Plinio Corrêa de Oliveira

 

LUX FULGEBIT HODIE SUPER NOS

 

"Catolicismo" Nº 36, Diciembre de 1953 [1]

 

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Fragmento del mosaico bizantino de la Natividad, en la Iglesia de Martorana - Palermo, Sicília

"Lux in tenebris lucet”: (La Luz brilló en las tinieblas) fue con estas palabras (San Juan. 1, 5), que el Discípulo amado anunció para su tiempo y para los siglos venideros el gran acontecimiento que celebramos en este mes.

Fórmula sintética, sin duda, pero que expresa el contenido inapreciablemente rico, del gran hecho: había tinieblas por todas partes, y en la oscuridad de esas tinieblas se encendió una Luz.

Por eso la Santa Iglesia afirma con estas palabras proféticas de Isaías su júbilo en la noche de Navidad: “La Luz brillará hoy sobre nosotros, porque nos nació el Señor. Su Nombre es admirable, Dios, Príncipe de la Paz, Padre del siglo futuro, y Su reino no tendrá fin” (Is. 9, 2 e 6).

¿Cuál es la razón de estas metáforas? ¿Por qué luz? ¿Por qué tinieblas?

Los comentaristas son unánimes en afirmar que las tinieblas que cubrían la tierra cuando el Salvador nació eran la idolatría de los gentiles, el escepticismo de los filósofos, la ceguera de los judíos, la dureza de los ricos, la rebeldía y el ocio de los pobres, la crueldad de los soberanos, la avidez de ganancias de los hombres de negocios, la injusticia de las leyes, la conformación defectuosa del Estado y de la sociedad, la sujeción del mundo entero a la prepotencia de Roma. Fue en la más profunda oscuridad de esas tinieblas que Jesucristo apareció como una Luz.

¿Cuál es la misión de la luz? Evidentemente disipar la tinieblas. De hecho, las tinieblas fueron retrocediendo poco a poco, dando lugar a la Civilización cristiana, que fue, a pesar de los defectos inherentes a cuanto es humano, un auténtico Reino de Cristo en la tierra.

Se diría que volvimos al punto de partida, pues el cuadro que trazamos del mundo antiguo podría fácilmente aplicarse al mundo de hoy, apenas cambiando el nombre de Roma, por Washington y Moscú. Esas son las tinieblas. ¿Y la luz? La luz es Jesucristo, y la luz somos nosotros, pues “christianus alter Christus”.

¿Cómo actuar para disipar las tinieblas? Como hizo Jesucristo que fue la luz por excelencia. ¿Concretamente cómo? ¿Qué métodos emplear?

Ángeles en la Iglesia de San Marcos de Venecia - mosaico bizantino de fines del siglo XI

Los “optimistas” tienen uno preferido: el de las concesiones. Para ellos el hombre contemporáneo no es sino un chico travieso, pero bueno en el fondo, que sólo tiene un punto difícil: es irritable. Lejos de practicar todos los mandamientos, la culpa no es principalmente suya, sino de los que no lo supieron comprender. En vez de haberlo irritado con dogmas, preceptos, penas, se debería haberle nutrido con la miel suave de las concesiones, y de las sonrisas. Porque no se entendió esto y, como él es irritable y algún tanto travieso, ahí lo tenemos rompiendo iglesias, desencadenando guerras, multiplicando revoluciones. La curación consistirá en ablandarlo.

¿Concesiones? ¿Pero qué conceder? Bien entendido, no lo esencial, sino lo accidental.

Ante todo, no hay que decir las cosas claramente, porque “puede irritar”.

Castidad, sí. Pero pronuncie la palabra bien bajito; sólo cuando sea esencial, indispensable; o mejor, renuncie a hacer uso de ella por mucho tiempo.

¿Obediencia al magisterio de la Iglesia? Sí, sin duda. Pero no hable propiamente de obediencia, ni propiamente de magisterio: podríamos irritar al chico. Mejor sería hablar vagamente de fe.

¿Pecado? No es un término conveniente: hable mejor de debilidad, de lapso, de desliz. Y cuidado: es necesario hablar sobre esto sonriendo.

