La
Natividad del Niño Jesús, Giotto di Bondone, 1304-1306 — Padua
Cómo sería bonito que hubiera el material para hacer una historia, no de
la humanidad, sino de un capítulo especial de la historia de la
humanidad: ¡la historia de las miradas!
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Tiziano - detalle de
El tributo de la moneda |
De las miradas magníficas, de las miradas esplendorosas, de las miradas
suaves, de las miradas dulces, de las miradas tristes, de las miradas de
esperanza, de las miradas de perplejidad, de las miradas de indignación,
de las miradas de ordenación y de planeamiento, de las miradas de
imprecación y de castigo.
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Van
der Weylen - La Anunciación, detalle |
En la noche de Navidad sucedió aquel momento bendito en que se abrieron
a la vida y al mundo aquellos ojos divinos que hacen enmudecer a todas
las lenguas.Vamos a imaginar que la gruta de Belén fuese enorme, alta, grande, casi
una catedral, que tuviera evidentemente una arquitectura definida, pero
donde el movimiento de las piedras vagamente nos hiciera presentir las
ojivas de una catedral como existirían en la futura Edad Media.
Podemos imaginar el pesebre que servía de cuna para el Niño Dios,
colocado en un punto majestuoso de la encrucijada de estas varias naves
laterales naturales, y que una luz celestial, toda de oro, fluctuase
alrededor suyo en aquel momento.
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Giotto, detalhe de El retiro de San Joaquin |
El Divino Infante estaba allí con la majestad de un verdadero rey,
aunque reclinado en su pesebre y siendo apenas un niño; Él, rey de toda
majestad y de toda gloria.
Imaginémonos aproximándonos a Él, Él abriendo los ojos, y en la mirada
emergiendo su faceta de Rey.Apareciendo en su mirada un fulgor de tal profundidad que percibiéramos
en Él a un gran sabio, rodeado de una tal atmósfera, que ungiera de
santidad a todos aquellos que se le acercan.
Una atmósfera de tal pureza, que las personas no se aproximaran a aquel
lugar sin antes pedir perdón por sus pecados; pero, al mismo tiempo, se
sintieran atraídas a la enmienda de ellos por la santidad que emanaba
del lugar.
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Giotto, detalle de La Presentación de Jesus en el Templo |
Imaginemos allí, además, a la Santísima Virgen a los pies del Niño Jesús,
también Ella como verdadera Reina, majestuosísima, trascendente,
purísima, rezando.
Ángeles invisibles entonando alrededor canciones de glorificación, y
toda la atmósfera reinante saturada de valores tales, que, se diría
existir en aquella pobreza y en aquella miseria una atmósfera de corte.Probablemente, todas las perfecciones del orden del Universo están
contenidas en la mirada de Nuestro Señor Jesucristo, de manera que Él
tiene estados de alma que corresponden a todas las bellezas de la
creación.
En el centro de todos los colores, de todas las bellezas, existe la faz
adorable de Nuestro Señor Jesucristo; en el centro de la faz adorable de
Nuestro Señor Jesucristo, existe su mirada, plenitud y compendio de toda
la faz.
Fra
Angelico - Sacra Conversazione - detalle
Convento de San Marcos, Florencia
Nuestro Señor conversa con quien penetra en su mirada, límpida, afable,
serena, casi aterciopelada, pero en el fondo con una rectitud, una
firmeza y una fuerza que llenan a la persona al mismo tiempo de encanto
y de confianza.
Mirada sumamente perceptiva, pero no a la manera de una punta que
perfora la realidad y ve lo que ella tiene, sino que es casi una mirada
radiográfica que, sin dilacerar nada, penetra en el fondo de todo,
revela y manifiesta todo, respetando todo.En el conjunto de las miradas de Nuestro Señor Jesucristo están
reflejados los principios de la lógica, las reglas de la estética y el
orden del Universo.
Están simbolizados el pulchrum —belleza, en castellano— y el
significado interno de todo cuanto existe. Es una mirada que lo contiene
todo, es la mejor idea que se puede tener en esta Tierra de la visión
beatífica.Pues entonces este Rey, tan lleno de majestad, en cierto momento nos
abre sus ojos. Notamos que su mirada purísima, inteligentísima,
lucidísima penetra en nuestros ojos. Ve lo más profundo de nuestros
defectos, pero también lo mejor de nuestras cualidades. Y en ese momento
toca nuestra alma, como conmovió 33 años después a San Pedro.
Cuando el pecador menos lo espera, por un ruego amable de la Santísima
Virgen, Él sonríe. Y con esta sonrisa, a pesar de toda su majestad,
sentimos que las distancias desaparecen, que el perdón invade nuestra
alma y que un algo indefinible nos atrae. Y, así atraídos, caminamos
hasta quedar a su lado. El Divino Infante afectuosamente nos abraza y
pronuncia nuestro nombre, diciendo:
— “¡Yo te quise tanto y te quiero tanto! Deseo para ti tantas cosas y
te perdono tantas otras. ¡No pienses más en tus pecados! De aquí en
adelante, piensa apenas en servirme.
Así, en todas las ocasiones de tu vida, cuando te asalte alguna duda,
acuérdate de esta condescendencia, de esta amabilidad, de este
beneplácito que ahora tengo hacia ti, y recurre a Mí por medio de mi
Madre, que te atenderé.
Seré tu amparo, tu fuerza, y estas gracias te han de llevar al Cielo
para allí reinar a mi lado por toda la Eternidad”.
— Señor, no soy digno de que me miréis, pero
¡miradme!,
consentí en inmergir Vuestra mirada en la mía y mi alma será salva.
NOTAS:
[1] Excerpta de conferencia del Prof. Plinio
Corrêa de Oliveira a socios y
cooperantes de la TFP en 23 de diciembre de 1978, sin revisión del autor, recogidos por Leo Daniele en su obra «En
busca de almas con alma», publicada en 1998. Traducción y
adaptación por
El Perú necesita de Fátima - Tesoros de la Fe".
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