Un estado de
espíritu elevado, opuesto al prosaísmo de las cosas
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Kaysersberg, Alsacia,
Francia |
Denomino “europeización” a la comprensión de lo que
Europa tiene de bonito y la adopción del estado de espíritu del
europeo. No sería una mera valorización de lo que hay en Europa,
sino la adquisición de un modo de ser inspirado en lo europeo.
Los europeos buscan organizar la vida de modo bello, con valores
positivos. En sus casas, por ejemplo: si hay una ventana disponible,
ellos colocan un jarrón con geranios; si hay un jardincito, plantan
flores con diseños hermosos; teniendo un hermoso panorama, aparecen
artistas para verlo, pintarlo, fotografiarlo; comentan el panorama y
se extasían con él; se exponen cuadros con las pinturas. Todo
aquello está impregnado en la cultura del pueblo.
Los latinoamericanos, sin embargo, al contrario de esa
impostación de alma, generalmente no toman las cosas con ese estado
de espíritu del europeo, incluso teniendo panoramas realmente
bellos. Si adquiriesen ese estado de espíritu, quedarían con
apetencia de ese tipo de placer intelectual. Muy distinto de la
apetencia por la politiquería, por la sensualidad, por la hinchada
desenfrenada en el deporte... Son defectos contra los cuales se
deben luchar.
¿Hay en ello un sentido religioso? Lo hay, evidentemente, pues
las cosas magníficas de la naturaleza nos han sido dadas por la
Providencia para elevarnos a Dios. Son imágenes de la sublimidad de
Él. Es evidente que la posición de cierre, de no tener el alma
abierta en relación a lo sublime, lleva a las personas hacia lo que
es prosaico. Por lo tanto, representa un ceguera voluntaria ante la
imagen de Dios puesta por Él en su creación. Tal cerrazón a los
aspectos sublimes de las cosas representa, sustancialmente, algo
antirreligioso.
NOTAS:
[1] Excertas de
conferencia proferida por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira para socios y cooperadores de
la TFP en 31
de octubre de 1966.
No revisadas por el autor. Traducción y
adaptación por
"El Perú necesita de Fátima - Tesoros de la Fe".
Publicado originalmente
en
"Catolicismo" n°
818, febrero de 2019.
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