Los tres Reyes Magos, de las diversas razas,
representaron a todo el mundo y a toda la sabiduría
antigua homenajeando a Nuestro Señor Jesucristo,
llevándole oro, incienso y mirra. Era un gesto muy
simbólico.
Los tres Reyes Magos y el papel de la representación
simbólica
Mañana es la fiesta de la Epifanía del Señor:
reconociendo en los Magos, adoradores, las primicias de
nuestra vocación y de nuestra Fe, celebramos de corazón
alegre el comienzo de esa feliz esperanza.
|
Adoración
de los Magos (Andrea della Robbia 1435-1525) |
En lo que respecta a la Adoración de los Reyes Magos,
tenemos aquí un hermoso cuadro perteneciente a un
conocido nuestro. Y haremos unas consideraciones sobre
el valor que tienen las cosas de carácter representativo
y simbólico en los planes de la Providencia.
No hay un comentarista de la Adoración de los Reyes
Magos que no diga que era conveniente que los Reyes
Magos vinieran a adorar a Nuestro Señor, para
representar a los diversos pueblos de la gentilidad, que
desde el principio se acercaron a su cuna; y que era
conveniente también que fueran magos, para representar a
toda la sabiduría antigua rindiendo homenaje a Nuestro
Señor.
Sabemos que la palabra magos designa aquí a hombres de
extraordinaria sabiduría, de relevante sabiduría, que
vinieron de todas partes a adorar a Nuestro Señor. A
menudo se duda de si estos magos eran reyes. En mi
opinión, esta duda encierra un cierto aspecto
igualitario. Porque la Cristiandad, servida por una
venerable tradición, siempre ha creído que eran reyes. Y
esa tradición es de tal modo continua, y que no deja de
estar en consonancia con los pasajes de la Escritura que
hablan de reyes que vienen de lejos a adorar al Mesías,
que la tradición por sí misma merece fe, merece ser
creída, y no veo ninguna razón para que no fueran reyes.
Entiendo que pueda desconcertar [a la llamada “izquierda
católica”], que hombres con una profesión tan «pésima»
como la de rey, hayan sido llamados a adorar a Nuestro
Señor desde pequeño. Pero me parece enteramente
razonable y veo, por el contrario, objeción en poner
dudas al respecto.
En todo caso, tenemos aquí a hombres de diversas razas,
–incluyendo un negro—, representando a todo el mundo
antiguo, y representando toda la sabiduría antigua en su
homenaje a Nuestro Señor, en la conocida forma del oro,
incienso y mirra.
Pero ¿representar en qué calidad y de qué manera? Casi
nadie sabía que iban; no habían recibido delegación
alguna para ir, y sin embargo tenían una verdadera
representación. Porque la razón por la que fueron no fue
una razón individual, sino una razón de representación.
Podemos ver que todo era simbólico. Representaban a
estos pueblos porque Nuestro Señor quería que los
representaran, y fueron allí porque Nuestro Señor los
llamó como representantes. Quiso tener representantes de
esos pueblos, eligió a quiénes los representarían y se
hizo la representación. Y siguió siendo válida, con su
carácter simbólico, a pesar de que no hubo sufragio de
ningún tipo, ni poder que los acreditara a los pies de
Nuestro Señor.
Y el hecho de que hubiera un representante de cada uno
de esos pueblos, constituía, en el orden absoluto y
profundo de los acontecimientos, una verdadera
representación. Estaban allí, de hecho, representando.
Tal representación tenía valor en los planes de la
Providencia. Eran sólo tres, pero esos tres
representaban algo en los planes de la Providencia.
|
Señor de los temblores
(Anónimo:
1600-1699 - Colección
Particular - Lima - Peru)
|
Algo parecido encontramos al pie de la Cruz. Así como
Nuestra Señora, San Juan y las santas mujeres están
representando también, al pie de la Cruz, todo lo bueno
y fiel del género humano en el pasado, el presente y el
futuro. Representan una delegación, y la representan
porque son fieles y están al pie de la Cruz. Y todo el
que es de determinado estrato, en una ocasión muy
solemne, representa naturalmente a sus congéneres por
selección. Así es que representaban a sus congéneres por
selección y por elección divina.
Hoy, a los pies de la Iglesia humillada, la Ssma. Virgen
ha querido que los verdaderos católicos, aunque pocos,
representemos la fidelidad de las generaciones pasadas,
presentes y futuras.
Y podemos preguntarnos si de esta verdad se puede
extraer algo aplicable a nosotros. También nosotros
somos pocos, también representamos una minoría muy
pequeña, y de tal modo comprimida que, cuando nos
sentimos muchos —no muchos en el sentido de masa de
población—, sino muchos sólo en la esfera normal de las
relaciones de un hombre, ya nos sentimos asombrados, tan
poco natural es en la época actual que seamos numerosos.
Los Reyes Magos: ejemplo de fidelidad en medio del
aislamiento
Sin embargo, representamos el deber de la fidelidad; y a
los pies de la Iglesia perseguida, a los pies de la
Iglesia humillada, a los pies de la Iglesia sumida en la
peor confusión de su historia, la Virgen ha querido que
representemos la fidelidad, la pureza, la ortodoxia, la
intrepidez, el espíritu de iniciativa, de ataque, de
acción, en el momento en que todo [nos] debería hablar
de retirada, de compromiso, de huida.
