La contemplación es algo mucho más fácil y
natural de lo que se imagina
El Mont Blanc es la
montaña más alta de los
Alpes, a 4.810 m.s.n.m.
(Jean-Antoine
Linck - vista del Mont Blanc desde cerca de
Sallanches)
Es cierto que el hombre, incluso el más disipado,
contempla activamente. Para darnos cuenta de esto,
bastará que aclaremos qué es concretamente en la
vida terrena y en el plano natural una
contemplación.
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Evocadora puesta de sol
contemplada a orillas del
mar |
¿Qué hace un hombre cuando se detiene en el camino
para ver pasar un desfile militar o una procesión
religiosa, para considerar un edificio o un
panorama, para observar una escena particularmente
grave o pintoresca de la vida cotidiana, para
asistir a una obra de teatro? Contempla, esto es,
fija la atención sobre determinado objeto, toma
conocimiento de lo que en él hay de verdadero o de
falso, de bueno o de malo; acepta, consiente, como
que asimila en su alma la verdad y el bien;
experimenta una disonancia, rechaza, opera una
especie de purgación en sí mismo de lo malo que la
cosa pueda haberle comunicado.
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Inspirado en la caballería
francesa (foto izq.), se
concibió el uniforme de los
Guardias Dragones del
Regimiento Mariscal
Domingo Nieto, Escolta
del Presidente de la
República del Perú, de 1904
a 1987 |
Viendo a seres relativos y contingentes, que tienen
en sí el reflejo del Ser Absoluto, el hombre, por
los canales de los sentidos, considera en los seres
contingentes algo que existe absolutamente en Dios;
como que se apropia de ese bien y, en el propio acto
en que los considera, se identifica con este bien.
En suma, hace un acto característicamente
contemplativo, a pesar de estar marcado por las
condiciones inseparables de esta vida terrena.
Desgraciadamente, muchos hombres al realizar tales
actos de contemplación, no se elevan en modo alguno
hasta Dios, y se detienen en la fruición egoísta y
circunscrita del ser relativo que tienen delante de
sí.
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El Patio de los Leones,
en la Alhambra (Castillo
Rojo) de Granada. |
Muchas veces su conocimiento es vicioso, y da
acogida al error y no a la verdad; la contemplación
los lleva a asimilar el mal y no el bien. Es que,
evidentemente, así como hay contemplaciones buenas,
hay también contemplaciones malas. Son los triunfos
del mundo, del demonio y de la carne. No obstante
todo esto, la acción que realizan es esencialmente
contemplativa. A pesar de que pueda ser meramente
natural, y esto constituye una afirmación de que hay
en el hombre una vivaz veta de contemplación.Esa contemplación trae necesariamente como
consecuencia la alabanza, o bien su antítesis que es
la blasfemia: pues en la tierra, como en el cielo,
como en el infierno, el hombre es, como dijimos,
exclamativo, es decir, propenso a comunicar lo que
lleva en el alma. Y esto conduce al servicio, pues
el hombre sirve naturalmente a aquello que ama: la
Ciudad de Dios o la Ciudad del Demonio, la verdad o
el error, el bien o el mal.
Y es de esta manera que el alma humana realiza desde
esta tierra, para su salvación o para su
condenación, las grandes operaciones que será
llevada a realizar por toda la eternidad. Claro está
que la contemplación, en la medida en que es hecha a
la luz de la fe, es una operación animada por la
gracia.
Interior de la capilla
superior de la Saint
Chapelle, París.
NOTAS:
[1]
Excerpta de estudio del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira (Cristiandad, sacralidad en el orden temporal), publicado
póstumamente en la revista "Catolicismo" Nº 574 de octubre
de 1998, sin revisión del autor. Traducción y adaptación por
"El Perú necesita de Fátima - Tesoros de la Fe".
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