Belén napolitano del
siglo XVIII
Si
imaginamos un nacimiento en ciertas regiones de Italia,
podemos concebir a todas las figuras tomando actitudes
muy enfáticas: el Niño Jesús recostado en el pesebre,
extendiendo los brazos a la Virgen; Ella inclinada sobre
su divino Hijo en una actitud de profunda ternura, pero
una ternura desbordante, que tiende a manifestarse en
gestos que hasta parecen hablar; y si el artista
consigue dar a Nuestra Señora y al Niño Dios una
impresión ante la cual alguien diga “¡solo falta que
hablen!”, quedará encantado, porque el hablar y el
manifestarse constituye el auge de la realización de la
escena. San José, que está cerca ––a quien cabe
naturalmente, en el diálogo entre la Santísima Virgen y
el Divino Infante, un papel más modesto, porque es
apenas el padre jurídico del Niño Jesús—, también
aparece en una posición que, si apenas le falta hablar,
está a punto de llorar o de sonreír, conforme la
interpretación, pero con mucha expresividad.
Según esa
concepción, la emoción religiosa debe manifestarse por
medio de una gran vivacidad, y que tal vivacidad debe
expresarse por medio de pensamientos y palabras. Y tales
pensamientos deben ser vivos, y los términos que los
expresan serán enfáticos y calurosos.
* * *
Catedral de Augsburg
- Belen, 1590
La
concepción alemana de la noche de Navidad es
precisamente lo contrario de la anterior. La noche de
Navidad, para ser muy sacral, tiene que producir en las
almas una impresión profunda, que es común a todos los
pueblos. Sin embargo, para la mentalidad alemana, tal
impresión profunda, por ser profunda, no debe expandirse,
pues se sitúa en el fondo del alma. Y su mejor
manifestación exterior es el silencio, el recogimiento y
la calma.
Mientras
que para unos la palabra y el gesto son el auge de la
expresión, para otros, al contrario, el clímax de la
expresión consiste en una forma de silencio y de
inacción, que dan a conocer profundidades insospechadas
del alma humana; y que, por su propio silencio, indican
la impotencia del alma para expresar todo lo que ella
piensa. Indican una posición del espíritu menos
exclamativa que meditativa e imaginativa. Una actitud
que se podría decir casi filosófica o teológica,
recogida.
Esa
calma, que sin embargo no es del tipo científico, es
profundamente enternecida. Ternura que indica un afecto
tan grande, que la persona prefiere callarse a hablar.
De ese modo, si unos tienen la elocuencia de la palabra
y del gesto, los otros manifiestan una como que
elocuencia del silencio, del recogimiento. Son dos
posiciones diferentes.
* * *
¿Cuál de las dos concepciones es la mejor? Comprendo que
los italianos tengan al respecto una posición, y que los
alemanes adopten otra. ¿Cuál sería la actitud brasileña?
La de comprender perfectamente ambas posiciones y
degustarlas tan bien una
como
la
otra.
Ese es bien el modo brasileño, y es lo que siento en mí.
La perfecta comprensión tanto de los italianos como de
los alemanes.
Como brasileño
hablaría menos que los italianos y me callaría menos que
los alemanes. Aún más que soy brasileño con la
locuacidad del nordestino en mi
sangre.
Son variedades regionales, mediante las cuales Dios
quiere ser adorado por todos los pueblos. No se trata de
escoger, se trata de contemplar la belleza de cada una.
NOTAS
[1]
Excertas de conferencia
proferida por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en
21 de diciembre de
1973
para socios y cooperantes de la TFP.
Publicado inicialmente, en português, en
"Catolicismo" n° 648 de diciembre de
2004.
Traducción al español por
"El
Perú necesita de Fátima - Tesoros de la Fe", con adaptaciones de este sítio
para esta publicación.
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