Ángeles en la Iglesia de San Marcos de Venecia - mosaico bizantino de fines del siglo XI

¿Infierno? ¿Para qué? Si nuestro chico se da cuenta de que puede ir allí, acabará por sentir un terrible odio contra Dios. Hay en el Evangelio algunas referencias a este asunto. Pero es que los publicanos oyeron hablar de esto, y les hacía bien. Nuestro chico, por el contrario, es emancipado e hizo varias “tomas de conciencia”. Él se rebelaría. Dejemos el asunto para más tarde, será más prudente.

Todo esto sobre el modo de enunciar la doctrina. En cuanto al modo de aplicarla, las cosas van más lejos. Es necesario ceder en materia de faldas cortas, de trajes de baño, de promiscuidad sexual; es necesario ceder en materia de danzas lascivas, de actitudes provocativas, de novelas y películas inmorales; es necesario ceder en materia de existencialismo, y de cualquier otra moda ideológica que represente un pasajero capricho del chico. Porque lo contrario puede irritarle pavorosamente.

De concesión en concesión, se llega aún más lejos. ¿Es bien cierto que hay mal en todo esto? Existen en este asunto las capitulaciones implícitas. Se proclama que no hay mal en el noviazgo, pero no se distingue entre el noviazgo hecho en tiempo oportuno y modos decentes con vistas al matrimonio, y todos los demás estilos de noviazgo. Se dice que no hay mal en las faldas cortas, pero se evita decir lo que se entiende por “corto”. Se sostiene que no hay mal en usar trajes de baño, pero se evita recordar que la inmensa mayoría de los trajes usados es mala. Se dice que, en sí, bailar no es pecado, pero se evita añadir que hoy en día la mayor parte de las danzas son peligrosas. Verdades de Perogrullo que llevan al equívoco, todo para no irritar al chico.

Y a veces se va más lejos todavía. Cautelosamente, se acaba confesando que la Iglesia evolucionará... ¡porque, si no, el chico es capaz de hacer cosas horribles! Pero, bien entendido, el chico es muy bueno. El que representa al demonio no es él, sino los retrógrados, los malhumorados, los reaccionarios, que tienen la manía maldita de la lógica, de la coherencia, de las ideas claras, de las posiciones nítidas. Con estos, sí, hay que ser inflexible, combativo, intransigente, pues de lo contrario... el mundo se transformará en un gran convento donde no cabrá el chico... es decir, ¡en un verdadero infierno!

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¿Qué nos enseña a este respecto Aquel que es por excelencia la Luz brillando en las tinieblas?

Por su ejemplo y por sus palabras, Nuestro Señor nos enseña ante todo que nunca se debe silenciar la verdad; que cumple proclamarla entera, aunque nuestros oyentes no nos aplaudan, incluso cuando nos quieran lapidar o crucificar.

¿Es preciso anunciarla con palabras de amenaza? ¿Es necesario anunciarla con un semblante de indulgencia y de bondad? Nuestro Señor hizo ambas cosas, según el estado de alma de aquellos a quienes se dirigía, y lo mismo haremos nosotros. Ni hemos de renunciar a los apóstrofes candentes y al tono polémico, ni a las palabras de dulzura y aliento. Y pediremos a Nuestro Señor que nos dé el discernimiento de los espíritus necesario para hacer una y otra cosa en el momento oportuno. Santos hubo que hicieron una cosa y la otra.

Lo más importante. Es que en la aplicación de los principios jamás se puede ceder. Sonriendo o increpando, poco importa: dígase que el mal es mal y el bien es bien. No se tenga la menor transigencia hacia el mal, ni en la menor ni más velada de sus manifestaciones. Y no se deje de estimular, incentivar, predicar el bien en todos sus aspectos, duela a quien doliere. Porque actuar de otro modo no es trabajar para propagar la luz, es velarla, es querer extinguirla.

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Esta es la lección que nos dejó Aquel cuyo nacimiento en este mes celebramos arrodillados. Sepamos imitarlo hasta el final del camino, aunque seamos repudiados y vilipendiados por todos. ¿Qué mal habrá en que algún día se ponga en nuestro epitafio “sui eum non reciperunt” (los suyos no lo recibieron) (San Juan 1, 11), si con esto imitamos Aquel cuya imitación es nuestro único ideal, es toda nuestra razón de ser?


NOTAS:

[1] Excerpta de artículo del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en la revista "Catolicismo" Nº 36 de diciembre de 1953. Adaptación libre y traducción por  "Acción Familia".