La fortaleza feudal
de Himeji –en la ciudad que lleva ese nombre en la
provincia de Hyogo (Japón)-, también conocida como Hakuro-jo o Shirasagi-jo (Castillo de la Garza Blanca),
comenzó a construirse en 1333, habiendo sido
completamente concluido solamente 230 años después.
Estamos frente a una fortaleza feudal de Japón – el
Castillo de la Garza.
Las murallas, hasta cierto punto, se parecen a
nuestros muros coloniales, con sus grandes bordes. Son
sólidas y sin ningún ornato. Tienen la poesía de la obra
que desafió los siglos.
En el fondo se proyecta, mucho más alta que las
murallas, la fortaleza feudal japonesa. Una construcción
tan alba y delicada, que más parece obra de sueños.
¿Este castillo recuerda, en algo, el castillo europeo
medieval?
Sí. Aunque en la arquitectura es profundamente
diferente del castillo medieval de Europa, recuerda lo
siguiente: lo esbelto del edificio. El castillo europeo
tiene como característica principal las torres. Aquí no
hay propiamente torres. Sin embargo, el papel que tienen
los cuerpos de edificios cada vez más pequeños es, en el
fondo, el de una torre. La silueta evoca un poco la idea
de una torre, es decir, de un cuerpo de edificios que
busca subir a los cielos, que se pierde en lo alto,
indicando elevación de espíritu y grandeza de alma muy
acentuadas.
Pero, ¿en qué sentido el Castillo de la Garza es
diferente del castillo medieval?
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Castillo de
Frías sobre el peñasco de La Muela
[Frías - Província
de Burgos - España] |
Este no tiene, a no ser raras veces, esta gracia. El
castillo europeo, se tiene la impresión de que hunde las
garras en la roca. Se compone de torres fuertes, listas
para desafiar el viento y el clima hostil. En el
castillo medieval, los muros son guarnecidos de almenas
y barbacanas para que los guardias circulen, a fin de
proteger la muralla contra el adversario. Alrededor de
las torres hay el foso con agua y el puente levadizo.
No se nota propiamente eso en el castillo japonés. El
cuerpo entero del edificio parece disociado de la lucha.
No se tiene noción, a primera vista, de que haya un
vigilante acechando día y noche.
El castillo japonés es un edificio delicado, noble,
propio a un pueblo orientado hacia el sueño. Y que
garantiza su incolumidad contra el adversario a través
de la gruesa muralla alrededor de él. La vida del señor
feudal japonés parece algo ajena a la lucha y a la
defensa. Él es un contemplativo, vive en sus delicias,
sus contemplaciones, sentado en el suelo, delante de una
mesita, vestido con telas preciosas, bebiendo té, en una
taza de porcelana muy bonita, y pensando, pensando…
[1] Texto originalmente publicado en
"Catolicismo" Nº 677, Mayo de 2007
Traducción de "Acción Família"
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