¿Qué representamos en eso? Al pie de esta nueva
crucifixión de Nuestro Señor y de la Iglesia,
representamos a todos los fieles, representamos la
fidelidad de todos los que han sido fieles en el pasado,
de todos los que se durmieron en la paz del Señor que
nos han precedido. Si un San Gregorio VII, un San Luís
Rey, un San Luís Maria G. de Monfort, un San Fernando de
Castilla, un Beato Nuño Álvarez, hubieran podido saber,
a la distancia, al morir, que en un momento de crisis
como éste habría fieles representando toda la fidelidad
de la Iglesia Católica, nos habrían bendecido a la
distancia, se habrían sentido nuestros congéneres, a la
distancia habrían sentido como que un alivio: —¡al menos
estos están haciendo lo que yo querría hacer si
estuviera vivo en ese momento!
Así, los representamos a todos ellos; representamos a
todas las almas fieles dispersas y aplastadas por este
mundo y que no saben ni siquiera dónde poner su
fidelidad, pero que querrían hacer lo que hacemos.
Estamos representando a las almas que vendrán después de
nosotros, esas almas que, mirando hacia atrás, van a
estar encantadas con lo que estamos haciendo. Dirán: si
hubiéramos vivido en esa época, hubiéramos hecho eso.
Existen esas interpenetraciones en la historia en virtud
de esta doctrina de la representación, algunas de las
cuales son realmente impresionantes. Uds. saben que
cuando San Remigio y sus ayudantes enseñaban a Clodoveo
y a sus francos la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo,
éstos clamaban y levantaban sus lanzas diciendo: «¿Por
qué no estuvimos allí en el momento de la Pasión para
defender a Nuestro Señor?»
Y estuvieron. Porque en la Pasión, Nuestro Señor previó
lo que ellos querían, previó que dirían esto, y lo
consolaron en esa hora. Hay, pues, una especie de
reversibilidad en el tiempo, de estas diversas acciones,
y todo se funde en una única y grandiosa escena; en esa
única y grandiosa escena, los pocos fieles de ese tiempo
representan toda la fidelidad pasada, del presente, y
toda la fidelidad del futuro.
Debemos ser para Nuestra Señora lo que la Verónica fue
para Nuestro Señor
|
La Verónica limpia el Rostro
de Cristo
Ibarra, José de - 1705-1756
Catedral de México - Escuela Mexicana
|
He tenido ocasión de decir que la escena y la proyección
del Auto del Divino Infante acentuaron mucho esa
impresión aquí en el grupo nuestro, y la situación
histórica en la que nos encontramos es justamente esa:
Nuestra Señora está como una reina sentada en su trono,
pero, a causa de los insultos de los hombres —¡y de qué
hombres! — ya descoronada, atada con cuerdas y condenada
a ser arrancada por la fuerza de su trono.
En la sala en la que se está preparando el crimen, unos
pocos son fieles y están dispuestos a hacer cualquier
cosa para evitar que se produzca ese crimen. Esos fieles
que luchan en este momento, que han tenido la
incomparable felicidad de soportar los sufrimientos, las
incertidumbres, las torturas espirituales de esta
situación, esos fieles representan a todas las almas
marianas del pasado, del presente y del futuro en este
momento de tanto sufrimiento para la Virgen.
Ellos son para Nuestra Señora lo que la Verónica fue
para Nuestro Señor. Al secar el Divino Rostro, la
Verónica representó al mundo entero, y no hubo ni un
alma piadosa, desde el momento en que se realizó ese
acto, que no sintiera [santa] envidia de ella y no se
sintiera, por así decirlo, representada por ella. Y a
nosotros nos fue dada la felicidad y la vocación de
enjugar el santísimo rostro de Nuestra Señora, lleno de
lágrimas, como la lacrimación en Siracusa
[1] nos hizo
sentir, en esta época dolorosa.
La estrella para los Reyes Magos fue Nuestro Señor; para
nosotros será Fátima
Y sentimos la necesidad de esa nuestra representación en
este acto, ante la representación de los Reyes Magos
ante el Niño Jesús. La doctrina de la representación
debería animarnos. Pidamos a los Reyes Magos que recen
por nosotros —pues seguramente están en el Cielo con
Dios— para que tengamos una de las muchas formas de
valor que se nos pide y que debemos tener, el valor de
estar solos como ellos; solos en el mundo pagano, pero
esperando la estrella, esperando la hora de Dios, para
cumplir su voluntad cuando se presente, y cumplirla con
toda fidelidad y puntualidad, en la hora en que se
presente.
La hora, para ellos, fue consoladora: fue la hora en que
había nacido el Niño Jesús. La hora, para nosotros, debe
ser la hora de la
[plena realización de los
acontecimientos preanunciados por la Virgen en Fátima];
pero, sea como fuere, llegará un momento muy preciso
para nosotros en el que una estrella nos dirá que ha
llegado la hora esperada. No será una estrella exterior,
sino una voz interior. Será la convicción de que los
tiempos han llegado, de que la hora felizmente ha
llegado. Debemos prepararnos para esa hora, para ser
modelos de exactitud y fidelidad como lo fueron los
Reyes Magos, siendo en este momento modelos de fidelidad
en el aislamiento.
NOTAS
[*]
Los "Santos del Día" eran unas breves reuniones en las
que Plinio Corrêa de Oliveira ofrecía, a sus jóvenes
discípulos, una reflexión o comentario relacionado con
el santo o la fiesta religiosa que se celebraba aquel
día.
[1] Lacrimación milagrosa de la imagen de Nuestra
Señora, en Siracusa, Italia, que tuvo lugar en 1953,
cuyo documental filmado puede verse en Gloria TV:
Parte
I y
Parte II
|