma dormida, se deslizaban las figuras de las personas que querían ir a rezar allí abajo (en las catacumbas), estos miserables apóstatas también iban allí con precaución. Se les llamaba los lapsi, los lapsos, los relapsos, los flojos. Estaban obligados a hacer penitencia. Pero rezaban... Y, a menudo, al día siguiente, los llevaban de nuevo al circo y allí ya no quemaban incienso.

* San Marcelo, Papa, un lapsi que se convirtió

Hubo un Papa, llamado Marcelo, si no me equivoco, que, él, quemó incienso ante los ídolos. ¡Un Papa! Tras quemar incienso, salió (del circo), se horrorizó y huyó a una región vacía y desierta donde hizo penitencia. Luego regresó a Roma y fue recibido por los fieles de nuevo como Papa. Abjuró de lo que había hecho, pidió perdón, etc. Y poco después, la policía del emperador lo atrapó y lo llevó al Coliseo. Murió con una constancia admirable. Hoy, cuando hablamos de él, decimos: San Marcelo, Papa. Esta es la misericordia que la Virgen obtiene de Nuestro Señor.

Lo consigue también por nuestras faltas, por nuestros fallos. Cuando a veces cometemos deslices en nuestro camino, la Virgen se apiada de nosotros y nos hace volver. La mejor manera de volver será el “Grand Retour”.

* ¿Cómo será el “Grand Retour”?

¿Cómo será? ¿A qué hora? ¡Yo tampoco lo sé! ¿Será cuando estén todos juntos? No puedo imaginar cuándo estarán juntas las quince TFP’s existentes en 15 países, por el momento —pues tienden a ser más—... No puedo imaginar esto. Me parece que podría ser más bien en una determinada hora, en un determinado momento, se vería en el Cielo una señal… y, al mismo tiempo todos los que están en la TFP —socios, cooperadores, corresponsales y esclarecedores— recibirían gracias y quedarían completamente cambiados. Este sería el “Grand Retour”.

Pregunto si esta noción de “Grand Retour” está clara o no. Habremos vuelto a Nuestro Señor, a Nuestra Señora.

* ¿Qué es la “Bagarre”?

Ahora bien, ¿qué es la “Bagarre”?

“Bagarre” es una expresión francesa que significa conflicto violento, revuelta callejera. Esto es la “Bagarre”. Y, por cosas del lenguaje interno de la TFP, la gran batalla final entre los buenos y los malos se llamó “Bagarre”.

* Ampliación del término “Bagarre”.

Por extensión, también se ha llamado “Bagarre” al periodo en el que la lucha entre los buenos y los malos se desata y, en un momento dado, es violenta. Habrá suficientes buenos para enfrentarse a los malos.

* En esta lucha aparecerán los Ángeles y la Reina de los Ángeles, para eliminar a los malos de la faz de la Tierra

En esta lucha, también habrá guerra de los Ángeles contra los demonios. Los ángeles del lado del bien, los demonios del lado del mal. Probablemente, los buenos estarán casi perdidos, cuando el Cielo se abra y San Miguel Arcángel descienda con las legiones de Ángeles y detrás de él Nuestra Señora, “Regina Angelorum” [Reina de los Ángeles], se haga ver y los malos sean completamente aplastados. Esto es lo que se predice en Fátima, con terremotos, incendios, con matanzas, con toda forma de violencia y horrores, para castigar a los hombres malos, a los hombres que no se arrepintieren durante la “Bagarre”. Serán eliminados de la tierra. Sólo permanecerán los que se convirtieren sinceramente. Y cuando la “Bagarre” termine, el mundo tendrá sólo a los justos, gente del Reino de María.

Entonces todo será diferente y, según mi imaginación, los Ángeles cantarán, y los oiremos en la tierra, y organizaremos la gran procesión del triunfo de Nuestra Señora. [Aplausos]

* Veremos a la Santísima Virgen y habrá la gran procesión triunfal de la inauguración del Reino de María

Me atrevo a imaginar, me atrevo a imaginar... que en esa ocasión la Santísima Virgen en persona estará presente y se hará visible para nosotros. No veo nada absurdo en ello. En Roma, en la iglesia de Sant'Andrea delle Fratte [también conocida como la iglesia “Madonna del Miracolo”, Nuestra Señora del Milagro, n.d.c.] se venera un altar en el que, en el siglo pasado, la Virgen se le apareció a un judío [Alphonse Ratisbonne] que estaba allí esperando a un amigo que había ido a la sacristía a encargar misa, mirando a las imágenes, y de repente se le apareció [la Virgen], visible para él, en un altar, de pie, apoyando Sus santos pies en el propio mantel del altar, y hablándole. En esa misma hora se convirtió. Es el famoso sacerdote Ratisbonne, que inició un apostolado para la conversión de los judíos.

* Será el mayor triunfo de la Historia de la Iglesia después de la Resurrección y Pentecostés

Si para convertir a un judío y hacerlo sacerdote, para iniciar un apostolado, la Virgen se hizo visible en todo su ser, ¿por qué no imaginar que para celebrar este mayor triunfo de la Historia de la Iglesia —después de la Resurrección y Pentecostés será el mayor triunfo— la Virgen no esté presente?

Las señoras pueden imaginar nuestro encanto, nuestra alegría, en fin... todo, al mirar hacia atrás en esta enorme procesión y darnos cuenta de que los Ángeles no nos miran a nosotros, miran para detrás de nosotros... miran a Ella. Toda la procesión se detiene, cambia de dirección y todos se arrodillan ante Ella.

¿Qué dirá Ella? ¿Qué quedará en nuestras almas de gracia, de emoción, de santificación? No lo sé. En el momento en que la veamos, estará fundado el Reino de María.

Esta es la explicación que tenía que dar.

Señoras, esto es lo que tenía que decir en esencia. Siento tener que interrumpir aquí, pero sus cónyuges, sus hijos... están esperando. Así que me corresponde despedirme de Ustedes. [Aplausos]

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