Si alguien dijera que el tigre es el rey de la selva, no
estaría expresando la verdad. ¿Por qué? Porque el tigre no es, por su
naturaleza, un dominador, un animal dotado de instinto para comandar. Puede ser
admirado, pero por otros atributos.
El tigre es un explotador de oportunidades, un aventurero que sabe aprovechar
las ocasiones. Está dotado de fuerza y se impone. Pero su fuerza es la del
músculo.
Alguien podría preguntar: “¿Entonces, el tigre sería como que un ‘proletario’
del reino animal?”
— El tigre es un grand seigneur (gran señor) que se impone a
la admiración, pero no reclama la obediencia. Se impone por el miedo que
causa debido a su modo de ser. Quien lo ve pasar con aquella cara y con
su modo de pisar cauteloso, es inclinado a pensar: ¡puede estar
preparando alguna sorpresa!
A pesar de ser un animal irracional, el tigre revela un sentimiento
que parece fijarse en nuestros ojos. El león no, pero el tigre me causa
la impresión de mirarnos a la vista. Si yo comenzara a pensar cómo
enfrentar a un tigre, desviaría los ojos de él, porque me parece que el
animal percibiría mis pensamientos.
¿Le sonreiría al tigre? Tampoco, por miedo de presentarle una
fisonomía variada que lo impulsaría a atacarme. La primera medida que yo
tomaría ante él, si acaso no pudiera huir, sería exteriorizar la mayor
inmovilidad y tranquilidad, cualquiera que fuera el riesgo, hasta
colocarme hábilmente en una posición segura.
Esa es la agilidad del tigre, que ante todo simboliza la agilidad de
la percepción del espíritu humano. Parece captar las cosas fugaces, los
matices, los peligros y los movimientos. Frente a ello, se tiene la
impresión de que el tigre percibe cómo va a ser atacado. El león no, ni
mira al adversario que esta enfrentando, como le es propio al rey de los
animales. Ataca y lo liquida.
El tigre denota la agilidad unida a la sorpresa. Una de las más
elevadas formas de agilidad es saber emplear la sorpresa. Cuando anda
despacio en el bosque, su apariencia es la de que no percibió la presa y
que se aleja de ella. Cuando la presa imagina que él se está yendo, el
tigre se da vuelta y salta sobre la víctima. Como que finge, para poder
atacar con seguridad.
Como tantas cosas en la vida, a los hombres nos cabe mucha vigilancia
para discernir aquellas dotes instintivas de la fiera.
NOTAS
[1]
Excerpta
de conferencia del Prof. Plinio a socios y
cooperantes de la TFP en 15 de Septiembre de 1988.
La transcripción no fué revista por el autor.
Publicada en "Catolicismo"
N° 775 de Julio de 20153. Traducción
y adaptación por
"El Peru
necesita de Fatima - Tesoros de la Fe". |